lunes, febrero 14, 2011

Nada

Fragmento de fotografía de Simon Turtle de los actores del musical de West End The Lord of the Rings.

La vida no es nada sin amistad.
Marco Tulio Cicerón

Aunque el trabajo no disminuye y las entradas en este blog continúan escasas, hay ciertas fechas, comprenderán ustedes, que no puedo dejar pasar sin poner algo aquí, y una de ellas es el sagrado 14 de febrero. El día de San Valentín, ajá, el día de los enamorados; pero si ya tienen tiempo de visitarnos por acá sabrán que yo prefiero celebrar la amistad por sobre todos los cuatro amores según C.S. Lewis.

Ahora, nunca me sentí capacitada para hablar de amistad, con todo y que es un sentimiento que venero y una condición que procuro cultivar. Así que todos estos años o me pongo a acumular citas bonitas (como la que encabeza este artículo) al respecto, o, lo que más me gusta, traducir fragmentos del libro ya mencionado de C.S. Lewis. Como esta vez ya prácticamente se me acabó el capítulo pertinente y sigo tímida a hablar del “menos natural, menos necesario” de los cuatro amores, decidí cambiar un poquito las cosas y compartirles algo de humor que redacté una vez para un viejo amigo en un correo electrónico.

Lewis dijo que no hay muchas obras que traten de amistad, siquiera como tema secundario, y tenía razón. Sin embargo,  en un libro muy cercano a él, El Señor de los Anillos, la amistad no es solamente una fuerza que mueve, sino, muy posiblemente el principio de todo.

Para encontrar esa piececita de humor entre los correos que le hubiera enviado a este viejo amigo, tuve que repasar prácticamente toda la correspondencia (electrónica) que le estuve enviando. Y entonces la cosa, que se planeaba como para hacer reír, se puso seria. Muy seria. TERRIBLEMENTE seria.

La amistad es el amor más difícil y el más digno de elogio; pero miren, por más que uno quisiera idealizarla en su propio día festivo, no es algo inmutable, no es algo que permanece sin esfuerzo consciente. Y puede acabar, oh sí. Y el que acabe es una tragedia, pero es una de ésas que, como la muerte o la enfermedad, a veces ocurre, y a la que uno acaba por hacerse a la idea.

Este viejo amigo (y amigo de viejos ex-amigos) y yo nos pusimos en contacto tras un tiempo de separación, estela de un lento pero doloroso rompimiento de relaciones múltiples. El asunto se hubiera quedado tranquilo, si no fuera porque fui a enterarme de que mis ex amigos se habían comenzado a reunir para, por medio de una especie de terapia o rito extraño, exorcisarme o algo similar. Imagínense; he hecho de demonio alguna vez. La plática que este amigo y yo sostuviemos en mails hace ya bastantes años me hizo ver que oh, sí he escrito sobre la amistad, que mis ideas son políticamente incorrectas, como casi todo lo que pienso, y que soy mala para guardar los correos adecuados. 

“Mira”, le escribí al amigo, “si en El Señor de los Anillos el concepto de amistad hubiera sido el que parece ideal para ustedes (y para el mundo moderno), la cosa hubiera ido así...”

Y fue cuando redacté una especie de diálogo entre Merry y Pippin en donde se daba al traste con la historia. No recuerdo por ahora, pero conociéndome, tal vez puse ese textito también en un foro de discusión, una lista de correos o eso.

Me he tomado la libertad de mostrar en público fragmentos de esta correspondencia, estrictamente míos, nomás porque creo que son una de las poquitísimas veces que una servidora ha hablado de amistad. Espero que no se sientan muy incómodos si los leen; en ningún momento se mencionan nombres ni se dan pistas.


Sobre la especie de exorcismo:

"Corrígeme si estoy mal en lo que haya entendido del método: se trata de que tienes un problema con una persona, y entonces FINGES que alguien más o que uno de esos monos horrorosos es esa persona y FINGES que hablas con ella, y FINGES que resuelves tu problema (básicamente le niegas a la otra persona su derecho de réplica, supongo que para no complicar todo el proceso) y así te desahogas y te quedas con la esperanzada idea de que si tú estás bien con esa persona entonces la otra persona estará bien contigo(?). 

A la otra persona la puede partir un rayo, por supuesto; una cosa que no me agrada naditita [...] es esa tremenda reticencia a ponerse en los zapatos de alguien más: el YO estoy bien y TÚ tienes
que estar bien porque YO estoy bien.".

"Eso se me hace un poco irritante, y tiene que ver con lo que te dije más arriba.  Imágenes... siempre imágenes, como si la realidad ardiera tanto. 

Es también irritante porque me proporciona una clara explicación al extraño fenómeno de los desencuentros que he estado sufriendo, gracias a Dios, sólo unas pocas ocasiones en los últimos meses. Verás:  una que otra vez, cuando me he tropezado con algunos de los otros, ellos se comportan lindos conmigo y esperan que yo reaccione como cachorrito recién adoptado (es decir, que brinque de felicidad). Y, cuando no lo hago, ponen una cara de SINCERO desconcierto que no deja de sacarme de onda . 

Chicos, si aclararon sus problemas con la imagen que tenían de mí, pues felicidades... pero no esperen que la L. "de a devis" se comporte como en sus evocaciones; en lo que a mí respecta, la guerra con Irak no se terminó cuando Bush se declaró vencedor (más o menos  un año antes de los más de mil muertos que todavía faltaban entre las tropas gringas)".

"Ahora [...] mira, hay entre (grupo de amigos) gente a la que consideraría, como te puse en el correo anterior, enemigos potenciales... simple y sencillamente porque sospecho que si alguna vez nos enredáramos en una guerra cósmica o algo así, estaríamos en bandos bien distintos. Bueno, además porque hicieron mucho daño, sabes.

Aparte que me entristece sobremanera que si en algún momento dado tenían algo que decirme, se lo hayan dicho a otra persona o a un mono de madera... como si yo mordiera o algo así, o como si el mono o la otra persona fueran capaces de resolver un problema ajeno. Ya sé que nadie me lo creía, pero si hay algo que me revienta es fingir.""

Sobre el rencor y el remordimiento, que mi amigo definió como “mecanismos de supervivencia”, pero descartó por su inutilidad.

"Yo pensaba que andabas budista todo el rato, no nomás una semana... pero como yo por lo general ando católica toda la vida, veremos aquí las diferencias de postura.

No creo que las palabras adecuadas sea "mecanismos psicológicos de supervivencia" y de cualquier forma no sé lo suficiente de psicología como para estar segura de usar la palabra "ego" de la forma correcta (mi empapamiento del tema se limita a cuando estuve jugando Xenogears en mi Playstation y tuve qué chutarme la definición de cosas como "anima" e "id" nomás para escribir un artículo profundo sobre el juego. Ah, y la biografía de algunos santos, también).


Pero creo que la discrepancia aquí estaría en la parte "psicológica". El rencor y el remordimiento funcionan para cosas más allá de lo puramente psicológico; yo creo que tienen además un peso social. Uno tiende a negar lo social (sobre todo cuando anda llevando en los hombros montones de crisis personales), pero finalmente es imposible estar aislado del todo. Lo cual nos lleva al siguiente punto..."

Si tuviera una mejor ortografía, el amigo hubiera expresado sin tantos problemas que la cuestión era que qué tanto valía la pena dejarse llevar por el rencor y los remordimientos. Pero sí pude entender.

"Bueno, ahora sí que depende de una decisión personal. El rencor es, de estos dos sentimientos, el más inútil, y el que friega más sin dar una recompensa decente (ni a uno ni a la gente que lo rodea). Pero el remordimiento puede salir de uno, y a quien protege es a los demás. Si la vida gira alrededor de uno mismo, y uno es lo más importante para uno, y solamente uno cuenta, pues entonces no vale la pena y se le puede dejar atrás. Pero, como te dije, el remordimiento está ahí para los demás. Es reconocer "hice mal, y me importa". O a tu prójimo: "Reconozco que te hice daño. Sé hasta donde llegué, sé que lo que hice te dolió y tu dolor me importa tanto que lo estoy compartiendo aunque no tenga por qué hacerlo. Tú te mereces esto. "

"Si andas budista nunca vamos a ponernos de acuerdo, pero bueno, ya ves que en mi religión se aprecia el reconocimiento del pecado, y la posibilidad de expiación, penitencia y sacrificio. Y el perdón siempre y cuando vaya precedido del arrepentimiento (porque cuando es mero trámite sirve para dos cosas). Ah, y el amar "a Dios sobre todas las cosas" y "a tu prójimo como a ti mismo". (Una vez tuve una pesadilla horrenda de un Guadalajara alternativo donde la puerta del infierno estaba cerca de Avenida México cruzando con López Mateos, y se me dictaban unos mandamientos que nomás que desperté anoté en un cuadernito. No los tengo a la mano ya, pero me acuerdo clarísimo de "Amarás a Dios sobre todas las cosas. Tú eres Dios". Imagínate qué miedo). "

Mi amigo dijo que el bienestar común debe empezar por el bienestar propio. Respondí:


"Si esto pasara en la vida real estaría perfecto. Pero no siempre sucede, y el bienestar propio no siempre se puede alcanzar, y es una gachada, en todo caso, alcanzarlo a costa del resto de la humanidad. Si todos creyeran que el bienestar común debe empezar por el bienestar propio, no habría héroes... no habría historias interesantes qué contar acerca de padres e hijos devotos, acerca de amistades incondicionales. La mera verdad, qué mundo tan sebo y aburrido.

Te digo, mi religión defiende el sacrificio. No está tan peor.  Mucha gente que conozco pasa tantos años intentando estar bien ELLOS MISMOS, que se olvidan de que tienen padres, amigos, pareja, etc. Y se vuelven insoportables. Les pasa como en ese cuentito chino... no me acuerdo quién es el autor, pero es del siglo XIV o algo así, y se trata del general que quería comprar un título nobiliario y estaba ahorrando. Cuando sus amigos le pedían dinero prestado, él contestaba que no podía porque se tenía que comprar su título, y para sus adentros pensaba en todos los beneficios que iba a conseguir para sus amigos una vez que fuera noble. Finalmente se quedó solo, el güey."

Me reveló algo que ya sospechaba: que mis ex-amigos la habían pasado terrible porque su vida seguía girando en torno a mí. Y le escribí:

"Qué cosa más espantosa. ¿Me creerías que eso se siente? Alguna que otra nochecita o madrugada me despertaba con algo de presión en la cabeza y de repente me saltaban recuerdos de mis ex-amigos. Me daban ganas de decir : ¡Déjenme en paz! ¡Suéltenme de una buena vez! Por otro lado, también decía: ok, se lo ganaron. Fueron capaces de echar, así nomás por la borda, diez años de amistad, y nomás porque sí. Que sufran.

Ahora, no sé si pedirte que me corrijas si estoy mal porque no estoy muy segura de quererme enterar... si sus vidas giraban alrededor de mí, ¿me culparon por eso? Pues en ese caso mi abuelo materno, que me era antipático por diversas razones, tenía razón. Él decía de una persona: "¿Pero por qué está tan enojado conmigo? Si yo nunca le he hecho ningún favor". En otras palabras, que si le haces bien a la gente, la gente te va a querer únicamente mientras lo hagas. Y si dejas de hacerlo, no sólo van a dejar de quererte, sino que te van a odiar. Pero yo creo que esto es una pésima idea... y que mi abuelo hubiera estado muy feliz en esta época donde ser egocéntrico está de moda. Gracias a Dios tengo otros lados de dónde agarrarme. Para tumbar estos conceptos tan feos, están los amigos. Pero más de eso después.

Por otro lado, pienso que no está bien girar alrededor de nada ni de nadie, ni siquiera de uno mismo (aparte que las personas que giran alrededor de sí mismas son bastante patéticas). En la vida caminas, no giras. Y sí, te agarras de lo que puedes, pero no te quedas ahí nomás. Eso sí, cuando tienes agua, te acuerdas de la fuente. "

Mi amigo decía que podríamos volver a ser como antes, pero que la vida no garantizaba que así fuera. Mi respuesta:

No, no te preocupes... no pienso pedirte de entrada que volvamos a ser amigos como antes. [...]  Tú tienes muchas más personas con las que te la puedes pasar bien, y yo soy mejor para los malos momentos.

Has usado dos veces la palabra "garantías", y eso me tienta a pensar que tal vez quisieras que la vida te garantizara que no tuviera garantías.  ¿Y eso? No hablamos de garantías cuando tocamos esto de la vida... esperanza sí, esperanza sin garantías (aunque esto para variar no es mío... la expresión es de mi escritor favorito, a quien le debo el honor de una muy buena parte de mis convicciones). La vida no te da garantías, y los amigos, la familia, las ideas y todas esas ondas no tienen por qué pedirlas... Pero, eso sí, en algún momento estarán en todo su derecho de solicitar otra cosa: compromiso. Pero, ¿no es ésta ya una mala palabra en los tiempos que corren?"

Tiempo después, le escribí ese diálogo... que como no pude encontrar transcribo casi de memoria. En todo caso, era la respuesta humorística (irónica también) a una pregunta... ¿qué hubiera pasado en El Señor de los Anillos si el concepto de amistad fuera el mismo de los tiempos que corren, es decir, pasársela bien sin la menor intención de compromiso, o de ver primero por los demás?

Merry: Oye, ¿no te parece que Frodo ha andado muy raro en estos días?

Pippin: No... no sé... ¿por qué lo dices?

Merry: Es que pasa mucho tiempo solo, anda caminando y murmurando cosas, se ve preocupado...

Pippin: Pues sí. ¿Por qué no nos dirá nada?

Merry: Quién sabe. Pero bueno, después de todo es su problema, ¿qué no?

Pippin: Sí... y si necesitara algo ya nos hubiera dicho, ¿verdad?

Merry: Ajá. ¿Que te parece si nos vamos al Dragón Verde a tomar algo?

Pippin: Buena idea. Y si Frodo quiere, pues que vaya también.


Y así hubiera terminado todo; la gran historia épica del siglo XX hubiera quedado en nada.

jueves, febrero 03, 2011

Reseña de película: Cómo entrenar a tu dragón

Image Hosted by ImageShack.us 


Cómo entrenar a tu dragón (2010)

Directores: Dean DeBlois, Chris Sanders.

Intérpretes: (en la original en inglés): Voces de Jay Baruchel, Gerry Butler, Craigh Ferguson, América Ferrera.

Lo bueno: La animación, la historia, la música.

Lo malo: La total ausencia de sangre. 

Comentario gratuito: Odio el llamado "star talent"


Calificación: ****


Me lancé a ver Cómo entrenar a tu dragón (tras ver dos o tres de los cortos y sin haber leído el libro de Cressida Cowell en el que está basada) con montones de ideas negativas: ¿otra película de animación por computadora? ¿Qué ya no saben más? Y para empeorar las cosas, ¿con una historia de fantasía para mocosos? ¡Ay, por amor de Dios! Mi paciencia se acorta por metros con las películas fantásticas de los últimos años... aunque sigo dándoles el beneficio de la duda.

Pero Cómo entrenar a tu dragón, un conglomerado casi perfecto de elementos que no me gustan (como notarán ustedes al leer esta reseña), no sólo no me decepcionó, sino que me sorprendió gratamente. A pesar de que los animadores, se nota, no fueron a Islandia sino a Baja California para copiar los paisajes, y que alguno que otro se adivina fan de Shadow of the Colossus, es el cuidadoso conjunto de detalles lo que le da fuerza a una premisa relativamente sencilla. 

Resulta que hay un escandinavo jovencito llamado Hipo (¿alguna vez les he dicho cómo detesto que se haga burla del sonido de las lenguas extranjeras?), que se carga un problema de autoestima porque no es el hijo que Estoico (ídem), su padre y jefe de su tribu, siempre soñó: un vikingo alto, fuertote y matón (ah, también odio los estereotipos). Puesto que Hipo no puede competir con sus coetáneos de nombres igualmente ridículos en cuanto a ser un verdadero vikingo (ídem), se ha puesto a experimentar con la ingeniería.

El pueblo de Hipo, Berk, se ve constantemente asolado por una plaga de dragones que roban ganado y destruyen edificios, y el cazarlos ya es costumbre y prueba de hombría. La esperanza de Hipo para ser aceptado como igual entre los suyos consiste en una máquina de proyectiles que le permita derribar uno. Pero una vez que consigue su propósito (y su presa es, ni más ni menos, el más evasivo y rápido de los dragones), no es capaz de rematar al animalito; y, en lugar de ello, se dedica a alimentarlo, cuidarlo, diseñarle una prótesis de alerón que el animal perdió en su caída, y, lo que pareciera ser imposible, domesticarlo. 

Lo demás (el encuentro de Hipo con una raza desconocida, su enfrentamiento con su padre sobre puntos de vista irreconciliables, sus propias pruebas) se adivina fácil. Pero no todo es lo que parece, y la historia tiene reservadas sorpresas más allá del cliché. Da gusto que de cuando en cuando se hagan películas para niños de éstas que un adulto no tendría empacho en disfrutar, y que no recurran al chiste fácil ni a la trama recta para asegurar la diversión. 

Lo único que me quejo de la película: no hay sangre. Nada. Hay peleas, golpes, tajos, cortes, heridas (algunas graves), pero de sangre, ni hablar. ¿Por qué carambas no?, me pregunto. Ya sé que se trata de una película familiar y blah blah blah, pero, ¿qué hay en la sangre que sea tan terrible, horrendo, tabú? No estoy pidiendo que se llegue al nivel de una cinta de Tarantino ni nada, pero si hay peleas y golpes en una película, tiene que haber sangre. Aunque sea poquita. Y los niños tienen que verla. Me explicaré: hace unos meses, una amiguita de mi sobrina (12 años) tomó el cortador de pastillas de la cocina de mi mamá; un objeto completamente transparente, con una cuchilla muy afilada que se alcanza a ver con toda claridad. La niña colocó un dedo en medio de la cuchilla y la oprimió con fuerza. 

¿Ahora entienden a lo que me refiero? Si a la creciente estupidez de las nuevas generaciones le añadimos su tendencia a aprenderlo todo del cine y la televisión podremos darnos cuenta de cuántas responsabilidades educativas se cargan estos últimos. Señores, la sangre, el dolor y las enfermedades no dejan de existir sólo porque uno las elimina de las obras infantiles.

Recomendaciones: Para niños, de preferencia inteligentes. Para amantes de los dragones, los gatos y las buenas historias de cualquier edad.

Abstenerse: Si sonreír les hace daño.

Creative Commons License
La casa de Aisling by Laura Michel is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial-Sin Derivadas 2.5 México License.