Se supone que en la sala de ésta, su casa, nada más voy a colgar buenas fotografías o hermosas obras de arte para mostrar a mis visitas, pero por esta vez voy a hacer una excepción: la cosa rara que tienen aquí arriba es un fragmento de “El Vigía” (por favor hagan click en la imagen para verla completa) y es aquel dibujo que hice a puro mouse y MacPaint, en una Macintosh II, del que les hablaba en mi entrada maquera. Inscribí esta imagen en un concurso de arte digital (sí, eso existía a la segunda mitad de los 80 y antes del Photoshop) que finalmente no se llevó a cabo. La imagen está escaneada de una de prueba que me encontré por casualidad, impresa a matriz de puntos (tampoco contábamos entonces con otra cosa) y no es la versión terminada; a lo mejor se alcanza a notar que hice algunas correcciones a lápiz para pasar más tarde a la compu (quería que bajo el vigía revoloteara un trozo de vela despedazado, cosa que al final no añadí, y todavía faltaba construír, a base de líneas rectas, un extravagante castillito en la punta de la montaña que se avista).
En la esquina está el pseudónimo con el que iba a participar en el concurso: Fíriel (como les dije, la imagen estaba dedicada a Tolkien, y la idea salió de un párrafo del prólogo a tres cuentos del profesor que escribieron sus traductores, J.C. Santoyo y J.M. Santamaría: “El artista es el vigía encaramado en la cofa más alta del palo mayor, que desde allí transmite incluso los más leves atisbos de tierra a los míseros galeotes hundidos en la sentina. Pero esta misión no deja de tener sus peligros. El camino de Fantasía es intrincado y, por si fuera poco, suscita y genera incomprensión en este mundo racionalista y utilitario que nos ha tocado vivir”.
Por desgracia, no tengo a la mano la bellísima canción de Silvio Rodríguez que inspiró también el dibujito, pero aquí está el video de un muchacho llamado Peter en youtube que la interpreta... más o menos... (él mismo lo reconoce; es un tema difícil). Espero que todo ello pueda dar testimonio no de mi talento, que es inexistente, sino de mi amor, que sigue siendo enorme.
En estos únicos días libres, y antes de entrar a trabajar con un horario más pesado, pero que todavía no mejora la gran cosa mi situación laboral, estuve en Zacatecas, y me he dedicado a escarbar entre mil papeles material complementario que pudiera servir para la serie Veinte años, antes y después, que he estado publicando aquí. Hice un desbarajuste que podría compararse a la limpieza de principios de año. Estuve revisando mi vieja colección de revistas Claudia para extraer las pruebas de que en esa publicación había varios aficionados a Tolkien de closet; por desgracia, mi colección está incompleta y no pude dar con lo que buscaba (un artículo de modas y uno sobre el día del niño; el que hablaba sin reparos de literatura fantástica sé que no lo tengo, pues me lo mostró una amiga de la prepa y fue por ello que comencé a comprar la revista; si encuentro las copias de este artículo seguro que las subiré también).
Pero en el camino me encontré montones de cosas que ya tenía olvidadas, por ejemplo borradores de dibujos que hacía después, a tamaño familiar, para decorar mi cuarto, porque en las tiendas no se vendían posters de los personajes que a mí me gustaban: me hallé uno del Inspector Gadget y otro de Juan y Guillermo, de los Pitufos (el no haber visto la película de La Flauta Mágica es uno de los errores de mi crisis antifantástica que no he podido subsanar), varios de paisajes de Las Crónicas de Prydan, de Lloyd Alexander, y el último, Caramon y Raistlin Majere, de la serie Dragonlance, parados frente a la Torre de la Alta Hechicería (para mí era importante que éstos dos fueran gemelos y los hice idénticos, nomás con diferente expresión en el rostro. Caramon me quedó muy flaquito). Ah, y de sorpresa, otro por ahí que va más de acuerdo con el tema de Veinte años y que es el único que voy a subir aquí (ajá, porque ya me di cuenta de que no sé dibujar).
Otra cosa: cierto folletito que se estuvo repartiendo cuando hablamos de Tolkien en escuelas secundarias, y una carta de un profesor que trabajaba en la Secretaría de Educación Pública en la que me pedía que por favor no presentara a la fantasía como un género literario.
También hallé algo que a lo mejor les será de interés: el mini ensayo del escritor Peter Beagle que apareció como prefacio en la edición de Ballantine de El Señor de los Anillos y que fue una de mis primeras traducciones. A menos que ahora sí me entre la vergüenza, lo voy a subir tal y como lo hice hace más de quince años, con errores y todo.
¿Qué más estuve haciendo? Bueno, por primera vez desde que lo tengo salí de viaje sin mi Nintendo DS, y me dediqué a recuperar el ritmo de lectura de una obra con la que ya llevo tiempo y no he podido terminar: la novela clásica china Shui Hu Zhuan, que tengo en una versión al inglés de la escritora Pearl S. Buck bajo el título All Men Are Brothers. Tuve este libro extraviado durante un tiempo y casi casi se me olvida en lo que iba. Shui Hu Zhuan quiere decir “A la orilla del agua” y, por si el nombre les suena conocido a los fans de los RPG, es el libro que dio origen a la serie de videojuegos Suikoden. Apenas he leído veintitantos capítulos en como dos años, incluyendo los meses y meses que tuve extraviado el libro, porque el inglés que tiene está medio rarito (la traductora dijo que prefirió conservarlo así para apegarse más a la gramática y modo de sonar del chino) y porque no puedo leerlo sin detenerme cada tres o cuatro páginas a consultar mi guía de personajes, en la que se incluye, lado a lado, tanto a los del libro como a los de los videojuegos; cuando en una novela hay 108 personajes importantes y todos tienen nombres en chino, no hay de otra. Ni los como seiscientos personajes del Silmarillion me dieron tanta lata.
Lo bueno es que no creo ya soltar el libro, porque se está poniendo muy emocionante, pero para no perderme estoy rebautizando a los personajes (oh, sacrilegio) con el nombre de su equivalente que en los videojuegos me caiga mejor. Así, ahorita voy en que Viktor (el monje Lu Chi Shen) se hace amigo de Flik (el capitán proscrito Yang Chi) y entre los dos atacan un templo, mientras que por otro lado, un grupo dirigido por Mathiu Silverberg (el brillante maestro Wu Yung) monta una ingeniosa escaramuza en un lago con la ayuda de Luc (el monje taoísta Kung Sun Sheng, que puede controlar el viento y las tempestades) y se dirige a una guarida de ladrones bajo la protección de la poderosa espada de Georg Prime (el guerrero Liu T’ang). Si esto suena confuso, imagínenselo repetido a lo largo de 1400 páginas de letra chiquita.
Mi última noche en Zacatecas, acompañé al Capitán Quasar, que se reunió conmigo el viernes, y a varios amigos a ciertos rincones favoritos de la ciudad que no aparecen en las guías turísticas, entre ellos, el antiguo barrio de San Cayetano, con sus callejones pequeñitos y cerrados y puertas bajitas y redondas, que siempre me recordó a alguna aldea hobbit a medias (¿Bree, tal vez?) y donde me daba por ir a fantasear cuando releía ESDLA.
Bueno, todo esto que acaban de leer puede servir como preview para lo que voy a estar subiendo aquí en su casa durante este mes y el que entra (uhhhh... menos lo del inspector Gadget, a menos que se presente la oportunidad). Ah, y he estado pensando que cuando concluya Veinte años, podría comenzar otra serie de especiales, en tanto el tiempo y las fechas se ponen propicios. Si a nuestros amigos Suldyn y Pei les gusta la idea, ¿qué tal una dedicada por completo a los videojuegos de Suikoden?
Puesto que sigo sufriendo la ausencia de mi querida compu Shu II, espero, como siempre, que me tengan mucha, mucha paciencia. Gracias por aguantar la verborrea y los bajones de ritmo y por seguirme leyendo hasta ahora.