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sábado, marzo 24, 2012

Tiempo



"Lo único que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado".

           Gandalf, en La Comunidad del Anillo, de J.R.R. Tolkien



¿Qué se puede decir tras casi un año de ausencia? La verdad no sabía ni cómo empezar este escritillo con el que pretendo revivir el blog, ésta su casa. Estuve meditándolo durante un muy buen rato, y varios temas me estuvieron brincando por la cabeza. Uno, el cómo pedir disculpas a ustedes, que siempre han sido mis lectores y a quienes lamento muchísimo tener abandonados. Dos, contar cómo han cambiado las cosas desde aquella última vez que nos vimos; básicamente que el nuevo empleo que conseguí después de dejar (o que me dejara, más bien) aquel otro en el que había pasado quince años de mi vida resultó ser el trabajo de mis sueños, aunque muy, muy comprometido en cuanto tiempo y esfuerzo. Tres, informar que traigo entre manos un proyecto que, de tan grande, temo que se me salga de control, y de tan entrañable, que me termine de romper el corazón. Cuatro, que los gatitos que comparten la casa de ustedes con uno ya suman una docena. El quinto y el sexto me los reservaré, por el momento.

No estoy muy segura de por qué he abandonado el blog. La falta de tiempo es una buena excusa, pero ya he pasado por esas circunstancias y no era lo que me impedía ponerme a redactar sobre asuntos personales (que, como recordarán ustedes si han visitado seguido, son básicamente el cuerpo y alma de La Casa). Que me he vuelto sumamente twittera, al grado de la casi adicción por reducir ideas a los cientocuarenta caracteres y entusiasmarme con la respuesta instantánea del dichoso medio, tampoco funcionaría; igual me daba por socializar en vivo cuando no existía eso.
Reflexionar al respecto me lleva de nuevo a la idea del tiempo. Es el tiempo lo que me ha empezado a pesar, pero no del que uno se priva para ocuparse en “cuestiones importantes”, ni tampoco del que uno utiliza para recuperar el aliento después de haber batallado. Es el tiempo perdido; darme cuenta de que por primera vez en años me encuentro muy cerca de donde siempre quise haber estado, lamentar que no invertí lo suficiente en hacerme fuerte para cuando llegara el momento de luchar por algo más que pasar el día a día, llorar amargamente por lo que he dejado ir, por lo malo que he hecho y lo bueno que alguna vez tuve oportunidad de hacer y que no hice por estar demasiado ocupada en resistir. Lo peor, caer en la cuenta de que no hay marcha atrás. 
Me consuela la idea de que, no importa cuánto tiempo se me haya dado, creo que podré, algún día, mínimo acercarme a lo que siempre quise: tocar el corazón de las personas con palabras. Sé que no será fácil este camino de regreso, y que tendré que apuntarle a la luna para poder darle al tejabán de enfrente; ¡hasta estoy comprobando que debo aprender a usar Blogger de nuevo! Pero si en ello están conmigo y si cuento con su comprensión, consideración y lectura, no necesito nada más. 
Dejé olvidadas las recetas; ya vendrán más. Dejé pasar la Feria del Libro, con sus recomendaciones y citas (¡conseguí algunas tan divertidas en la edición del 2011!). Dejé pasar la Navidad y el Año Nuevo (no estaba muy entusiasmada con ninguna de las dos fiestas), el San Patricio, el cumpleaños de Tolkien, y otras ocasiones que podrían haber inspirado sendos textos, agradables, me parece. Pero mañana es el día mundial de leer a Tolkien, que como recordarán es mi autor favorito; eso no lo quiero olvidar, así que como antaño hacía, les propondré un texto de este señor, aunque sea uno que, me temo, va a escandalizar un poco a las conciencias modernas y políticamente correctas; hay que ponerse un poco en el lugar del autor para alcanzar a percibir la belleza de su pensamiento. 
Gracias, en serio, muchas gracias, si han aguantado conmigo hasta ahorita; como antes les pedía que no se olvidaran de mí en las adversidades presentes, va mi ruego de que, en las futuras, tampoco lo hagan. 

jueves, marzo 17, 2011

Serpientes


La primera historia sobre San Patricio que los chiquitos de Irlanda (y otros países) aprenden es falsa; encantadora, muy significativa, simpatiquísima, pero falsa, a fin de cuentas. Un día, se cuenta, el santo le ordenó a las serpientes que se fueran de la isla, y los animalitos, muy obedientes, se arrojaron al mar, y se fueron tan tranquilos a infestar el continente europeo, las tierras abajo del Mediterráneo y, en fin, el resto del mundo conocido, a causar terrores infundados, sustos y mordiscos.

Irlanda es una tierra singular, cubierta de verde; las islas Aran, por ejemplo, son rocas con apenas unos centímetros de suelo donde por alguna razón crecen tréboles de los que se puede alimentar el ganado. El resto del campo gaélico está lleno de hierba espesa de ésa que en este lado del mundo nos aconsejan apartarnos por miedo a las víboras.
Uno puede dejarse caer en una camita de esas hierbas frescas y mullidas sin temer más ataque que el de alguna mariposa bonita o un caracol. Mentira o verdad lo de San Patricio, el hecho es que en Irlanda no hay serpientes.

¿Por qué será? No falta una explicación aceptable: durante la edad de hielo, la isla fue prácticamente inaccesible, así que San Patricio no pudo haber arrojado a las serpientes porque éstas nunca llegaron ahí.
La primera vez que vi una serpiente en Irlanda fue a mediados de la década de los noventa. Se trataba de un ejemplar de víbora del Gabón, cornudilla y de aspecto feroz. Estaba metida en un frasco de formol en un museo campestre y tenía arpoximadanemtente cien años de edad. La había llevado, nos dijeron, un misionero que andaba por África y que quería mostrarles a sus feligreses esa cosa que jamás habían visto. La víbora muerta estaba toda enroscada; el espacio resultaba muy chico para ella y tenía, lo juro, una expresión de perplejidad en la carita; parecía preguntarse qué hacía ahí, y que cuándo podría largarse. Se veía tan fuera de lugar entre los cuadros de niños, los mueblecitos de cuero y las herramientas tradicionales.

Se supone, y el asunto tiene más sentido así, que en ese cuento de San Patricio las serpientes son alegoría de la maldad, el pecado y un sin fin de etcéteras que la religión cristiana había desterrado de Irlanda. Al parecer funcionó: sin que tenga nada que ver con los pobres bichos, Irlanda es el país más anti-ofidio que puedan imaginarse; una víbora no tendrá ahí donde esconderse, ni gran cosa qué cazar. Me pregunté durante mucho tiempo si la maldad y el pecado andarían en las mismas, pues resultaba difícil imaginárselos anidando en corazones tan felices, por un lado, o tan resignados a su suerte, por otro. No me atrevo a asegurarlo ahora. La última vez que visité Irlanda me tropecé en Dublín con una vista insólita: una culebra viva. Enroscada en un espacio muy pequeño, con una expresión perpleja en la carita chata: “¿Qué hago yo aquí? ¿Quién me trajo? ¿Cuándo me podré ir?”. Se trataba de un pitón albino, chiquito, muy bello, en una tienda de mascotas. Y su visión no provocaba el asombro que hubiera supuesto una servidora ante un espectáculo raro.

Era como si la pobre viborita supiera de la prohibición que para los de su especie había en Irlanda; pero los animales son seres puros y ninguna culpa tienen. Sin embargo, me asaltó una visión súbita que todavía me enchina la piel: San Patricio ordenándole a la maldad que partiera de Irlanda y jamás se atreviera a regresar por ahí, y la maldad sacándole la lengua bífida y soltándole un silbido de amenaza. Y me sorprendió darme cuenta de cuántas miradas más enrojecidas por la mortificación, la desesperación y la vida difícil me había encontrado en Dublín desde mi última visita. Quiera San Patricio escuchar la voz de los que todavía le piden ayuda. Irlanda por siempre.

lunes, febrero 14, 2011

Nada

Fragmento de fotografía de Simon Turtle de los actores del musical de West End The Lord of the Rings.

La vida no es nada sin amistad.
Marco Tulio Cicerón

Aunque el trabajo no disminuye y las entradas en este blog continúan escasas, hay ciertas fechas, comprenderán ustedes, que no puedo dejar pasar sin poner algo aquí, y una de ellas es el sagrado 14 de febrero. El día de San Valentín, ajá, el día de los enamorados; pero si ya tienen tiempo de visitarnos por acá sabrán que yo prefiero celebrar la amistad por sobre todos los cuatro amores según C.S. Lewis.

Ahora, nunca me sentí capacitada para hablar de amistad, con todo y que es un sentimiento que venero y una condición que procuro cultivar. Así que todos estos años o me pongo a acumular citas bonitas (como la que encabeza este artículo) al respecto, o, lo que más me gusta, traducir fragmentos del libro ya mencionado de C.S. Lewis. Como esta vez ya prácticamente se me acabó el capítulo pertinente y sigo tímida a hablar del “menos natural, menos necesario” de los cuatro amores, decidí cambiar un poquito las cosas y compartirles algo de humor que redacté una vez para un viejo amigo en un correo electrónico.

Lewis dijo que no hay muchas obras que traten de amistad, siquiera como tema secundario, y tenía razón. Sin embargo,  en un libro muy cercano a él, El Señor de los Anillos, la amistad no es solamente una fuerza que mueve, sino, muy posiblemente el principio de todo.

Para encontrar esa piececita de humor entre los correos que le hubiera enviado a este viejo amigo, tuve que repasar prácticamente toda la correspondencia (electrónica) que le estuve enviando. Y entonces la cosa, que se planeaba como para hacer reír, se puso seria. Muy seria. TERRIBLEMENTE seria.

La amistad es el amor más difícil y el más digno de elogio; pero miren, por más que uno quisiera idealizarla en su propio día festivo, no es algo inmutable, no es algo que permanece sin esfuerzo consciente. Y puede acabar, oh sí. Y el que acabe es una tragedia, pero es una de ésas que, como la muerte o la enfermedad, a veces ocurre, y a la que uno acaba por hacerse a la idea.

Este viejo amigo (y amigo de viejos ex-amigos) y yo nos pusimos en contacto tras un tiempo de separación, estela de un lento pero doloroso rompimiento de relaciones múltiples. El asunto se hubiera quedado tranquilo, si no fuera porque fui a enterarme de que mis ex amigos se habían comenzado a reunir para, por medio de una especie de terapia o rito extraño, exorcisarme o algo similar. Imagínense; he hecho de demonio alguna vez. La plática que este amigo y yo sostuviemos en mails hace ya bastantes años me hizo ver que oh, sí he escrito sobre la amistad, que mis ideas son políticamente incorrectas, como casi todo lo que pienso, y que soy mala para guardar los correos adecuados. 

“Mira”, le escribí al amigo, “si en El Señor de los Anillos el concepto de amistad hubiera sido el que parece ideal para ustedes (y para el mundo moderno), la cosa hubiera ido así...”

Y fue cuando redacté una especie de diálogo entre Merry y Pippin en donde se daba al traste con la historia. No recuerdo por ahora, pero conociéndome, tal vez puse ese textito también en un foro de discusión, una lista de correos o eso.

Me he tomado la libertad de mostrar en público fragmentos de esta correspondencia, estrictamente míos, nomás porque creo que son una de las poquitísimas veces que una servidora ha hablado de amistad. Espero que no se sientan muy incómodos si los leen; en ningún momento se mencionan nombres ni se dan pistas.


Sobre la especie de exorcismo:

"Corrígeme si estoy mal en lo que haya entendido del método: se trata de que tienes un problema con una persona, y entonces FINGES que alguien más o que uno de esos monos horrorosos es esa persona y FINGES que hablas con ella, y FINGES que resuelves tu problema (básicamente le niegas a la otra persona su derecho de réplica, supongo que para no complicar todo el proceso) y así te desahogas y te quedas con la esperanzada idea de que si tú estás bien con esa persona entonces la otra persona estará bien contigo(?). 

A la otra persona la puede partir un rayo, por supuesto; una cosa que no me agrada naditita [...] es esa tremenda reticencia a ponerse en los zapatos de alguien más: el YO estoy bien y TÚ tienes
que estar bien porque YO estoy bien.".

"Eso se me hace un poco irritante, y tiene que ver con lo que te dije más arriba.  Imágenes... siempre imágenes, como si la realidad ardiera tanto. 

Es también irritante porque me proporciona una clara explicación al extraño fenómeno de los desencuentros que he estado sufriendo, gracias a Dios, sólo unas pocas ocasiones en los últimos meses. Verás:  una que otra vez, cuando me he tropezado con algunos de los otros, ellos se comportan lindos conmigo y esperan que yo reaccione como cachorrito recién adoptado (es decir, que brinque de felicidad). Y, cuando no lo hago, ponen una cara de SINCERO desconcierto que no deja de sacarme de onda . 

Chicos, si aclararon sus problemas con la imagen que tenían de mí, pues felicidades... pero no esperen que la L. "de a devis" se comporte como en sus evocaciones; en lo que a mí respecta, la guerra con Irak no se terminó cuando Bush se declaró vencedor (más o menos  un año antes de los más de mil muertos que todavía faltaban entre las tropas gringas)".

"Ahora [...] mira, hay entre (grupo de amigos) gente a la que consideraría, como te puse en el correo anterior, enemigos potenciales... simple y sencillamente porque sospecho que si alguna vez nos enredáramos en una guerra cósmica o algo así, estaríamos en bandos bien distintos. Bueno, además porque hicieron mucho daño, sabes.

Aparte que me entristece sobremanera que si en algún momento dado tenían algo que decirme, se lo hayan dicho a otra persona o a un mono de madera... como si yo mordiera o algo así, o como si el mono o la otra persona fueran capaces de resolver un problema ajeno. Ya sé que nadie me lo creía, pero si hay algo que me revienta es fingir.""

Sobre el rencor y el remordimiento, que mi amigo definió como “mecanismos de supervivencia”, pero descartó por su inutilidad.

"Yo pensaba que andabas budista todo el rato, no nomás una semana... pero como yo por lo general ando católica toda la vida, veremos aquí las diferencias de postura.

No creo que las palabras adecuadas sea "mecanismos psicológicos de supervivencia" y de cualquier forma no sé lo suficiente de psicología como para estar segura de usar la palabra "ego" de la forma correcta (mi empapamiento del tema se limita a cuando estuve jugando Xenogears en mi Playstation y tuve qué chutarme la definición de cosas como "anima" e "id" nomás para escribir un artículo profundo sobre el juego. Ah, y la biografía de algunos santos, también).


Pero creo que la discrepancia aquí estaría en la parte "psicológica". El rencor y el remordimiento funcionan para cosas más allá de lo puramente psicológico; yo creo que tienen además un peso social. Uno tiende a negar lo social (sobre todo cuando anda llevando en los hombros montones de crisis personales), pero finalmente es imposible estar aislado del todo. Lo cual nos lleva al siguiente punto..."

Si tuviera una mejor ortografía, el amigo hubiera expresado sin tantos problemas que la cuestión era que qué tanto valía la pena dejarse llevar por el rencor y los remordimientos. Pero sí pude entender.

"Bueno, ahora sí que depende de una decisión personal. El rencor es, de estos dos sentimientos, el más inútil, y el que friega más sin dar una recompensa decente (ni a uno ni a la gente que lo rodea). Pero el remordimiento puede salir de uno, y a quien protege es a los demás. Si la vida gira alrededor de uno mismo, y uno es lo más importante para uno, y solamente uno cuenta, pues entonces no vale la pena y se le puede dejar atrás. Pero, como te dije, el remordimiento está ahí para los demás. Es reconocer "hice mal, y me importa". O a tu prójimo: "Reconozco que te hice daño. Sé hasta donde llegué, sé que lo que hice te dolió y tu dolor me importa tanto que lo estoy compartiendo aunque no tenga por qué hacerlo. Tú te mereces esto. "

"Si andas budista nunca vamos a ponernos de acuerdo, pero bueno, ya ves que en mi religión se aprecia el reconocimiento del pecado, y la posibilidad de expiación, penitencia y sacrificio. Y el perdón siempre y cuando vaya precedido del arrepentimiento (porque cuando es mero trámite sirve para dos cosas). Ah, y el amar "a Dios sobre todas las cosas" y "a tu prójimo como a ti mismo". (Una vez tuve una pesadilla horrenda de un Guadalajara alternativo donde la puerta del infierno estaba cerca de Avenida México cruzando con López Mateos, y se me dictaban unos mandamientos que nomás que desperté anoté en un cuadernito. No los tengo a la mano ya, pero me acuerdo clarísimo de "Amarás a Dios sobre todas las cosas. Tú eres Dios". Imagínate qué miedo). "

Mi amigo dijo que el bienestar común debe empezar por el bienestar propio. Respondí:


"Si esto pasara en la vida real estaría perfecto. Pero no siempre sucede, y el bienestar propio no siempre se puede alcanzar, y es una gachada, en todo caso, alcanzarlo a costa del resto de la humanidad. Si todos creyeran que el bienestar común debe empezar por el bienestar propio, no habría héroes... no habría historias interesantes qué contar acerca de padres e hijos devotos, acerca de amistades incondicionales. La mera verdad, qué mundo tan sebo y aburrido.

Te digo, mi religión defiende el sacrificio. No está tan peor.  Mucha gente que conozco pasa tantos años intentando estar bien ELLOS MISMOS, que se olvidan de que tienen padres, amigos, pareja, etc. Y se vuelven insoportables. Les pasa como en ese cuentito chino... no me acuerdo quién es el autor, pero es del siglo XIV o algo así, y se trata del general que quería comprar un título nobiliario y estaba ahorrando. Cuando sus amigos le pedían dinero prestado, él contestaba que no podía porque se tenía que comprar su título, y para sus adentros pensaba en todos los beneficios que iba a conseguir para sus amigos una vez que fuera noble. Finalmente se quedó solo, el güey."

Me reveló algo que ya sospechaba: que mis ex-amigos la habían pasado terrible porque su vida seguía girando en torno a mí. Y le escribí:

"Qué cosa más espantosa. ¿Me creerías que eso se siente? Alguna que otra nochecita o madrugada me despertaba con algo de presión en la cabeza y de repente me saltaban recuerdos de mis ex-amigos. Me daban ganas de decir : ¡Déjenme en paz! ¡Suéltenme de una buena vez! Por otro lado, también decía: ok, se lo ganaron. Fueron capaces de echar, así nomás por la borda, diez años de amistad, y nomás porque sí. Que sufran.

Ahora, no sé si pedirte que me corrijas si estoy mal porque no estoy muy segura de quererme enterar... si sus vidas giraban alrededor de mí, ¿me culparon por eso? Pues en ese caso mi abuelo materno, que me era antipático por diversas razones, tenía razón. Él decía de una persona: "¿Pero por qué está tan enojado conmigo? Si yo nunca le he hecho ningún favor". En otras palabras, que si le haces bien a la gente, la gente te va a querer únicamente mientras lo hagas. Y si dejas de hacerlo, no sólo van a dejar de quererte, sino que te van a odiar. Pero yo creo que esto es una pésima idea... y que mi abuelo hubiera estado muy feliz en esta época donde ser egocéntrico está de moda. Gracias a Dios tengo otros lados de dónde agarrarme. Para tumbar estos conceptos tan feos, están los amigos. Pero más de eso después.

Por otro lado, pienso que no está bien girar alrededor de nada ni de nadie, ni siquiera de uno mismo (aparte que las personas que giran alrededor de sí mismas son bastante patéticas). En la vida caminas, no giras. Y sí, te agarras de lo que puedes, pero no te quedas ahí nomás. Eso sí, cuando tienes agua, te acuerdas de la fuente. "

Mi amigo decía que podríamos volver a ser como antes, pero que la vida no garantizaba que así fuera. Mi respuesta:

No, no te preocupes... no pienso pedirte de entrada que volvamos a ser amigos como antes. [...]  Tú tienes muchas más personas con las que te la puedes pasar bien, y yo soy mejor para los malos momentos.

Has usado dos veces la palabra "garantías", y eso me tienta a pensar que tal vez quisieras que la vida te garantizara que no tuviera garantías.  ¿Y eso? No hablamos de garantías cuando tocamos esto de la vida... esperanza sí, esperanza sin garantías (aunque esto para variar no es mío... la expresión es de mi escritor favorito, a quien le debo el honor de una muy buena parte de mis convicciones). La vida no te da garantías, y los amigos, la familia, las ideas y todas esas ondas no tienen por qué pedirlas... Pero, eso sí, en algún momento estarán en todo su derecho de solicitar otra cosa: compromiso. Pero, ¿no es ésta ya una mala palabra en los tiempos que corren?"

Tiempo después, le escribí ese diálogo... que como no pude encontrar transcribo casi de memoria. En todo caso, era la respuesta humorística (irónica también) a una pregunta... ¿qué hubiera pasado en El Señor de los Anillos si el concepto de amistad fuera el mismo de los tiempos que corren, es decir, pasársela bien sin la menor intención de compromiso, o de ver primero por los demás?

Merry: Oye, ¿no te parece que Frodo ha andado muy raro en estos días?

Pippin: No... no sé... ¿por qué lo dices?

Merry: Es que pasa mucho tiempo solo, anda caminando y murmurando cosas, se ve preocupado...

Pippin: Pues sí. ¿Por qué no nos dirá nada?

Merry: Quién sabe. Pero bueno, después de todo es su problema, ¿qué no?

Pippin: Sí... y si necesitara algo ya nos hubiera dicho, ¿verdad?

Merry: Ajá. ¿Que te parece si nos vamos al Dragón Verde a tomar algo?

Pippin: Buena idea. Y si Frodo quiere, pues que vaya también.


Y así hubiera terminado todo; la gran historia épica del siglo XX hubiera quedado en nada.

lunes, enero 03, 2011

Hoja y árbol


Como llega otro cumpleaños de nuestro profesor, J.R.R. Tolkien, he pensado compartirles (a manera de regalo para todos sus fans, seguidores y estudiosos) una fotografía suya que, no es por nada, es bastante difícil de hallar; su descubridor, el autor John Garth, la encontró de pura casualidad en el Exeter College de Oxford y se quedó con la boca abierta; no le importó arrancar la tapa de su scanner portátil para poder capturarla.

Lo que les presento aquí es el fragmento más interesante; para tenerla más grande y sin ese horrendo círculo rojo que le he puesto a la portada, hagan click sobre ella. La forma en la que una servidora la consiguió fue mediante una anécdota bastante vergonzosa que por si fuera poco se llevó la reputación de mi país por delante. Esta anécdota, que no voy a repetir, voló, crecida y gorda como mosquito recién cebado, de la mano de personas que una servidora no creía que tuvieran interés ni tiempo para propagar chismes; si quieren enterarse de la verdad no les voy a ahorrar ningún trabajo; tal vez la encuentren mencionada por ahí en mi serie de Veinte años. Pero olvidemos esto de una buena vez y enfoquémonos en lo que de verdad importa.

Imagínense una facultad universitaria, así nomás. Imagínense una generación de estudiantes a la que están a punto de fotografiar. Hay entre ellos un joven rubio de unos veintidós o veintitrés años, tan bajito que se da cuenta de que la única forma de salir bien en la foto es treparse a un muro de la escuela y apoyarse del arbolito que crece junto a él. Imagínense que lo hace. Y que entre los rostros serios y actitud formal de sus compañeros, destaca su espontaneidad y casi casi descaro. 

El chico se convertirá, con el tiempo, en el autor del libro más influyente del siglo XX. En el momento en el que le tomaron esta fotografía, todavía piensa en echar relajo, montar proyectos con sus tres mejores amigos y graduarse de algún modo porque la escuela no es barata ni él muy aplicado que digamos. De seguro también recuerda a su primera novia, a la que le han prohibido ver pero que sigue queriendo mucho. Y tal vez considera qué rayos hará ahora que su país entre a la primera guerra mundial. 

Así es como se tejen las historias; un árbol frondoso y bello fue alguna vez una ramita enclenque. Tal vez de todo el árbol lo único que se llegue a conocer es una hoja. Pero para quienes festejamos el crecimiento y plenitud de ese chico de la foto, la o las hojas que nos legó fueron de lo más afortunado. Durante muchos años más, los lectores seguirán acudiendo a ellas en busca de aventuras y emociones trapidantes, o tal vez de consuelo y ánimo para la vida, porque en Tolkien uno halla eso y más. 

Feliz cumpleaños, profesor. El regalo ha sido todo nuestro.

viernes, diciembre 31, 2010

JiDai

Este año que termina, 2010, he escrito en mi blog mucho menos de lo que acostumbraba. Han pasado muchas cosas que aún tengo que contarles (y lo voy a hacer); pero hay una de ellas que quisiera compartirles en especial, a ustedes que me siguen leyendo a pesar de todo.

Este final de año me tiene muy asustada, pero por razones que no se justifican: tan acostumbrada estuve, en otros tiempos, a escarbar en busca de esperanzas hasta que me sangraran los dedos, que no entiendo cómo es que mis esperanzas nuevas están al ras del suelo, como puestas ahí nada más, como si me las hubieran dejado servidas en bandeja. Estoy asustada porque va a ser el primer inicio de año en un largo, largo tiempo, que no traigo el corazón velado por la desdicha y con el único deseo de resistir, sin irse ni quedarse. Como si el 2010, a pesar de todas sus dificultades y dolores, hubiera sido un verdadero principio de algo más. Me da miedo enfrentar nuevas situaciones... o que alguien me de un buen pellizco y me despierte a la realidad de antes.

Al mismo tiempo, hay algo que me angustia: muchas personas  a mi alrededor, a quienes quiero y aprecio de verdad, están sufriendo penas que antes no los habían tocado ni de cerca. De cuando en cuando me atrapa la paranoia y pienso que si no estarán pasándola mal porque yo dejé de hacerlo. Mi optimismo recién descubierto tiene  esos dientecillos afilados y maliciosos. 

Sé lo difíciles que pueden llegar a ser estas fechas; el desánimo, la soledad, la desesperación que pueden llegar hasta uno. Lo sé por experiencia, créanme. Y aunque mis experiencias no son punto de comparación para las de quienes han perdido más seres queridos, más amigos, amor, trabajo, respeto por sí mismos, bienes, recuerdos, propósitos y ánimo, quisiera dejar como último post del año una canción que me daba por tararear en mis momentos difíciles y que de casualidad le dio nombre a mi ya viejita computadora Macbook que me acompaña aún en este momento con ustedes: JiDai, de Miyuki Nakajima.

Alguna vez les puse un link a esta canción, me parece; pero creo que entonces no tenía una traducción completa a la mano. El video que les pongo a continuación está en japonés con subtítulos en inglés; yo no entiendo japonés, así que me he puesto a traducir con toda humildad los subtítulos que acompañan el video. Espero que esta canción les dé las fuerzas para continuar que me dio a mí, cuando tanto me hacían falta. Dios los bendiga a todos y que pasen muy feliz año nuevo. 


Traducción de los subtítulos:

Ahora estamos tan tristes que se nos han acabado las lágrimas
Y creemos que jamás podremos volver a sonreír.

Pero en algún momento llegará el día en el que podremos decir:
“Me acuerdo cómo me sentía entonces.
Sí, recuerdo aquella vez”.
Y sonreír mientras hablamos.

Así que no pensemos demasiado en el presente.
Dejemos nada más que el viento de hoy nos sople encima.

Vueltas y vueltas, el tiempo da vueltas.
Las felicidades y tristezas se repiten y repiten.

Hasta los amantes que hoy se separan
volverán a nacer y a reencontrarse.

La gente que no deja de viajar
debe confiar, cuando se abre la puerta
que algún día de nuevo estarán en casa,
incluso si hoy se pierden.
Incluso si hoy cae una lluvia fría interminable.

Vueltas y vueltas, el tiempo de vueltas.
Las despedidas y los encuentros se repiten y repiten.

Los viajeros que hoy caigan
volverán a nacer y empezarán a caminar de nuevo.

Vueltas y vueltas, el tiempo da vueltas.
Las despedidas y los encuentros se repiten y repiten.

Los viajeros que hoy caigan
volverán a nacer y empezarán a caminar de nuevo.

Los viajeros que hoy caigan
volverán a nacer y empezarán a caminar de nuevo.

miércoles, diciembre 15, 2010

A la orilla de las aguas

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Un día como hoy, pero de 1995, Konami lanzó en Japón lo que sería uno de los primeros RPG para la nueva consola de Sony, Playstation: Genso Suikoden. Esta obra, creada principalmente por Yoshitaka Murayama, sería también el inicio de una de las series más entrañables y conmovedoras que alguna vez aparecieron en la historia de los videojuegos. Lástima que por su aspecto más bien sencillo y lo poco que apostaron por él los distribuidores fuera de su país de origen no fuera tan popular como, digamos, Final Fantasy (a pesar de que, la verdad sea dicha, los Suikoden superan en profundidad, complejidad e inteligencia a cualquier Final). Pero ni modo; así son los juegos de culto. Indispensables para un número limitado de personas y pasados por alto en el resto del mundo.

Hace mucho tiempo que no actualizaba el blog, y sinceramente quiero cambiar esto sobre todo para el año que entra (este 2010 se puso especialmente difícil); dejé pasar fechas importantes en las que siempre subo algo, como el 12 de octubre que procuro dedicar al Batallón de San Patricio o incluso el 18 de noviembre, en el que la casa de ustedes cumplió tres añitos de vida (aún se vale felicitar, ¿eh?, que hemos hecho lo posible para que la casa no se caiga). Pero no siempre sucede que la saga favorita de uno cumple 15 años de vida. Así que no quisiera dejar ir el día sin poner algo. Primero, esa imagen tan bonita que tengo de portada y que conseguí de un sitio de recopilaciones que por desgracia no hace constar autores; segundo, quisiera enviar ciento ocho abrazos y todo el cariño del mundo a mis amigos que son también seguidores de Suikoden: a Alphanubis, quien me la presentó cuando yo era una convencida de la otra franquicia; a Azevrec, porque a pesar de las dificultades (algunas incluso con las mismas personas de Konami) me ha seguido la corriente de esta locura; a Chiisa, que con gran entusiasmo y frescura mantiene viva su afición; a Nanami y Winds, que siempre tienen hallazgos por compartir; a Pei, que ama la saga tanto como yo; a Suldyn, que me encanta cuando habla de ella; a todos los que siguen los blogs de ellos y que nos han nutrido y divertido con sus comentarios y conversación; a Ber, a Maic, a Pepe y a Snake que, creo, no tienen blog, pero sé que igual nos leen y adoran la serie; a Hellnike, que leyó el manga del III y se enamoró de él; y, finalmente y por temor a que me falte alguien, a todas las personas lindas que he llegado a conocer en los foros de Due Fiumi, Suikocastle, el desaparecido Konami RPG Stars y Tokyopop

No sé qué más información podría poner sobre Suikoden que no haya volcado antes en mi especial Suikosaga (ya sé que aún tengo que reseñar Suikoden Tierkreis, pero como todavía no juego este título, les pido paciencia), así que como tercer detalle y regalo para ustedes, se me ocurrió traducir unos fragmentos del prefacio de la novela Shui Hu Zhuan (de la versión inglesa de Pearl S. Buck, con su gramática rarita), novela china clásica en la que está basada esta serie de videojuegos. Shui Hu Zhuan se lee como Sui-Ko-Den en japonés, y significa algo así como "A la orilla de las aguas". 

En estos fragmentos, el autor Shi Nai-An reflexiona en que escribió ese libro para registrar las historias que le gustaba platicar con sus amigos. A ratos parece que pierde piso y comienza a divagar. Pero resulta interesante lo que dice del tiempo, de la amistad, y una casi, casi defensa de la ficción como la mejor forma para expresar los sentimientos.



 Tres fragmentos del Shui Hu Zhuan, por Shi Nai-An

Traducción: Yours Truly


"Cuando recién se levanta el sol, y brilla pálido, nos lavamos la cabeza y el rostro,  nos atamos un pañuelo a la frente, tomamos comida, un bocado de esto y otro de aquello, y una vez que hemos terminado con estas tareas, nos levantamos a preguntar “¿Ya es mediodía?”. Pero el mediodía ya ha llegado desde hace tiempo. Así es como ocurre en las horas antes del mediodía. De la misma forma pasan después. Y un día termina. ¿En qué se diferencia esto de cuando pasan cien años? Si pensamos en ello no hay más que tristeza. ¿Dónde encontrar la alegría? Siempre me ha asombrado que la gente diga “¿cuál será la edad de ése este año? ¿Cuántos años ha pasado en el mundo?”... ¿Qué significa eso de “cuántos”? Son años pasados. ¿Acaso podría alguien regresar y contarlos? ¿Quién puede ver aquello que ha transcurrido y se ha marchado? Ya se ha ido. Incluso en el momento en el que termino esta frase, el tiempo que ha pasado mientras la redactaba se ha ido. ¡Gran pena para el corazón!"

"De todas las alegrías ninguna trae más placer que la amistad, y la parte más disfrutable de la amistad es una plática tranquila entre amigos. ¿Quién pudiera negar esto? Pero no siempre ha sido fácil para mí ganarme esta clase de compañía. A veces el viento sopla y hace frío; a veces llueve y el camino se llena de barro; a veces estoy enfermo; a veces cuando voy a buscar a mis amigos ellos no están y los extraño. En esas circunstancias siento que estoy en prisión."



"Cuando vienen mis amigos no siempre toman vino; si quieren lo hacen, pero no tienen que hacerlo si no es su deseo... cada hombre decide por sí mismo. Nuestra felicidad no depende del vino. Nuestro deleite es la conversación. Lo que discutimos no son los problemas del país. La razón de esto no es sólo que siento que está bien conservar mi humilde postura, sino que nuestro lugar está lejos de los asuntos de estado,  y las noticias políticas no son más que rumores y los rumores jamás son ciertos y hablar de ellos es un desperdicio de saliva. Tampoco hablamos de los pecados de las personas. Los hombres bajo el cielo no tenían pecados en un principio y no debemos calumniarlos. Lo que hablamos no debería asustar a nadie. Lo que quiero es que la gente entienda con facilidad de lo que hablo, aunque después de todo no consigan comprenderlo, porque de lo que quiero hablar es de algo que jamás han viso u oído, y además cada hombre está enfocado en sus propios asuntos."

viernes, septiembre 17, 2010

Volver


Fragmento de una ilustración de Kahama


No es la primera vez que me ausento de mi blog, pero siento que han transcurrido años desde la última vez que vine. En el abandono en el que he dejado la casa no hay precedentes, o al menos así parece. He estado poniendo algunas entradas aisladas, pero casi ninguna tiene relación con la otra y más bien parecieran un intento de dar señales de vida. Si me pongo a mirar a mi alrededor (a mi casa real, a mí misma en el espejo) me sorprendo al darme cuenta, como por primera vez, que el blog no es lo único que he estado descuidando.

Jamás me lo comentaron, pero creo que así se debe de sentir cuando la vida de uno da un giro. La de una servidora ha estado en un remolino loco durante por lo menos el último mes. Un tornado, que fue en lo que acabó convirtiéndose un vientecillo imperceptible (que empezara tal vez cinco años atrás), y cuyos efectos no pude apreciar sino hasta que lo contemplé vía satélite. Es como si alguna especie de tinta mágica revelara aquí y allá montones de ruinas y escombros invisibles con los que antes me tropezara y estrellara sin saber qué rayos estaba ocurriendo.

Y bien, piensa una servidora, ¿qué hacer ahora? No hay mucho entre las ruinas que se pueda recoger y salvar, aunque siempre queda la posibilidad de hallar alguna pared en pie. De un día para otro, la profesión de albañil resulta abrumadora. ¿Entonces? Bien, uno puede aislarse por varios días a rumiar las penas, pero después, qué remedio, hay que levantarse.

El tornado ya es viejo. Las ruinas siguen ahí, pero una servidora ha comenzado a darles guerra, escoba en mano. No es fácil recoger todo este desbarajuste, pero hay por lo menos algo que no me cansa repetirme: ya se me había olvidado a qué sabe la tranquilidad. Y su sabor es tan increíblemente agradable y adictivo que no entiendo cómo pude estar tanto tiempo sin él.

Perdón por hablar tanto en acertijos; ya, más adelante, podrán enterarse de a qué me refiero. Esta entrada es sólo para, como ya lo he hecho otras veces, anunciar que seguimos aquí, y que tenemos todo el propósito de volver a ser lo que éramos. Las entradas puntuales, tres por semana; reseñas, ocurrencias, alguna que otra traducción, por supuesto recetas (de cocina y de otras cosas). En los planes vienen un platillo original (bueno, casi), algunos útiles consejos para traductores y una sentida historia sobre por qué mi acción más valiente del verano fue repetir un videojuego al que no me había atrevido a enfrentar una segunda vez. No voy a dejar pasar este año sin una nueva semana del sushi. Y aunque la fecha para celebrar al Batallón de San Patricio (12 de septiembre) se me haya pasado de largo, espero poder dedicarle algunas palabras a otro hecho reciente (y muy, muy lamentable, por cierto): el fallecimiento del director Satoshi Kon. Estoy escribiendo (lo que no me ocurría en años) un relato de ficción; si lo llego a terminar, será todo un triunfo. Intento poner orden en mis doscientos pares de zapatos y desechar todo lo que de verdad no sirve. Seguirán los libros y revistas. Voy a arreglar un poco esta casa de ustedes también: revisaré los links para quitar los que ya no lleven a ningún lado y añadiré nuevos sitios interesantes. Les agradecería también que me avisaran si algunas de las ilustraciones de las entradas no están apareciendo.

Gracias por toda la paciencia, y por seguirme siguiendo (la repetición fue a propósito). Nos vemos de nuevo en unos pocos días.

sábado, julio 03, 2010

Gatos



Como verán, acabo de cambiar el encabezado del blog. El nuevo (¿a que está precioso?) fue mi regalo de cumpleaños por parte de Hellnike (la caricatura del anterior también es suya). Esperé hasta hoy para subirlo porque quería acompañarlo con una entrada... y con un propósito de no tener tan abandonado este sitio. Sí, he estado con el ánimo bajón, pero el alejarme de la blogósfera no ayuda mucho. Además, me está poniendo algo nerviosa ver que algunos de mis blogs preferidos han estado poco activos, o incluso en peligro de desaparecer. No, no pienso cerrar el mío; al menos no todavía. Y pienso sacar algo de disciplina hasta de donde no hay. En fin... con un poco de suerte, volveré a las andadas, e intentaré arrancar de aquí. En mi encabezado nuevo pueden ver que la casa de ustedes se ha vuelto un hogar de gatos (la figura en el fondo, en la casita, es el Capitán). ¡Qué remedio! Siete gatitos que tienen ya años con nosotros. Y si recuerdan que el año pasado recogimos a una gatita embarazada y a otros dos... bueno, digamos que hubo tres más de los que no nos pudimos deshacer. O no quisimos. Como sea. Diez gatitos en la casa de ustedes. Los pormenores ya los platicaré más adelante. Por lo pronto, quisiera que habláramos de otro asunto, también sobre gatos, y no tan agradable. El pasado 19 de junio falleció el escritor mexicano Carlos Monsiváis. No era uno de mis favoritos; nunca fui muy seguidora de sus libros aunque me divertían sus artículos en periódicos; estuve más que de acuerdo con que los de su calaña pagaran impuestos como todo el mundo; me burlaba de su discurso, como lo hago de casi todos los intelectuales con pretensiones izquierditas (sic) que apoyan movimientos populares “desde un mantel importado y un vino añejado”. En lo que coincidíamos ciento por ciento era en el afecto a los gatos. El señor, como una servidora, los tenía a montones, recogidos de la calle o salvados de algún destino incierto. Y lo suyo era auténtico amor. Pues bueno; apenas se acababa de anunciar el fallecimiento del escritor, cuando comenzaron a correr rumores que culpaban a los gatos de la enfermedad que acabó con él (fibrosis pulmonar). El primero que vi fue en una página de gobierno que me mostró el Capitán; no volví a dar con ella pero al autor se le hizo muy poético salir con “su amor por los gatos que posiblemente agravó su enfermedad” o alguna sangronada semejante. No fue el único. Como si estuviéramos en la Edad Media, pero con formas más sofisticadas de comunicación, la estupidez humana adquiere alas. Uno tras otro, varios medios (no sólo el internet) repitieron la idea sin ponerse siquiera a investigar al respecto. Hacia el atardecer del mismo día mi mamá me llamó, preocupadísima por lo que había estado oyendo. Se dice que los familiares de Monsiváis ya la han tomado con los pobres gatos y ordenado que los sacrifiquen; espero por bien de su alma inmortal que no sea así. Si Monsi (como se referían a él los amigos) hubiera sabido lo que le esperaba a sus fieles mininos, se la hubiera pensado antes de morirse. Dos, tres veces. Una asociación amiga del escritor, Gatos Olvidados, ha estado presionando a la familia para que suelte tanto la verdad como a los gatos mismos. En su página de internet actualizan la información, y han hecho también una petición en línea (en el momento en el que escribo esto, han recaudado casi setecientas firmas). En la vida real los gatos nos protegen de las ratas (que sí transmiten enfermedades), pero en los medios son los villanos y llevan las de perder. La gente hoy se alimenta más de medios que de vida real. Pero no importa. Aun si el mundo se vuelve territorio de ratas, una servidora siempre estará del lado de los gatos. Otros posts sobre gatos aquí:

sábado, junio 12, 2010

Carretera



¿Qué sentido tiene correr cuando estamos en la carretera equivocada?
Proverbio alemán

El día de hoy comienza el último año de mi treintena.

Dicen que los cuarenta es un número difícil... yo la verdad no tengo idea. Los de mi Capitán pasaron sin demasiado escándalo; él sigue con su voz de jovencito, su pelo espeso y totalmente negro, su rostro de muchacho, su sonrisa de quien descubre la vida cada día. ¡Qué suerte tiene, y qué suerte tengo yo en todo caso, por contar con él!

Por lo pronto, quisiera pedir que me disculpen por no poner orden en los borradores que tengo para subir aquí; llevo demasiado tiempo sin actualizar. Tampoco voy a darme un autorregalo lindo como lo hice el año pasado; la verdad es que no estoy de humor.

Nunca hasta ahora, llegué a creerme eso de que los cumpleaños en cierto momento lo deprimen a uno, más que alegrar. No tiene nada que ver con la edad, el número fatídico ni nada; en la calle, las tiendas y los sitios públicos me dicen “señorita”, cuando me aparezco por las escuelas y universidades me preguntan si quiero inscribirme, hasta hace unos meses una conocida de mi mamá que no la había visto en mucho tiempo y que coincidió con nosotros en la plaza de su pueblo se puso a reprocharle el que me hubiera dejado casarme “tan niña” (?). Esta semana me dijeron que mi espíritu y mis ojos son jóvenes también.


¿Entonces cuál sería la bronca? Creo dar con el hilo negro. En el lapso de tres días, he hablado con sendos amigos, y cada uno de ellos me ha contado algo maravilloso de su nuevo o reciente empleo: que la atención y el cuidado que le prestan al capital humano, que lo divertido que es porque uno puede comprometerse, que lo que aprecian ahí la creatividad, y tantísimas cosas más que si la envidia y los celos fueran alimentos hipercalóricos en esos tres días hubiera quintuplicado con ellos el peso de una rata común. Me alegré con toda sinceridad por mis amigos. Después me entristecí por mí misma, y créanme que la autocompasión repentina es el sentimiento más miserable que se le pudo haber ocurrido al Señor cuando diseñaba la compleja psique del ser humano.

Recuerdo que hace unos veinte años (bueno, poquito más) estaba una servidora mirándose en el espejo, y preguntándose qué demonios ocurriría con ella en el futuro. En ese entonces tenía muy serios planes de convertirme en mamá soltera (de una niña que se llamaría Kitty, la pobrecita) y buscar algún trabajo que tuviera que ver con el medio editorial, de preferencia fuera de mi país. Pero, planes y todo, estaba dolorosamente consciente de que a lo que por entonces me dedicaba no estaba sirviendo la gran cosa.

¿Han ustedes oído hablar de los dèja vu? ¿De los que son tan reales que parecen filmados con cámara estereoscópica? Pues ahí está. La persona que en este momento me mira al espejo, me cuesta aceptarlo, es la misma que a finales de los ochenta se hizo la pregunta que abre este texto, la del proverbio alemán. Sólo que ahora tiene algunas patas de gallo, kilos de más, rodillas adoloridas y problemas económicos. Mira hacia atrás y ha recorrido un largo trecho, pero tiene la molesta sensación de que ha dado pocos pasos en la dirección correcta, y que ve el futuro algo gris. Y ha decidido, también, dejar de correr y caminar un poquito más despacio, para no tropezar con las piedras y las serpientes y no pasar por alto las desviaciones interesantes. ¡Quiera Dios obsequiarme, por doce meses y ya, atención extra, espejos retrovisores de calidad, y mejores “good walking shoes”, como decía en el 2005 mi adorable casera en Dublín!

Salvo por las notas y autofestejo que acabo poniendo en el blog, siempre he sido muy discreta con mi cumpleaños; hasta eso va a cambiar este año. Oh, ese bendito Facebook...


Nota: ¿Me permiten un último arranque ególatra y autodedicarme una canción de cumpleaños? Aquí tienen la versión en inglés (casi) de JiDai, de Miyuki Nakajima, interpretada por Hayley Westenra. Espero que les guste.

viernes, mayo 21, 2010

Tweet, tweet...

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Como ya les platicaba, hace un tiempo me fui detrás de mi Capitán a una red social, Facebook para ser exactos; comencé mal, continué bien, y ahorita tengo ese espacio muy abandonado (más que esta casa de ustedes, y eso es decir bastante). Más tarde, seguí a mi amigo P.S. a otra de esas redes, formspring.me. Con ésta me sentí mucho mejor; la parte mía que es maestra disfruta responder preguntas, incluso las más extravagantes. Finalmente, hace algunas semanas, cuando me encontraba sola, convaleciente de una infección intestinal inconvenientísima y alejada por varios cientos de kilómetros de mi Capitán (ajap, a veces pasamos separados las vacaciones y eso sirve para darnos cuenta de que, incluso después de casi veinte años, nos seguimos extrañando), decidí activar una cuenta en Twitter, donde él, ya sé, se la pasa cuando no tiene nada que hacer, o cuando ha hecho algo interesante; ambas situaciones le ocurren con más frecuencia que a mí.

No, no me lo encontré ahí esa misma noche. ¿Y después? Ay, Dios. Y yo que creía que Facebook era una una pesadilla.

Con todo y los nervios infundados que me sigue causando, en Facebook he podido encontrar a mucha gente querida a la que por angas o mangas le había perdido el contacto; me ha servido también para comunicaciones rápidas y recados. He dejado de frecuentarlo porque me ponía nerviosa ver la cantidad de mensajes que podían generarse en veinticuatro horas o menos y no poder responder a todos; decirle a mis amigos que comparto sus felicidades y tristezas, que quiero ayudar cuando se pueda, pero que ni de loca me atrevería a pedir ayuda por el medio... y que detesto leer conversaciones ajenas. Mi formspring.me no se satura tanto, hasta eso; se va relativamente tranquilo, y los asuntos personales permanecen fuera.

Pero ni bien lancé mi primer twitteo (preguntándome qué rayos estaba haciendo ahí), me di cuenta de algo espantoso: las manos se me congelaban en el teclado. Con frecuencia durante el día se me venían a la cabeza ocurrencias ingeniosas o interesantes; el sólo hecho de poderlas compartir me bloqueaba, y de una manera tan fría y poderosa que jamás experimenté en los tiempos antes de que se inventara el internet. ¿Pero qué voy a poner en tres líneas?, me dije. ¿Eso de qué le sirve o le interesa a los demás? Podría funcionar como desahogo, para variar, pensé. Y después: no; la regla de oro es que jamás hay que poner en Twitter algo de lo que no quiera uno que se entere su jefe, su familia o sus amigos. Bueno, entonces, ¿de qué carambas voy a twittear? No soy periodista, no tengo una vida interesante. ¿Me conformaré con comentar a los demás? ¿Con espiar al capitán, porque de eso se trataba, y ver sus desquiciados pero chistosísimos fotomontajes? Nada. Nada.

El Facebook me superó; el Twitter me hace sentir idiota porque me quedo callada cuando todo el mundo alrededor dice cosas inteligentes. Unas noches atrás le comenté al Capitán:

- ¿Qué hace uno si descubre que las redes sociales lo hacen infeliz?

El Capitán, que es muy dado a las soluciones rápidas y radicales, inmediatamente me sugirió que clausurara mi Facebook, que le diera cortón al Twitter y hasta que me deshiciera del formspring.me; todo esa misma noche. Yo esperaba que discutiéramos un poco el asunto o algo así (¿cerrar el Facebook? ¿Y perderle la pista a todas las personas que me ha dado gusto reencontrar?); en vano. Así que por lo pronto seguimos igual; un espacio en Facebook que no utilizo sino para urgencias, y uno en Twitter en el que las más de las veces permanezco callada; a lo mucho, transmito sentimientos y noticias en forma de clave con letras de canciones o algo así. Ya tendré un empleo y una vida más interesante que haga que los mensajes breves y momentáneos valgan la pena. Por ahora, sigo prefiriendo el blogger.

lunes, marzo 15, 2010

Retomar

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J.C. se siente tan agobiado como yo. Pero una servidora
no puede treparse a dormitar a los libreros.


¡No puedo creer que llevo un mes sin actualizar el blog! Me parece (podría estar equivocada; si es así, corríjanme) que es la primera vez que me sucede; me refiero a hacerlo así, sin avisar y sin cerrar la casa. Ojalá pudiera decir que ha sido un mes poductivo o algo, pero no es así. Pero tampoco, va en serio, ha sido producto de la flojera. Tesis que asesorar, casa, familia y trabajo han estado consumiendo gran parte de mi cerebro; amistades, blogósfera, correo electrónico, redes sociales y semejantes han quedado descuidadas.

Tengo la impresión de que el tiempo se me escapa de las manos como un salmón adulto y untado con manteca que está desesperado por desovar. En Cuaresma, mi época menos favorita del año, tengo que recordar que mis viejas y nuevas mortificaciones son nada comparadas con las de otros (y para muestra, el mundo en general y mi país en particular pasan por constantes tragedias), y puesto que tengo poca imaginación y menos valentía para la autotortura, el ayuno y la abstinencia instituídos son todo mi sacrificio, y ni siquiera se sienten como tal.


He estado redactando un pequeño manual de economía doméstica (en realidad un recuento de gastos, egresos y excedentes); no es el libro de mi vida, ni el que planeaba escribir este año, ni en el que hubiera deseado trabajar jamás, pero por lo pronto es dolorosamente necesario. Más que nunca tenemos que cuidar el dinero; los gastos suben, nuestro salario sigue igual y hay más bocas que alimentar.

Decidimos adoptar a uno de los gatitos de E.M. porque es una bola de pelusa encantadora, tierna y cariñosa, antes de darnos cuenta de que se le podía aplicar el término políticamente correcto de “con necesidades especiales”; esas necesidades implican media hora menos de sueño al día, la preparación de comida especial y menor ahorro en alimento de mascotas.

He ido al cine un par de veces y en el tintero se me han quedado algunas reseñas; creo que no vale la pena que las ponga sino hasta que las películas en cuestión salgan a la venta o renta. Todavía no termino el videojuego que me regalaron en Navidad. He estado leyendo, eso sí, bastante, sobre todo primeras novelas y asuntos de jóvenes, y un descubrimiento que acabo de hacer me cayó encima como losa e hizo pedazos algo que durante mucho tiempo creí a ciencia ciega. Ahora ya sé que el redactar bien no lo hace a uno buen escritor. Es sólo una parte, si quieren la más importante (como los cimientos de una casa o la harina de un pastel), pero no lo es todo; una vivienda poco interesante y una tarta desabrida igual funcionan respectivamente para vivir y para comer, pero no garantizan felicidad ni alimento. Durante mucho tiempo pensé (y, me perdone Dios, pensé y enseñé lo contrario, y ahora me asaltan dudas que en definitiva no le sientan bien a mi edad: ¿seré una buena escritora? Y antes de que me detenga dos segundos en ello hay una nueva preocupación, un nuevo asunto que atender; el mundo no se detiene por una individua que quiere hacer una pausa y meditar.

Sólo en momentos contados y tranquilos me doy cuenta de que me está comenzando a hartar la estrategia de supervivencia que adopté hace ya como dos años; resistir sin irse ni quedarse. Ya no quisiera seguir anteponiendo lo que es meramente necesario a lo que de veras importa; una balsa puede estar firme y llevar todo lo necesario, pero el sol quema; y si el mar al norte, sur, este u oeste no cambia, parece anclada, y el náufrago desespera por llegar a tierra.

Puesto que por ahora no hay mucho más que hacer sino cavilar (ya sé, ya sé: y revisar exámenes, arreglar la ropa, agendar...¿agendar? ¿Existe el verbo “agendar”?... muy pronto otra limpieza de primavera y demás etcéteras domésticos), sólo me queda prometer (sin muchas garantías, me apena decir) que al menos con el blog voy a retomar lo que se pueda, apuntando al mínimo de tres entradas a la semana; por supuesto la disciplina comienza este miércoles que es el día de San Patricio.

Puesto que la falta de inspiración me está castigando tan horriblemente las últimas semanas, voy a verme obligada a reciclar algunas cositas que tal vez haya publicado en otras partes (pero jamás aquí en la casa de ustedes, conste), y que a lo mejor parecerán muy desfasadas; quisiera rescatar por ahí una de las primeras entradas que hice con respecto a la publicidad antianorexia de Nolita y que no subí por la descompostura de "Shu II", algunos comentarios de videojuegos, más recetas sabrosas, anécdotas y pronto otra semana del sushi. Espero de corazón que lo que logre sea del interés de todos ustedes, y una vez más les agradezco su constante apoyo, presencia y lectura.

domingo, febrero 14, 2010

¿Quién pudiera merecerlo?


Encontré esta foto maravillosa en un foro de cosplay; por desgracia, los créditos estaban en japonés. Espero me pasen por alto la falta.


Ah... nunca voy a sentirme capaz de escribir yo misma la entrada de este blog que insisto en poner cada 14 de febrero. La verdad es que ya ni siquiera me esfuerzo; en lugar de ello me las arreglo para que alguien más hable por mí. Estuve varios días pensando qué hacer, y segura de que iba a ser punto menos que imposible superar la entrada del año pasado. Así que opté por repetir a C.S. Lewis. Aquí tienen algunos fragmentos más de Los Cuatro Amores. El primero es del prólogo y los que vienen son del capítulo de la amistad, y no están en orden de aparición. Han sido traducidos nuevamente por Yours Truly, con dedicatoria para todos ustedes, mis amigos a lo largo de los años: a quienes he visto muchas veces, a los que no he visto más que una, a los que no he conocido más que en letras o en voz (nada de ello incompatible con lo que Lewis considera la amistad: una cuestión de intelectos similares, de búsqueda de la misma verdad).

"Amar, de cualquier manera, lo hace a uno vulnerable. Ama cualquier cosa, y tu corazón se verá oprimido y posiblemente roto. Si quieres asegurarte de mantenerlo intacto, no debes darle tu corazón a nadie, ni siquiera a un animal. Envuélvelo cuidadosamente en pasatiempos y pequeños lujos; evita todo lo que pueda involucrarte; enciérralo con llave en la caja o ataúd de tu egoísmo. Pero en ese ataúd (resguardado, oscuro, inmóvil, hermético) cambiará. No se va a romper; se volverá invulnerable, impenetrable, irredimible. La alternativa a la tragedia, o por lo menos a arriesgarse a la tragedia, es la condenación. El único lugar fuera del cielo donde uno puede estar perfectamente a salvo de todos los peligros y transtornos del amor es el infierno."

"Y es así que imaginamos a los amantes cara a cara, pero a los amigos lado a lado; su mirada fija hacia el frente. Es por eso que esas personas patéticas que simplemente “quieren amigos” no consiguen ninguno. La condición misma para tener amigos es que además de amigos debemos querer otra cosa. Si la respuesta sincera a la pregunta “¿ves la misma verdad que yo?” fuera “no veo nada y la verdad no me importa; sólo quiero un amigo”, no puede haber amistad... aunque tal vez sí afecto. No habría nada en qué basar la amistad, y la amistad debe de apoyarse en algo, aunque sea el entusiasmo por el dominó o por los ratones blancos. Los que no tienen nada no pueden compartir nada; los que no van a ninguna parte no pueden tener compañeros de viaje."

"La amistad surge del simple compañerismo, cuando dos compañeros descubren que tienen en común alguna percepción o interés o hasta un gusto que los otros no comparten, y que cada uno creía que era su propio tesoro (o carga). La expresión típica del inicio de una amistad podría ser algo así como “¿Cómo? ¿Tú también? Creía que yo era el único”."

"Esos son los momentos más valiosos; cuando cuatro o cinco de nosotros, después de un día de arduo trabajo, hemos vuelto a nuestra posada; con las pantuflas puestas, los pies extendidos hacia la chimenea y nuestras bebidas al alcance de la mano; cuando todo el mundo y más allá se abre a nuestras mentes cuando hablamos, y nadie tiene ninguna exigencia ni responsabilidad, sino que todos somos hombres libres e iguales como si nos hubiéramos conocido una hora antes, mientras que al mismo tiempo nos envuelve un afecto suavizado por los años. La vida (la vida natural) no tiene un mejor don que regalar. ¿Quién pudiera merecerlo?"

De C.S. Lewis; The Four Loves

domingo, enero 03, 2010

¡El profesor!

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Bilbo, en la sala de su casita (dibujo de J.R.R. Tolkien).

¡Otro cumpleaños más! Este año, el profesor Tolkien cumpliría 118. No puedo dejar de preguntarme (con curiosidad morbosa) qué pensaría de todo lo que ha ocurrido con su obra y su legado en más de cincuenta años... que si las películas de Peter Jackson, que si las que vienen de Guillermo del Toro, que si Christopher Tolkien publicando hasta los garabatos en las servilletas, que si Calabozos y Dragones, Harry Potter y Eragon...

Mucho ha ocurrido, en realidad, y no estoy segura de que todo sea necesariamente bueno. Pero dentro de todo, representa un gran alivio leer y escuchar, de todas partes del mundo, palabras de gratitud, afecto y reconocimiento; este brindis de cumpleaños reúne a muchos que, una generación tras otra, pasaron por la Tierra Media pensando que estaban solos ahí, y que cuando se vuelven a contemplar el camino recorrido todavía no pueden creer que todo salió de la mente brillante de un lingüísta católico.

Para él, nuestro autor, un abrazo más (de millones) donde quiera que se encuentre.

Recuerden: si les gusta Tolkien, a las nueve de la noche (hora de donde se encuentren) de hoy levanten una copa, vaso, cucharada o lo que sea de lo que se estén tomando, digan “¡El profesor!” y apuren. No olviden registrar su brindis en la página de la Tolkien Society, aquí.

viernes, enero 01, 2010

Caledonia

Vaya que fue difícil elegir una canción para año nuevo (supongo que cada vez lo será más), pero finalmente he optado por ésta, una de mis favoritas de muchos años, Caledonia de Dougie MacLean. Tal vez la conozcan, si como una servidora coleccionan temas celtas; ha tenido muchos intérpretes y múltiples arreglos, y aparecido en montones de discos. Pero mi versión preferida es todavía la más sencilla: en la voz de su compositor y la melodía de su guitarra.

“Caledonia” es el nombre que los romanos le dieron a Escocia; no soy fanática del latín, pero es una palabra que me encanta. La canción, como muchas de Irlanda también, habla con melancolía acerca de un hogar perdido, pero en este caso el autor ha decidido regresar. Pero creo que el tema se puede ver de otras formas. El hogar no necesariamente es un país, una ciudad, ni siquiera una casa; podría ser una familia, algún ser querido, una forma de pensar, un modo de vida que éramos antes y del que por angas o mangas nos alejamos. Ya está puesto en el dicho popular inglés que el hogar está donde está el corazón, y vamos, el corazón puede estar en cientos de lugares no necesariamente físicos; el trabajo es dar con él, y más aún si está roto y los pedazos todos desperdigados. Pero hasta para los momentos más terribles hay pegamento, y consuelo, y tiempo.

Este año hemos sufrido pérdidas a lo estúpido, y hablar de Michael Jackson y Farrah Fawcett no sería más que empezar. Más que las dos celebridades mencionadas (y otras que partieron por ahí) a mí me dolieron Rigo Mora, y el Cuervo López, y mi caballito, y Louise Cooper; y aunque haya pasado más de un año no hemos podido superar la pérdida de la señora L. Pero como les decía, mientras haya corazón y éste ande por algún lado, se puede volver al hogar. Donde quiera que sea.

A todos a quienes hayan tenido que perder algo o a alguien este año les dedico esta canción, y les deseo el mejor de los regresos al hogar, si es que ya están preparados (que si no, no pasa nada; hay tiempo para todo en esta vida). No me imaginaba que iba a poner dos citas tan dispares aquí, pero como dijo un oficial nazi en Auschwitz, al final estaremos todos en el mismo campo, y como ponían a cada rato en la serie de televisión Robin de Sherwood, nada se olvida jamás.

Abrazos a todos, y feliz año nuevo.



Caledonia

I don't know if you can see
The changes that have come over me
In these last few days I've been afraid
That I might drift away
So I've been telling old stories, singing songs
That make me think about where I've come from
That's the reason why I seem
So far away today

[Chorus:]
Oh, but let me tell you that I love you
That I think about you all the time
Caledonia, you're calling me, now I'm going home
For if I should become a stranger
You know that it would make me more than sad
Caledonia's been everything I've ever had

Now I have moved and I've kept on moving
Proved the points that I needed proving
Lost the friends that I needed losing
Found others on the way
I have tried and kept on trying
Stolen dreams, yes, there's no denying
I have traveled hard, with conscience flying
Somewhere with the wind

[Chorus]

Now I'm sitting here before the fire
The empty room, the forest choir
The flames have cooled, don't get any higher
They've withered, now they've gone
But I'm steady thinking, my way is clear
And I know what I will do tomorrow
When hands have shaken, the kisses float
Then I will disappear

[Chorus]


(Texto en español)

No sé si puedan ver
los cambios por los que he pasado
En estos últimos días he tenido miedo
de perderme a la deriva
Así que he estado contando viejas historias, cantando canciones
que me hagan pensar en el lugar de donde vine
Es por eso que parezco
estar tan lejos hoy

[Coro:]
Oh, pero déjame decirte que te amo
que todo el tiempo pienso en ti
Caledonia, me estás llamando, y ahora vuelvo a casa
Pues si me convirtiera en extranjero
Sabes, nada me entristecería más
Caledonia ha sido todo lo que alguna vez tuve


Bien, he estado moviéndome y lo he seguido haciendo
He demostrado lo que tenía que demostrar
He perdido a los amigos que tenía que perder
y en el camino he hallado a otros
He intentado todo y lo sigo intentando
me he robado sueños, sí, no puedo negarlo
He viajado con dificultades, con la conciencia volando
por ahí, con el viento

[Coro]

Y ahora estoy sentado aquí frente al fuego
el cuarto vacío, el coro del bosque
Las llamas se enfrían, ya no crecen más
se extinguen, ya se han apagado
Pero mi pensamiento es firme, tengo claro mi camino
y sé lo que voy a hacer mañana
Cuando las manos se estrechen, los besos floten
entonces partiré.

[Coro]
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