sábado, mayo 30, 2009

Reseña de película: The Spirit

En serio que tenía planes de ver esta película en cine, pero no me enteré en qué momento llegó a las salas de Guadalajara. Duró cuatro días a lo sumo. Así que tuve que esperar a verla en video. Veamos, pues.

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The Spirit (2008)

Director: Frank Miller

Intérpretes: Gabriel Macht, Samuel L. Jackson, Eva Mendes, Sarah Paulson, Scarlet Johansson, Dan Lauria, Louis Lombardi, Jaime King, Stana Katic, Arthur.

Lo bueno: Los gatitos. Que Macht caracterizado sí se parece al Spirit, y que varias escenas, sobre todo las de pelea, parecen que ni copiadas del comic.

Lo malo: Todo lo demás.

Lo peorcito: Que alguien le haya dicho a Frank Miller que sabe escribir o que puede dirigir. Yo todavía no estoy muy segura de que sepa dibujar.


Calificación: ¡puaj!

Un policía muerto (Gabriel Macht) regresa de la tumba para convertirse en una especie de vengador enmascarado urbano, y en colaboración con las autoridades combate el crimen, antes de enfrentar a su más grande enemigo, el Octopus (Samuel L. Jackson).

Mmhhhh...

Bueno, creo que eso es lo único coherente del argumento.

Quienes no estén familiarizados con la obra original de Will Eisner, seguramente se llevarán una impresión muy equivocada si se tropiezan con este remedo de adaptación. El comic de Eisner, publicado entre los cuarenta y cincuenta, en plena edad de oro de las tiras policiacas, aprovecha su disfraz de serie detectivesca cliché para relatar, algunas veces en tono de humor retorcido y melancólico, historias profundamente humanas, con personajes que llegan al corazón. Entre caso y caso que resolver, el héroe Spirit (de carne y hueso, carente de cualquier superpoder como no sea el de su aguda inteligencia y su capacidad de mantener sus valores morales a toda costa) se encuentra muy de cerca con las tristrezas y alegrías de otros, con la desesperación, la necesidad de afecto y las frustraciones, y se convierte casi casi en un elemento secundario contra las tremendas (si bien breves) anécdotas que impulsan su trama, y que se mueven en entornos harto familiares y contemporáneos: la pobreza, los despidos injustificados, el maltrato a las mujeres, los niños y los animales, y el abandono de hogar.

En contraste con el vulnerable caballero de Eisner, el Spirit de Frank Miller es una especie de ser que se ha hecho inmortal debido a experimentos genéticos (?), mujeriego a más no poder, que se la pasa rezongándole a su jefe, el comisario Dolan (Dan Lauria). Su independiente y voluntariosa novia Ellen (Sarah Paulson), de, como se menciona en el comic, ascendencia irlandesa, se convierte en una doctorcita sumisa, que sólo pide estar detrás del hombre que ama para resolverle sus dudosos problemas médicos. Por alguna extraña razón, Miller decidió mezclar el personaje de Sand Saref, una espía mercenaria que alguna vez fue novia del Spirit, con el de P’Gell, una inolvidable mujer fatal que comenzó primero como cazafortunas y luego como líder de solapadas organizaciones criminales, para construír a su propia Saref (Eva Mendes). Muchos personajes interesantes (como Ebony White, de quien ya hablamos, la misma P’Gell o la también villana Silk Satin) simplemente no tuvieron lugar en la película por angas, mangas o políticamente correctas razones.

Del otro villano, el Octopus de Samuel L. Jackson, mejor sería no hablar. Pero igual vamos a terminar haciéndolo.

Ahora, podríamos olvidarnos de todo lo que relacione al comic con la película, y aún así sería mala. Los diálogos son muy forzados, y en el mejor de los casos, cursis (excepción hecha de los monólogos del Spirit, que caen más bien en lo mamón), las actuaciones son tan planas y flojas que, citando a uno de los críticos de la película que ahora no recuerdo, el decir que son de cartón es un insulto para tan noble material; la música (una pésima imitación de Danny Elfman en tiempos de Batman) desconcierta, la trama parece armada a la manera de un cobertor de patchwork, muchos sinsentidos unidos por un hilo de lo más burdo; y yo creía que eso de contar “todo lo que sucedió antes” y que los villanos platicaran todos sus perversos planes para darle tiempo al héroe de hacer algo ya había pasado de moda desde las caricaturas viejas de Scooby Doo.

La película abunda en momentos para retorcerse de vergüenza ajena; las ridículas apariciones de Paz Vega y la caterva de villanos representada por Louis Lombardi son buenos ejemplos. Pero lo mejor de lo peor es cada vez que Jackson aparece en pantalla (junto con la esta vez insulsa ayudante del Octopus, Scarlett Johansson como Silken Floss); uno no sabe si reír, esconderse detrás del asiento o simplemente pasar saliva y esperar con estoicismo la siguiente payasada.

De verdad que no sé que estaba pensando Miller, que por otro lado conoció personalmente a Will Eisner, lo entrevistó múltiples veces, y es ganador de varios premios que llevan el nombre de este extraordinario creador. Lo único que se me ocurre es repetir aquello que me había venido a la mente tras la película de Beowulf; guionistas, si van a adaptar una obra ajena, por amor de Dios no se proyecten.

Recomendaciones: Si son fans del comic original y no tienen ningún problema cardiaco y neurótico, o se han atiborrado antes de ansiolíticos, o si la única otra opción de la tarde es algún maratón de la telenovela Muchachitas como tú, la repetición de Lola la Trailera contra el Chupacabras o cualquier video del grupo RBD, podrían verla, ¿por qué no?

Abstenerse: Si están cansados, porque se van a dormir. Si están borrachos,porque a lo mejor piensan que es la comedia del año. Francamente, lo mejor sería que no la vieran en absoluto.

miércoles, mayo 27, 2009

¡Soy abuela!

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Bueno, algo así.

Ayer, una gatita que recogimos de la calle (nombre temporal E.M.) dio a luz a seis preciosas criaturas. Cuando llegué del trabajo en la noche, ya iba por la quinta, y el Capitán seguía en la luna (le sucede cuando tiene la tarde libre). En las prisas y con la emoción me lancé (literalmente) a ayudar, bueno, vigilar y estar feliz, con el trabajo de parto, y no recordé que debía quitarme mi nuevo uniforme escolar. Me quedó tan sucio que hoy no me lo llevé. Tampoco me lo voy a poner mañana porque la ropa se lava los jueves en casa. Todo ocurre por algo, de verdad.

Total, aquí están los nuevos gatitos que acabamos de depositar en el mundo, y estos son los momentos en los que uno se siente muy, muy requetebién por no ceder a la tentación de la indiferencia, por tomarse los problemas de alguien más como propios. Si quieren conocerlos a un día de nacidos, hagan click aquí, por favor, pero no se asusten porque la foto está un poco sangrienta (el líquido amniótico y los pedazos de placenta mancharon las paredes de la casita que está usando E.M.). Las manchitas negras que se ven en el suelo son restos de cordón umbilical que se va cayendo poco a poco.

domingo, mayo 24, 2009

Receta: gel antibacterial

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La contingencia sanitaria por inluenza se ha relajado un poco, pero la enfermedad sigue apareciéndose por el mundo. Por consiguiente, no hay que aflojar la guardia. La mejor medida de protección que podemos adoptar es la higiene: lavarnos las manos con frecuencia, no llevárnoslas a la boca o la nariz, principalmente después de haber tocado posibles focos de infección (pasamanos, teclados de compus públicas, asientos). Si tomamos en cuenta todo eso, tal vez no sólo consigamos deshacernos del virus A1H1, sino, imaginémonos, de todas las clases de gripe, y las enfermedades gastrointestinales. ¡El paraíso! Para cuando no tengamos agua y jabón a la mano, todavía podemos usar gel antibacterial (que no es otra cosa sino alcohol en gel).

Hace algunas semanas, cuando tratábamos el tema aquí mismo, Lonjho mencionó la escacez del producto (me gusta tanto el de Natural Scents, una compañía jaliciense que suele producirlos en todos los aromas imaginables) nos hizo el favor de compartirnos una receta del sitio web de la Procuraduría Federal del Consumidor en México. ¡Gracias! :>

A continuación, les paso la versión para perezosos de esa misma receta (con algunas modificaciones, también para perezosos). Mi hermana y el grupo de difusión científica
Quark lo produjeron en masa para la Universidad Autónoma de Zacatecas, y según ella, cada quien puede modificar la receta a su gusto, siempre y cuando se sigan ciertos lineamientos. Por accidente, mi hermana vertió su gel en un frasco vacío de aromatizante oleico de ambiente, y mi mamá quedó fascinada con el resultado.


Ingredientes

  • 2 cucharaditas de carbopol en polvo (del carbopol depende qué tan espeso quede nuestro gel; el de esta receta es muy ligero. Si lo prefieren más espeso, agreguen media cucharadita más).
  • 7.5 ml. de trietanolamina (un líquido aceitoso que reaccionará con el carbopol. Uno y otro se consiguen en boticas o droguerías, y probablemente tendrán que comprar una cantidad fija, mayor que ésta. No importa, la usaremos después).
  • Un frasco de alcohol de 500 ml.
  • 1 cucharada y media de glicerina pura (que ayuda a fijar el alcohol, y sirve también para la piel. Esta cantidad dejará el gel un poco pringoso, pero suavizará las manos por horas. Si lo prefieren, déjenlo en una cucharada).
  • Más alcohol si es necesario.

Herramientas

  • Licuadora
  • Cucharita cafetera
  • Cucharitas y taza de medir
  • Recipiente pequeño
  • Frasco vacío transparente, con capacidad de mínimo 300 ml.
  • Jeringa desechable para medir
  • Coladera de malla
  • Embudo

Procedimiento

1. Cernir (es decir, pasar el polvo por la coladera de malla) al menos dos veces el carbopol sobre el recipiente pequeño, de manera que quede muy, muy fino. Si fuera necesario, utilizar la cucharita cafetera para deshacer los grumos.

2. Poner el alcohol en la licuadora, y agitar en la velocidad más baja. Echar muy poco a poco el carbopol, y seguir agitando. El alcohol comenzará a enturbiarse. Cuando todo el carbopol esté adentro, agitar medio minuto más, o hasta que la sustancia esté bien disuelta. Hay que tener cuidado de no quede ningún grumo.

3. Agregar la glicerina, y agitar un poco más. El líquido ahora se verá lechoso.

4. Con la ayuda del embudo, verter la mitad de la mezcla en el recipiente donde originalmente estaba el alcohol, y la otra mitad en el frasco vacío.

5. Medir con la jeringa 3.5 mililitros de trietanolamina. Agregar a uno de los dos frascos algunas gotitas, cerrarlo muy bien y sacudirlo de arriba hacia abajo, como si se tratara de una maraca. El gel comenzará a formarse justo ante nuestros ojos. Continuar añadiendo la trietanolamina, muy poco a poco. Si en algún momento el gel alcanza la consistencia adecuada, dejar de ponerla (el alcohol se va evaporando según trabajamos con él, y el esceso de trietanolamina echa a perder el resultado). Repetir el procedimiento con el otro frasco.

6. Si el gel queda demasiado espeso, agregar un poco más de alcohol.

Listo, con esto tenemos aproximadamente medio litro de alcohol en gel. Conviene almacenarlo bien tapado y en la oscuridad, y llenar con él algún frasquito pequeño que podamos llevar a todas partes. Lo más importante es no dejar de usarlo.

domingo, mayo 17, 2009

Epocalipsis

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Cuando, ya en las últimas patadas del siglo XX, Terry Pratchett coescribió, con Neil Gaiman, Buenos Presagios, aquella novelita simpática, optimista, tierna, tremendamente cómica sobre el fin de los tiempos donde el Anticristo era el niño más lindo del mundo, su lebrel infernal un perrito al que mangoneaban los gatos y los jinetes del Apocalipsis se habían transformado en motociclistas, la pobre Peste estaba tan desprestigiada que ni el inminente Armagedón la sacó de su retiro, y resulta que a la Guerra, el Hambre y la Muerte se unió como cuarto compañero la Contaminación (por cierto, la Muerte de la novela era la misma de Mundo Disco, y no la chava darketa de la serie Sandman. Conste). Y es que así de seguros nos sentíamos entonces contra las epidemias mundiales.

Todavía no habíamos terminado de regresar a la rutina cuando el gobierno del Estado de Jalisco ordenó una semana más de contingencia sanitaria. En otras palabras, dos semanas del mes sin trabajo y sin paga. Lo primero que me vino a la cabeza fue: si no nos mata la epidemia, ya estoy viendo qué lo hará.

De regreso al único día que tuve clase la semana antepasada, los cambios que hubo que adoptar fueron demasiados y abrumadores. Me aparecí con mi acostumbrado tapabocas desechable, que la verdad solamente me calo en el transporte público y las tiendas, para encontrarme con que su uso es obligatorio inclusive si en el grupo hay sólo dos alumnos y ninguno con síntomas de influenza. Un estornudo o una tos y los muchachos tienen permiso justificado de irse a su casa. Pero una cosa es utilizar tapabocas cuando uno va tranquilo por la calle, sin decir palabra, y otra hacerlo cuando el trabajo consiste en hablar, hablar, hablar. Si la temperatura ambiente está cerca de los treinta centígrados, no ayuda mucho. Pero son asuntos de la Secretaría de Salud, que se supone hará visitas sin anunciarse a las escuelas para ver si todo se cumple.

Los maestros tuvimos, además, que utilizar guantes de látex. Y otra cosa: junto con nuestro equipo de seguridad (esos guantes y un tapabocas clinico), se nos entregó una camisa polo azul con el logo de la escuela que de ahora en adelante se convertirá en nuestro uniforme escolar (?). La prenda no está fea, pero no a todos nos queda bien (pienso modificarla en cuanto tenga oportunidad) y me hace sentir un poco como teacher de prepa. Es decepcionante, porque justo acababa de comprarme ropa bonita para trabajar (en media docena de blusas invertí la fabulosa cantidad de 17 dólares al tipo de cambio actual... ¿suena poco? Ya les contaré de mis hábitos de compra otro día. Aunque con esto suene contradictorio, no soy nada ahorrativa) y quería refinarme un poco... sin dejar la mezclilla. En otro tiempo, hubiera agradecido el uniforme, que me quitaría de encima la fastidiosa tarea diaria de decidir qué usar. Ahora estoy gastando más o menos diez minutos al día en pensar cómo le haré para sentirme menos fea y despersonalizada.

A apenas un día del nuevo régimen de aislamiento, ya me estaba pesando como los últimos del anterior. No había cine, hacía un buen rato que no me reunía con amigos, estuvimos dedicándole tiempo extra a desinfectar bien la casa, pero al parecer se ha adelantado la época de lluvias y eso significa que, a pesar de nuestros esfuerzos, estaremos a salvo de la gripe pero no de los mosquitos y las cucarachas. Tantas, tantas cucarachas que hemos visto en la última semana...

Estaría fenomenal si estos días libres extra se hubieran sentido como vacaciones, pero no fue así. El calor, el nerviosismo, y la somnolencia pesaban como ladrillos en las manos, y una permanente sensación de angustia, embarrada en fina capa de melaza, alcanzaba a doler en el pecho. Tal vez fue porque otra vez me estuvo atacando el insomnio, consecuencia de múltiples preocupaciones entre las cuales la mayor fue la salud de mi familia, que se encuentra lejos, y la menor tal vez la idea de los cambios de hábito (cada cuatrimestre implica un horario nuevo, y nueva organización de vida). El hecho de que pasé la mitad de la semana solita, y que todavía falta falta (el Capitán se fue de viaje a su natal Colima con su papá, y acabó allá con nuestro carro descompuesto) no ayuda la gran cosa.

En fin, hoy es el último día que tengo para hacerme a la idea del uniforme, el tapabocas a todas horas, los guantes de cirugía, la soledad y el hacer musculatura con las bolsas de comida para mascota y la botella grande de cloro que deben comprarse hoy. También para arreglar dentro del horario las visitas al nutriólogo, las entradas en el blog y el retorno a los favoritos (cada vez más, santo cielo).

Paciencia de nuevo. Recuperaremos el ritmo en poco tiempo.

P.S. Una tarea postpuesta de aseo es la de vaciar los armarios de ropa que ya no se usa o no sirve. Me entra un poco de nostalgia... cuando era mucho más joven tenía la idea de irme de viaje a Japón y costearme algo de los gastos al vender mi ropa interior vieja a algún japonés pervertidillo (información cortesía no autorizada de L’espurna xiroia, je, je, je...). ¡Ahora no puedo hallarle ninguna utilidad a mis desgastados trapos!

jueves, mayo 14, 2009

English follow-up (otro Otto)

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Como haciendo homenaje a la película Señales, de Shyamalan, quisiera presentarles a mi gatito emo, medroso y paranoico, R. Lo rescatamos, muy pequeñito, de un edificio donde lo estaban corriendo a escobazos. Ya tiene cuatro años con nosotros, pero hace apenas dos que descubrió las ventajas de ser mascota mimada. Y hace cinco o seis meses aprendió a jugar. Todavía tiene problemas nocturnos (cada vez menos) para usar la cajita de arena y le tiene miedo a las visitas. Pero siempre desea estar junto a nosotros. Nunca ha intentado escapar. Ésta es su casa. Lo queremos y nos quiere.


Me quedé lo suficientemente preocupada (y algo molesta) por las posibles interpretaciones múltiples (léase ambigüedad) de mi entrada anterior, Caso perdido/ganado, como para apresurarme a poner una especie de continuación. Será algo fuera de programa y voy a realizar algunas acciones que no acostumbro. Por ejemplo, va a parecer que esta entrada en particular estará dirigida sólo a quienes hablan inglés; no me gusta nada, nada, poner textos en otra lengua ya que me había propuesto traducir todo lo necesario al español. De antemano les pido disculpas porque esta vez estoy cansada, bastante harta y con trabajo pendiente. Y porque uno de los textos es mío. Y algo que detesto con ganas es traducirme a mí misma.

Bueno, si han llegado por esta página, para leer en español la entrada donde expuse mis puntos de vista sobre un caso de un artículo en la revista Ladies' Home Journal, hagan click aquí.

A continuación, presentemos los documentos en inglés.

Tuve que imitar el procedimiento de Thor (Suena la palabra) y escanear las páginas de la revista que contienen el artículo. No lo hice tan cuidadosamente como le queda a él, y los archivos están muy grandes porque quise asegurarme de que fueran cómodos de leer. Están almacenados en imageshack, y no es necesario descargarlos, y pueden aumentar su tamaño. Perdón por lo mal hecho y las prisas.

Ligas para leer en línea el artículo "Otto, the Wonder Dog":


A continuación, la carta que una servidora le envió a Sally Lee, la editora en jefe de Ladies' Home Journal:

Dear Sally,

You’ve probably have already received a lot of mail of this sort, but well, I wanted to add another opinion from a reader outside the U.S.

I bought what seemed to be the second issue of Ladies’ Home Journal (the first one probably did not come to Mexico) and I liked it very much... I thought it was a nice magazine, both interesting and useful, not the frivolous kind ladies’ magazines usually are, and good for helping me practice my English; and low priced besides.

Well, I have decided now not to buy your magazine anymore, and I would like to let you know why.

In the May issue (the last one that has come to Mexico) you published this article called “Otto the Wonder Dog” by Michelle Slatalla. A lover of animals as I am, and expecting something of the same sort of the pet stories published in LHJ website, I started reading... and went from plain disappointed to truly horrified. Mrs. Slatalla obviously has no idea on how to deal with an animal problem, other than just walk away or let someone else take care of it. Her poor cat’s peeing problem could have been easily solved by using a product with pheromones or catnip or something like that (I keep cats, usually strays that I help to find new homes, and I know that works). Now, you can’t blame people (not too much, at least) for being ignorant. But Mrs. Slatalla’s delight when her naughty dog ACCIDENTALLY chased her cat off is just unforgivable. I feel sorry for the cat, and, to be honest, also for the daughters of this lady. Hope none of them messes with mommy’s shoes, or she’d probably end up in the streets.

What I fail to understand is, why did you decide to publish this? What point were you trying to make? There are enough people in this world that do this kind of things, abandon animals in the streets, neglecting pets... not that I’m trying to forget about it, but your magazine seemed to condone this by publishing this article. And it was supposed to be fun! Seriously, I don’t know what were you thinking.

My English is too poor to express all of my indignation and I’ve tried not to be impolite; I’ve hope I’ve succeeded; I apologize if I have not.

Please excuse any English mistakes.

Yours,

MI NOMBRE

Mexico


La respuesta en mi buzón de entrada. Nada mal:

Dear Laura,

Thank you for your letter about our May Animal Affairs story, “Otto The Wonder Dog.” This story was a first-person account from a freelance writer about her family and their personal experiences with their pets. Ladies’ Home Journal has long championed the work of animal welfare advocates and we in no way condone pet abandonment. We sincerely apologize if this story offended you, and promise to be more thoughtful in the future.

Thank you for taking the time to write to us to share your feelings about this piece. We greatly value the feedback we get from our readers, and we’re confident you’ll be pleased with our next installment of the Animal Affairs column.

Sincerely,

Sally Lee


Y la que una moderadora de los foros puso en línea. Comparen.


Thanks for your concern. This story was a first-person account from a freelance writer about her family and their personal experiences with their pets. Ladies' Home Journal has long championed the work of animal welfare advocates and we in no way condone pet abandonment. We sincerely apologize if this story offended you, and promise to be more thoughtful in the future.

Posiblemente este mismo párrafo apareció en los correos de todas las lectoras que mandaron comentarios. No que ello me desanime; significa que hubo suficientes respuestas como para que se ameritara elaborar un "machote" de carta.

Esto es lo que una de las lectoras sugirió que debieron haber escrito:

We here at LHJ sincerely would like to apologize for the article that caused such concern, we understand now that it was in poor taste and wasn't well thought out. We are sorry that we offended so many of our readers, and promise to do better in the future. Furthermore, we will pass on your concerns to the author.

Probablemente sí se nos cumpla la solicitud de una disculpa impresa. Y un artículo sobre el cuidado de los animales problemáticos, otra petición reciente. Y todo estará bien. No sé todavía si la Ladies' Home Journal me recupere como lectora. Pero si hacen algo realmente bueno en su columna de Animal Affairs, tal vez me la piense y todos felices.

Espero que los documentos que puse aquí hayan sido de su interés; me siento mucho mejor poniéndolos en sus manos. Juzguen... ups, es decir.. considérenlos objetivamente por ustedes mismos. Más adelante tal vez hasta me anime a compartir algo sobre mis nada políticamente correctas ideas sobre sexo, matrimonio y mortaja. ¡Y a ver qué sale!

martes, mayo 12, 2009

Caso perdido/ganado

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"Hay que tomar partido. La neutralidad ayuda al opresor; jamás a la víctima. El silencio anima al torturador, nunca al torturado".

Elie Wiesel

Siempre, desde que me acuerdo, fui muy revistera; desde la secundaria me encantaba pasearme por los únicos dos puestos de revistas verdaderamente decentes que había entonces en Zacatecas y llenarme las manos de cuanta publicación me hallara sobre videojuegos, fantasía y ciencia ficción. Una sola revista para señoras me atraía: la fabulosa Claudia, desaparecida al comenzar la década de los noventa. Con el tiempo, mi presupuesto fue limitando el vicio, y para cuando me casé, sólo era constante de tres: la PSM, la Starlog y la Realms of Fantasy.

A medida que estas revistas se hicieron más y más escasas en México, me fui volcando a las de señoras que antes rechazaba; de la pérdida de Claudia me consolé con la Marie Claire mexicana, y cuando el coeficiente intelectual de quienes la editaban pareció caer a niveles negativos (más o menos a principios del 2000), comencé a comprar la norteamericana, que no he soltado desde entonces. Poco después, añadí a la lista del mes la Glamour española, que reserva aún una buena parte (para una magazine de su clase) a los videojuegos. Y ahora que me quedado otra vez sin revista favorita de videojuegos (la PSM dejó de existir hace como dos años, y más de esta triste historia después), no me quedaron más que las de señoras.

Y esta semana he decidido abandonar para siempre una de éstas, recién entrada a una supuesta nueva etapa, El folleto en cuestión se llama Ladies' Home Journal y prometía, con su contenido que uno podría clasificar de cualquier forma menos frívolo, su índice variado, de cuestiones financieras hasta decoración del hogar, pasando por moda prácica, cuidado de niños y mascotas, recetas de cocina, etc., todo a la vez útil y agradable.

Tras comprar el último número llegado a México (el de mayo) le di, como todos los meses, una hojeada rápida, y me detuve en el primer texto que me llamó la atención. Èste resultó ser un artículo titulado Otto, the Wonder Dog en la sección de mascotas.

La autora, Michelle Slatalla, relataba su rechazo a los animales consentidos, desde que, cuando era niña, hizo el sorprendente descubrimiento de que un cuyo peludo que le habían regalado tenía patitas rosadas con garras (?). Su aversión continuó en el momento que su esposo llevó a la casa un gatito traumado y antisocial de nombre Silver. El animalito, con una probable historia de maltrato, no se dejaba acariciar y solía esconderse en el closet de la señora y orinarle el calzado.

Después, el marido de Slatalla llevó a Otto, un labrador chocolate hiperactivo y salvaje que, como creció sin ninguna disciplina (y en este caso la culpa es de los dueños) pronto se convirtió en otra pesadilla de la casa: masticaba los zapatos, tomaba la comida de la mesa y vomitaba a los pies de los amigos. Pero la condenada bestia logró lo que los humanos no consiguieron: ganarse la confianza de Silver lo suficiente como para hacer que se acurrucara sobre él y convertirse en su compañero de juegos.

Hasta ahí, digamos que todo iba bien.

Sin embargo, la historia dio un giro drástico (y horrendo) cuando la autora y su familia se mudaron a California. Al llegar con el servicio de mundanza a su nuevo hogar. los empleados bajaron sendas jaulas donde Silver y Otto habían viajado en el avión, y cometieron el terrible error de soltar primero al inquieto can. Feliz de verse libre, Otto golpeó accidentalmente la jaula del gato, que cayó y se abrió del golpe. El pobre gatito se asustó tanto (y después del viaje no es para menos) que simplemente salió corriendo, brincó de una cerca de dos metros hacia un arbusto de rosales, y se perdió en un bullicioso estacionamiento. No podía dar crédito a lo que estaba leyendo: en ese instante, Slatalla cuenta cómo su corazón se llenó de afecto y admiración hacia el perro por haberla librado del “problema” de su gato. He aquí las palabras con las que concluye su artículo (traducción por Yours Truly):

Pero el gato había desaparecido para siempre; se había escapado sin haber puesto una garra en el ambiente libre de orina de nuestra nueva casa. Mi esposo y yo volteamos a mirarnos, y después a Otto, que todavía meneaba la cola y, de forma expectante, olfateaba la jaula abandonada del gato.

Otto era como ese detective de la televisión, Columbo. Parecía ser un payaso, pero se las había arreglado, torpemente, para resolver nuestro problema. En ese momento lo hubiera querido incluso si hubiera sido el perro de alguien más.

Juro que me froté los ojos. Releí. ¿De casualidad no habría entendido mal? ¿Se me estaría olvidando TAMBIÉN el inglés..? Al parecer no. Poco a poco me fue cayendo el veinte (en español mexicano, descubrir o caer en la cuenta de algo) y empecé a murmurar, no precisamente por lo bajo ya que el Capitán, que veía televisión a mi lado, se dio cuenta de lo que ocurría: “¿Pero cómo se atrevieron...? ¿Dónde está, dónde está la sección de cartas de esta &%$(?=· revista...? Esto no se queda así...” y varios etcéteras.

Pero la Ladies' Home Journal no tiene sección de correspondencia, y para consultas y preguntas recomendaban visitar su sitio web. Para allá fui. Y lo que me encontré me dejó con la boca abierta.

El artículo íntegro estaba en línea; en el momento en el que llegué, 89 personas lo habían calificado como “horrible” y había cuatro páginas de airadas respuestas que expresaban, y algunas de forma elocuente, algo muy cercano a mis sentimientos. En prácticamente todas se hablaba de crueldad hacia los animales, del egoísmo e ignorancia de la autora y del imperdonable error de los editores al publicar el artículo. Una buena parte de las lectoras mencionó suscripciones recién canceladas, algunas cuantas solicitaron una disculpa pública, varias admitieron haberse comunicado ya con los patrocinadores (irónicamente, en la página donde estaba el artículo aparecía un anuncio del centro de adopciones de Pedigree) y sólo una (bueno, no esperaríamos que toda la humanidad jalara para el mismo lado, vamos) admitió que el artículo la había divertido, y era obvio que lo había leído mal, de prisa y sin llegar al final.

De alguna forma me animó el pensar yo no era la única persona con esa clase de pensamientos; para darle cierre al asunto, redacté una carta para la editora de Ladies' Home Journal donde le explicaba, de la manera más diplomática posible, las razones por las que pensaba dejar de comprar DEFINITIVAMENTE su revista. Después busqué un poco más de información sobre Michele Slatalla (la señora es freelancer, trabaja para el New York Times, espía a sus hijas y da conferencias familiares -!-) y aporté al sitio un comentario con mi nombre real... la verdad una versión muy resumida, muy rebajada y la verdad muy torpe de lo que venía en la carta (estaba intentando no repetirme por si de casualidad la editora le echaba un ojo a la página de comentarios).

Cómo me gustaría decir que después de esto me quedé tranquila, pero no, no es así. Me sigue doliendo el destino incierto del pobre Silver. Intento no pensar en cuántos gatos en el mundo son víctimas de la crueldad y la negligencia, y cuántos humanos hay que piensan que una mascota es un juguete, o un objeto del que se pueden deshacer con toda confianza si les implica un poco de incomodidad. Y para cuántas (como curiosamente esta autora) un par de zapatos feos y caros son más importantes que una vida.

Por otro lado, me reconforma un poco, al leer las opiniones de otras lectoras, el darme cuenta de que no estoy sola con mis ideas. ¡Si el internet hubiera existido antes! El mundo no es tan grande, y lo que necesitaban los pensamientos humanos era un punto de conexión. Ojalá lo hubiera sabido hace diez años, hace veinte años o más; no recuerdo cuándo fue la primera vez que me tocó escuchar una frase perfecta para pulverizar un corazón recién resquebrajado: “¿Pero cómo es posible que te pongas así por un gato?”. Ojalá hubiera podido percibir, como ahora, presencias invisibles que dijeran: “Porque un gato es valioso. Porque tienes razón para quererlo. Porque no hay gatos ordinarios. Porque yo me pondría igual que tú”. Resulta extremadamente fácil sentirse solo cuando uno cree que nadie comparte su punto de vista.

Esta mañana, el sitio de Ladies' Home Journal retiró el artículo (junto con, y es una lástima, el más de un centenar de comentarios que lo despedazaban, entre ellos el mío), y una representante garabateó en los foros un tímido intento de disculpas. No todo el mundo ha quedado satisfecho, y con razón; pero una servidora ve esto un asomo de triunfo. Las lectoras hicieron presión suficiente como para llegar a fastidiar al consejo editorial. De alguna manera consiguieron que el equipo de la revista comprendiera el mensaje, aunque se les tuviera que hablar como a niños chiquitos; muchas voces dijeron a coro lo mismo: Eso está mal. Eso no se hace. Y no lo vamos a tolerar.

Para entrar a este tema en el foro de la revista, hagan click aquí. Si les da mucha curiosidad por leer el artículo completo, todavía hay tiempo... pienso escanearlo y ponerlo en línea sólo para que no se pierda antes de que mi gatito C. lo haga trizas (C. es un buen triturador de documentos a solicitud).

Para ver una lista de mensajes que más que nada es un desahogo (rantidote, se llama en ingés, pero se pueden hallar puntos de vista interesantes a favor y en contra de la situación), hagan click aquí.

Y por último... y a riesgo de herir delicadas susceptibilidades: una de las lectoras de Ladies' Home Journal dijo que lamentaba no saber usar el photoshop para poner una lápida con el nombre de Silver en la foto de “familia feliz” de la autora, una de sus hijas, su irresponsable marido y su perro. Yo no soy ninguna experta en el programita, pero la noche anterior a ese comentario estuve usándolo para desahogarme por mi lado. Conste que lo que hice fue nomás un jueguito de palabras y pixelear dos rostros. La foto original es de Thayer Allyson Gowdy (sorry de antemano). Si tuviera que bautizar mi supuesta “obra”, le pondría Masculino-Femenino. Lo siento, pero, citando a Nemo H, se lo merece.

Lo único de veras lamentable es que todo este desbarajuste no le servirá de nada al gatito Silver (como un hecho semejante consiguó ayudar al gatito Dusty y su compañero Patches); esta anécdota probablemente ocurrió hace tiempo, y no hay forma de saber si la mascota abandonada pudo encontrar una nueva casa, o sobrevivir lo suficiente para hacerlo. Pero está bien que sepa cualquiera que alguna vez, por negligencia o crueldad, maltrate a un animal, que su “hazaña” no tiene nada de loable, y que la vergüenza que va a terminar arrastrando no será nada comparable al desprecio potencial y merecido que alguna vez tendrá que alcanzarlo. Una pequeña carga que los humanos deberíamos llevar con gusto es la que se nos otorgó con la posibilidad de hablar; la de convertirnos en la voz de los que no la tienen, en defensores de quienes no pueden defenderse, en protectores de los que son más débiles nada más porque en su naturaleza llevan las de perder. Todos aquellos seres que tienen la desgracia de compartir con nosotros la tierra y aguantar nuestra vanidad de “reyes de la creación”.

A menos que el “¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?”, que cada vez se vuelve más común, sea nuestro lema y emblema, no debería sernos tan difícil.

En respuesta a un buen y generoso amigo; en estas cuestiones, lo siento, no puedo y no quiero ser objetiva y parcial.

...de manera que
como parece que no tengo remedio
y estoy definitivamente perdido
para la fructuosa neutralidad
lo más probable es que siga escribiendo
cuentos no neutrales
y poemas y ensayos y canciones y novelas
no neutrales
pero advierto que será así
aunque no traten de torturas y cárceles
u otros tópicos que al parecer
resultan insoportables a los neutros

será así aunque traten de mariposas y nubes
y duendes y pescaditos

Mario Benedetti (Soy un caso perdido)

miércoles, mayo 06, 2009

Sobre Rigo Mora

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Rigo Mora, trabajando en su corto Devorador Onírico. De fondo, un dibujito de su animación Sombras, basada en El Cuervo de Edgar Alan Poe.

Lo siento; me conecto por lo pronto sólo para dar una muy mala noticia: la madrugada de hoy falleció Rigo Mora, un estupendo animador de Guadalajara, defensor y practicante del stop motion y el 2D, y colaborador de Gullermo del Toro en la película Cronos y la serie de televisión La Hora Marcada (que tal vez recuerden si son mexicanos y no demasiado jóvenes), entre otros proyectos.

A todos sus familiares y amigos quisiera darles mis más profundas condolencias.

Y a ustedes, que han estado leyéndome por algún tiempo, lo que me queda es externarles mi total, absoluto desconcierto.

Lo que menos podría pensar uno si veía a Rigo (me encontré con él la última vez en marzo) es que se fuera a morir. Era una persona con muchas ideas y mucho, mucho que hacer; el tiempo mismo se le hubiera quedado corto. Lo lamento, de veras lamento no poderles hablar de él tanto como quisiera, pero en perspectiva siento que lo conocí muy superficialmente, y el tiempo en el que lo traté, como no fuera como espectadora de sus cortos, estuve metida en el papel que más detesto: el de innocent bystander, el de callada, discreta, tímida compañera; el de persona que escucha porque no está segura de qué decir. Ojalá pudiera compartirles anécdotas divertidas, momentos maravillosos, risas y encuentros; por desgracia, todo ello le ocurrió a alguien más porque una servidora estaba con los ojos puestos en asuntos más mundanos, dándole vuelta a las pequeñas ruedas del mundo, que tan propensas son a quebrarse y que tras un mes se olvidan. Total, siempre creí que el resto podría esperar.

(Esta semana, por cierto, descubrí que se me están empezando a olvidar cosas de súbito, como el nombre de mi gatito desaparecido en el 2006, la fecha exacta de pago de una de mis tarjetas de crédito y el nombre del director de Perfect Blue... sí, ahora ya sé, no hace falta que me lo digan. Intento disimularlo, pero estoy espantadísima).

Mientras tanto, Rigo andaba metido en un montón de ruedas grandes: como uno de los directores en el nuevo estudio de animación Batallón 52 en Jalisco, con planes para el 2010, y como comentarista, junto con el Capitán Quasar, del videopodcast Bajo Presupuesto, del que apenas habían filmado el piloto. ¿Qué irán a hacer todos ahora?

Esto, como les digo, me desconcierta, me desconcierta hasta el punto de que el molestillo dolor de garganta que traigo desde el mediodía amenaza ahora con estrangularme. Rigo había cumplido apenas 44. No cabe duda que utilizó con sabiduría el tiempo sobre el que, dijera Gandalf, sólo nos queda decidir como aprovechar y nada más, pero, ¿no fue demasiado poco? Más aún, Rigo tenía una niña pequeña, y con ello, mi abierto desinterés en la multiplicación humana y el tiempo que he dejado deslizar entre los dedos me llena de una, espero, comprensible frustración. Si una persona así se va antes que uno, no queda otra sino sentirse culpable por estar vivo.
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