lunes, septiembre 29, 2008

¡No hubo premios!

"Dave, I can see you're really upset about this..."

Imagínense: ¿qué mejor manera habría de comenzar una tranquila tarde de domingo, cuando la mayor parte de los pendientes ya está hechos, que relajarse un poco al compás del PSP?

Pata, pata, pata, pon...

Unos minutos después de haber iniciado una danza tribal en la consola, me llegó la voz de G. desde el cuarto contiguo (el estudio/biblioteca).

- ¿Adivina qué? ¡No ganamos!

Le respondí con un gruñido de indiferencia, porque me había echado a perder el ritmo (el videojuego Patapon requiere que uno se convierta en metrónomo humano) y porque, como les había contado antes, mi querido Capitán Quasar es un redomado mentiroso. Después el corazón se me entibió y agitó como una hoja de plátano en el microondas, porque muchas veces sus mentiras son preludio de alguna buena noticia. Corrí entonces a la computadora, inicié una búsqueda rápida y confirmé que, por esa vez, sí era cierto: no había Premios Ignotus.

Sabía que este fin de semana pasado sería la Hispacon (la convención de géneros más popular en España), y que en ella se darían los resultados de los premios Ignotus que otorga la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror. Esperaba los resultados con algo más que esperanza, porque confiaba en las posibilidades de la primera novelita de G., Fluyan mis lágrimas, y en cierto modo de 253, de Geoff Ryman, que yo traduje. Me hubiera encantado que Fluyan mis lágrimas ganara, porque G. no ha recibido nunca un premio; y aunque el de novela extranjera no hubiera sido para mí, lo hubiera disfrutado como debe ser, a la distancia y en las sombras.

Intenté, sin demasiado éxito, tragarme algunas lágrimas de frustración. G. se puso a consolarme.

- No te apures - me dijo -. Acuérdate que todavía me falta el premio Julio Verne. Donde siempre saco menciones honoríficas - añadió, con una sonrisita amarga.

Los Ignotus se deciden por votación entre los socios de la AEFCFT y asistentes a la Hispacon. En la categoría de novela corta ganó Mundo al Revés de Ángel Padilla, y en la de novela extranjera La carretera, de Cormac McCarthy, lo que resulta una sorpresa (¿pero qué rayos hacía McCarthy en la terna?). Ganó el Pulitzer, me dijo G. ¿Ah, sí? ¿Pero no había sido el Pulitzer para La maravillosa vida breve de Oscar Wao, de Junot Díaz? Ésta fue este año, me dijo G.; La carretera fue el año pasado.

Los hijos de Húrin no iba a ganar; esto me lo esperaba.

Total, cualquier agradable plan para el resto de la tarde quedó cancelado; hasta las ocho de la noche, hora de prepararse para el día siguiente, me dediqué a tristear en mi cuarto.

- No te apures - me había repetido G. cuando salía de la biblioteca -. Ya ves que nunca ganamos y siempre nos va mejor.

En su caso así es, espero; sus “fracasos” en concursos y semejantes siempre acaban en antologías de importancia y le abren puertas. En cuanto a mí, por el contrario, mis fracasos tienen algo en común con mis logros: son igualmente inútiles.

El premio de novela extranjera para Geoff Ryman lo quería nada más para colocarlo en la punta de una lista de méritos que, al menos en los últimos años, bien pudieron haber sido inexistentes. ¿Por qué rayos estoy tan disgustada con que 253 no haya ganado? Porque, desgraciadamente, me he vuelto adicta a la acumulación de méritos así como hay personas que almacenan comida que no se van a comer, o ropa que jamás piensa ponerse. El problema es que la comida se puede aprovechar y para encontrarle utilidad a la ropa basta abrir un armario y mover la cabeza; con mi hato de méritos, no he conseguido, por ejemplo, que mejore mi situación o que en mi empleo me traten mejor o me valoren más. Con todo, me he hecho una gran perseguidora de méritos, y siempre que lograba algo, cualquier cosa, me parecía que era como descubrir un escalón más en una subida interminable. A lo mejor sigo esperando hallarme, alguna vez, el final de la escalera, y en él algún pisito cómodo donde poder quedarme sin demasiada inquietud.

El “esfuerzo día con día” y “luchar sin descanso” podrán ser clichés muy convincentes para libros de superación personal, pero la verdad es que nadie le cuenta a uno el desgaste que llevan ambas acciones. Y en un mundo donde a veces los méritos más apreciados son lo que entran por los ojos, las orejas, el cordón umbilical y algunos otros conductos poquito menos decorosos, el cansancio se triplica porque uno no alcanza a ver el final del camino.

¿Que por qué me molesta que haya ganado Corman McCarthy? Aquí la cosa es sencilla de explicar: McCarthy no es un escritor de ciencia ficción ni de fantasía, y sus novelas las han llevado DEMASIADO al cine. Ya estando en la universidad me defendí con uñas y dientes ante la amenaza de leer la cosa ésa de los Caballos tan lindos, sólo porque me daba una flojera atroz. Simpre que un escritor de ciencia ficción o fantasía intenta experimentar en otros géneros, quienes están ahí estacionados lo miran a uno desde el pedestal como al harapiento que acaba de aparecerse a un banquete de sociedad donde nunca lo han invitado. ¿Por qué habríamos entonces de sacarles una alfombra roja? Lo malo es que la ciencia ficción y la fantasía son campos generosos y en lugar de pagar con la misma moneda, nos alegramos de tener a Margaret Atwood (bueno, yo me alegraría) y a gente como ella en las filas. Los que ganan los premios serios, los que se supone que no escriben ciencia ficción. Supongo que debería darle una oportunidad a La carretera. Aunque resulta que la van a hacer pelíucula. Cómo odio eso.

Y, por último, ¿por qué estoy tan triste de que no haya ganado la novela de G.? Bueno, independientemente de lo buena que esté Mundo al revés (G. había presentido que ésa lo derrotaría), porque Fluyan mis lágrimas es buenísima, la mejor historia que ha escrito (y eso que le conozco asuntos nada decentes), y, cuando la estuve leyendo con ojo crítico para corregir cuaquier rebaba, me conmovió de en serio. Porque quería usar el bloque monolítico que es un Ignotus para dejarlo caer sobre varias cabezas de quienes cómo se han encargado de cumplir las palabras de nuestro Señor sobre que nadie es profeta en su tierra. Y porque creo, honestamente, que se lo merecía.

Al parecer, el Capitán Quasar no ha roto su maldición.

sábado, septiembre 27, 2008

Tolkien y la aventura mexicana



En la biografía de J.R.R. Tolkien escrita por Humphrey Carpenter se menciona un incidente que vivió Tolkien en el verano de 1913, y que fue su contacto más directo con México a lo largo de su vida: cuando lo contrataron para ser guía durante unas vacaciones en Francia de tres chicos mexicanos y sus tías. Fue una experiencia terrible, dijo Ronald Tolkien porque los turistas, en vez de darse una vuelta por lugares históricos interesantes, prefirieron quedarse en una playa de moda (Acapulco en caro y francés, si uno verifica la descripción de Tolkien del balneario de Dinard) y porque el asunto terminó con la muerte accidental de una de las tías en Bretaña. El descontento de Tolkien al respecto se hace notar en una carta a su entonces novia Edith Bratt.

Nunca lo mencioné abiertamente, pero después de leer esto, siempre tuve un gusanillo carcomiéndome el corazón: ¿y si mi escritor favorito, a causa de esa desafortunada experiencia, guardara una mala imagen de mi país y su gente? El gusano casi se convierte en boa constrictor después de que, en la celebración del cincuenta aniversario de El Señor de los Anillos en Birmingham (Tolkien 2005, que se menciona un poco en la última parte de la serie Veinte Años), la maestra Priscilla Tolkien, hija de nuestro autor, mencionara algo... Yo no asistí a su presentación (andaba metida en la de varios autores de ensayos con quienes quería platicar), pero Morna de la Sociedad Tolkiendili de México estuvo ahí, y nos platicó que cuando alguien hizo una discretísima pregunta sobre el incidente, la maestra se negó a comentar porque había mexicanos entre el público. ¡Santo cielo! ¿Pues qué había ocurrido? ¿Tan mal estaban las cosas? Ya se imaginarán cómo me sentía. Jamás me ha avergonzado mi país (uhhhhh... su política interna y su educación son otra cosa) pero cuántas ganas me hubieran dado de hacerme chiquita (todavía más).

Ah, pero los malos pensamientos son veloces y dejan atrás a la realidad. A veces la pasan por alto así nomás. Como sea, me quedaban las preguntas de siempre: ¿Quiénes serían esos turistas, de dónde provenían, qué clase de convivencia habrían tenido con el futuro escritor? ¿Cómo se llamaban? El cuentista Pablo Soler Frost, en su mini ensayo convertido en libro (y cobrado como tal), Acerca de El Señor de los Anillos, dice más o menos lo mismo.

Bueno, después de bastantes años, déjenme que les presuma: tengo respuestas. Y el gusano de mi corazón es ahora una mariposita blanca, de ésas pequeñitas que viven días, que flotan en las flores y que a nadie le llaman la atención.

Resulta que acabo de conseguir un par de libros (de ésos que llaman library binding, es decir, que están destinados como material de bibliotecas públicas) a los que le traía ganas desde hace un rato: The J.R.R. Tolkien Companion and Guide, de Christina Scull y Wayne Hammond, publicados por Houghton Mifflin. Estos libros (una guía del lector y una cronología) ya llevaban planeados muchísimo tiempo, y yo estaba ansiosa de que salieran para conseguírmelos. Se estuvieron retrasando una y otra vez, y cuando finalmente aparecieron, su precio de lanzamiento fue 100 dólares. ¿Cien dólares? Demasiado para mi situación económica después del 2005. Amazon, por supuesto, les dio su descuento habitual (casi el 50 por ciento) pero los condenados libros nunca parecían estar disponibles. Por un golpe inmenso de suerte, fui a encontrarme un ejemplar nuevo a sólo 16 dólares (no me pregunten por qué el bajón de precio, que no tengo idea) en internet. Los pedí y llegaron con el correo de ayer.

The J.R.R. Tolkien Companion and Guide trata de ser, dicen los autores, la referencia máxima sobre Tolkien y su trabajo (y de hecho no hay más que hojearlos para darse cuenta de la cantidad de recopilación e investigación que implicaron) y una fuente rápida y sencilla para cualquier interrogante. ¿En serio? ¿También las de mi gusanito? A medida que iba adentrándome en los libros mi emoción iba en aumento, y la verdad es que también mi preocupación... la cronología, por ejemplo, hace constar hasta los días en los que Tolkien participó en exámenes y debates y cuando se fue de parranda con sus amigos. Oh, sí... pronto me enteraría de algo que tal vez no me iba a agradar.

Corrí a la biografía de Carpenter para localizar el año aproximado del incidente, y después, vámonos a la cronología. Y sips, ahí estaba todo. Me esperaba una mención de algunas líneas... pero en su lugar, me encontré con más de una página de datos en su mayoría sacados de cartas inéditas.

Bien, aquí les cuento lo que descubrí...

En julio de 1913, a Ronald Tolkien (que entonces tenía apenas veintiún años) lo contrató un tal señor Killion para acompañar a Francia a dos chavitos mexicanos, Ventura y José del Río, que se encontraban estudiando en un colegio religioso en Lancashire. A juzgar por las referencias, ambos eran menores de edad y el señor Killion era su tutor. En París, se encontrarían con dos tías de los muchachos: la señora Ángela Martínez del Río de Thomas (sería esposa o viuda de alguien de ascendencia inglesa) y la señora Julia González.

Ronald le escribió a Edith que los dos niños eran muy calladitos y bien portados; y del hermano menor, Eustaquio, que llegó con las tías, dijo que era el niño más simpático que hubiera conocido.

Ronald no se sentía seguro con su español, y no le gustaba hablar francés, pero al parecer se la pasó bien con los muchachos, aunque no tanto con sus tías, que tenían finta de “niñas bien” chilangas (aunque si a esas vamos igual pudieron haber sido señoras copetudas de Guadalajara). La verdadera pesadilla comenzó cuando a la tía Ángela la atropelló un carro en Bretaña, y su último deseo fue que la enterraran en México. Tolkien tuvo que encargarse de contactar al señor Killion y probablemente a la tía Julia que no estaba con ellos cuando ocurrió el accidente. Para acabarla de amolar, los dueños del hotel donde se estaban quedando se portaron sangrones con ellos cuando se dieron cuenta de que todos los del grupo eran católicos.

La tía Julia quería devolverse de inmediato a México con todos los niños, y Ronald se preguntó si de pura casualidad no le pedirían que acompañara de ida y vuelta a Ventura y José. La idea no le gustó ni tantito, porque hay que recordar cómo estaba la situación del país entonces, pero esperó que el señor Killion fuera lo suficientemente prudente para que no dejara regresar a ninguno de los niños. Con todo el rollo que fue empacar y enviar el cadáver de la tía Ángela a México, los hermanos del Río recibieron ayuda de una señora de apellido Cervantes, mexicana también, supongo, que vivía en París. Ronald y Ventura cenaron con ella varias veces.

En París, Ronald le escribió al señor Killion, y le contó en la carta que, para distraer a los muchachos en esos tiempos difíciles, les estuvo comprando libros de aventuras en inglés. José que, menciona, era el más reflexivo de todos, vio un libro que tuvo muchas ganas de leer: Mexico, the Land of Unrest (aunque a Tolkien se le pasó el autor, aquí se los pongo: es Henry Baerlein), un estudio de los hechos que habían llevado al estallido de la revolución en 1910; pero consideró que no estaba como para su nivel de inglés, y se lo cambió por The White Company, una novela histórica de Arthur Conan Doyle. En algún momento los mexicanos les pidieron que les consiguiera algo de tomar (léase cerveza) y él accedió.

Durante todo ese tiempo, Ronald tuvo largas y serias conversaciones con Ventura y José para convencerlos de que lo mejor era regresar a la escuela lo antes posible. Lo consiguió, y los tres se devolvieron a Inglaterra a finales de agosto. Me imagino que Tolkien se llevaba muy bien con esos muchachos (he leído otras anécdotas de que le gustaban los niños y ellos, por su lado se sentían fascinados con él) porque tras el retorno a Inglaterra todavía se quedó con ellos dos semanas en Bournemouth, Hampshire.

Ronald le contó a Edith y a uno de sus mejores amigos, R. Q. Gilson, que le había ido como en feria, y que no volvería a aceptar un trabajito semejante a menos que se estuviera muriendo de hambre. Pero ello no se debió a, como yo me temía, mis compatriotas, sino a toda la racha de mala suerte que les cayó en Francia.

Ya con los nombres en la mano algunas preguntas quedan resueltas. Pero, como siempre sucede, hay otras: ¿qué tan posible sería rastrear a la familia de esos muchachos del Río? ¿Qué habrá sido de José, preocupado por la situación de su país, o de Ventura, que siempre trataba de hacerse útil, o del pequeño Eustaquio, el más simpático? ¿Se habrán quedado para siempre en Inglaterra, o regresado a México tal vez? ¿Alguno habrá tenido en las manos un ejemplar de El Señor de los Anillos? Y de ser así, ¿qué habrán pensado?

viernes, septiembre 26, 2008

Reseña de libro: Beowulf (versión de Welwyn Wilton Katz)

En plan de brillante scop (bardo anglosajón; y se pronunca "shop", estimado señor Hopkins),
la autora presenta su libro en una biblioteca pública de Ontario.



Beowulf
Welwyn Wilton Katz
Artes de México
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

Lo bueno: Que Artes de México decidiera sacar esta estupenda versión a precio accesible.

Lo malo: Ver a Neil Gaiman derrotado, de los pies a la cabeza, por una escritora de cuentos infantiles.

Calificación: * * * * *

Si bien una película como Beowulf de Robert Zemeckis lo puede hacer pensar a uno que la mejor adaptación de una obra clásica es la que no se hace, gracias a Dios existen casos como el de este librito para niños que bastan para quitarle a uno el mal sabor de boca. La escritora canadiense Welwyn Wilton Katz, en lugar de limitarse a recrear, una vez más, la épica anglosajona, le imprime una visión personal sin andar entrometiéndose con su espíritu original. Eso debieron haber hecho en la película, pero ya ven...

Bueno, centrémonos en el libro. La historia del héroe Beowulf, de cómo se enfrentó al monstruo Grendel y la madre de éste, y, muchos años después, a un dragón, se relata desde el punto de vista de un jovencísimo (como debe ser) Wiglaf y de su abuelo, uno de los trece guerreros que acompañaran al héroe en su primera hazaña. La autora propone que los geatas (la tribu de Beowulf) tienen un don: el de Beowulf es fuerza sobrehumana, y el de Wiglaf tener visiones de tiempos pasados y futuros; así es que la primera parte de la épica se nos narra a manera de colorido flashback con comentarios del nieto y el abuelo; por mí, muy adecuado. No estoy en contra de que las obras antiguas se “modernicen” para gustos más contemporáneos siempre y cuando se respete el espíritu básico de la obra (así sucede, de hecho, con otra excelente recreación, Los hechos del rey Arturo de John Steinbeck). Un momento de ésos, muy lindo, ocurre cuando Wiglaf responde a los kenning (metáforas compuestas, típicas de la poesía anglosajona) de su abuelo con una tierna burla.

- Buscó trece: a los guerreros más incisivos y los más obstinados caminantes de las olas para cruzar el camino de la ballena hasta el reino de Grendel, a dos días de distancia rumbo al sur.

- Abuelo - dijo Wiglaf -, el relato mejoraría si hubiese menos caminantes de las olas y menos caminos de las ballenas.

Nota: “Caminantes de las olas” = barcos. “Camino de la ballena” = el mar.


La segunda parte del libro, como la de la épica, narra el encuentro de un Beowulf ya anciano, pero aún lo suficientemente fuerte y bondadoso como para ganarse la admiración y el cariño de Wiglaf, con el dragón que causa estragos a su pueblo.

Como primer acercamiento a Beowulf, la versión de Wilton Katz es inmejorable; como otro vistazo para quienes están familiarizados con la obra, resulta todavía un deleite bárbaro. La edición, además, es preciosa, bellamente ilustrada por Laszlo Gal, y viene en versión de tapa dura o, mucho más económica, rústica.

Lo único que me desconcertó un poquito fue la traducción de los nombres de lugares y personajes; pero ésta, se especifica en el libro, se tomó de la edición de Seix Barral de Luis Lerate, que hace algunos meses me mencionó mi amiga Kitsune; ésa es la única traducción al español del anglosajón que existe, nos explican, y quienes quieran profundizar en la obra no se confundirán a la hora de ver los nombres propios. Me pregunto qué tan inencontrable será.

Como sea, este libro resulta una pieza que vale la pena añadir a la biblioteca, tenga uno niños (como excusa) o no, y una lectura muy agradable.

Recomendaciones: Para hijos de papás que no sean demasiado gazmoños, porque, a diferencia de otras versiones resumidas disponibles, en ésta no están censuradas la sangre, las mutilaciones y decapitaciones. Para jóvenes y adultos que quieran conocer la historia de Beowulf y para fans curtidos de la obra. Quienes disfrutaron la porquería de película de Zemeckis deberían leerlo a manera de expiación.

Abstenerse: Sólo si leyeron el título y pensaron: “Be... ¿qué?"

miércoles, septiembre 24, 2008

Comentario: Los Suikogaiden

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Suikogaiden Vol. 1: Swordsman of Harmonia (2000)
Suikogaiden Vol. 2: Duel at Crystal Valley (2001)

En dos puntos después del principio y el final de Suikoden II se inserta la historia de estos dos juegos, que aparecieron exclusivamente en Japón para Playstation. No era difícil darse cuenta por qué nunca se tradujeron al inglés: más que juego, se trataba de dos novelas interactivas para la consola. Los Suikogaiden tenían una gran cantidad de texto, acompañado, eso sí, de hermosas ilustraciones mas música y efectos especiales para la hora de la lectura, y de lo único de lo que trata es de tomar decisiones por el protagonista, muy al estilo de los libros Vive tu propia aventura, que supongo y espero hemos tenido oportunidad de conocer. La idea ridícula de que a los videojugadores no les gusta leer, sumada al asunto de la poca difusión comercial de esta clase de juegos y en particular de esta serie les cerró las puertas fuera de su país natal, donde por cierto se convirtieron en best sellers y siguen siendo muy populares.

Los Suikogaiden siguen la historia del espadachín Nash Latkjie, nativo de Crystal Valley, en el Sagrado Reino de Harmonia.

Harmonia como tal todavía no se ha mostrado en los juegos, pero en el mundo de Suikoden tiene una reputación similar a la de los Estados Unidos a nivel mundial: la de una nación inmensamente poderosa, llena de conflictos entre facciones rivales, y que se involucra en los conflictos de países más débiles si es que en ello ve algún provecho.

Nash viene de una familia de clase alta y mucho prestigio que no ha escatimado en su educación (él ha recibido clases privadas e incluso ingresado en el oscuro gremio de Howling Voice, mencionado aquí y allá a lo largo de la serie, para aprender el uso de la desconocida pólvora). Pero la suerte se le acaba después del misterioso fallecimiento de sus progenitores y de que se le acusa, y con toda justicia, de asesinato.

Caído en desgracia, Nash huye de su hogar y, gracias al favor del joven obispo de Harmonia, Sasarai (de brevísima aparición en Suikoden II), encuentra empleo en las Fuerza de Defensa de la Frontera Sureña, donde varios grupos de mercenarios de todas las naciones trabajan para el gobierno de Harmonia sin tener que dar razones o nombre. Durante Suikogaiden: Swordsman of Harmonia, aparece a mitad de una misión de espionaje para investigar el paradero de ciertas Runas Verdaderas, sus pasos lo llevan a las ciudades estado de Jowston, en plena guerra contra las Highlands y su tiránico general, el príncipe Luca Blight.

Nash ya tiene bastantes problemas por su lado y, como su trabajo lo exige, no debería involucrarse, pero su naturaleza compasiva y su sentido de la justicia no le permitirán quedarse impasible ante el sufrimiento de otros; así que en su búsqueda personal se tropezará con montones de rostros familiares de la saga a quienes por supuesto prestará ayuda. En el primer Suikogaiden conocerá de cerca a Riou y Jowy, se encontrará con varios compatriotas que, en un futuro cercano, formarán parte de las 108 estrellas, y se enfrentará a varios villanos del Suikoden II, entre ellos a la monstruosa Bestia Rúnica, un demonio invocado por Luca Blight tras el sacrificio de una ciudad entera.

En Suikogaiden 2: Duel at Crystal Valley, se revela por fin la historia completa de Nash y su propio dilema termina con el enfrentamiento de su máximo rival, Kaj Quilous, a quien creía haber matado pero, se daba a conocer al final del juego anterior, seguía bastante vivo y además no le había quitado los ojos de encima.

Kaj, antiguo miembro de Howling Voice, había envenenado a los padres de Nash, planeaba casarse con su hermana para convertirse en líder de la poderosa familia Latjie. La hermana de Nash, por increíble que parezca, seguía muy enamorada de su prometido aún tras enterarse de todo eso. Tres meses después del final de Suikoden II, Nash tendrá la oportunidad de aclarar dos que tres cosas con ella, con su enemigo y consigo mismo.

En el camino, el espadachín de Harmonia volverá a tropezarse con parte de las 108 estrellas y a echarles la mano en cuestiones más individuales; volverá a ver a Riou y Jowy y hasta podrá conocer a Tir McDohl que, en un momento de tranquilidad, recuerda a su amigo Ted.

Ahora, no he jugado los Suikogaiden como es debido y es por ello que no puedo reseñarlos, pero aún tengo esperanza de que se traduzcan (hay por ahí un grupo en internet que se está montando ese proyecto; según tengo entendido, van despacio, pero a conciencia, y no se han desanimado). Alguna vez me prestaron el primero, y aunque tenía a la mano una especie de resumen traducido siempre me acababan matando por no tomar rápidamente las decisiones debidas, así que lo dejé por la paz. Lo que conozco de la historia es gracias a sitios como Suikosource y Due Fiumi, que han publicado resúmenes, y al amigo ShuXion que se ha preocupado por poner en youtube videos de ambos títulos. La idea misma de los juegos sigue pareciéndome muy atractiva... leer con ilustraciones, con bonita música arreglada del Suikoden I y el II y efectos de sonido que espoleaban la imaginación (el aullido de la Bestia Rúnica, por ejemplo, sí alcanza a sacarle a uno un buen susto, y eso que en el Suikoden II nunca se le sintió tan amenazadora); sin embargo, el público de la serie, repartido por todo el mundo y limitado al menos en comparación con otros RPGs, no alcanza a hacer mella para que Konami se anime a producirlo en occidente.

Aunque los Suikoden, por sus características, pueden jugarse independientemente, la ausencia de los Suikogaiden causó algunos agujeros en la continuidad de la trama general para los fans no japoneses. Cuando Nash, ya casi cuarentón y felizmente casado (la identidad de su esposa ha desatado algo de controversia entre los aficionados), se apareció en el Suikoden III (ahora sí lanzado en Norteamérica) como estrella del destino y todavía al servicio de Harmonia, no había manera de enterarse de que el hábil y carismático espía arrastraba tras de sí una larga e interesante historia.


Sección multimedia

  • El intro de Suikogaiden 1; muchos rostros conocidos. La melodía de fondo se llama Currents y es una versión cantada del tema TwoRiver, del soundtrack de Suikoden II.
  • El intro de Suikogaiden 2; con un arreglo del tema de la república de Tinto (ídem arriba).

lunes, septiembre 22, 2008

Receta: Ensalada danesa de frutas

©Cooking Mama, del juego homónimo de Office Create, publicado por Majesco para Nintendo DS.

Una auténtica delicia escandinava y mi postre favorito; muy refrescante para el verano aunque suelo prepararla para Navidad. La receta me la proporcionaron, hace años, dos compañeras de Dinamarca. No hay que asustarse con la extraña combinación de sabores y texturas. Pruébenla. Sabe a gloria.

Ingredientes (para unas diez porciones):

Ensalada:

  • 3 manzanas verdes o amarillas
  • 2 kiwis
  • 1 taza de fresas
  • 1 lata de duraznos en almíbar (de unos 400 gramos, peso neto)
  • 1 lata de coctel de frutas (mismo tamaño)
  • 100 gramos de chocolate con leche en trocitos (el granillo de chocolate y los mini kisses, por ejemplo, funcionan).

Aderezo:

  • 1/2 litro de crema para batir
  • 6 yemas de huevo
  • 6 cucharadas de azúcar o el mismo número de sobres de endulzante de bajas calorías

Herramientas:

  • Ensaladera grande de plástico
  • Cuchillo afilado
  • Cuchara sopera
  • Pelador
  • Batidora manual o eléctrica
  • Recipiente para el aderezo

Procedimiento:

1. Lavar y pelar las manzanas, desinfectar las fresas, extraer la pulpa del kiwi (la forma más sencilla es cortarlo a la mitad y pasar una cuchara entre la pulpa y la piel). Vaciar el almíbar de las frutas enlatadas.

2. Cortar las fresas en cuartos y el resto de la fruta en cuadritos de un centímetro de lado aproximadamente. Echar todo a la ensaladera según se vaya cortando. El coctel de frutas, una vez colado, puede añadirse tal y como está.

3. Agregar el chocolate en trocitos y revolver bien toda la fruta.

4. Separar las yemas de huevo (las claras se pueen guardar durante unos días para preparar omelette) y colocarlas en un recipiente aparte.

5. Añadir el azúcar o endulzante y mezclar con batidora o molinillo de mano hasta que se disuelva bien.

6. Agregar la crema y batir bien.

7. Vaciar el aderezo sobre la ensalada y mover hasta que todo quede cubierto. Refrigerar antes de servir.



viernes, septiembre 19, 2008

Piedras y palos

Fotografía suministrada por SBD, mi cuñada.

30 de agosto - 1 de septiembre de 2008

Parral me recibe con lluvia. Hasta me parece que, para la ocasión, es adecuado. Hace menos frío de lo que me imaginaba y el cielo se ve tan triste.

G. me va a recoger a la centrar camionera. Tampoco ha dormido, y por ahora tiene los ojos secos. Me pregunta que si quiero algo de comer; como llevo casi veinte horas sin tomar nada nos detenemos en un puesto de tortas y burritos. La calle, al lado, parece un río; en Guadalajara esta visión es común, pero aquí...

Al dar la vuelta a la esquina de su casa, G. me muestra la pared que cerca un terreno baldío, colina arriba, y su puerta metálica, doblada y rota. La noche anterior la lluvia desgajó parte del cerro, y fue esa pared lo que protegió las casas del cúmulo de escombros. La calle, con todo, está llena de piedras (algunas muy grandes) que hay que quitar con las manos.

Sigue lloviendo, pero hay que darse prisa; apenas tengo tiempo para darme un baño y descansar unos minutos antes de salir a la funeraria. Cruzamos el puente que separa el centro de Parral de los alrededores; nunca he visto el río tan crecido. El agua ya toca la vialidad (una vía rápida de reciente construcción junto al cauce).

A medida que va anocheciendo, la lluvia arrecia. Una de las asistentes al velorio es la joven esposa de un amigo de G. Se nota que hace un esfuerzo por quedarse el mayor tiempo posible con su marido y los deudos, pero se encuentra muy nerviosa porque hace un rato el agua subió varias decenas de centímetros en su hogar.

- La lluvia, la lluvia - dice. Entre mi pena y su preocupación me siento tan torpe que acabo contándole no sé qué tanta estupidez; cualquier cosa para que se le haga corto el tiempo que decorosamente deja pasar antes de volverse a su casa.

Falta una hora para la medianoche. En Parral las funerarias se cierran a esta hora, y con el clima y mis casi dos días de vigilia lo agradezco.

Esa noche, con la lluva, una de las presas cercanas se desborda. No será la única. El caudal del río que cruza la ciudad aumenta en pocos minutos; la corriente se estrella contra las paredes de las construcciones en la ribera, arrastra vehículos, resquebraja la vialidad, llena las casas más cercanas, da de frente contra un club en donde entonces se celebraba una fiesta de fin de semana y se lleva a varias personas.

El día siguiente, el panorama es espantoso. Nos levantamos temprano y vamos de visita a las casas vecinas; en una nos encontramos a la señora joven de la noche anterior. De su casa queda muy poco o nada. Sus hijos y lo poco de sus pertenencias que consiguieron sacar están en una camioneta.

Había un puente colgante de madera y metal que me gustaba atravesar, nada más por diversión, a la salida de la iglesia; el agua lo arrancó, al igual que otro más sólido que se encontraba hacia los suburbios. Ninguna casa o tienda junto al río está intacta. Hasta en el cementerio hay lápidas desparramadas y tumbas expuestas. A distancia, vemos que mucha gente camina en fila, cargando algunas bolsas o a sus mascotas. El ejército* ya está ahí, y han hecho evacuar varias áreas de la ciudad. Parral será declarada zona de desastre más adelante. Para mí, ya no iba a volver a ser la misma desde antes de llegar.

En la noche, G. va a casa de su amigo a ver qué se puede rescatar. Regresa con la ropa llena de lodo. El aseo tendrá que esperar porque la ciudad estará sin agua por varios días; usamos apenas lo indispensable para mantenernos limpios.

Sigue lloviendo.

No es sino hasta el tercer día cuando el cielo se aclara un poco. Pero el ánimo de G. continúa sombrío, y es comprensible.

- Y esto no es el fin - murmura -. Esto apenas está empezando.

- Mientras estemos juntos, tú y yo - comienzo así mi respuesta, porque siempre hemos sido muy unidos; y entonces lanzo al aire un imprudente desafío -, que lluevan piedras y palos. No me importa -. De inmediato, sin embargo, levanto los ojos y digo para mis adentros: - Pero no te mandes (no exageres), Señor.

Pasan varios días más, y del cielo, tal vez por suerte o misericordia, no ha caído más que agua.

* Ah, el ejército mexicano; es bueno contar con estas personas. En el año 2000, poco antes de las elecciones federales en México, me enfrasqué en una discusión con un colega de la Universidad de Arizona. Él opinaba que sería muy peligroso para mi país el dejar atrás el gobierno “estable” de setenta y tantos años; yo decía que cualquier cambio sería beneficioso. Mi colega sentenció, ominosamente:

- A ver si te parece tan bueno cuando veas al ejército recorriendo las calles.

Fruncí la nariz.

- Aquí el ejército sirve para ayudar a la gente cuando hay algún desastre natural - le dije, y luego eché una mentirota: -. Yo no sé para qué usan ustedes a su ejército -. Oh, claro que sabía -. Pero aquí es para ayudar a la gente.

Años después, el ejército mexicano entró a los Estados Unidos a colaborar en las labores de rescate y apoyo humanitario a los damnificados del huracán “Katrina”. En Parral, me he enterado, su labor ha sido estupenda.

miércoles, septiembre 17, 2008

Reseña de videojuego: Suikoden II


Suikoden (1999)

Productor: Konami
Consola: Playstation

Retro-status: Muy difícil de hallar; su edición fue más o menos limitada. Un ejemplar bien tratado se puede cotizar en e-bay por arriba de los 100 dólares.

Lo bueno: La historia, los personajes, la música, los minijuegos, la continuidad con el título anterior.


Lo malo: La edición norteamericana se hizo mal y a la prisa; tiene numerosos errores de traducción y faltan las piezas musicales cantadas.


Calificación: *****

Suikoden II tuvo un lanzamiento de lo más desafortunado: una campaña publicitaria corta y mala, una edición limitada y mal hecha, y el aparecer con poco más de una semana de anticipación que uno de los RPGs más esperados (y, por su continua exhibición, más quemados) de finales del siglo XX: el Final Fantasy VIII; este título, con mejor mercadotecnia y mayor público base, tenía tan acaparada la atención del género que un juego más humilde y tradicional por supuesto que no le haría sombra.

¿Qué fue lo ocurrió después? El Final Fantasy VIII decepcionó a muchos fans de esta saga; el Suikoden II, por el contrario, fue una experiencia profunda y memorable, y todavía se le considera uno de los mejores títulos para el Playstation. Por encima de sus defectos de traducción y adaptación (que se contagiaron a la versión española; éste fue el primer Suikoden en pasar a nuestro idioma), el título contaba con un argumento inolvidable que era, por sí solo, lo que lo sostenía.

La historia arranca unos tres años después de lo ocurrido en el primer Suikoden, en la frontera entre el país de Highlands y las ciudades estado de Jowston, al norte del ya desaparecido Imperio de la Luna Escarlata.

Ambas naciones han estado en guerra por varios años y se encuentran ahora en una tregua que tal vez de principio a un proceso de paz. La frontera, entonces, es un sitio relativamente seguro para un campamento de cadetes de Highlands que realiza prácticas militares y de vigilancia; en este sitio, dos mejores amigos, Riou y Jowy, esperan que las hostilidades terminen definitivamente para volver a casa.

Una noche, Riou y Jowy deciden, por diversión, darse una escapada y explorar los alrededores. A su regreso, se encuentran con que su campamento ha sido destruído y sus compañeros masacrados con lujo de crueldad; al parecer, Jowston ha roto la tregua y su primer blanco ha sido la parte más vulnerable del ejército de Highlands. Pero los dos chicos espían una conversación privada y se enteran de algo todavía peor; el capitán de su regimiento estaba al tanto de la matanza, y ésta se realizó por orden del príncipe de Highlands, Luca Blight, que busca recomenzar la guerra con Jowston sin otro propósito que saciar su sed de sangre.

Todavía sin dar crédito a lo que acaban de oír, Riou y Jowy tienen que escapar a territorio enemigo; en un momento dado se separan y Riou cae en las manos de un grupo de mercenarios, entre los que se encuentran varios miembros de la antigua resistencia contra el Imperio de la Luna Escarlata. Más tarde, tanto él como Jowy se convertirán en portadores de cada una de las mitades de la Runa de la Creación (posiblemente la más poderosa de las 27 verdaderas); el Escudo y la Espada. El destino de ambas runas es enfrentarse, y el de Jowy y Riou no va a ser distinto, aunque ello no se deberá tanto al símbolo que portan, como a una serie de intrigas políticas, luchas de poder y una desesperada búsqueda de paz y justicia.

El personajes que manejamos (y principal del juego), Riou, tiene, como su predecesor, que reunir a 107 compañeros en una fortaleza y prepararse poco a poco para pelear. A lo largo de su aventura, se involucra también en la de quienes se unen a su causa; en Suikoden II vemos el regreso de varios entrañables personajes del primer juego, conocemos más sobre ellos y completamos algunas de sus historias. Según pasa el tiempo, nuestro castillo se hace más grande y tiene muchas más opciones de actividades y minijuegos (uno de los más divertidos es los concursos de cocina a gran escala).

En cuanto al sistema de pelea, no hay muchos cambios; continúa los turnos, los ataques cooperativos y los combates singulares, pero hay un leve cambio en las peleas a gran escala, ahora más parecidas a los juegos de estrategia por computadora.

Una cuestión muy interesante con Suikoden II es que la línea entre quienes son los buenos y quienes los malos no está nada definida; cada bando lucha por lo que cree y comete dos que tres pecados para lograr sus objetivos. El único villano verdadero es el príncipe de Highlands, al mismo tiempo sádico y demente, y capaz de tantas atrocidades que hasta sus propios soldados tienen que conspirar contra él. Y la difícil batalla final contra Luca Blight ocurre apenas a la mitad de toda la historia.

Quienes jugaron el primer Suikoden tuvieron la opción de cargar los datos guardados al principio del juego nuevo; eso permitía, entre otras opciones, que el héroe de la primera parte, Tir, hiciera amistad con Riou y combatiera lado a lado junto a él. Al segundo título, la historia general comenzaba a hacerse acumulativa y mucho más compleja.

Para hablar bien de Suikoden II faltan palabras; es sin duda uno de los juegos más asombrosos, equilibrados y perfectos (claro, quitando los problemas de la traducción) jamás creados. Quienes por error lo dejaron pasar tendrían buenas razones para arrepentirse; por ahora, el juego no se encuentra más que en subastas por internet y a precios muy elevados (uhhhh... éste es el único juego por el que defendería con uñas y dientes el uso de emuladores y piratería. Sin más voluntad, señores de Konami, de que decidieran por fin sacarlo en su versión para PSP o subirlo a la Playstation Store).

Recomendaciones: Si lo encuentran o si lo tienen, juéguenlo. Eso es todo.

Abstenerse: Si no son videojugadores. Punto.


Sección multimedia

  • El impresionante intro de Suikoden II; música de Miki Higashino, interpretada por coros y orquesta de la Filarmónica de Varsovia. Aviso a quienes lo hayan jugado: un premio (a ver qué se me ocurre) para la primera persona que me diga en comentarios en qué punto del video aparece Georg Prime (que más tarde sería personaje principal en Suikoden V). EDICIÓN: Pues tenemos ganador... cieeeeelos, yo esperaba que durara un poco más de tiempo. Bien, aquí les va el segundo lugar y más sencillo: otro premio para la primera persona que localice en este mismo video a Luc (una entrañable figura de los tres primeros Suikoden). EDICIÓN: Y tenemos un segundo lugar... Felicidades a Snake y a Pei. :>
  • El breve comercial de Suikoden II en Japón, donde la serie comenzaba a volverse de culto; de nuevo los créditos van para Snake. ¡Gracias!

lunes, septiembre 15, 2008

Factor GAMERUSH número 10


Permítanme platicarles un poco de la revista donde colaboro, Factor GAMERUSH.

Por allá en 1999 me ocurrió el primero de varios reveses económicos que me obligó a limitar el consumo de revistas (antes me compraba casi cualquier publicación de videojuegos en el mercado), y tuve que volverme muchísimo más selectiva. Santo remedio; varias viejas favoritas no sobrevivieron al recorte, y la mayor parte de las que me gustaban de veras se acabaron o cambiaron de staff editorial (sigo extrañando la vieja PSM). Después, ya recuperada, resulta que lo selectivo no se me había quitado, y, lo malo de la cuestión, las revistas de videojuegos existentes siempre tenían algún motivo para decepcionarme.


Y entonces, tras planear y planear, por fin el proyecto Factor GAMERUSH cuajó. Y gracias al cielo resultó ser completamente distinto a lo que uno suele encontrarse. Imagínense una revista de videojuegos que también puedan disfrutar los no jugadores, que se lee fácilmente incluso si uno es novato en el género y que además de típicas reseñas está llena de artículos de contenido (eh, yo soy de esas personas que se toma sus juegos muy en serio), y además cargada de regalos; ésta, por ejemplo, viene con un cupón de rentas al 2 por 1 en GameRush, la división de videojuegos de Blockbuster.
Este número 10 traerá un artículo sobre la serie Cooking Mama (que, no tendría objeto negarlo, supongo, es una de mis favoritas); y, como ya ha sucedido en los últimos meses, tendrá dos portadas: la del juego Spore (muy bonito, por cierto) que se podrá encontrar en puestos de revistas, y la de de Blob, para las tiendas de Blockbuster. La revista está a la venta los días 15 de cada mes, y gracias a Dios la distribución al interior de la república ha ido mejorando muchísimo.

El próximo número FGR cumplirá un añito (porque arrancó desde el número cero). En todo su periodo de vida ha tenido números muy buenos, y algunos que de veras me han encantado (y no necesariamente los que han incluído material mío, conste). Su editor, Pepe Saucedo, nos dice que este número 10 es un parteaguas a una etapa nueva de la revista, y que podemos esperar muchas sorpresas para el siguiente.

Si les gustan los videojuegos o les tienen curiosidad, se la recomiendo con la mano en la cintura; para mí es una fiesta participar en ella. Cualquier comentario sobre FGR nos sería de gran ayuda.

viernes, septiembre 12, 2008

Erin Go Bragh!

Aquí en México se considera a septiembre como el mes de la patria; el 16 es el aniversario de nuestra independencia (pasamos de virreinato a república rara). Pero el día que más me gusta es éste, el 12, porque es cuando puedo celebrar al mismo tiempo a mis dos países: el de nacimiento (aquí) y el de adopción (Irlanda).

Cuando, hace tiempo, me enamoré de esa isla de maravillas sin haberla visto nunca; cuando la conocí, por fin, y descubrí una enorme afinidad entre su gente y la de mi tierra; cuando me despedí de ella con dolor en el corazón porque sentía que aún faltaba mucho qué decir, todavía no tenía idea del lazo histórico y profundo que unía a México con Irlanda. Me enteré por casualidad; un día que andaba revolviendo libros en un puesto callejero en Zacatecas descubrí una novelita vieja con la inconfundible cruz celta en la portada; era El Batallón de San Patricio, de Patricia Cox. Una hojeada al volumen, y el conocimiento de un tirón me dejó clavada en mi sitio. ¿Qué? ¿Soldados irlandeses en México? ¿Durante la intervención norteamericana? ¿Que hicieron qué...?

De pronto, muchas nubes en mi cabeza se disiparon; muchas preguntas privadas tuvieron respuesta instantánea. Corrí a la biblioteca en busca de más información. Qué patético; en doce tomos voluminosos de una enciclopedia de historia de México al asunto le dedicaban tres míseras líneas.

Ni modo; habría que extraer con pinzas granos históricos de la novela misma. Durante mucho tiempo no tuve nada más; de pura suerte, en la ciudad donde vine a residir vive también el doctor Michael Hogan, posiblemente la persona que más sabe sobre el batallón de San Patricio, y pude tener fácil acceso a su material publicado por la Universidad de Guadalajara.

Permítanme contarles muy brevemente la historia. En 1846, el presidente de Estados Unidos James K. Polk comenzó una invasión a México. ¿El pretexto? Que los mexicanos habían atacado a ciudadanos norteamericanos en suelo norteamericano. Esto se refería al incidente con Texas (una parte del territorio nacional que buscó hacerse independiente) que terminó en la matanza de El Álamo. Ahora, de nada serviría hacer notar que el incidente de Texas había ocurrido casi diez años antes de que ese territorio se anexara a los Estados Unidos, y que los involucrados, aunque colonos norteamericanos, ya tenían la ciudadanía mexicana y eran criminales bajo las leyes del país (que, bajo pena de muerte, prohibían la posesión de armas; dura lex, sed lex). La represión de El Álamo fue algo terrible, pero no quiero imaginarme qué ocurriría si de pronto los habitantes de Florida (muchos de ellos cubanos) decidieran independizarse de su país con todo y el estado.

Esta guerra, muy injusta, terminó con la pérdida de más de la mitad del territorio mexicano al país vecino.

Había demasiado en contra; el ejército invasor era muy poderoso, México no estaba preparado ni organizado para semejante contratiempo, y quienes tenían poder eran una verdadera bola de ineptos, empezando por el presidente Antonio López de Santa Anna. Con todas las de perder, ¿habría alguien que apostara por nosotros, que se pusiera de nuestro lado sólo por convicción, sólo por creer que una piedrita en medio de una corriente haría la diferencia? Por sorprendente que parezca, la respuesta es sí. Una piedrita hace una onda.

Entre las tropas norteamericanas había unos pocos centenares de inmigrantes que habían escapado del hambre y la miseria en una patria añorada. En el nuevo mundo (el pedazo que era Estados Unidos, pues) los trataron con las patas, por ser católicos y por ser irlandeses. Con la promesa de ciudadanía y mejor trato, se unieron al ejército y marcharon contra México.

Una vez ahí, la situación les pareció conocida: Un país poderoso que atacaba a otro sin mayor afán que expandir las fronteras; la religión de los padres, pisoteada y manchada... ¿no era eso lo que estaba pasando en su Irlanda, que padecía bajo las garras inglesas? Y entonces los irlandeses hicieron algo que sólo los hijos de esa isla bella y valiente pudieron haber llevado a cabo: se cambiaron de bando y apoyaron a los más débiles, just because it was the right thing to do.

Los irlandeses (junto con alemanes, mexicanos, polacos, italianos y algún que otro esclavo estadounidense escapado) se unieron bajo una bandera verde y el nombre del santo patrono de Irlanda. Su capitán se llamaba John Riley y era de Clifden, al oeste de la isla.

En esta canción de David Rovics, Saint Patrick's Battalion, se cuenta otro poco de la historia. He puesto la letra en inglés seguida de un intento de traducción. Me gusta mucho la colección de fotografías de este video.






My name is John Riley
I'll have your ear only a while
I left my dear home in Ireland
It was death, starvation or exile
And when I got to America
It was my duty to go
Enter the Army and slog across Texas
To join in the war against Mexico

It was there in the pueblos and hillsides
That I saw the mistake I had made
Part of a conquering army
With the morals of a bayonet blade
So in the midst of these poor, dying Catholics
Screaming children, the burning stench of it all
Myself and two hundred Irishmen
Decided to rise to the call

Coro:
From Dublin City to San Diego
We witnessed freedom denied
So we formed the Saint Patrick Battalion
And we fought on the Mexican side


We marched 'neath the green flag of Saint Patrick
Emblazoned with "Erin Go Bragh"
Bright with the harp and the shamrock
And "Libertad para Mexicana"
Just fifty years after Wolf Tone
Five thousand miles away
The Yanks called us a Legion of Strangers
And they can talk as they may

(Coro)

We fought them in Matamoros
While their volunteers were raping the nuns
In Monterrey and Cerro Gordo
We fought on as Ireland's sons
We were the red-headed fighters for freedom
Amidst these brown-skinned women and men
Side by side we fought against tyranny
And I daresay we'd do it again

(Coro)

We fought them in five major battles
Churubusco was the last
Overwhelmed by the cannons from Boston
We fell after each mortar blast
Most of us died on that hillside
In the service of the Mexican state
So far from our occupied homeland
We were heroes and victims of fate



Me llamo John Riley.

Quisiera que me escucharan un momento.
Dejé mi amado hogar en Irlanda;
era la muerte, el hambre o el exilio.
Y cuando llegué a los Estados Unidos
tuve, como era mi deber
que ingresar al ejército que cruzaba Texas
para unirme a la guerra contra México.

Fue ahí, en los pueblos y laderas
cuando me di cuenta del error que había cometido.
Era parte de un ejército invasor
con la conciencia de una hoja de bayoneta
Entonces, en medio de estos pobres, agonizantes católicos,
los niños que gritaban, el ardiente hedor de todo
yo y doscientos irlandeses
decidimos acudir al llamado.

Coro:
Desde Dublín hasta San Diego
vimos la libertad oprimida
Entonces formamos el Batallón de San Patricio
y peleamos al lado de los mexicanos.

Marchábamos bajo la verde bandera de San Patricio
y el blasón de “Erin Go Bragh”
brillando con el harpa y el trébol
y “Libertad para [la República] Mexicana”.
Apenas a cincuenta años de Wolf Tone
y a cinco mil millas de distancia.
Los yankis nos llamaron “Legión de extraños”
y pueden decir lo que les dé la gana.

(Coro)

Contra ellos peleamos en Matamoros
Donde sus voluntarios violaban a las monjas
En Monterrey y Cerro Gordo
luchamos como hijos de Irlanda
éramos los colorados guerreros de la libertad
entre mujeres y hombres morenos
Lado a lado combatimos la tiranía
y, me atrevo a decir, lo volveríamos a hacer

(Coro)

Combatimos en cinco importantes batallas
Churubusco fue la última
aplastados por los cañones de Boston
caímos tras cada descarga de mortero
La mayoría morimos en esa ladera
al servicio de la nación mexicana
tan lejos de nuestra patria ocupada
fuimos héroes y víctimas del destino.


Wolf Tone fue uno de los precursores de la independencia de Irlanda. A los irlandeses los mexicanos les decían “los colorados valientes” porque muchos eran pelirrojos.

La batalla de Churubusco (un convento fortificado) se perdió entre otras cosas porque Santa Anna mandó las municiones equivocadas a los artilleros que apoyaban a los San Patricios. En tres ocasiones alguien izó la bandera blanca, y en las mismas tres uno de los San Patricios corrió a bajarla. La mayor parte de los miembros del batallón que sobrevivieron a la batalla fueron juzgados con saña por los vencedores norteamericanos; se les declaró culpables de traición y deserción, y los ejecutaron en la horca a la vista del castillo de Chapultepec. Les habían dicho que morirían en el momento que la bandera norteamericana ondeara sobre el castillo, pero no se esperaban que la resistencia ahí (era la sede del colegio militar, y sus defensores, en mayoría, muchachitos) sería tan dura. Los irlandeses tuvieron que aguantar varias horas en el sol, y como el castillo no caía, comenzaron a burlarse y a bromear frente a sus futuros verdugos.

Hasta hace poco no había mucho que se supiera sobre estos héroes, pero me alegra ver que poco a poco esto va cambiando; acabo de comprarme una nueva novela del tema que se llama México por asalto, de Guillermo Zambrano. Más adelante les paso reseña, y también de los libros del doctor Hogan.

La segunda vez que fui a Irlanda pasé por Clifden demasiado rápido; en caso de regresar por allá, me quedaré en un B&B que se llama Aisling’s House (sólo por sentirme en casa) y buscaré algún espacio verde para meditar. La bandera mexicana, estoy casi segura, en este momento, está colocada en la plaza principal de esta ciudad.

Si, como me dijo mi amigo Fëaluin, el capitán Riley está enterrado en Veracruz, me gustaría darme una vuelta por allá, alguno de estos días, para visitarlo, supongo, y tal vez para hacerle algunas últimas preguntas. Y espero, para el año que entra, lanzarme al Distrito Federal, donde los 12 de septiembre, en la plaza San Angel Inn, suenan uno tras otro los himnos nacionales de México e Irlanda.

miércoles, septiembre 10, 2008

Héroes de Suikoden: Tir McDohl

"Mi espíritu desafía toda adversidad
Mi espíritu arde más que la roja luz del sol"


男兒當自強

Mi buen amigo Hellnike, un estupendo dibujante, se ha ofrecido muy amablemente a ilustrar mi especial de Suikoden. ¡Eso me ha hecho sentirme en las nubes! Espero que ustedes disfruten de su arte tanto como yo.

Si todo sale bien y no hay demasiadas presiones por parte de su trabajo, tendremos por aquí imágenes de los héroes principales de la saga. Ésta de Tir McDohl, el protagonista del primer juego, es sin duda la recreación más dinámica que le he visto. Guau, Hellnike.

Las líneas que aparecen bajo el cuadro (y siguientes) son de una canción tradicional china, "A las órdenes del general", que se ha utilizado en las películas con Jet Li Érase una vez en China, sobre el héroe de la vida real Wong Fei Hung. El nuevo nombre de la canción es ése que puse, así que si alguien sabe leer chino, le agradecería que me diera el significado. La he visto traducida como "Un hombre debe bastarse a sí mismo" y como "Un hombre resuelto", pero no estoy segura de nada. Las líneas que presento son de la traducción de un estudiante chino en los Estados Unidos.

Bien, demos un vistazo a nuestro protagonista:

Tir McDohl
Estrella: Tenkai (la estrella líder del cielo)
Personaje equivalente del Shui Hu Zhuan: Sung Chiang, la Lluvia Oportuna
Videojuegos: Suikoden, Suikoden II, Suikogaiden II
Arma: Bastón

Fue un verdadero fastidio que en varios de los Suikoden se optara por tener un personaje principal mudo, muy al estilo de los Zelda, pero ciertos detalles al menos permitían darnos una idea de la cómo sería la personalidad de cada quien. Tir comienza como un chico muy mimado, obediente pero algo caprichoso, que tiene que endurecer su carácter poco a poco. Su mayor razón de ser es su familia (su padre y sus tres sirvientes, de hecho) y sus amigos. Es muy leal, valiente, voluntarioso y, cuestión muy interesante, capaz de perdonar a sus enemigos, sin importar lo que le hayan hecho. Cuando nos lo volvemos a encontrar tras el primer juego, se ha convertido en una persona mucho más madura y serena, y por decisión propia ha dejado atrás el campo de batalla.

Reseña de videojuego: Suikoden


Suikoden (1996)

Productor: Konami
Consola: Playstation

Retro-status: Difícil de hallar completo. Con un poco de suerte, se puede encontrar en subastas por internet a precios que rondan los 50 dólares.

Lo bueno: La trama, la música y el desarrollo de los personajes.

Lo malo: Sus gráficos resultaban engañosamente simples.

Calificación: ****

Tir, el hijo de Teo McDohl, un general del próspero Imperio de la Luna Escarlata, ha llevado una existencia cómoda y más o menos despreocupada al lado de su padre, su mejor amigo Ted y tres sirvientes que lo protegen y lo miman hasta el cansancio. Al llegar a la adolescencia entra al servicio del emperador, y como a cualquier soldado inexperto, le asignan misiones de reconocimiento sencillas.

Sin embargo, es por medio de estas misiones que Tir y sus compañeros se dan cuenta de que algo no está bien en el país, y que el emperador, desde siempre un hombre justo, ha cometido actos de tiranía contra su pueblo. Peor aún; en un momento de peligro, Ted revela un secreto que ha estado guardando durante trescientos años: él es el portador de una de las 27 runas verdaderas, la runa de la vida y la muerte, mejor conocida como la Devoradora de Almas debido a su terrible poder, y durante toda su vida ha estado huyendo de Windy, una hechicera que busca esa runa con quién sabe qué propósito y que es ahora la amante del emperador. Herido de gravedad, Ted le pasa a Tir la Devoradora de Almas, y éste, en compañía de dos de sus sirvientes, el fiel Gremio y la valiente Cleo, tiene que escapar a su vez para evitar que la runa caiga en manos de Windy.


En la huída, los tres fugitivos se encuentran con Viktor, miembro de un movimiento de resistencia contra el imperio. Tras varios incidentes, Tir termina como líder de esa resistencia, y en compañía de otros 107 aliados decide ponerle fin a las injusticias que atormentan la nación, aunque ello lo lleve, en un momento dado, a enfrentar a su propio padre.

La historia del primer Suikoden, menos profunda y compleja que la de las siguientes entregas pero igual de apasionante, compensa con mucho sus limitaciones en las gráficas y su sistema de juego algo derivativo. Como ya es la costumbre en una buena parte de los RPGs, la trama se mueve por exploración y diálogo, con peleas al azar y un sistema de combate por turnos. Sin embargo, Suikoden proporcionó en su tiempo algunas novedades interesantes: hasta seis personajes participan en los combates, en dos hileras, y hay que observar cuidadosamente el tipo de arma que emplean (de corto alcance, como espadas y dagas, o de largo, como lanzas, arco y bastón) para colocarlos en la fomación adecuada. Si dos o más personajes entablan algún tipo de relación (de amistad, amor, camaradería, etc.) pueden ejecutar ataques conjuntos.

Otro elemento novedoso que se convertiría en distintivo de la serie fue la presentación de batallas a gran escala y combates singulares.

La exploración tiene un papel especialmente importante; una buena parte del tiempo de juego se consumía en buscar y reunir a los 108 personajes que representaban a las estrellas del destino; el final del juego depende de si esto se logra o no. Algunos de estos personajes se unen al grupo según lo requiere la historia; para otros hay que quebrarse un poco la cabeza. Un detalle muy interesante está en la idea de que a un ejército no lo componen sólo soldados, sino granjeros y pescadores que se encargan de conseguir la comida, cocineros que la preparan, médicos que se encargan de los heridos y hasta músicos y artistas para levantar el ánimo de las tropas; y entre los 108 hay jóvenes, ancianos y hasta niños, todos bajo la bandera de una causa y reunidos en una fortaleza lacustre que va creciendo y haciéndose más bulliciosa a medida que se avanza en el juego y el protagonista va consiguiendo más aliados.

Mientras que por un lado, Suikoden proporciona muy buenos ratos de entretenimiento (varios pasatiempos se conjuntan con el juego principal), sin duda lo que más se graba en la mente es el increíble desarrollo de sus personajes, y los múltiples momentos dramáticos que acompañan la historia (la impresión de uno de ellos sigue clavada en mi memoria después de diez años y pico). Suikoden tal vez no muestra demasiado atractivo estético para los aficionados a los efectos visuales, pero los amantes de las grandes épicas tienen el plato servido. Y este juego no es sino el principio.

Recomendaciones: Para aficionados a los juegos de RPG menos sofisticados pero más profundos que Final Fantasy.

Abstenerse: Si de plano prefieren los juegos de acción y matanza, o si lo que les llama la atención de un juego es el aspecto visual.


Sección multimedia

  • Intro de la versión de Suikoden para SegaSaturn que apareció en Japón; es muy similar a la de Playstation, pero bastante más detallada. La melodía de fondo es el tema principal de la serie, Genso no Sekai (Mundo de ilusiones).
  • Comercial de Suikoden en Japón; uno de los más bonitos que he visto en mi experiencia con videojuegos. Muchísimas gracias a Snake por capturar y subir este video. ¡Eres a todo dar! =>

lunes, septiembre 08, 2008

Un recuerdo de la señora L., mi suegra


Muchas razones tenía yo para reírme de los cuentos de horror que se susurraban las amigas sobre las tormentosas relaciones entre nueras y suegras. Todo aquel rollo de la competencia entre una esposa y una madre me hacía bostezar. Supongo que ello tenía más que ver con mi buena fortuna (y la de G. también, porque mi mamá, desde hace ya muchos años, se refiere a nosotros dos como “mis hijos”) que con la realidad, porque hay madres políticas, ya sé, que son posesivas, egoístas y hasta malvadas que andan tan campantes por el mundo, envenenando su existencia y la de otros. Pienso en mi suegra, y me sorprende cuán pasmosamente injusta puede ser la vida.

La señora L. era encantadora, y tenía ese carisma tan especial que acabó heredando su guapo hijo. Con inmensa generosidad me recibió en su familia desde el principio; apenas nos conocimos, y le pidió a G. una foto de su bajita y fea novia para colocar en un marco de gatito junto a los retratos de sus hijos, su esposo y ella. Algo que no voy a dejar de lamentar es no haberme casado antes para poderla tener más tiempo como madre política de en serio; ¿qué diferencia hubiera hecho? Cuando de pura casualidad mi propia mamá se encontraba lejos, era ella quien escuchaba mis problemas, me secaba las lágrimas y, en un un acento norteño marcadísimo (en las mujeres, éste se muestra en un tono de voz más agudo que el español mexicano estándar y una entonación muy dulce) me rociaba de consejos; cuando G. era el de las dificultades, el asunto se trataba de mujer a mujer.

La señora L. tenía una energía contagiosa y vibrante, y su risa era como si un montón de piedrecillas cayeran de repente a un arroyo recién llovido. Así era cuando la conocí, así fue todo el tiempo. Lo menos que hubiera podido pensar, lo que no hallaba ni motivo para creerme, es que la señora estaba enferma. Que lo había estado, de hecho, durante más de veinte años.

Cuando nació la hermana de G. (él tendría unos cuatro años entonces) la señora L. recibió una transfusión de sangre contaminada de hepatitis C. Esa enfermedad ataca directamente el hígado, y muy poco a poco comienza a hacer estragos en el organismo: se mete con las defensas, con la coagulación...

Se me hace tan difícil, en este preciso instante, pensar que ya no sirve de nada ponerse a hacer conjeturas sobre posibles remedios y soluciones. Muchas veces me saba por llenarme de esperanzas y compartirlas con ella y con G. Que si se hablaba de un tratamiento nuevo, que si un medicamento a prueba... a ver, a ver, ¿y un transplante de hígado? Sí, había riesgos y eso. ¿Un donante? Rayos, sólo mi corazón estaba comprometido y aún ése podría hallar mejor uso en caso de que mi hígado le sirviera de hecho a la señora L. No fui la única con esos pensamientos. Supe de al menos dos personas más.

Bueno... Años y años pasaban, y mientras los síntomas no fueran severos, era (tal vez demasiado) fácil olvidarse del padecimiento de la señora. A ella no le daba por quejarse; absorbía el tiempo enfrascada en sus dos hijos, por los que sentía punto menos que devoción; en su casa, su marido y, los últimos años, el cuidado de su madre anciana. Los ratos libres ocupaba las manos en diversas labores. Todo sin perder el buen carácter. Yo, con tendencia a la pereza y al enojo fácil, le decía a G. que la admiraba por ello. Él movía la cabeza.

- Lo que pasa - me decía - es que no la conoces. Mi mamá puede ser muy difícil. Muy difícil.

Tenía que pasar un rato antes de que me diera cuenta de en qué consistía esa “dificilidad”. Como buena geminiana, la señora L. tenía una terquedad al cuadrado y trataba de multiplicarse por dos. Para que las cosas salieran bien, las tenía que hacer ella. Cuando se le ordenaba reposo, insistía en levantarse.

- Tal vez fue por eso - comentó una de mis estuidantes, y cuando yo esperaba alguna observación sobre el deterioro de la salud de mi suegra, terminó: - que vivió tanto.

Y sí. La señora L. duplicó la expectativa de vida promedio de alguien con hepatitis C. De cualquier forma, ese tiempo fue corto, tan estúpidamente corto.

El descubrimiento del internet y sus ventajas le cayó perfectamente a la señora. Siempre estuvo muy unida a G., y las quince horas de distancia que los separaban (de Parral a Guadalajara), acortadas por maravillas como el Messenger, el Skype y el correo electrónico, fueron punto menos que gloriosas tras los más de diez años que G. llevaba ya viviendo en la ciudad.

A mí no me daba por intervenir en las ciberconversaciones pero las escuchaba desde un cuarto contiguo. Me encantaba oírlos jugar (el Skype y el Messenger tienen pasatiempos gratuitos que nunca utilizo; G., en su infancia, solía entretenerse con familia y amigos en juegos de mesa), y era tan divertido cuando G. comenzaba a pegar de gritos ante una derrota inminente.

- ¡No, mamá! ¡No puedes hacer eso, mamá!
- Que cómo no...
- ¡Ya verás, mamá...! ¡No, no se vale!
- ¿Ya ves que sí...?
- En la siguiente sí te voy a joder, mamá...
- ¿Sabes por qué pierdes? ¡Porque eres un pendejo!

No se guardaban ninguna palabrota, pero todo era en buena armonía y entre un sin fin de carcajadas. Cuánto voy a extrañar esas voces. Cuánto extrañaré también las tarjetas electrónicas que, sin más motivo que alegrarme el día, caían por mi buzón.

Nadie mejor que la señora L. para tener bajo control los hábitos desagradables de G. Como ése de echar mentiras. A G. le encanta inventar cuentos sobre los asuntos más diversos (en nuestra primera llamada telefónica se hizo pasar por un supuesto primo y me platicó historias lúgubres del pariente que había perdido la chaveta por tanto leer fantasía y ciencia ficción), y con toda seriedad los relata. Cuenta el final de una película que no ha visto, transmite recados que nunca se dieron, se pone a citar pasajes inexistentes de la Biblia; quién sabe qué más. Lo bueno es que nadie cae en los engaños por más de dos veces a menos que sea realmente ingenuo o poco observador. Ah, pero pobre de G. si comenzaba con su jueguito delante de la señora L. Ella fingía un arranque de impaciencia y compenzaba a darle de sopapos.

- ¡Cómo dices tonterías! - le decía entre palmada y palmada.

Lo mismo, siempre que a G. se le ocurría meter la mano en mi plato a la hora de la comida (algo que sigo detestando), le esperaba un manotazo seguro si ella estaba presente. Él se encogía de hombros y me hacía notar:

- Pero fíjate que cuando le agarro su comida no me dice nada.

Y así era, tanto que ella lo quería.

Por concentrarme en mis propias desdichas, por seguir alimentando esperanzas, por fantasear con la idea de que mi hígado (o el de cualquiera) le salvaría la vida, por hacer planes para la próxima Navidad o año nuevo, no me di cuenta completa de los cambios en los últimos meses. De vez en cuando sucedía que la señora padeciera de hemorragias internas, que vomitara sangre, que no se sintiera bien; todo se solucionaba con un par de días en el hospital. Pero este año ella iba al hospital a cada rato, y siempre que hablaba conmigo por teléfono me decía que estaba muy, muy cansada.

La noticia me cayó de sorpresa, a la media noche, casi al final de las vacaciones de verano, en Zacatecas, a la mitad de una alegre conversación con amigos. G. estaba en un autobús de camino a Parral en lo que, creía, era otra visita de rutina. Ya no dormí más. Lo único que quería era reunirme con mi esposo. Lo hice unas quince horas después; abrazados y con una pena gigantesca sobre la espalda, permanecimos sin decirnos la gran cosa mientras llegaban a saludar parientes y amigos, montones y montones, porque así de popular era la señora L.

Estábamos empapados de la misma lluvia que, apenas horas después, inundaría Parral.

El funeral fue al dia siguiente, en medio de todo el desastre. La lluvia no paraba más que minutos. De camino al cementerio pasamos por paredes caídas, vehículos volcados, casas arrasadas. Cuando llegamos, me llamó la atención ver a un perrito blanco, como cruzado de French Poodle, que andaba rondando las lápidas. Me acordé que unos meses (apenas unos meses) atrás la señora L. nos había llevado ahí para dejar unas flores en la tumba de la abuelita, y que los tres, amantes de los animales, habíamos reparado en un perrito parecido. ¿O sería el mismo? Se lo pregunté a G.

- Sí - me respondió él, muy serio -. Se alimenta de cadáveres.

Casi oí en el momento el ruido de un cocotazo y la voz alegre de la señora L. ¨¡Cómo dices tonterías! ¡Cómo dices tonterías!¨. Bajo los escombros de su corazón, ahí seguía, intacto, el retorcido humor de G. Y en algún lado, quién sabe dónde pero sospechaba que muy cerca, estaba el espíritu de su mamá.

La vamos a extrañar; oh, sí. Pero, aunque no sea un punto determinado, tendremos hacia donde mirar.


“- Con dolor hemos de separarnos, mas no con desesperación. ¡Mira! No estamos atados para siempre a los confines de este mundo, y al otro lado hay algo más que recuerdos".

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Del apéndice A de El Señor de los Anillos (J.R.R. Tolkien)
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