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lunes, enero 24, 2011

FIL 2010: Oído al pasar

El magnífico stand de Editorial Porrúa en FIL 2010, Guadalajara.

Esta entrada llegará un poquito tarde; de hecho hubiera resultado muy oportuna en el mes de diciembre pasado. Cada Feria del Libro de Guadalajara mi capitán y yo, además de volvernos locos con las compras, asistimos a conferencias y presentaciones de libros. Este año lo hicimos también, y aunque por costumbre suelo poner alguna crónica de las mejores, ninguna este año fue lo suficientemente espectacular, no obstante lo simpático e interesante de su contenido.

Lo más divertido, cree una servidora, fue lo que pudo oírse en los pasillos. De ello, y también de algunos momentitos de las conferencias, les he guardado unos preciosos botones. Les llamará la atención que muchas frases ingeniosas vienen de niños. Espero que sean de su agrado, y les agradezco su paciencia en todo este tiempo en el que el blog y una servidora están adaptándose a un nuevo ritmo de vida.


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“Acá es el área de profesionales; como quien dice, oficinillas”.

El Capitán mientras guiaba a uno de sus alumnos que por primera vez visitaba la FIL.


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“Es que uno se aburre cuando no está acompañado. O cuando no está haciendo nada”.

Un chico de unos diez años, sobre las razones de cultivar el hábito de la lectura.


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“¿Viste cómo le robé diez pesos a *Fulanita* y ni cuenta se dio?”

Un empleado del stand de CONACULTA a una de sus compañeras.


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En un stand de ofertas, había un libro de geometría titulado “El Cono”. Tenía una etiqueta de precio rectangular sobre la “N”. ¿Se imaginan ustedes qué fue lo que leí...?


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“¡Morirás!”

Niñito de cuatro años a su hermanito ligeramente menor, al trepar de repente al estrado donde se transmitía un programa en vivo de Radio Mujer.


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En una presentación de autores independientes, el escritor Paco Ignacio Taibo II, que era invitado especial, habló un poco sobre los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución en México. Criticó fuertemente al dictador Victoriano Huerta por su adicción al alcohol, y acto seguido abandonó el sitio porque tenía una urgente necesidad de fumar.


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Sobre la misma presentación, la noche de ese día:

Aisling (es decir, yo): Paco Taibo dijo que Guadalupe Victoria jamás pronunció su frase famosa “Va mi espada en prenda; voy por ella”.

Capitán (entre dientes y con una rabia que sí me alcanzó a desconcertar): Claro que SÍ lo hizo...


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En ese foro, la autora Rosalina González Díez presentó un libro en el que postula la teoría de que los habitantes del continente americano llegaron aquí de la Atlántida (?). Dijo, con tremenda pasión: “Yo vivo en este planeta; quiero saber cómo llegué”.


Un joven asistente, sentado delante de mí, le susurró a un compañero: “Hay que decirle cómo; ella no sabe”.


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“¿Va a haber vino blanco?”

Chico de unos siete años antes de la presentación de un libro.


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“Quiero que aprendas que el dinero no es tan padre”.

Papá a su hijo en frente del stand de Granica.


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“Cómo sustenta su vida en fantasías; qué grueso”.

El capitán, en la presentación del libro Conspiración 2012, que habla de cómo fuerzas oscuras preparan el fin del mundo... empezando con México.

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Para cerrar con broche de oro, lean ustedes dos fragmentos de una auténtica conversación académica: El profesor Víctor Campa, del Instituto Tecnológico de Durango, y una servidora. ¡Qué profundidad! ¡Qué erudición!

Aisling: Don Lucas Alamán era un fresa.
Prof. Campa: ¡Fresísima!

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Aisling: El barón Von Humboldt también hablaba muchas lenguas.
Prof. Campa: Sí. Era un sabio.
Aisling: Y estaba muy guapo.
Prof. Campa: ¿Ya vio la imagen de él que pusimos en nuestro libro?
Aisling: Sí, pero ahí no sale guapo.
Prof. Campa: Es que no lo retocaron con Photoshop.
Aisling: ...
Prof. Campa: ¡Debería verme a mí cuando me retocan! 

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Muchas gracias, como siempre, por seguirme aguantando. 

viernes, diciembre 03, 2010

Hallazgos y recomendaciones de FIL 2010

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No he actualizado el blog como es debido en estos últimos días, pero no quería dejar pasar más tiempo sin ponerles mi lista de hallazgos y recomendaciones para la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Más adelante, con más calma, me pondré a contarles algunas anécdotas y, por supuesto, frases ingeniosas pescadas al aire. Si andan por Guadalajara en estos días, espero que lo siguiente les sea de utilidad.

Les recomiendo primero visitar el área internacional, donde se encuentran las ofertas más tentadoras. Eso sí; hay que buscar bien.

  • La distribuidora Azteca (pasillo LL) trae los libros de arte y novelas gráficas de costumbre, todos carérrimos. Si hay dinero de sobra, se puede invertir en los comics de Corto Maltés y en Persépolis y la otra novela de Marjane Satrapi.
  • Pero Azteca extendió sus dominios hasta el stand LL 13, y puso varios libros de Ediciones Alejandría a precios tan bajos como 50 y 70 pesos. Los mismos que en la Librería Colofón del área nacional cuestan cuatro o cinco veces más.
  • En la distribuidora Edmax (pasillo MM) hay montones de películas, comerciales, de culto, documentales y de todo, a precios muy accesibles, de treinta y tantos a cien pesos. Conseguimos ahí La Flauta Mágica de Ingmar Bergman.
  • La distribuidora Asgard, en el pasillo HH, trae una de las mejores novelas de fantasía que le han tocado a una servidora: Las puertas de Anubis de Tim Powers. También tienen algunos ejemplares de Canción de Hielo y Fuego de George R.R. Martin.
  • No hay que olvidarse de pasar por la Estación Bolsillo, donde podrán conseguir algunos títulos de otros puestos en tapa blanda y mejor precio.
  • En el stand de Global Book encontrarán un buen surtido de material en inglés, en especial novelas gráficas como la recientemente popular The Walking Dead, y algunos preciosos libros de ilustración como The Art of Capcom by Udon. No están baratos pero al menos el precio no está inflado como ocurrió el año anterior.
  • Dastin Ediciones, en el stand KK36, trae nuevamente saldos de editoriales españolas. Entre las curiosidades más interesantes podemos hallar una edición íntegra y bien traducida de Beowulf y dos libros de Philip Reeve: Máquinas mortales y La sombra del torturador, que se mueven en el género steampunk. Todo a menos de cien pesos.

Pasemos ahora al área nacional.

  • La librería Parroquial de Clavería trae nuevamente sus novelitas fantásticas y juveniles a sólo 10 pesos. Si evitan las editoriales religiosas por hábito, están en un error, pues en muchas pueden hallarse ofertas así de interesantes. Obvio que los libros son saldos, y me pregunto qué ocurrirá el día que se les acaben; pero mientras tanto hay que aprovechar para quedarse con Doneval y Favila, de Graham Dunstan Martin, contemporáneo de Tolkien.
  • En esta misma tienda, por 600 y pico pesos, pueden adquirir la biografía de John Henry Newman escrita por Ian Ker. Es muy linda, pero el precio al menos para mí está imposible. Una servidora tuvo la gracia de colaborar como traductora negra (entre varias personas más) de esta obra. Me había apuntado como voluntaria pero finalmente se me pagó, y muy bien. La parte no monetaria pero igualmente valiosa de la recompensa que recibí fue una frase de una de las traductoras principales: “De haberte conocido antes, te hubiéramos dejado a ti todo el libro”; y el que alguien me considerara digna de verter en mi lengua nativa las palabras de Newman, aparecidas en citas aquí y allá, que me consolaron en tiempos difíciles y fueron el equivalente de besos en un alma medio rota.
  • En el pasillo L, Editorial Sexto Piso trae muy buenas obras ilustradas; a destacar varios cuentos de Solomon Kane y una novela gráfica de Moby Dick. El precio sería el único inconveniente.
  • En Grupo Editorial Anaya se pueden hallar varias ofertas de libros fantásticos a 50 pesos, como La espada rota de Poul Anderson, una buena y muy seria novela de fantasía con un final tan malito que casi la convierte en comedia; y Manuscrito hallado en Zaragoza.
  • Ediciones B trae sus mismos libros de fantasía en oferta del año pasado; los Cuentos Completos de Isaac Asimov y la muy interesante novela Vencer al dragón de Barbara Hambly serían mi recomendación principal, pero no la única.
  • Editorial Océano tiene un libro absolutamente fenomenal: la novela gráfica de El principito de Saint-Exupéry, adaptada y dibujada por Joann Sfer. Ningún fan de la obra original debería perdérsela. Las agonizantes glorias de Harry Potter y las efímeras de Percy Jackson también están aquí.
  • Ya que hablamos de glorias agonizantes y efímeras, Grupo Santillana dio con una mina de oro cuando su elitista y según eso sinónimo de calidad Editorial Alfaguara publicó la saga de Crepúsculo (no que no hubieran sacado basura antes). Pero como ya vieron que lo juvenil rarito pega, tienen ahí la novelita que intentan también poner de moda, Monster High. Si quieren algo bueno, mejor busquen en el mismo stand las obras de Joe Hill, el hijo de Stephen King.
  • Y sigamos con Stephen King: pueden hallar prácticamente todo lo de él en Random House Mondadori, en bolsillo y hasta en mesa de ofertas. Si Eragon no los ha hecho bostezar aún, completen aquí su colección.
  • El stand de Conaculta trae, en versión rústica y tapa dura, la adaptación de Beowulf que ya les había recomendado. Lo más bonito que hay aquí son sin duda los libros para niños, y una servidora se dedicó a escarbar algunos sobre la historia de México, mi penúltima obsesión del año.
  • Si pasan por Editorial Planeta buscando cosas de fantasía y ciencia ficción, quedan prevenidos: trajeron lo mismo del año pasado, pero al triple de caro. Por ahora promocionan los libros de Narnia.
  • Editorial Juventud es engañosa; muchos libros juveniles en el stand. Pero si se acercan lo suficiente (y cuentan con una buena cantidad de dinero), vayan por los diccionarios. Son excelentes para traductores.
  • El stand de Ediciones SM sigue, como todos los años, lleno de libros interesantes a precios accesibles (siempre y cuando no se trate de sus ediciones a tapa dura). Si son fans de la fantasía de Laura Gallego (una servidora todavía no) les alegrará ver una mesa prácticamente dedicada a ella, y saber que su saga Memorias de Idhún está siendo adaptada a novela gráfica. De hecho, SM apuesta fuerte por este tipo de material, y tienen adaptaciones de obras como Hamlet, Romeo y Julieta y Fuenteovejuna en formato de comic o librito ilustrado. Nada malos.
  • En el mismo stand pueden hallar una novedad: Los viajeros, antología de la ciencia ficción mexicana de Bernardo Fernández, BEF, que sería excelente a no ser por la desafortunada (aunque casi juraría que intencional) omisión de Gabriel Benítez, autor de la novelita finalista del premio Ignotus Fluyan mis lágrimas, publicada por Grupo Editorial Ajec en España. De todas maneras, para que veamos que el panorama del género en México es muy amplio, esta antología incluye el que, para una servidora, es el segundo peor cuento de ciencia ficción jamás escrito en nuestro país (el primero es del mismo autor). No voy a decir cuál es; ustedes lo sabrán de inmediato cuando lo lean.
Y bueno, esas son las recomendaciones; mil disculpas por haber tardado tanto en subirlas. Más de la FIL en los días por venir.

domingo, noviembre 14, 2010

Otra (menos desquiciada) aventura en la biblioteca



Tener reflexión histórica, no solamente datos históricos [...]
Pero si estos datos no nos invitan a la reflexión, a la
identidad histórica y a la identidad como nación,
no nos sirven de nada.

Sandra Molina, historiadora.


Desde el pasado mes de octubre (más o menos) comenzó a nacerme un interés... ok, dejemos por la paz los eufemismos... obsesión, por una figura histórica mexicana, la del general insurgente (y primer presidente de México) Guadalupe Victoria. Las razones ya las discutiremos después; lo mismo, si gustan, los detalles y los objetivos. Por lo pronto aún ignoro si me pegó el fervor del Bicentenario (la celebración nacional de los doscientos años del inicio de la lucha armada que llevaría a México a su independencia) o si el asunto tuvo que ver con mi cambio de trabajo y el repentino descubrimiento de que la felicidad puede hacer daño cuando el organismo de uno se ha acostumbrado a la desdicha.


Como sea, el asunto es que comencé por leer una novela sobre este personaje, Victoria, de Eugenio Aguirre. Después conseguí una biografía más seria pero mucho más parca escrita por la historiadora Carmen Saucedo. Entre uno título y otro fue a meterse a la casa de ustedes toda una sarta de libritos gordos, delgados, caros o económicos, todos sobre la guerra de Independencia y sus protagonistas. Me propuse no reseñar ninguno de ellos pero algunas circunstancias han empezado a cambiar mi opinión. Pero no es esto de lo que quiero contarles ahora, sino de la breve y menos trágica aventura a la que me empujó esa “necesidad” de información (como muy atinadamente lo puso la señorita C., de coordinación académica en mi nueva escuela) de vuelta en la biblioteca Iberoamericana.

Por esto que pongo, y por lo que les relaté en mi experiencia pasada, ya se imaginarán que no soy muy amante que digamos de visitar las bibliotecas públicas. Por desgracia, no tengo en casa todos los libros que quisiera y hay más libros que aún no descubro que quiero. Pero ya que esta segunda experiencia fue muchísmo más placentera que la otra, no dudo que mis visitas se harán frecuentes.

Mucho preámbulo para lo que viene, pero por favor aguanten un poco, y viajen conmigo al miércoles pasado. Si de casualidad descubren algo en mi periplo que yo no haya visto, les agradecería que me lo hicieran saber.


Miércoles, 10 de noviembre de 2010

Voy en transporte público hacia el centro de Guadalajara. Mi reproductor de MP3 ha estado llenándome los oídos, desde hace la más o menos media hora cuando abordé el camión, con Carmina Burana de Carl Orff; traigo algunas melodías pegadas desde ayer y no dudo que haya espantado a mis compañeros de viaje al tararear dos que tres. Cuando me bajo del autobús estoy por exclamar “Ave formosisima”. Casi se me olvida que este transporte ha cambiado de ruta, y que si me descuido me dejará mucho muy lejos de mi objetivo.

Estoy tan nerviosa que el corazón me da de golpes en el pecho. ¿Pero qué rayos sucede?, me pregunto. ¿Nerviosa por qué motivo? Ni yo misma entiendo. La última vez que intenté razonarlo, me acordé de que cuando viajé a conocer Irlanda hace ya más de quince años, mi mamá se mostró preocupada de que el encuentro me fuera a decepcionar. “Puede que Irlanda no sea como tú te la imaginas”, me dijo. “La has idealizado mucho”. Intenté hallar la conexión y no me pareció tan descabellada. “Lo que pasa es que tengo miedo de encontrar algo sobre el general Victoria que no me agrade”, me dije. ¿Será eso la razón de que las manos me estén sudando a pesar del frío, que sienta ese ligerísimo temblor en las yemas de los dedos?

No creo, sin embargo, que la palabra “idealizar” sea lo más apropiado para esta situación. Cuando se trata de los próceres nacionales, “idealizar” es todo lo que se hace en la educación básica mexicana. Se nos muestra a nuestros héroes nacionales a la manera de solemnes estatuas a las que hay que tenerles un respeto forzado que con el tiempo, por desgracia, se va transformando en indiferencia. La misma, mismita indiferencia con la que mis ojos contemplaron hace varios inviernos la estatua de Guadalupe Victoria que se encuentra en una de las salidas de la hermosa ciudad de Durango, cuando me preocupaba más por el tremendo clima que iba a tener que soportar ahí que por la historia de mi patria.

Una ventaja han de tener las estatuas: no sienten. No respiran. Por consiguiente, no decepcionan. Pero ahora, que he estado rompiendo la corteza de bronce de los próceres nacionales y que la admiración que empecé a sentir por uno de ellos (el que fue primer presidente de México, ni más ni menos) comenzó a transformarse en un franco y profundo cariño, puede que las cosas cambien.

Comienzo a caminar hacia la biblioteca Iberoamericana; justo al principio de la calle, me encuentro con una magnífica librería de usado. No resisto la tentación; doy un vistazo, lo más rápido que puedo, y hallo dos que tres cosas interesantes. No es la única distracción en mi camino, que pasa más que nada por tiendas de artistas: en una de ellas hay pinceles tan bonitos y suaves que rivalizan con las carísimas brochas de maquillaje que con cierto anhelo toco en las tiendas departamentales. Me propongo un día ir de expedición en busca de una docena, y prosigo. Más librerías de usado. Más calles recién arregladas con motivo de los Juegos Panamericanos del año que entra. Otra tienda, esta vez de ropa, donde me pruebo un suéter tipo cardigan como el que he estado buscando, verde y esponjado, que no es tan costoso pero que no puedo pagar por el momento. ¡Cómo me encanta el centro de Guadalajara! No hay tanta gente como en el de la Ciudad de México, pero no tan poca como para sentirse solo. Y las caras que uno mira están relajadas, tranquilas; quién sabe cuántos anden de paseo y cuántos, como yo, tengan un objetivo en mente. Tengo una visión fugaz de un día en el que todo eso termine; la aparto de mi mente y sigo caminando.

Mi primera parada “seria” es la legendaria Tienda del Maestro, un localito cerrado que durante varias décadas se ha hecho famoso por su surtido de material didáctico de todas clases, principalmente para la educación primaria. Ahí, pago un peso con cincuenta centavos por una lámina tamaño carta con una imagen de Guadalupe Victoria; la joven empleada me ha mirado con extrañeza cuando se la pedí. La pintura es reciente, de 1995, y la firma un tal Tomás. No es la mejor imagen que he visto del héroe (me da la impresión de que la profundidad del cuadro falla un poquito), pero no sé por qué se me ocurrió que un retrato de don Guadalupe me inspiraría en mi búsqueda por la Iberoamericana. ¿Usted cree que le hace justicia, general?, le pregunto al aire, y de inmediato recuerdo que para lo que tengo que hacer hay que clavar los pies en la tierra. Últimamente, cuando divago sobre el tema o cuando me siento un poco enferma, me da por imaginar que Victoria es un fantasma que me hace compañía, y que aunque su actitud es tan decidida como la de la estatua de Durango, sus ojos son dulces y comprensivos.

La biblioteca Iberoamericana sigue siendo una de las más bonitas que he visto, aunque esté pequeña, y a sus empleados les falten algunos tornillos (bien, ya sé que en mi situación no estaría bien juzgar las construcciones cerebrales de otros). Aplastan con mirada de brea hirviendo cualquier intento de los usuarios de romper el sagrado silencio del recinto, aunque entre ellos se comuniquen a gritos de un lado a otro. No dejan de mirar al extraño que se aproxima a la sección de las salas que casi no se usa. Y casi nunca entienden lo que uno anda buscando, así que es mejor atenerse a la base de datos.

La biblioteca no ha cambiado nada en el casi un año que llevo sin visitarla; en cierto modo, me da gusto. En la base de datos está la chica del eterno juego de solitario; la señora que me ayudó la vez anterior ronda por los escritorios. El señor del mal aliento sigue, imperturbable, en su puesto en lo alto del tapanco derecho. Pareciera ser que no ha cambiado nada. Pero ese encuentro viejos conocidos es momentáneo, porque hoy me toca visitar la sala dos, donde se encuentra la hemeroteca, el área infantil y también los libros de historia y geografía.

En la mitad de la sala dos hay una veintena de escritorios con computadoras donde uno tiene acceso gratuito a internet; la otra mitad la ocupan mesitas bajas hexagonales rodeadas de las únicas sillas acolchadas del recinto; es la zona de los niños que también alberga los tesoros más apetitosos de la Iberoamericana en cuanto a fantasía y ciencia ficción. Casi todos los otros lugares están ocupados por señores con expresión malhumorada que leen la sección de deportes de los periódicos del día, así que decido apropiarme de una de las mesitas infantiles. Por suerte, mi trasero todavía cabe bien en las diminutas sillas.

Como ya conozco las mañas... es decir, las costumbres y modos en esta biblioteca, estoy preparada para actuar con discreción. Ya sé que no se permiten sino dos libros por usuario en el momento, y en mi cuaderno traigo la ficha de cuatro. Mis piernas, más que preparadas para el momento, echan a andar con mucha gracia por las escaleras, y luego por el tapanco (aquí nadie está leyendo sino periódicos) para tomar los primeros dos.

Me brinca de gusto el corazón: el primero de esos libros es Guadalupe Victoria, primer presidente de México, de Lilian Briseño Senosiain, que se publicara en 1986 con motivo del cumpleaños número doscientos del héroe, y que está citado como bibliografía por los autores Saucedo y Aguirre. El segundo es una recopilación de documentos (el volumen 1; el dos, realizado por Saucedo, aún está inédito) sobre el presidente. Comienzo por hojear éste; hay ahí una colección de cartas, arengas, discursos, informes y hasta un sonetillo tierno de un admirador. Algunas frases hacen que se me humedezcan los ojos. Qué fenomenal es usted, general, vuelvo a susurrarle al aire, y de inmediato cae mi recordatorio: los pies sobre la tierra.

El tercer libro, ¡oh, desilusión!, es el folletito monográfico que uno puede descargar gratis en la página del Bicentenario. Igual, me alegra tenerlo en las narices, en papel. El cuarto es el epistolario que la marquesa Calderón de la Barca, esposa del primer embajador español en México, escribió sobre sus impresiones de nuestro país; aunque nomás me interesan dos párrafos en los que habla de Victoria (en uno de ellos, por cierto, no lo baja de tontito) no paso por alto el juicio tan severo que hace de la comida mexicana (y eso para alguien acostumbrado a comer salchichas de vísceras de borrego con gachas, puaj; la señora era escocesa), y de la fealdad de nuestro tono de piel, que según ella es amarillento (espero que en el cielo esta mujer tenga acceso a los recientes libros de Bobbi Brown donde se explica este fenómeno de los colores de la tez).

Mis cuatro libros son apenas el principio; como ya me imaginaba, en los alrededores hay mucho más. Me clavo más que nada en el Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana de Carlos Ma. Bustamante, un amigo personal de Victoria. Varios capítulos de esta obra se hallan también en la página del bicentenario pero en este momento no lo tengo presente. Pienso que me gustaría tener en casa el libro de Briseño (ya no se permite el préstamo externo de libros en las bibliotecas públicas de Guadalajara) pero el de Bustamante es el que ha capturado mi atención.

De pronto, dan el aviso; por medidas sanitarias (dicen) la biblioteca cerrará de tres a cuatro de la tarde. Hora de un breve descanso. No pienso irme, eso sí, sin fotocopias de algunos de los Documentos.

El señor encargado de paquetería y copias (que por cierto no son baratas) es el mismo de toda la vida; siempre me ha parecido un poquito bipolar; algunas veces se ve muy amistoso, y otras parece que quisiera retorcerle el pescuezo a uno. En esta visita lo pesco de buen humor. Le pregunto que si puede sacar en una sola hoja dos páginas de los libros. Lo que era simplemente una solicitud, él parece tomárselo como cuestionamiento a sus habilidades de fotocopista.

- ¿Pues qué creías, chamaca? - bromea, y empieza a copiar las páginas que le dicto. Sólo se detiene cuando llega a una página casi en blanco en la que sólo aparece la rúbrica de Victoria.

- ¿Estás segura de que quieres esta página? - me dice frunciendo el ceño.

- Es que es su firma - digo como si el señor estuviera al corriente de lo que estoy haciendo.

- Guadalupe Victoria - lee el señor, despacio, bajito; mueve la cabeza y deja de sonreír. No volverá a hacerlo en los próximos veinte minutos.

El “break” me permite irme a comer; esta vez lo hago con buen humor y con buen apetito. Después, como todavía falta tiempo para las cuatro, doy una vueltita por las librerías de alrededor (las que son de usado quedaron atrás) y entro a una dulcería a comprar un poco de chocolate Turín, mi favorito. En el camino me tropiezo con un señor que vende en la calle juegos de armar, como tangramas, sólo que tridimensionales.

-¡Llévelo, llévelo! - pregona -. ¡La mejor terapia para esa mente inquieta que no nos deja ser felices!

La coincidencia me sobresalta. Pero no voy a comprar más que el chocolate; ya es hora de regresar a la biblioteca. Quedé de verme con una amiga a las seis; no me queda mucho tiempo.

El libro de Bustamante consigna varios hechos que me hacen admirar la investigación detrás del de Aguirre; algunos detalles me dejan con dudas. Pero al final de una lectura rápida y seguramente mal hecha, lo que me queda claro es lo siguiente: Bustamante terminó decepcionado de Victoria; yo no.

Voy por una segunda tanda de fotocopias; el señor ya se ve de mejor humor. Y yo estoy cansada, pero no fatigada, no hecha trizas como en mi primera visita. En mi cansancio hay un mucho de felicidad. Mi sed, eso sí, dista mucho de estar saciada; ahora quiero saber más, y entiendo que me falta mucho por averiguar. Nuevamente quisiera dedicarme más a esto de la investigación.

Tras una rápida visita a los puestos de libros usados que se encuentran el ayuntamiento, me dispongo a tomar el autobús de regreso, para coronar con un buen té matcha y una buena conversación un día tan feliz que quisiera repetir al menos una vez al mes.

martes, agosto 17, 2010

Corazón



Era un día que andaba dándome la vuelta por el tianguis que se pone los jueves, paralelo a las vías del tren, casi frente a la Gran Plaza, justo en el límite entre Guadalajara y Zapopan. Voy ahí prácticamente cada semana a comprar fruta, verdura y pollo fresco. De cuando en cuando, también, me distraigo viendo alguna cosa bonita (ropa, videojuegos usados, adornos para el pelo). Como aquella ocasión en la que me entretuve en un puesto de cosméticos para revisar unas brochas muy finas y suaves.

Un señor se acercó a las dos o tres mujeres que rondábamos el sitio; de reojo vi que traía un bote de colecta sellado y un montón de volantes impresos. Ah, adiviné de inmediato; otro que viene a pedir dinero para un asilo de alcohólicos y drogadictos. No se lo niego a esta clase de gente (nótese el tono discriminatorio) desde que uno de ellos me diera una lección de humildad, hace ya un par de años. Así que apenas el señor comenzaba en un murmullo “¿No gusta cooperar...?”, le resoplé un “ajá” y, sin mirarlo siquiera, puse una moneda en la alcancía para que me dejara seguir viendo mis brochas.

Pero no se fue. Pasaron varios segundos hasta que sentí su mirada. Levanté la cara y me encontré de golpe con sus ojos, verdes como los míos.

- Qué gran corazón tiene usted, señorita - me dijo.

- ¿Uhhhhhhh...? - la frase me tomó completamente por sorpresa.

- Dije - repitió el señor, más despacio, como si no le hubiera entendido - que qué gran corazón tiene usted, señorita... ¿de dónde es usted?

- Uhhhhh... de... de aquí, ¿por?

- Porque - insistió el señor - tiene usted un corazón muy grande, señorita... ni siquiera le había dicho por qué y usted ya estaba dándome dinero... ¿Así le hace con todo el mundo, señorita? ¿Le piden y usted da?

- ...No... no... - es en serio. No.

- Tiene usted un corazón muy grande, señorita - y dale con lo mismo.

- Bueno, no... pero tengo buenos ojos -. Lo que quise decir, en castellano pero sin que sonara demasiado feo, era “lo que pasa es que vi su alcancía y su montón de volantes y adiviné que iba a pedirme dinero para otro de esos ridículos asilos para drogadictos que abundan aquí, así que le di cinco pesos para que me dejara en paz”. Pero como siempre me salió una estupidez de la boca. El día que se otorguen los premios a las peores respuestas a un cumplido, de seguro me ganaré uno.

- Ya, con confianza, dígame, ¿de dónde es usted? - volvió a preguntarme el señor.

- De... de aquí -. Parecía que una parte de nuestra conversación se hubiera borrado.

- ¿Nació aquí?

- Ajá.

- Pero sus papás, son de fuera, ¿verdad? -. De fuera significa “extranjeros”. La frase “tú no eres inglesa; eres demasiado amable” fue una de las cosas... ejem... ¿bonitas? que me llegaron a decir en Birmingham. Los mismos mexicanos no nos creemos la fama de cortesía que tenemos en todo el mundo.

Respondí con una media mentira: que mis papás son de Zacatecas (sólo mi mamá es de allá) y el señor, muy entusiasmado, se soltó platicando de todos los municipios de ese estado que conocía. Su familia era de Florencia, un pueblo entre montañas cercano al de mi mamá. Mis ojos verdes vienen de esa zona, y también los de él. Los míos salieron, además, del sur de Jalisco.

Al final, el señor se despidió con un apretón de manos. Casi se le olvidó ofrecerme su volante. Yo casi me olvidé de las brochas.

Y a todo esto, ¿qué hay de mi corazón, el centro involuntario de la charla? Voy a confesar algo: mi corazón es pequeñito, reseco y poroso como un pedazo de proteína de soya. Pero, de la misma manera, de vez en cuando se humedece y aumenta dos o tres veces su tamaño, y se vuelve suave, sabroso y nutritivo.

viernes, diciembre 18, 2009

Reseña de película: Nikté

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Nikté

Director: Ricardo Arnaiz

Intérpretes: Sherlyn, Pierre Angelo, Eduardo Manzano, Regina Orozco, Regina Torné, Mauricio Roldán, Pedro Armendáriz, Ro Velázquez, Humberto Moreno, Alex Lora, Jorge Arvizu "el Tata", Maya Zapata.

Lo bueno: Los paisajes, la música (¡pero no todas las canciones!), algunos momentos brillantes de la animación, Regina Orozco, Alex Lora, Pierre Angelo.

Lo malo: El guión, algunos momentos no tan brillantes de la animación, Sherlyn, Pedro Armendáriz, la dirección de voces en general.

El berrinche personal: Mmmmm... un complejo lingüístico pero a una servidora le sigue molestando un poco que los nombres de los personajes sean chistes intraducibles.

Calificación: ***

Si les cuento cómo comienza la película me van a adivinar el final. Bueno... mejor centrémonos en el argumento. La historia ocurre en Tabasco, en un pueblo olmeca (una cultura de la que sabemos muy, pero muy poco), unos mil años antes de Cristo. Nikté (Sherlyn) es una niña huérfana, adoptada por una familia pobre pero generosa; con todo, tiene poco que agradecer y se la pasa lamentándose de su suerte. Su mayor deseo es convertirse en princesa y rodearse de lujos y comodidades, y encuentra una oportunidad perfecta cuando descubre unos glifos con una profecía de, precisamente, una princesa venida de las estrellas que salvará a su pueblo. Nikté, con su amiguito Paal (Mauricio Roldán) como cómplice, elabora un plan para hacerse pasar por la elegida de la profecía, y aunque las cosas se le pintan bien en un principio, pronto se dará cuenta de que la parte de “salvar a su pueblo” tiene un lado bastante horrible.

En compañía de Chin (Pierre Angelo), un chaneque expulsado (involuntariamente) por los suyos, Nikté emprenderá un viaje de autodescubrimiento en medio de gigantescos hoyos en la trama, escenas de acción gratuita, Deus ex machina, y, gracias a ídem, personajes muy simpáticos como Ih Aesu (Regina Orozco), una ermitaña sabia y demente, y los sacerdotes Kan y Kun (ambos interpretados por Eduardo Manzano, con toda justicia llamado El polivoz). Por desgracia, también la seguirán de cerca los malos, más planos que una tortilla mexicana, como el rey K'as (Pedro Armendáriz), que quiere apoderarse del mundo conocido por algún motivo desconocido, y Xtabay (Maya Zapata), una especie de espíritu que le está ayudando quién sabe por qué.

Nikté poco a poco... perdón, de un momento a otro, rectificará sus errores, y recibirá una lección de vida que la hará cambiar de actitud (de lo cual nos hubiéramos dado cuenta más fácilmente si la actriz en el rol principal le hubiera echado más ganas).


Por el aspecto técnico, uno no puede sino quedarse con la boca abierta con los preciosos paisajes que le dan fondo a la película; la animación está bien hecha, aunque no carente de defectos (y se alcanza a notar que el trabajo se hizo en varios estudios; los cambios de estilo y los errores ocasionales no dejan lugar a dudas). Hay algunas secuencias hechas por computadora, pero la mezcla con el 2D original es mucho más bonita y fluída que lo que se ve, por ejemplo, en Dragonlance y similares. El soundtrack es muy lindo, aunque a una servidora le siguen sacando ronchas las canciones metidas a la fuerza (pero eso es ya desde las mejores épocas de Disney). Ahora, como dijera Macduff en Macbeth de Shakespeare, all these are portable,
with other graces weigh'd (todo esto se puede tolerar si lleva conjunto otras virtudes). Pero, ¿qué es lo que impide que Nikté sea una película realmente novedosa, una verdadera joya? Lástima: los problemas son de fondo, y nada tienen que ver con el atractivo exterior.

El primero, sí, es el guión. Con todo y de que se parte de una excelente premisa, una buena historia y buenos personajes, la trama pierde pronto el sentido del ritmo y se transforma en un soberano despapaye. Lo más doloroso es darse cuenta de que la película estaría mejor si se le cortaran algunas escenas que de seguro se hicieron con mucho trabajo y cuidado. ¡La edición tardía no debería meterse en películas animadas! En lugar de un muy necesario desarrollo de personajes, la movie prefiere profundizar en chistes, bromitas privadas y públicas y escenas de acción muy vistosas y bien realizadas pero que la verdad no aportan nada.

El segundo es esa desagradable costumbrita que al parecer heredamos de los gringos: el poner en el doblaje voces famosas en lugar de gente menos conocida pero que de veras sepa cómo hacer el trabajo. Hay, eso sí, deliciosas interpretaciones de novatos en el asunto, como Regina Orozco y Pierre Angelo; a Alex Lora le quedó muy bien su personaje de Chamán Chaneque, pero no estaba actuando, creo... o en todo caso ha estado representando el mismo papel los últimos cincuenta años; a Mauricio Roldán, aunque jovencito, lo pondría entre los experimentados.

Pero es una verdadera pena que no pueda decir lo mismo de Sherlyn, la actriz que lleva el papel principal, ni de Pedro Armendáriz, un actor con muchísima trayectoria que de hecho tiene una voz muy padre. Pero más que dejar que ambos (y que muchos de los que hicieron roles secundarios y tampoco cantaron bien las rancheras por así decirlo) carguen con toda la culpa, quisiera que recibiera las piedras que merece el director de voces, quienquiera que sea (los créditos de la película pasaron muy rápido); se nota que hizo su trabajo a las prisas y al estilo Ed Wood, es decir, en una sola toma; al mismísimo Polivoz Manzano se le va un poco la vocalización, y ya para que no se hayan detenido a corregir cuando el villano de Armendáriz dice: “La próxima vez que REGRESÉ a la ciudad...”.


Con todo lo anterior, ¿Nikté es una película que merezca verse? Definitivamente, sí. Las tres estrellas que le pongo no son ningún favor, sino lo que pienso sinceramente (léase a lo que equivale en calificación: “bueno si se le tiene paciencia”; y en este caso va en serio: muuuuuuuucha paciencia). No tanto por lo que es en sí, sino por lo que representa: un posible regreso de nuestro país a la animación, un medio en el que hace mucho tiempo fuimos maquiladores de calidad y también creadores, y que dejamos perecer por pura falta de dinero. Pero ojalá que lo hagamos por el camino adecuado: no es la forma lo importante, sino el fondo (tsk, tsk... hacerlo con buenos guiones por encima de todo, y cuidar las actuaciones en el doblaje).

Recomendaciones: Por favor, vean Nikté. De preferencia este fin de semana, y lleven a sus hijos, hermanitos, nietos, sobrinos, etc. menores de diez años, porque seguro se la pasarán mejor que ustedes. Muéstrenle su apoyo a los animadores mexicanos y filipinos que pusieron la mano de obra en ella, pero al mismo tiempo háganle sentir a Ricardo Arnaiz, a sus productores y escritores, que su trabajo dista mucho, pero MUCHO, de estar terminado.

Abstenerse: Si no tienen corazón de pollo, o si andan cortos de dinero para Navidad. Pero en este último caso tampoco vayan a ver La princesa y el sapo, ¿eh?

jueves, diciembre 17, 2009

Los escritores de ciencia ficción en FIL 2009

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De izquierda a derecha: Larry Niven, Gregory Benford y Kim Stanley Robinson, en la Feria del Libro de Guadalajara, 2009. Foto cortesía del Capitán.

El jueves 3 de diciembre se llevó a cabo en la Feria del Libro una de de las actividades más interesantes y placenteras a las que me tocara asistir: primero, en el Café Literario (un salón pequeñito al lado del pabellón principal de Expo Guadalajara), una mesa de escritores de ciencia ficción, donde estuvieron Larry Niven, Kim Stanley Robinson y Gregory Benford; un par de horas después, en uno de los salones de conferencias, se les unió para una conferencia Mark Z. Danielewski, un escritor que, qué vergüenza para una servidora y acompañantes, no conocíamos hasta entonces.

Yo no soy lectora de ciencia ficción; de eso, supongo, ya nos habremos dado cuenta; a pesar de que ya conocía a los escritores en el Café Literario, al único que realmente había leído era a Larry Niven, y eso hace muchísimo tiempo. Pero fue al mismo tiempo extraño y maravilloso (como cuando lo de Ray Bradbury, supongo) el darme cuenta de cualquier cosa que me hubiera imaginado de este autor por allá en los ochenta era... bueno, se sentía diferente. Larry Niven se sentía como un abuelito, amable, tranquilo, extremadamente lindo, un escritor de ciencia ficción que no desprecia el género fantástico ni los comics, porque ha andado metido en todo. Kim Stanley Robinson... bueno, me lo imaginaba como un tipo de playera punketa o algo así, y resultó ser un señor flaquito, mucho muy serio, de traje y lentes. Gregory Benford, el más académico de todos, fue tal vez el único que respondiera a mis imágenes mentales... y eso a medias. Decidí aventarme ambas conferencias sin el servicio de interpretación simultánea, pero debido a mi poco conocimiento del género y mi casi nula relación con las ciencias exactas (al menos los dos últimos autores mencionados hacen ciencia ficción dura) tuve miedo de no entender la mitad de lo que se dijera. Cosa curiosa, no ocurrió así. La conversación entre los autores fue muy amena, y me encontré de pronto tan cómoda y feliz como en las viejas, viejas pláticas que alguna vez tenía con viejos, viejos amigos enamorados de la especulación y la imaginación. Ya les había mencionado que ésta fue una feria de nostalgias.

Algo que se me hizo curioso (por parte de la presentadora más que nada) fue, tal como ocurrió en la conferencia de Bradbury, ese afán de “justificar” a la ciencia ficción como una forma de “predecir” el futuro. Pero por ahí no va la cosa, como estuvieron de acuerdo los tres autores (por ahí se mencionó la idea conocida de Bradbury de “imaginar el futuro para poder evitarlo”). La única razón por la que la ci fi le ha dado al clavo con ciertos hechos futuros es que sus autores han observado el presente tanto como para darse cuenta de a dónde va la cosa. Y no siempre sucede... ¿quién se hubiera imaginado que el señor Niven no cree que exista el calentamiento global?

Creo que la parte más divertida de la presentación ocurrió cuando el Capitán, para variar, metió una pregunta controversial al asunto... ¿qué opinaban los autores de esos escritores de mainstream que se metían de pronto a escribir ciencia ficción? Me encantó que todos expresaran el mismo sentimiento, o alguno muy parecido, al le pasó a una servidora por las tripas cuando La Carretera de Cormac McCarthy le ganó a 253 de Geoff Ryman el premio Ignotus a Mejor novela en lengua extranjera.

Vamos, dijo Robinson, vamos, ustedes saben que eso no es cierto. Luego resulta que Margaret Atwood dice que ella no escribe ciencia ficción. Y cuando varios escritores “de prestigio” intentan probar suerte con el género (porque piensan que para hacerlo basta meter algún mundo postapocalíptico y naves espaciales en el asunto) y reciben miles de alabanzas por alguna idea sobada, alguna imagen que ya en los sesenta era vieja, o cualquier simpleza a la que cubren de merengue churrigueresco para darle mayor “calidad literaria”, uno se siente defraudado. (Algo como esto fue lo que Ursula LeGuin mencionó sobre una nota publicada en el New York Times cuando falleciera J.G. Ballard. Pero de esto ya les pasaré algo mañana o pasado, si Dios quiere).

Más tarde, cuando Danielewski, un escritor mucho más joven, se unió a los veteranos, una servidora se puso un poquito nerviosa, precisamente por ignorancia. Pero Danielewski despertó el interés de toda la audiencia. Tiene una novela que se llama The House of Leaves que se pinta bastante rara... casi casi diría que se parece a 253. No estoy segura de que sea ciencia ficción o fantasía tal cual, pero de todas formas quisiera leerla. Y, no sé... ¿traducirla? ¿Alguna editorial la habrá comprado ya...? Oh, sueños, sueños, sueños...

Igual, ya les comentaré cuando la consiga (todavía me queda mucho por leer). Mark Danielewski salió corriendo a toda prisa cuanto terminó la conferencia; ni oportunidad de hacerle últimas preguntas o pedirle alguna foto.

El jueves fue uno de los mejores días de la Feria. Y uno de los que más lamenté que terminara.

miércoles, diciembre 16, 2009

Ray Bradbury en FIL 2009

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No es reciente, y le puse algo de montaje porque no tenía mucho que hacer... pero ésta sigue siendo mi foto favorita de Ray Bradbury.

El primer escritor de ciencia ficción para una servidora de ustedes fue Fredric Brown. ¿El segundo? Ray Bradbury, por supuesto. Recién llegada a la secundaria, tuve que “pagar el precio” de leer un libro que me pasó mi hermana con tal de que me soltara las Crónicas Marcianas, Ediciones Minotauro, prólogo de Jorge Luis Borges. Yo ni sabía quién era ese tal Borges. Pero igual me estaba costando trabajo imaginarme al tal Bradbury, aunque algo en el nombre de ambos me sonaba. Pero aun vendría un largo camino qué recorrer... poquito antes de que aquel gran bibliotecario ciego me diera una enorme lección de humildad cuando, por propia iniciativa y no por el programa escolar, decidí tomar por asalto “la lengua de los ásperos sajones”, ya tenía por delante Farenhet 451 y El vino del estío... y creo que fue aquí cuando comencé a sentir de cerca y amar a este señor, a este escritor.

Bien, el primero de diciembre de 2009, pude conocerlo junto con muchos otros lectores, lo más cerca probablemente que podré tenerlo alguna vez, en una pantalla gigante, transmisión vía satélite.

Bradbury tiene casi noventa años; se ve lúcido, pero frágil. Su imagen me recuerda un poco a su propia descripción de la abuelita que se despide en El vino del estío. Esto es muy triste, porque en mi salón de la universidad yo tenía una foto suya de joven, con ojotes soñadores y cabello rubio; los ojos, hasta eso, no han cambiado, pero cómo me gustaría que el señor tuviera la misma fuerza que la abuela, que no necesitara silla de ruedas.

Junto a él está Sam Weller, su biógrafo. Se nos dice que hay cámaras que nos apuntan y que el autor nos está viendo; ¿será cierto? No parece. Entonces la gente comienza a aplaudir y a gritar; el anciano escritor se mueve y esboza una media sonrisa. Y ahí desaparecen las preocupaciones.

Weller lleva la conversación, pero Bradbury habla hasta por las orejas, con un buen humor contagioso y reconfortante; se pone a platicar sobre todo anécdotas (algunas las conocíamos; otras no). Ya sabíamos que había estado en México (varias de sus historias lo dan a entender), pero no que se había hospedado en el Hotel Fénix de Guadalajara; que había escrito el guión de Moby Dick de John Huston, pero no que lo había hecho creyéndose, literalmente, Herman Melville; que había tenido contacto con bastantes escritores de ciencia ficción, pero no que hubiera adoptado a Leigh Brackett como maestra.

El que pensara que la ciencia ficción dura no tiene corazón ya nos lo olíamos, al igual que la filosofía de vida que este visionario del walkman ha seguido, y se nota, con tremenda fidelidad: hay que amar lo que uno hace, y hacer lo que uno ama.


Fue una tarde deliciosa; sigo juntando pruebas de que mi teoría según la cual una persona querida, aun a la distancia, puede entibiarle el corazón a uno. Siguió una ronda de preguntas, y aunque Bradbury no respondió con el detalle que me hubiera gustado a la mía (sobre su editor argentino, Paco Porrúa) un par de cosillas no se me van a olvidar de la última parte de la sesión: que le envió un beso al público, y que dijo algo que arrancó aplausos a los presentes: “Si alguna vez hubiera personas que no crean en ustedes y los manden a volar, díganles que Ray Bradbury dice que se vayan a volar ellos”.

Voy a tomar en cuenta el consejo, por Dios que sí.

domingo, diciembre 13, 2009

Recuento de la FIL 2009

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La gigantesca pantalla interactiva de autores y citas, y un extremo de los globos-pantalla en el stand de Los Ángeles, ciudad invitada de la Feria del Libro; de nuevo, foto cortesía del Pere; ¡gracias!

Por lo general, el fin de la Feria del Libro es, para una servidora, el principio de la depresión navideña, pero este año me las voy a arreglar para que eso no ocurra. Siempre que se acerca la Feria me pongo de nervios... que si habrá dinero suficiente, que si me voy a sentir mal para variar porque aún no cumplo mi sueño de dedicarme a escribir... y resulta que en los días que dura me siento en las nubes, flotando y colgada de una alita de frágil felicidad. Lo mismo me pasa cuando se acaba un año viejo: lamento el que acaba de terminar, sólo pienso en las pruebas por las que he pasado y me amargo sola los buenos momentos.

Como sea. No voy a repetir, para variar, que este año estuvo difícil, porque todos lo han estado desde que tengo memoria de adulta. ¿Y qué? Ya les contaré qué tengo en mente. Por el momento sólo puedo adelantarles que, según se vayan terminando los compromisos laborales, iré subiendo a la casa de ustedes montontes y montones de posts atrasados; algunas reseñillas, comentarios, una traducción por ahí; esas cosas. Pero, para que no me pase lo mismo que el año anterior (muchas crónicas de la FIL 2008 se me quedaron en el disco duro) iré alternando cuestiones más o menos antiguas con otras más recientes.

En esta FIL hubo montones --eso es; montones-- de actividades estupendas, más que las compras (mi cartera, de hecho, sufrió muchísimo menos de lo que me esperaba, a pesar de que el mérito no es todo de mi templanza, sino de mis papás, que me regalaron los libros más caros. ¡Gracias, qué geniales son!). Hubo la videoconferencia de Ray Bradbury, la mesa de escritores de ciencia ficción, la presentación de las novelitas de Shakespeare del especialista en el tema Martín Casillas, el encuentro con varios escritores jóvenes y el reencuentro con viejos amigos. De todo ello, espero, les pondré una crónica; esta vez intentaré ser puntual.


Por lo pronto, ¿quieren un adelanto de las habas que se estuvieron cociendo en la feria? He aquí algunas frases memorables:

* * *

“Se nota que otros crecen”.

Melancólico suspiro del Capitán, en la mesa de ciencia ficción en el Café Literario, con respecto a la ausencia de montones de amigos y examigos que en otro tiempo hubiera hecho multitud ahí. No es cierto, Capitán. Crecer no es lo mismo que botar las raíces.

* * *

Aisling tratando de conseguir libros de la colección de fantasía de Ediciones Berenice, en el stand de Urano:

Aisling: Disculpe, ¿libros de Berenice?
Señorita: ¿Uhhh?
Aisling: De Ediciones Berenice.
Señorita: ¿Uh? ¿Qué libro buscaba?
Aisling: Lo que tenga de Ediciones Berenice.
Señorita: ¿Uh?
Aisling: De Ediciones Berenice.
Señorita: Ah. (Después de ir hacia un exhibidor que tenía alguna cosa rara de psicología, y no precisamente de Berenice).
Tenemos éstos.
Aisling: Mmmmm... No, éstos no son de Berenice.
Señorita: ¿Como qué libro buscaba?
Aisling: Libros de Diana Wynne Jones.
Señorita: Uhhhh... no, no los manejamos.
Aisling: Los tiene Ediciones Berenice.
Señorita: ¿Uhhhh? ¿Es una editorial...?

* * *

Vuelven a la carga los muchachos vestidos de amarillo en el stand de Gandhi:

Muchacho de amarillo (tras solicitarle un título): “Pregúntele a la chica de amarillo; ella sabe”.

* * *

En una presentación del libro El Creador, de una escritora mexicana jovencita, Andrea Chapela:

Aisling: ¿Qué de atractivo podría tener tu libro para un lector de fantasía adulto?
Andrea Chapela: No sé... tendría que ser adulta...

Una respuesta inteligente, supongo. El problema es que Andrea tiene 19 años. Pero igual no creo que lea mucha fantasía.

* * *

“Nos vamos a esperar aquí sentadas. Papá no se cansa”.

Mamá resignada a su hijita, frente al pasillo de las editoriales universitarias.

* * *

Nuestro amigo G. al conocer a Larry Niven.

G: Perdón, ¿es usted Larry Niven?
Larry Niven (palpandose los brazos): Sí... creo que sí.

* * *

El promocionar un libro con la ropa o los accesorios puede ser contraproducente:

“I’m a regular bitch.”
Inscripción en la playera de una señorita de Planeta.

“Tiene derecho a permanecer callado”.
Playera de un señor de Planeta que, en el stand, respondía a las preguntas de los clientes.

“Pregúntale a Silvia”.
En el botón publicitario de una señorita en la sección de consultas de Ediciones B.

* * *

A la espera de la venta y firmas de libros del señor Casillas, y frente a un montó de gente que esperaba a Gaby Vargas:

Aisling ¿Sabe quién más va estar firmando aquí?
Señorita del stand de Santillana: Pues... creo que el autor de Romeo y Julieta, pero no sabría decirle con seguridad...


* * *


Por lo pronto, esto es todo. Esperen un poco de crónicas y actualización antes de las vacaciones.

Nota: Para ver las frases memorables del año pasado, vayan a la última parte de este post.

sábado, diciembre 05, 2009

Hallazgos y recomendaciones de FIL 2009

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Un alebrije en el stand de Artes de México, para variar el más bonito de la feria; foto cortesía del Pere, que me hizo el favor de acompañarme los primeros dos días.

Esta vez no he sido fiel y constante en cuanto a mi crónica de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. ¡Ay, lo siento muchísimo! Mi trabajo no ha cesado en todo este rato y he estado moviéndome al ritmo de compromisos (aunque, déjenme que les diga, he estado aprovechando bastante bien algunas de las actividades que la FIL ha tenido que ofrecer). Ya les iré contando poco a poco cómo estuvieron, y espero que salga alguna que otra lecturita interesante.

Por lo pronto, lo básico... con toda rapidez la presentación y los hallazgos y recomendaciones de lo que se puede encontrar; espero que puedan utilizar esto siquiera para el fin de semana que queda, y mil disculpas, también, si esta vez no soy tan meticulosa como lo he sido en años pasados con respecto al número de los stands. Pero tendré cuidado en señalar las áreas, y en la feria le dan a uno mapas para guiarse; con ellos no tendrán mayor dificultad.

  • La ciudad invitada en esta ocasión es Los Ángeles, y el pabellón principal tiene bastantes libros a precios accesibles; la mayor parte se trata de novelas, cuentos y poesía de diversos autores, pero también hay ensayos y estudios de universidades; alguno que otro de los títulos está en español. Hay un libro de antropología escrito por Theodora Kroeber, la mamá de la autora de fantasía y ciencia ficción Ursula K. LeGuin, y un estudio de la universidad de California, The Frodo Franchise, sobre la comercialización de las películas de El Señor de los Anillos y todo lo que se estuvo moviendo alrededor.
  • En Ediciones SM hay algunos libros de los géneros de autores jóvenes como Laura Gallego y Ángel Zuaré; repitieron lo que han estado trayendo en dos años, y entre otras novedades hay una mesa de diccionarios muy interesantes.
  • Editorial Océano es quien trajo esta vez libros de Factoría de Ideas; hay uno nuevo de Jonathan Carroll, Los dientes de los ángeles. Este autor me encanta, pero los precios de Océano están bastante horribles: entre 300 y 400 pesos por libro. En el mismao stand agonizan lentamente los libros de Harry Potter, que ya casi no se mueven.
  • Grupo Santillana, distribuidor de Altea, Taurus, Aguilar y Alfaguara, sigue haciendo su agosto con la porquería ésa de Crepúsculo, de Stephenie Meyer; para mostrar que los vampiros están de moda, también tienen Nocturna, de Guillermo del Toro, que las buenas lenguas (la del Capitán Quasar, para ser exactos) me han dicho que debería llamarse CSI Vampiro o algo así.
  • Ediciones Urano tiene Orgullo y Prejuicio y Zombies, la parodia de Seth Grahame-Smith sobre la novela de Jane Austen. Tiene buenas recomendaciones por parte de Amazon; cuando el dinero lo permita les contaré qué tal está. Ahí también se encuentran los libros de la jovencísima escritora mexicana Andrea Chapela, La heredera y El creador; más sobre el asunto después. Con muchísimo trabajo conseguí sacarles un libro de la colección de fantasía de Ediciones Berenice, que publica a Diana Wynne Jones, pero como era de otra escritora jovencita y desconocida a un precio descomunal, tampoco me lo quise comprar.
  • Editorial Planeta trajo las mismas ofertas que los últimos dos años, y en el mismo stand se pueden encontrar ediciones diferentes de los mismos libros a casi 300 pesos de distancia; mucho cuidado, sobre todo si quieren los libros de Terramar de Ursula K. LeGuin, que les intentarán vender a casi 800 pesos y que en el estante opuesto están como a 200 y pico. Para aprovechar la conferencia virtual de Ray Bradbury se surtieron del autor; también aguas con las diferencias de precios. Y muy tarde (a media feria; yo no entiendo qué estarán pensando) trajeron la edición bilingüe de Sigrid y Gudrun, de J.R.R. Tolkien, que, en un giro de veras impresionante a las mediocridades y metidas de pata que la editorial ha estado cometiendo en los últimos años, tiene una traducción de Rafael Marín Trechera, un escritor y traductor con experiencia de al menos veinte años. Bien por ello. Eso sí, al nada económico costo de 328 pesos, pero ése era el libro que esperaba de la feria.
  • Lo que me había contado el Pere era verdad: hay una nueva edición de Staurofila de Ediciones Éxodo; así que este libro maravilloso se ha vuelto una vez más fácil de hallar. Fantasía mexicana de calidad y a muy buen precio; consíganlo. Está en la Parroquial de Clavería, pero justo en frente, en el stand de su propia editorial cuesta 30 pesos menos. No se dejen espantar por el horrendo subtítulo que le pusieron en la portada: “novela para jóvenes católicas”. Si no son jóvenes, ni chicas, ni católicos les va a gustar de todas formas. La Parroquial vuelve a traer su colección de novelitas juveniles, muchas del género fantástico, a 7 y 10 pesos, con Doneval y Favila a la cabeza.
  • En el stand de Conaculta está el librito adaptación de Beowulf que les comenté alguna vez. Ahí también, medio escondida, está la excelente película de terror Veneno para las hadas, de Carlos Enrique Taboada; no acepten imitaciones.
  • Ediciones Azteca, en el área internacional, trae varios libros de fantasía gótica de Valdemar, recopilaciones de Corto Maltés de Hugo Pratt y de The Spirit de Will Eisner, la novela gráfica Persépolis, algunos títulos de Neil Gaiman y libros de ilustraciones; todo ello a precios PROHIBITIVOS desde los 400 a los 800 pesos. Pero tienen también varios libritos clásicos y manga en español mucho más accesibles.
  • Ahora, si quieren libros de fantasía y ciencia ficción mucho más baratos, vayan al stand de los libros de bolsillo, en el extremo izquierdo de entrada al área internacional. Desde El Señor de los Anillos hasta el primer volumen de Canción de Hielo y Fuego, a precios entre 100 y 200 pesos.

Espero que estas tardías recomendaciones les sirvan un poco. Y ahora, si me permiten, tengo que huír; compromisos de nuevo.

jueves, noviembre 19, 2009

El Cuarteto Nausicäa, en el Trompo Mágico

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Si han estado visitando esta casa de ustedes por algún tiempo, de seguro me habrán oído hablar sobre el Cuarteto Nausicäa, un grupo musical que interpreta temas de animé japonés. Se presentaron por primera vez en la TNT de México, a principios del 2008, y a partir de entonces han tenido algunas apariciones en Guadalajara; contadas, ya que todas sus integrantes también trabajan por su cuenta.

Si quieren una probadita del talento de estas chicas, (Brenda, Janet y Mary son las vocalistas, y Selenie, pianista, se ha encargado también de la mayoría de los arreglos), por favor hagan click en la nota sobre su concierto en México, aquí; y también en el catálogo de videos que acompaña al anuncio de su estreno en Guadalajara, aquí. Ah, pero si quieren disfrutar estas melodías en vivo y estarán en esta ciudad el próximo fin de semana, tenemos una perfecta oportunidad.

El Cuarteto Nausicäa estará el domingo 22 de noviembre, a las cinco de la tarde, en el Museo del Trompo Mágico, en Zapopan. La entrada al museo cuesta 20 pesos; si llegan desde temprano, pueden divertirse con las muchas actividades que se realizan ahí; el concierto en sí no tiene costo alguno. Con suficiente tiempo y otros 20 pesos, se puede disfrutar del singular paseo Diálogo en la oscuridad.

El museo tiene estacionamiento (25 pesos por todo el día), y también se puede llegar por transporte público en la ruta 51 C, que pasa entre otros puntos conocidos por Avenida Patria, Pablo Neruda, Terranova, José María Vigil, el barrio de Santa Tere y el centro de la ciudad (cerca del Teatro Degollado).

El concierto les va a encantar; garantizado. Y el museo, ya de paso, está entretenidísimo.

lunes, noviembre 02, 2009

Reseña de película: Bastardos sin gloria

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Bastardos sin gloria

Director: Quentin Tarantino

Intérpretes: Christoph Waltz, Brad Pitt, Mélanie Laurent, Eli Roth, Michael Fassbender, Diane Kruger,Til Schweiger, Silvester Groth, Martin Wuttke, Julie Dreyfus.

Lo bueno: Inteligente, ingeniosa, divertidísima.

Lo malo: Y dale con las referencias y los homenajes... ¿Tarantino quiere TODA la diversión para él solo?

Calificación: *****


Corre el año 1941. En la Francia ocupada por los nazis, Hans Landa (Christophe Waltz), un astuto coronel y el mejor cazajudíos de la región, ordena la masacre de toda una familia, pero por capricho o por orgullo deja escapar a la hija menor, Shosanna. Paralelo a esto, en los Estados Unidos, el impetuoso teniente Aldo Raine (Brad Pitt) forma una especie de comando guerrillero exclusivamente integrado por judíos (más adelante se les une un nazi renegado) con el único propósito de combatir a los alemanes con métodos nada lindos.

Pasan algunos años, en los que el teniente Raine y su grupo, a quienes apodan “Los bastardos”, en efecto siembran el terror entre las tropas de las SS; si algún pobre infortunado llega a caer en sus manos tendrá suerte si termina con una bala en la cabeza... y nada más. Pero de pronto, a los “heroicos” muchachos se les presenta una oportunidad única: terminar la guerra de un solo golpe.

Resulta que Joseph Goebbels (Silvester Groth), encargado del departamento de propaganda nazi, quiere proyectar su última película, El orgullo de la nación, en un pequeño cine de París, y todos los altos oficiales del gobierno, incluyendo el mismísimo Führer (Martin Wuttke) asistirán al estreno. La idea le vino de su protagonista, Fredrick Zoller (Daniel Brühl), un soldado raso que en la vida real (y la movie) se enfrentó solo a 300 enemigos, y que está tiernamente enamorado de la joven propietaria de la salita en cuestión. Que, por cierto, no es otra que Shosanna (Mélanie Laurent). Y que, claro está, no es muy aficionada que digamos al cine alemán.

El objetivo de los Bastardos es volar el teatro con todo su público, y para ello recibirán ayuda de la actriz Bridget von Hammersmark (Diane Kruger), una agente doble a quien no le falta belleza ni le sobra inteligencia. Pero el coronel Landa tiene sus sospechas y no se va a quedar con los brazos cruzados ¿Cómo podrán Raine y sus patanes vencer al culto, inteligente y educado cazajudíos? A lo mejor en ciertos casos la fuerza bruta no funciona. Y menos aún si en el camino se interponen los planes propios de una resentida huérfana...

Lo menos que se puede decir de esta... ¿tragedia de errores?, ¿Würstchen-Western?, es que es muy, muy entretenida; ni un solo momento soso. La historia tiene un ritmo perfecto, pero brilla sobre todo por las exquisitas actuaciones; Christoph Waltz está fenomenal como el villano más carismático del año, y hasta Brad Pitt tiene de dónde cortar en su breve (ajá, así es) papel.

Mi película... bueno, películas, favoritas de Tarantino siguen siendo las dos de Kill Bill; pero Bastardos sin gloria puede caer fácilmente en el segundo lugar; sangre y sencillez es un coctel que siempre le queda bien al director.

Recomendaciones: Para fans de Tarantito, véanla más de una vez. Si su sentido del humor es más negro y sabroso que una tablilla de chocolate oscuro, este film les proporcionará una taza de agua caliente para mezclar.

Abstenerse: Menores de 13. Por favor. Si prefieren una película seria sobre la Segunda Guerra Mundial , mejor renten Tora! Tora! Tora!. Si tienen poca tolerancia al gore, con más razón. Si vieron las dos partes de Kill Bill y les pareció que hubo demasiada sangre en la pelea en La Casa de las Hojas Azules, no esperen menos por acá.

lunes, septiembre 28, 2009

Tu cambio

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Hará ya unos tres meses, varias editoriales y librerías de México lanzaron una campaña que llamaron Ten tu cambio, en apoyo a la Fundación Mexicana de Fomento a la Lectura.

Los mexicanos tenemos mala fama como lectores; en las listas de la UNESCO aparece que leemos 1.2 libros al año por cabeza (una cifra engañosa, como señalara el escritor Juan Domingo Argüelles, pues lo que refleja es que hay muchas personas que no leen en absoluto y el promedio se obtuvo por unas cuantas que se desayunan el resto de la estadística), pero se han hecho varios esfuerzos por cambiar la situación. ¿La verdad? La mayoría son patadas de ahogado.

Ya en la pasada Feria Internacional del Libro en Guadalajara, se estuvieron repartiendo folletitos con la Ley de Fomento para el Libro y la Lectura, una sarta de estupideces que sólo nuestros diputados (que, a juzgar por su amplio vocabulario y educación, se acercan tanto a los libros como a una serpiente de cascabel furiosa) pudieron haberse inventado, y que entre otros asuntos, establece que los libros en este país deberán tener un precio único; es decir, que se acabaron los descuentos de novedades en nuestra tiendita barata de costumbre. Aquí está por si gustan enterarse.

Pero de vuelta a la campaña Ten tu cambio, en lo que consiste, tengo entendido, es lo siguiente: si uno compra un producto de las editoriales participantes en las librerías también participantes, por diez pesos más le dan a elegir entre un librito de cuentos y otro de ensayos por diferentes escritores. Además, se reparten notitas adhesivas para que los lectores escriban sus recomendaciones de libros y las peguen en grandes displays de cartón en las mismas librerías. Una servidora no se enteró de la campaña sino hasta casi darse de narices con uno de estos armatostes (que hasta eso huelen bien, a cartón reciclado, y tienen un bonito color verde. Como dólares, gulp).

Con todo y las buenas intenciones (y el dinero que debieron haberse gastado), no estoy muy segura de que esta campaña vaya apuntando hacia el lugar correcto. De nuevo citando a Argüelles, la lectura se transmite por contagio, y en cuanto a tomar medidas extremas, yo aceptaría las propuestas por el caricaturista Paco Calderón (Nota: en la viñeta número 6 faltaron algunas palabras... debe leerse al final Porque no leen por gusto, tal y como salió en la versión impresa). En Ten tu cambio arrancamos bien: se supone que de lo que trata es de que los mismos lectores hagan que a los no lectores se les antoje leer. Lo malo es que un vistazo a las notitas de los displays basta para darse cuenta de lo patético de nuestra situación. Los despistados clientes de la cadena Sanborns piensan que los papelitos sirven para felicitar a los empleados que los atendieron; los displays de las librerías Gonvill de Guadalajara están repletos de títulos de superación personal.

Sin embargo, en la única librería Gandhi de la ciudad me he ido encontrando algunas notas que me han llegado al corazón. Por diferentes razones. Permítanme compartirles algunas poquitas aquí (algunas son respuestas a la pregunta ¿Qué libro cambió tu vida?, que viene impresa en los papelitos):

“El Psicoanalista, ya que ahora tengo tendencia a hacer juegos psicóticos”.

“Si leer es soñar, entonces despierta”.

“Crepúsculo, de Stephenie Meyer, cambió mi gusto por la lectura. Ahora ya no leo”.

Juventud en éxtasis. No lo vuelvo a hacer... ¡lo juro!”

“Tengo 77 años. Casi sola, excepto por mis libros”.


Para saber más de la campaña, visiten el sitio oficial.

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