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domingo, mayo 24, 2009

Receta: gel antibacterial

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La contingencia sanitaria por inluenza se ha relajado un poco, pero la enfermedad sigue apareciéndose por el mundo. Por consiguiente, no hay que aflojar la guardia. La mejor medida de protección que podemos adoptar es la higiene: lavarnos las manos con frecuencia, no llevárnoslas a la boca o la nariz, principalmente después de haber tocado posibles focos de infección (pasamanos, teclados de compus públicas, asientos). Si tomamos en cuenta todo eso, tal vez no sólo consigamos deshacernos del virus A1H1, sino, imaginémonos, de todas las clases de gripe, y las enfermedades gastrointestinales. ¡El paraíso! Para cuando no tengamos agua y jabón a la mano, todavía podemos usar gel antibacterial (que no es otra cosa sino alcohol en gel).

Hace algunas semanas, cuando tratábamos el tema aquí mismo, Lonjho mencionó la escacez del producto (me gusta tanto el de Natural Scents, una compañía jaliciense que suele producirlos en todos los aromas imaginables) nos hizo el favor de compartirnos una receta del sitio web de la Procuraduría Federal del Consumidor en México. ¡Gracias! :>

A continuación, les paso la versión para perezosos de esa misma receta (con algunas modificaciones, también para perezosos). Mi hermana y el grupo de difusión científica
Quark lo produjeron en masa para la Universidad Autónoma de Zacatecas, y según ella, cada quien puede modificar la receta a su gusto, siempre y cuando se sigan ciertos lineamientos. Por accidente, mi hermana vertió su gel en un frasco vacío de aromatizante oleico de ambiente, y mi mamá quedó fascinada con el resultado.


Ingredientes

  • 2 cucharaditas de carbopol en polvo (del carbopol depende qué tan espeso quede nuestro gel; el de esta receta es muy ligero. Si lo prefieren más espeso, agreguen media cucharadita más).
  • 7.5 ml. de trietanolamina (un líquido aceitoso que reaccionará con el carbopol. Uno y otro se consiguen en boticas o droguerías, y probablemente tendrán que comprar una cantidad fija, mayor que ésta. No importa, la usaremos después).
  • Un frasco de alcohol de 500 ml.
  • 1 cucharada y media de glicerina pura (que ayuda a fijar el alcohol, y sirve también para la piel. Esta cantidad dejará el gel un poco pringoso, pero suavizará las manos por horas. Si lo prefieren, déjenlo en una cucharada).
  • Más alcohol si es necesario.

Herramientas

  • Licuadora
  • Cucharita cafetera
  • Cucharitas y taza de medir
  • Recipiente pequeño
  • Frasco vacío transparente, con capacidad de mínimo 300 ml.
  • Jeringa desechable para medir
  • Coladera de malla
  • Embudo

Procedimiento

1. Cernir (es decir, pasar el polvo por la coladera de malla) al menos dos veces el carbopol sobre el recipiente pequeño, de manera que quede muy, muy fino. Si fuera necesario, utilizar la cucharita cafetera para deshacer los grumos.

2. Poner el alcohol en la licuadora, y agitar en la velocidad más baja. Echar muy poco a poco el carbopol, y seguir agitando. El alcohol comenzará a enturbiarse. Cuando todo el carbopol esté adentro, agitar medio minuto más, o hasta que la sustancia esté bien disuelta. Hay que tener cuidado de no quede ningún grumo.

3. Agregar la glicerina, y agitar un poco más. El líquido ahora se verá lechoso.

4. Con la ayuda del embudo, verter la mitad de la mezcla en el recipiente donde originalmente estaba el alcohol, y la otra mitad en el frasco vacío.

5. Medir con la jeringa 3.5 mililitros de trietanolamina. Agregar a uno de los dos frascos algunas gotitas, cerrarlo muy bien y sacudirlo de arriba hacia abajo, como si se tratara de una maraca. El gel comenzará a formarse justo ante nuestros ojos. Continuar añadiendo la trietanolamina, muy poco a poco. Si en algún momento el gel alcanza la consistencia adecuada, dejar de ponerla (el alcohol se va evaporando según trabajamos con él, y el esceso de trietanolamina echa a perder el resultado). Repetir el procedimiento con el otro frasco.

6. Si el gel queda demasiado espeso, agregar un poco más de alcohol.

Listo, con esto tenemos aproximadamente medio litro de alcohol en gel. Conviene almacenarlo bien tapado y en la oscuridad, y llenar con él algún frasquito pequeño que podamos llevar a todas partes. Lo más importante es no dejar de usarlo.

martes, mayo 27, 2008

Manera sencillísima, muy higiénica y extremadamente sádica de matar cucarachas


¿Odiamos a las cucarachas? Oh, sí. Se reproducen como conejos. Se comportan como extraterrestres. Son tan descaradas como los mandriles y más resistentes a la contaminación, la comida chatarra y los regímenes totalitarios que los humanos. En otras palabras, son todo, menos cucarachas. ¿No es el mayor crimen de todos, y sujeto definitivo de la pena capital, andar siendo infiel a la propia naturaleza de uno? Por lo tanto las cucarachas merecen morir como... como cucarachas, pues. Que en la muerte tengan la dignidad y coherencia que jamás, jamás muestran en vida.

Ahora, matar cucarachas tiene sus inconvenientes: el insecticida huele mal y puede contaminar, aplastarlas significa esparcir entrañas insectiles por alguna superficie que preferiríamos limpia, y el famoso gis chino es una lata a menos que uno sea grafitero de corazón. Por consiguiente, aquí propondremos una forma distinta, novedosa y que a la vez garantiza higiene y una refinada tortura.

Se necesita:

  • Una cucaracha.
  • Una esponja.
  • Jabón de tocador perfumado.
  • Agua.
  • Periódico.
  • Trapeador.

1. Humedecer la esponja con el agua, y frotar con el jabón de tocador hasta hacer abundante espuma.

2. Localizar a la cucaracha. Estos bichejos no se irán corriendo si uno no les hace escándalo. Es mejor sorprenderlos cuando estén desprevenidos y quietecitos.

3. Oprimir la esponja, y dejar caer una buena cantidad de espuma sobre la cucaracha. Ésta, inmediatamente, tratará de huír. Si es posible y uno quiere quedarse a ver el final de la historia, acosarla y bloquearle sus rutas de salida con más espuma. Si no, el daño ya está hecho (sí, no me pregunten cómo, pero a las cucarachas las mata el jabón de tocador).

4. Si la cucaracha (como probablemente sucederá) se cae de una pared y queda panza arriba, seguirla cubriendo con espuma hasta que deje de moverse.

5. Recoger el cadáver con periódico, y finalmente trapear todos los restos de la lucha.

¡Listo! Sin ensuciar los zapatos, sin contaminar el medio ambiente, sin grafitear; superficie limpia y aromatizada. Y un poco de diversión más o menos inofensiva en el caso de que uno se quiera sentir Archibaldo de la Cruz. ¡Mueran las cucarachas!

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La casa de Aisling by Laura Michel is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial-Sin Derivadas 2.5 México License.