jueves, julio 31, 2008

Receta: Salsa para sushi estilo Jalisco

©Cooking Mama, del juego homónimo de Office Create, publicado por Majesco para Nintendo DS.


Si visitan algún restaurante de comida japonesa en Guadalajara, de seguro le servirán el sushi con esta deliciosa salsa. No podría asegurarlo (no he estado en todas partes), pero creo que este sabor se ha extendido ya por todo México.
La salsa de soya con jugo y cebollita cambray fue invento del chef japonés K. Matsumoto, que, cuando vino a residir a México (primero a Hermosillo, Sonora, y después a Guadalajara), observó el gusto de los mexicanos por las frutas cítricas. Es una variante sabrosísima de la soya tradicional, y se puede utilizar en toda clase de platillos.



Ingredientes (para aproximadamente taza y media):
  • 1 taza de salsa de soya.
  • 1/4 de taza de jugo de limón.
  • 1/4 de taza de jugo de naranja.
  • 1/8 de taza de vinagre de arroz o manzana.
  • Para servir, cebollitas de cambray, delgadas, rebanadas finamente de la cabeza al rabo

Herramientas:

  • Recipiente de plástico o vidrio para mezclar y guardar la salsa.
  • Palillos para agitarla.

Procedimiento:

1. Fácil: Vaciar todos los ingredientes en el recipiente y agitar bien.

2. Servir en un platito con las cebollitas de cambray al gusto.

miércoles, julio 30, 2008

Receta: Arroz al vinagre (para sushi)

©Cooking Mama, del juego homónimo de Office Create, publicado por Majesco para Nintendo DS.

Aquí tienen la receta básica del sushi: el arroz al vinagre o shari. Recuerden, no la preparen todavía. Esperen al fin de semana cuando tendremos todo lo necesario para nuestro primer rollito.


Ingredientes (para unos tres rollitos medianos o de cinco a seis bocadillos):
  • Dos tazas de arroz blanco (gohan).
  • Dos cucharadas de vinagre preparado para sushi (se consigue fácilmente en tiendas, o se puede elaborar en casa disolviendo un cuarto de cucharadita de azúcar y media cucharadita de sal en dos cucharadas de vinagre de arroz o manzana).
Herramientas:

  • Recipiente amplio de plástico o de madera sin barnizar para el arroz (jamás usen uno de metal, porque altera el sabor del vinagre).
  • Palita de madera para mezclarlo.
  • Abanico, pedazo de cartón, revista, cuaderno... cualquier cosa que sirva para echar aire.
Procedimiento:

1. Preparar el gohan como se especifica en la receta, pero, muy importante, dejarlo en remojo una media hora en el agua en la que se va a cocinar para que quede más blando y pegajoso. Si es posible, utilizar arroz de grano corto, como el calrose o el morelos.

2. Poner el arroz recién hecho en el recipiente amplio. Verter el vinagre uniformemente.


3. Con el abanico (o alguno de los sustitutos) en una mano comenzar a enfriar el arroz, al tiempo que se mueve, muy despacio y con cuidado de no aplastar los granos, con la palita de madera. Continuar hasta que el arroz deje de echar vapor.


Es todo; nuestro arroz al vinagre está listo para utilizarse en cualquier variedad de sushi que queramos.


lunes, julio 28, 2008

Semana del Sushi, I

©Cooking Mama, del juego homónimo de Office Create, publicado por Majesco para Nintendo DS.

Arrancamos hoy, según lo prometido (y con dedicatoria especial a Kitsune), con la primera Semana del Sushi... un platillo exquisito que se puede preparar fácilmente en casa. Esta será una sección que espero tener en forma más o menos regular (cada cierto periodo de tiempo, algo así). Hay varios cientos de clases y combinaciones de sushi, así que el tema nos va a dar para largo.

Para lo que cuesta el sushi en restaurantes, uno podría creer que se trata de un platillo caro y exótico... pero nada más lejos de la realidad; una porción completa puede pagarse con poco menos de un dólar norteamericano, y los ingredientes que se pueden utilizar son tan accesibles y diversos que basta abrir el refrigerador o la despensa para obtener la mayor parte. Por si fuera poco, el sushi es muy saludable (el vinagre, uno de los ingredientes principales, mejora la circulación de la sangre), bajo en calorías y delicioso.

Esta semana, por ser la primera, iremos presentando poco a poco las recetas de los componentes básicos. No se precipiten; tengan un poco de paciencia y aprovechen para ir consiguiendo los ingredientes e instrumentos que hagan falta. Para el fin de semana, estaremos listos para preparar un sencilla y popular variedad de sushi: el rollito California.

Antes de concluír la inauguración, algunas notas interesantes:

  • Lo que comúnmente llamamos “sushi”, los rollitos de arroz envueltos en alga marina, no es sino una de las muchas formas en las que podemos hallar este platillo. Su nombre correcto de hecho es maki sushi. También existen, entre otros, los bocadillos en forma de dedo (nigiri sushi), los que parecen barquitos con relleno (gunkan maki), los prensados como queso (oshizushi) y los platos de arroz cubiertos con diferentes ingredientes: la ensalada o chirazi-sushi.

  • La invención del sushi fue accidental; en el antiguo Japón, para conservar el pescado y otros alimentos, se les envolvía en una capa de arroz lleno de vinagre, que se desechaba después. Un día, a alguien se le ocurrió comérselo.

  • Si van a un restaurante de sushi y no tienen mucha pericia para utilizar los palillos, no se preocupen; es perfectamente aceptable y educado tomarlo con los dedos.

  • Los condimentos que probablemente les ofrecerán para el sushi son salsa de soya (aquí daremos una receta muy sabrosa) para mojarlo, jengibre (gari, una especie de hojitas color rosado) y wasabi (una pasta verde). El jengibre sirve para intensificar el sabor del platillo; podemos tomar una hojita antes de cada bocado (a mí la verdad me encanta comérmelo solo). El wasabi es rábano picante y se añade a la salsa de soya en muy pequeñas cantidades, hasta dar con el sabor que uno prefiera. Nunca va a faltar el chistosito que quiera hacerles la broma del “aguacate japonés” y hacerles tomar una cucharada de golpe; cuidado, porque el wasabi es muy fuerte. Dado el caso, sonrían, tomen un poco con el dedo, pónganselo en la punta de la lengua... y luego dibujen un pequeño bigote verde bajo las fosas nasales del presunto bromista.

  • Si compran sushi y no se lo terminan, lo pueden guardar en el refrigerador, pero, muy importante, primero hay que envolver las sobras en papel encerado (jamás aluminio, por favor) y después en un trapo o toalla de cocina (una servilleta de tela de las que usamos para las tortillas es ideal). Antes de comerlo, se puede calentar un poco en una plancha, comal o sartén, pero no en el microondas.

domingo, julio 27, 2008

Premios Ignotus... ¡santo cielo!


Ya sé que no acostumbro subir nada en domingo... pero me acabo de enterar de algo tan interesante que no me aguanté las ganas de compartir...

La Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror otorga, cada año, sus premios, los Ignotus; en la lista de nominados de este año para novela corta se encuentra... caray, caray, caray... estoy que no me la creo... Fluyan mis lágrimas, de mi querido Capitán Quasar. ¡Felicidades, muchísimas felicidades!

El Capitán piensa que su destino es nunca ganar un premio (qué coraje cuando el año pasado quedó finalista del Julio Verne en cuento, y que no quisieron otorgarle el primer lugar porque su historia se metía con cuestiones religiosas), pero ojalá que ahora se rompa el esquema.

Ahora... desde la oscuridad, la invisibilidad, miro a otro de los nominados y cruzo los dedos... 253, esa maravillosa novela de Geoff Ryman que tuve el inmenso honor de traducir, está en la categoría de novela extranjera. Lado a lado con Hijos de Húrin, para ponerla más difícil. Cieeeeeeelos... ¿a cuál de las dos le echaré porras...?

sábado, julio 26, 2008

Negra tienen la conciencia


Hace unos tres meses, el sitio Omnichela.net me recordó un asunto que ya tenía olvidado desde hace rato: que Frank Miller iba a llevar al cine The Spirit, de Will Eisner, una de mis historietas preferidas y que la idea de que él dirigiera no me había agradado mucho que digamos. Ya con el recordatorio, me metí a la página de producción de la película en la Internet Movie Database y efectivamente me hallé mucha más información que la última vez; eso incluía el reparto. Y fue ahí donde me detuve en seco; algo que de tan imposible jamás me hubiera pasado por la cabeza estaba sucediendo: Ebony White, uno de los personajes más importantes de la historieta, y un favorito personal, no estará en la cinta.

¿Pero qué rayos estaría sucediendo...? Les digo, mi primer sentimiento fue el de estupefacción: Ebony es el ayudante de The Spirit (un expolicía llamado Denny Colt que, tras ser declarado muerto, trabaja como vigilante nocturno enmascarado), y es un chico pobre que hace lo que puede por salir adelante. ¿Se me está pasando algo? Ah, sí; es negro.

Para el fenomenal despliegue de racismo que hizo Miller en 300, la verdad no me esperaba que por un detallito tan simple se fuera a dar golpes de pecho, pero así es. Por temor a ofender a la comunidad negra, Ebony, que aparte de ser coprotagónico es uno de los personajes más geniales y divertidos del comic a nivel mundial, será sacrificado en el altar de lo políticamente correcto.

Me recuerda aquella vez que varios estadounidenses importantes de raza negra armaron un escándalo por los sellos postales con la imagen del personaje de historieta Memín Pinguín que salieron a la venta en México. Apenas unos meses después, cuando el huracán Katrina devastó Nuevo Orleans, supongo que se dieron cuenta de que el verdadero racismo poco tiene que ver con caricaturas de negritos simpáticos; pero si es así, el reverendo Jesse Jackson no dijo media palabra. Tampoco, seguro, tuvo mucho tiempo de recapacitar en su ignorancia.

Este mes, la cadena Walmart retiró la revista de Memín de sus tiendas en Norteamérica porque varios de sus clientes reaccionaron enojadísimos ante la portada del número reimpreso con el título de "Memín Presidente". ¿Y hasta ahora se dan cuenta de que existe y que lleva vendiéndose por allá bastante tiempo? ¿O, con el panorama electoral, no será mucha casualidad?


Memín Pinguín, personaje creado en conjunto por la escritora Yolanda Vargas Dulché y el ilustrador Alberto Cabrera (don Sixto Valencia, un genial dibujante que estaba familiarizado con el personaje de Ebony, entraría al quite más adelante), está basado, le oí contar a ella en persona, en un vecinito negro que tenía y que era travieso como él sólo. Doña Yolanda lo bautizó “Memín” en honor nada más y nada menos que de su esposo, Guillermo de la Parra, y lo de Pinguín viene de “pingo”, es decir, “diablillo”, en español de México. El chico protagonizó primero la revista de historietas Almas de Niño, pero se hizo tan famoso (en México, es un ídolo, y un promotor de la igualdad y la tolerancia), que terminó dándole su nombre a la misma. Una servidora sigue sin ver dónde está el racismo en todo esto.

Ebony White, por su parte, comenzó primero como un adulto, y a lo largo de los primeros años de la historia fue rejuveneciendo misteriosamente hasta convertirse en un muchacho de unos quince, algo bajito para su edad; la imagen que conservó hasta el final y que se recuerda más. Para ganar algo de dinero extra (en el mundo de The Spirit, a diferencia del de otros justicieros, la economía ocupa un lugar preponderante), Ebony manejaba un taxi. Es ocurrente, extraordinariamente listo y muy audaz.

Sin Ebony, seguramente a The Spirit ya lo hubieran hecho talco los supervillanos a los que se enfrenta. La lealtad que el chico le profesa a su jefe no lo detiene para meterle sus buenas regañadas cuando éste comete alguna estupidez. Resultan especialmente cálidos los episodios del cómic donde ambos, en su guarida secreta (un departamentito subterráneo en el cementerio, bajo la tumba de Denny Colt) comparten la lectura de la obra de Edgar Allan Poe o de Ambrose Bierce (para The Spirit es muy importante que Ebony estudie y se haga amante de los libros, y en algún momento dado lo llega a mandar a la escuela). Ebony nunca deja de soñar con un futuro mejor, y aunque no tiene mucho es generoso con quienes son menos afortunados que él.


Pero, ¿acaso importa todo esto cuando algún estadounidense grita “racismo” y se rasga la playera? Oh, no. Tanto Ebony como Memín son víctimas de las apariencias; su aspecto caricaturizado, al parecer, es lo único que tienen de ofensivo. Will Eisner, al que también tuve la inmensa fortuna de conocer en vida, sintió la presión e intentó desaparecer paulatinamente a Ebony. Pero algo que siempre me desconcertó es que nadie se quejó jamás de sus caricaturas de blancos: por ejemplo, Sammy, el sidekick que sustituyó a Ebony cuando éste se fue a estudiar, tenía los rasgos estereotipados de un adolescente norteamericano, lleno de espinillas, con dientes grandes, y una gorra de beisbol. Ninguno de los personajes de The Spirit es realista. ¿Que si el nombre de Ebony White ("ébano blanco") es una broma? También lo son prácticamente todos los nombres de los otros personajes, como el de la espía Silk Satin ("seda satín") y la criminal redimida Sparrow Fallon ("gorrión caído", más o menos).

Por el lado de Memín y su patria, no conozco a un solo mexicano que se arroje al piso y haga berrinche al más puro estilo Noroña por la forma en que se nos representa en las películas gringas, o que haya amenazado con cortarse las venas si no se prohibía la aparición de Speedy González y sus amigos ratones en tele.


Para los Estados Unidos, el desprecio que muchas veces sufren los centro y sudamericanos, los orientales, los europeos, está en otro plano; la palabra “racismo” es sinónimo de “odio a la raza negra”, por lo visto, y muchas veces ahí se quedan. Algo de su historia de esclavitud y discriminación tendrá que ver con eso (la Guerra de Secesión, que supuestamente se hizo con el propósito de abolir la esclavitud, en realidad tenía motivos políticos y económicos ocultos; los Estados Confederados de América se estaban volviendo peligrosamente fuertes. Para aumentar sus posibilidades de victoria, el presidente Lincoln le prometió a tres estados del sur que podrían conservar a sus esclavos negros si colaboraban con él en la guerra).

La casa Disney, hasta la fecha, se ha negado a distribuír en su propio país su película de 1946 Canción del Sur, por temor a la controversia que podría desatar un héroe negro, y además un esclavo recién liberado, que, cosa inadmisible, se llevaba bien con sus amos.

Pero, si los remordimientos arden tanto y el pecado clama por penitencia, ¿por qué personajes imaginarios como Memín o Ebony tendrían que pagar el pato? Porque es mucho más fácil cerrar los ojos que enfrentar los errores del pasado. Y, definitivamente, funciona más inventarse en las películas lo que uno prefiere creer. Mejor ejemplo no hay que cuando Hollywood intentó achacarle Godzilla a los franceses (Godzilla es, prácticamente, el espíritu de las bombas arrojadas en Hiroshima y Nagasaki; una fuerza terrible y destructora contra la que nada puede hacerse. A menos que nuestros conocimientos de historia mundial estén a la par de los del presidente Bush, todos sabemos de dónde salieron).

En el 2009 veremos The Spirit en el cine; dirigirá Frank Miller, quien seguramente le impondrá su estética peculiar (aunque para el caso no sea lo más adecuado). Gabriel Macht llevará el papel protagónico. Y, estoy segura, no habrá voces en internet que coloquen a su lado a Ebony White, así como lograron sacar a Arwen del Abismo de Helm en Las Dos Torres. Nos perderemos la oportunidad de tener a un héroe negro y a un héroe blanco de la época de los treinta y cuarenta luchando mano a mano contra el mal. Para evitarse dificultades, mejor dejar fuera al negro. Perdón, pero, ¿eso NO es racismo...?

jueves, julio 24, 2008

Reseña de película: Dragonlance: Dragones del anochecer



Dragonlance: Dragones del anochecer (2007)

Director: Will Meugniot

Intérpretes: Voces de Michael Rosenbaum, Kiefer Sutherland, Lucy Lawless, Fred Tatasciore, Rino Romano, Jason Marsden, Neil Ross, Michelle Trachtenberg, Neil Ross, Marc Worden, Phil LaMarr.

Lo bueno: Algunos diseños, algunos momentos, algunos actores, algunos y algunos.

Lo malo: En especial, la animación, pero también ciertos detalles donde la adaptación del libro original está infame.

El horror: Si comen palomitas al verla, cuidado; una de las últimas escenas podría hacer que se atraganten.

Calificación: *

Sin ser la octava maravilla ni mucho menos, las primeras novelas de la serie Dragonlance, de Margaret Weis y Tracy Hickman, tuvieron en su tiempo una merecida popularidad. De que eran inequívocamente gringas, con una gringuez perceptible hasta en las yemas de los dedos al darle vuelta a la hoja, ni quien lo niegue; ochenteras como ellas solas (con su correspondiente dejo de frivolidad, glamour y clichés), también. ¿Derivativas? Por todas partes; y salidas de la prueba de un módulo nuevo de Calabozos y Dragones, eso ya es consabido.

Pero esto último es lo que, aunque mezcladas con fallas de origen, les da sus mejores cualidades: primero, una coreografía impresionante en las escenas de acción, donde se mueven veintenas de personajes en un maravilloso despliegue de verbos sin que se pierda un detalle; segundo, protagonistas con una gran personalidad, motivaciones bien distinguibles y una muy propia forma de hablar y expresarse, resultado todo ello del juego y la creación conjunta.

Quienes hayan leído al menos las dos primeras trilogías, estarán de acuerdo conmigo en que el mago Raistlin Majere (honores sean dados a su creador, Terry Phillips) es uno de los personajes más profundos e inolvidables de la fantasía de finales del siglo XX.

Pues bueno... adivinen a qué es lo primero que le dan en la torre en esta película...

Mejor comencemos con lo más obvio.

La razón por la que se haya decidido sacar esta cinta en dibujos animados se me escapa; el hecho de que se fuera directamente a video tal vez se justifique por el intento de ahorrar dinero (y a ver si a los productores no les sale el tiro por la culata). Para empezar, la calidad visual deja mucho, muchísimo que desear. En Dragonlance se hace una mezcla inmisericorde de animación por computadora con tradicional, algunas veces en el mismo cuadro (nuestros héroes hechos a mano combaten contra draconianos de pixeles); y el resultado, aparte de verse chafísima, lo deja a uno con la impresión de estar contemplando un episodio de He-Man y los Amos del Universo, pero con un tercio del presupuesto.

Si bien los diseños originales de personajes y escenarios (que se pueden ver en el sitio oficial de la película) no estaban tan mal, quién sabe qué les picó a los creadores del proyecto (el autor Hickman es uno) para que le encargaran su realización al mismo equipo que hiciera aquel horroroso programa de caricaturas, Capitán Planeta y los Planetarios. Total, que los dibujos se ven planos, torpes y hasta feos.

Todo ese sufrimiento, sin embargo, hubiera valido la pena si la historia estuviera bien adaptada; pero ni eso se consigue. El guionista George Strayton tuvo que arreglárselas para meter una trama larga y relativamente compleja en hora y media, y la mejor solución que se le ocurrió fue copiarle la fórmula a La Comunidad del Anillo (explicar transfondo - presentar gente - poner acción). Todos los personajes, incluyendo al genial Raistlin, pierden brillo, y el argumento se centra en el atribulado semielfo Tanis y su supuesta búsqueda de la fe, engordada y aumentada del original.

Algunos de los actores que prestaron sus voces al trabajo hicieron la lucha, pero es imposible saltar muy alto cuando uno está encadenado al piso. Lucy Lawless, por ejemplo, se las arregla más o menos con su papel de Goldmoon, mientras que Kiefer Sutherland se nota que nunca llegó a enterarse de cuánta era la responsabilidad de darle vida a Raistlin; a Michael Rosenbaum, Lex Luthor en Smallville, le quedó muy grande el papel de Tanis, que por otro lado es talla M. Quien logra superar las limitaciones de un guión que maltrata y desperdicia terriblemente a su personaje es Jason Marsden, que representa a Tasslehoff cuando menos decentemente.

Muchos fans de la serie de Dragonlance leyeron estas novelas cuando estaban en la secundaria o en la prepa, y al hablarse de una película, clamaban por una producción con actores a la altura de El Señor de los Anillos y tres horas de duración para cada libro. En realidad, con algo más pequeño, del corte del Hallmark o el SciFi Channel, hubiera bastado; miren lo que un grupo de estudiantes turcos pudo lograr con una nada de presupuesto en este falso corto, o este anuncio de las novelas que se transmitió en España.

Una buena adaptación del material original y actores adecuados, y a quién le hubieran importado los efectos especiales y similares.

Dragones del Anochecer tiene toda la facha de una caricatura sabatina infantil, pero hasta para clasificar su público apropiado se metería uno en líos. Los elementos más típicamente mojigatos de la animación gringa (peleas de espada sin sangre, heridas que desaparecen mágicamente) van de la manita con decapitaciones, mutilaciones y gente carbonizada, en un grado de sadismo que sí alcanza a sacarle un susto a alguien acostumbrado a la violencia del anime japonés.

En la página de reseñas de Amazon para esta cinta, el escritor Tracy Hickman intentó, débilmente, justificarla, diciendo que era el preludio para algo mejor y que la habían sacado directamente en DVD para obtener dinero. Los usuarios casi se lo comen vivo.

Una última palabra antes de las conclusiones: Si aguantan sin vomitar la imagen (¡y las implicaciones!) de una de las últimas escenas, donde la “noviecita” de Tanis, Laurana (Caroline Gelabert) se da un faje en primer plano con el ya medio mayor clérigo Elistan (Ben L. McCain), felicidades; ya tienen estómago para pedir trabajo en las alcantarillas de Nueva York.

Aquí tienen el trailer; para verlo, recuerden tener a mano algún medicamento antimareos o una botellita de alcohol.

Recomendaciones: Puede que esta película les resulte medianamente digerible si son fans de Dragonlance y traen el simple subido, o acaban de tomarse un Diazepan.

Abstenerse: Si son fans de Dragonlance y no están de humor para payasadas. Si no están familiarizados con las novelas, o no les gustan, ahora así que ni para qué perder su tiempo.

lunes, julio 21, 2008

Las Mac de mi vida (y sus nombres)


Ninguno de mis amigos más jóvenes me la creería: en mi vida he tenido más computadoras que novios. De los últimos, sólo anduve con tres, y con el que menos, duré un año. Mis computadoras, hasta eso, tuvieron mayor vida útil. Muchas compus, muchas Mac, durante mi perra vida maquera que ya les relaté; a todas las he bautizado (ni siquiera recuerdo cómo es que empecé con eso) y con todas he establecido cierta relación que no sonaría muy normal para un humano y una máquina. ¿Tal vez R2D2 haya tenido algo que ver en este asunto? Por el tiempo de El Imperio Contraataca, leí una entrevista a George Lucas, y me fascinó su idea de que, a diferencia de lo que ocurría en las películas de ciencia ficción viejitas, él quería mostrarlas como amigas de la humanidad y no como amenazas. Para mayor confusión, la primera computadora bautizada que conocí, propiedad de un amigo, fue una PC con Windows 3.1 llamada Hal.

Era cuestión de tiempo.

Mi nueva compañerita Macbook ya tiene nombre. Pero antes de comentarles cómo lo adquirió, permítanme contarles la historia de los bautismos que la precedieron.

Scotty
Montgomery Scott, “Scotty”, el jefe de ingenieros de la nave estelar Enterprise, era mi personaje favorito de la primera serie de Viaje a las Estrellas (adoraba a Spock y a McCoy, y Kirk no me caía mal, pero me fascinaba el espíritu de Scotty, su sentido del humor y su “toque” para las máquinas). James Doohan, el maravilloso actor que lo representaba, falleció en el 2005, ayer hizo exactamente dos años. Me hubiera gustado conocerlo.

En la cuarta película después de la serie, hay una escena donde Scotty intenta manipular una Mac del siglo XX; eso fue todo lo que decidió la serie de nombres para mis computadoras de escritorio.

Scotty (Mac Classic): Mi primera compu y la más perfecta: ni un solo archivo perdido, ni una sola pantalla congelada. Hizo mis trabajos de la universidad, y me acompañó en el lento proceso de captura de mis manuscritos de toda la vida; mi tesina, muy bien organizada en carpetas, siempre estuvo a salvo en su disquito duro de apenas 10 megas.

Me dolió venderla, pero después de tres años ya era hora de pasar a la siguiente generación, que tenía dos elementos que antes se consideraban caprichos frívolos en una computadora: CD Rom y pantalla a color.

Scotty II (Performa 5200): ¡Pantalla a brillantes colores! No podía creerlo. En la computadora nueva, pude poner juegos por primera vez (aunque los videojuegos de computadora nunca fueron lo mío) y una conexión a internet. Scotty II fue mi fax cuando comencé como traductora freelancer y el taller donde diseñé mi primera página de internet; en ella aprendí a elaborar libros electrónicos muy sencillos e hice amigos por chat y bbs. Mi gatita S., en paz denscanse, estaba fascinada con la máquina; la contemplaba por horas, le ronroneaba y le gustaba echarse a dormir junto a ella.

Lo único malo que me ocurrió con Scotty II fue cuando le cambié su disco duro original por otro de mayor capacidad; y tan malo salió este cachivache, que no tardó ni un año en echarse a perder y se llevó consigo varios escritos que a la fecha no he vuelto a recuperar ni por la memoria. Esto, digamos, enfrió un tanto nuestra relación... pero seguimos trabajando hasta que el progreso y la imposibilidad de futuras actualizaciones fueron dejando atrás a mi máquina. Aproveché la primera oportunidad para apoderarme de...


Scotty III (Performa 6400), que había sido la computadora de mi segunda hermana hasta que decidió cambiarla... por una PC. No era algo tan terrible, pues mi familia había comenzado en la “maquería” sólo por mí, y ella estaba casada con el ex-propietario de una Powerbook 3400. La nueva familia se estaba mudando de domicilio y de sistema operativo, así que antes de que otra cosa sucediera decidí autonombrarme heredera de la Performa.

Scotty III acogió en su totalidad los archivos sobrevivientes de Scotty II y me dejó con los programas de mi hermana. Hasta la fecha sigue siendo un desbarajuste y la máquina más perezosa que tengo: sólo la utilizado para acceder a ciertos archivos. Pero como es una compu muy buena que no merece la ociosidad, qué sorpresita le espera cuando le instale su nueva tarjeta sonnet y el sistema operativo 9. Por lo menos.

Geordi
Geordi LaForge (interpretado por LeVar Burton) fue el ingeniero de Viaje a las Estrellas: La nueva generación, serie que me gustó menos que la primera pero que por costumbre solía ver. No era mi personaje preferido (el capitán Picard y el teniente comandante Data se disputaban el honor) pero por seguir la tradición su nombre pasó a mi primera portátil...

Geordi (Powerbook 100). Tuve simultáneamente a Scotty y a Geordi; la segunda me acompañaba a la universidad mientras que la primera esperaba en casa las transferencias de archivos. La convivencia se parecía, y de la forma más encantadora, al capítulo de La nueva generación titulado Reliquias, en el que Scotty y Geordi aparecen juntos y entre los dos salvan la nueva Enterprise: Geordi era más “joven” y “avanzada” que Scotty, pero tendría que reconocer la experiencia y estabilidad de la compu más viejita, principalmente porque fue con Geordi con quien me enteré de que existía ese terrible fenómeno de los sistemas que se congelaban.

Geordi cruzó el Atlántico conmigo la primera vez que fui a las Europas, se quedó a vivir en España para trabajar en la tesis de mi segunda hermana y regresó con la batería quemada; no puedo creer que el remplazo haya salido más costoso que el de la vieja batería de Shu II.

Las Powerbook 100 utilizaban un floppy externo, y cuando la parte de la tarjeta madre de Geordi que se conectaba con el aditamento falló, no hubo mucho más por hacer. Me quedé sin laptop mucho tiempo, hasta que mi status de viajero frecuente me requirió otra.



Methos
A mi hermana mayor y a mí nos encantaba la serie Highlander; no nos perdíamos un episodio y estábamos prendadas por igual del personaje Methos, según la historia, el más viejo de los inmortales, y al que hacía un actor joven, bajito, por encima de todo deslumbrante, Peter Wingfield, que había sido clavadista y tenía la espalda para probarlo. La nariz de este joven, además... bueno, mejor no hablemos de mis fetiches.

A su primera computadora, mi hermana decidió llamarla...

Methos (LC II): Fue una máquina compacta, extremadamente versátil y de gran calidad. Así las cosas, Methos no fue realmente mía, pero no me despegaba de ella en las vacaciones en casa de mis papás, en Zacatecas. Ella me acompañó en asuntos tan diversos como el diseño de una nueva materia para la carrera de Lingüística (Lengua y cultura), o las ochenta y tantas páginas de un guión de historieta basado en el videojuego Final Fantasy VI, que un amigo me había prouesto convertir en doujinshi por pura diversión. Un día que no tenía nada que hacer, usé su micrófono externo para grabar y mezclar un dueto de "Las Hermanitas Miseria" (una servidora y una servidora) cantando, en primera y segunda voz, El gato viudo de Chava Flores.

Methos pescó el inicio de muchos de mis cuentos, aunque no el final; y más que las Scotty y Geordi, fue testigo de mis arranques creativos.

Cuando mi hermana se hartó del aislamiento (sus amigos y colegas de trabajo tenían PC) y decidió cambiarse al bando contrario, por supuesto que hubo berrinche, pataletas y lágrimas de mi parte, pero nada hubo qué hacer; a Methos la sustituyeron una, dos, tres PCs que jamás dieron el ancho; mi hermana no quedó realmente satisfecha sino hasta con la cuarta, que aún tiene ahorita y que no es precisamente mi sueño dorado. ¿Que si tiene nombre esa PC? No, que yo sepa, y lo mismo ocurrió con las que la precedieron.

Shu
El brillante estratega del ejercito de la liberación en el videojuego Suikoden II era, además de astuto y muy guapo (una se fija en eso también), un hombre de valor a toda prueba. Fue mi personaje favorito del juego y lo siguió siendo las tres o cuatro veces que lo repetí.

Cuando conseguí mi primera portátil a colores, estaba todavía lo suficientemente encandilada con él como para pasarle su nombre, y la siguiente portátil que tuve lo recibió por herencia.


Shu, mi Ibook G3 de primera generación, ha sido de veras una máquina de batalla; no puedo creer, en serio, que hasta la fecha no se sobrecalienta, y que todavía puedo sacar provecho de su disco duro de 3 gigas.

La historia de Shu II, mi Ibook G4, ya la conocen.


Y mi Macbook blanca se llamará...

No, no fue amor a primera vista. Aunque le hablé una vez de recién comprada, eso no significaba que lo iba a seguir haciendo. Estuve coqueteando con la idea de dejarla sin nombre y tratarla como cualquier aparatejo electrodoméstico (por amor de Dios, no me la paso poniéndole nombre a cualquier objeto de la casa). Y, en todo caso, no la llamaría “Shu III”.

Bien, comencé la mudanza de los archivos de Shu y los respaldo de Shu II poco a poco (todavía no termino). El nuevo teclado todavía se sentía raro en mis dedos. Las Macbook son demasiado bonitas para su propio bien; la mía seguía aislada y no en mi sitio de trabajo acostumbrado, y sólo pensaba en cubiertas y protectores cada vez que la veía. Ya habría tiempo. Pero definitivamente mi naturaleza animista me estaba ganando; no me sentía cómoda y no podía llamar mía a esa compu sin bautizarla.

A ver, me forcé. ¿Tal vez el nombre de otro de los estrategas de los Suikoden? Mmmmm... no. ¿Alguien más de Viaje a las Estrellas? No; sólo hay un Scotty y Geordi no tiene que superarlo. A ver, ¿cuál fue el primer programa que corrió la máquina de recién adquirido? El iTunes. Oh. ¿Y qué es lo que me ha mantenido de pie en los últimos momentos de estrés y tristeza? La música.

Maquita, le hablé por segunda vez, me gustaría que fueras como una canción y me hicieras sentir mejor en las dificultades; eso es, nada de andarse congelando, perderme archivos o darme lata con el sistema. Ahora, ¿cómo te vas a llamar...?

Nunca le he puesto un nombre irlandés a un aparato (aunque sí a varios peluches). ¿El nombre de alguna melodía bonita de Clannad, mi grupo favorito, funcionaría? ¿Qué tal Hourglass? Mmmm... O el de alguna canción de Sang Eun Lee, una cantante coreana que me gusta muchísimo, como Ogiyodiora. No entiendo una gota de coreano, pero las obras en inglés de esta compositora sólo hablan de Dios y la naturaleza.

De pronto, por pura inercia, me puse a tararear una melodía que siempre me viene a la cabeza cuando estoy deprimida o nerviosa; ahí se me prendió el foco.

Oí por primera vez esta canción en el intro de una serie japonesa que todavía pasan en Animax, Cosmowarror Zero, obviamente creada por Leiji Matsumoto. Hagan click aquí para verlo, por favor. Vi esta serie completa y me encantó, y ya para que me siente a ver algo de Matsumoto donde aparezca el Capitán Harlock y no sea sólo por contemplarlo (el capitán es otro de mis amores platónicos de caricatura) es que el asunto se pone interesante.

El tema, al igual que la música de toda la serie la interpretaba un dúo de muchachas, Geminiart High Quality, pero la autora original era una señorita Miyuki Nakajima. La melodía se llamaba JiDai.

Hambrienta por la canción, me puse a buscarla por internet. Encontré varias versiones cantadas por la autora y también la de Geminiart. Me enteré de que fue un exitazo cuando Nakajima la compuso, a principios de los setenta, y que la grabó en varios discos. Aquí está la versión noventera, sólo que con video de los 70, cuando la autora ganó un premio en un festival o algo así.

No hablo japonés, nada de nada; entiendo dos que tres palabritas porque en algún tiempo la escuela de Lingüística de mi universidad era casi vecina del Departamento de Japonés, con todo su equipo de profesores nativos. La directora me hablaba en su lengua y yo le contestaba en español.

De esa canción, JiDai, no comprendía no la centésima parte, pero por algún motivo me hacía sentir bien. Estuve un rato tentada de aprenderla, pero me salía más o menos así (con mucho sentimiento, conste).

Pensé: Vaya, ¿hace cuánto que no busco una traducción de JiDai? Use el Google, y de forma casi providencial, apareció ésta en el blog de una señorita (que creo que es mexicana).

Entonces, ¿JiDai trata de que las tristezas son pasajeras? No lo supe hasta entonces, pero cuánto explicaba todo ello lo que me atraía la canción, lo que me daba por tararearla cuando necesitaba un empujoncito en el ánimo. ¿Aun sin entender japonés? Lástima, me dije, frunciendo los labios, porque mi profesión se encarga de palabras, que dividen, mientras que es la música, en serio, lo que no tiene fronteras. Y así, mi nueva compu recibió su nombre:

JiDai (Macbook blanca), que suena muy parecido a la palabra “chida”, que en español de México es un equivalente al inglés cool, porque así es ella. “Para que en el futuro cercano me ría de todo lo que he llorado en los últimos meses”, le dije la tercera vez que le hablé (la cuarta y siguientes se llenaron de las consabidas mentadas porque todavía no me acostumbro a su sistema, el Leopard). Y ahora estamos trabajando juntas.

Nota : Recién me entero de que la poderosa llave USB de mi mejor amigo se llama Sylar. ¿Bautizar una cosa de ésas? La verdad, nunca se me había ocurrido. A ver... cómo será bueno ponerle a la mía...

viernes, julio 18, 2008

La princesita


La encantadora señorita de la foto (parece haber nacido con vocación de modelo, ¿no es cierto?) se llama Sophie y es una de las estrellas de El reino del Suricato, un reality show (más bien telenovela) que transmite el canal Animal Planet. Hace algunos meses, cuando recién comenzaba este blog, escribí un texto como homenaje (más, bien, ahora que me la pienso, consuelo) a su madre, Mozart, que falleció a finales de la temporada tres de la serie (terrible ver un programa donde los personajes se mueren de en serio).

Sophie parece haber heredado de su madre su ternura, valor y compasión hacia los demás; aquí está la emocionante escena que le ganó un sitio en el corazón de muchos televidentes. Por desgracia, también la capacidad de meterse en problemas; lo que utilizó el Animal Planet para promocionar la cuarta temporada de la serie (que ya lleva algunos meses en los Estados Unidos) es una episodio donde ella se cae de un árbol y se lastima una pata. Espero que sobreviva. Todavía no transmiten los nuevos capítulos en Latinoamérica, pero ya lo harán. Ojalá que también pasen la película especial, a la que le cambiaron el nombre de Queen of the Kalahari a The Story Begins.


Bien, hemos concluído nuestro especial de Veinte Años (espero que les haya gustado) y el asunto me deja con un poco de espacio extra... y, combinado con nuevas responsabilidades, con menos tiempo del que quisiera. No he escrito lo suficiente durante las últimas dos semana, por falta de inspiración más que nada, y estoy contando los días para que el material que tengo en reserva se agote. La verdad no me imaginaba que tener un blog iba a ser así. Uno adquiere algo parecido a responsabilidades y compromiso con los lectores y se hace adicto a la calidez de la comunicación escrita.

Así pues, en el nombre de las responsabilidades autoinfligidas y el sentimiento dulce de la amistad a distancia, vamos a continuar con esto. Estoy haciéndome el propósito de actualizar el blog al menos tres veces a la semana, y si tuviera que irme de vacaciones por un tiempo, les dejaré un recado aquí en la puerta.

Vamos a dejar transcurrir un par de semanas antes de arrancar con otra serie de especiales. La primera irá normalmente y creo que ya está cubierta, con algo de material rescatado de "Shu II" y dos que tres manuscritos que aún no digitalizo; tal vez alguna fotografía bonita como la de hoy; para la segunda tengo pensado algo que espero que les agrade: no vamos a salir de la cocina. La razón es que hay cierto platillo que es uno de los favoritos de una de nuestras visitantes más asiduas, Kitsune, y como una humilde muestra de agradecimiento y cariño quisiera poner la receta.

Aunque este platillo en particular no es tan costoso ni tan complicado como uno podría imaginarse por su precio en restaurantes, requiere cierta dedicación y cuidado, y existen tantas variedades que el asunto no nos llevaría un post sino varios. Entonces, he pensado armar algo parecido a la Semana del Tiburón del Discovery Channel e instaurar por aquí, sin estricta frecuencia temporal, la semana del... en efecto, no he mencionado el nombre del platillo en cuestión. Oh, ya lo haré cuando llegue el momento.

Después, comenzará nuestra segunda serie de especiales (pondremos un recordatorio antes, no se preocupen), sobre la serie de videojuegos Suikoden. Aunque este especial está hecho con Pei, Suldyn y mi buen amigo P.C. (que espero que haya venido por aquí alguna vez) en mente, nada me gustaría más que todos ustedes pudieran disfrutarlos. Espero presentar aquí algunos datos e imágenes que no es posible hallar en internet (o al menos, no con facilidad).

Con el volumen del material que estoy preparando, creo que este especial constará de unos nueve o diez partes. ¿Creen que un videojuego no da para tanta conversación? Oh, esperen y verán...

Muchas gracias por venir, y sigamos en contacto.

miércoles, julio 16, 2008

Veinte años: Apéndice II


El viejo molino

Ronald Tolkien y su hermano Hillary vivían en una casa en Sarehole, un barrio de las afueras de Birmingham. La que era su casa ahora pertenece a una familia de allá, pero el molino de Sarehole se ha convertido en un museo dedicado a Tolkien. Para entrar, hay una cuota mínima; se ofrece ahí mismo un tour tolkieniano que inlcuye entre otros sitios de interés el oratorio de Birmingham, donde vivía el tutor de los muchachos, el padre Francis Morgan. Como el lugar se encontraba a apenas una cuadra del hotel donde me hospedé y acababa de ir a misa ahí, me entretuve un buen rato en el molino.

Dentro del edificio hay una colección de fotografías, ilustraciones, notas explicativas, alguna que otra anécdota sobre la familia Tolkien; como fondo una impresionante maquinaria que movían las aguas del estanque. Cuánto no debió haber ocurrido en los alrededores.

En la fotografía (hagan click en la imagen para agrandarla) podemos ver cómo luce en la actualidad (o al menos como se veía en el verano del 2005). Al otro lado de esta entrada (aproximadamente a la altura de la puerta blanca, aunque ustedes no lo crean) hay un estanque medio fantasmal de agua lamosa rodeado de arbustos y plantas. Las paredes del sitio lo contienen; me pregunto qué sucede los días de mucha lluvia.

El campo alrededor está verde, totalmente verde, y cuando lo visité tenía un delicioso aroma a hierba mojada. Aquí y allá, dispersos, hay árboles bajitos, de follaje muy espeso y con flores. Un arroyito separa el campo de la calle.

Cuando lo recorrí, se me mezclaron dos sensaciones que todavía recuerdo con claridad: una fue la de estar en medio de un sueño (por alguna razón no me podía concentrar en el sitio, el tiempo y la hora); la otra, un intenso déja vu que no comprendí sino hasta horas después: había estado caminando en la Comarca, la auténtica Comarca, y no sólo en la imaginación. El descubrimiento (la caída del veinte, diríamos en México) fue lo suficientemente tremendo como para dejarme inmóvil por unos cinco segundos, a medio bocado de una tardía cena de té con galletitas en la soledad de mi cuarto de hotel.

lunes, julio 14, 2008

De lejos (una notita abierta)



Sólo para comentarte que desde tu ausencia he estado compartiendo nuestro cuarto con al menos cuatro o cinco jóvenes agradables y de muy buen ver... de cuando en cuando se nos une una chica perezosa que no quiere moverse de tu almohada. También está el viejo bobo que se mete bajo la cama, y la loca de al lado.


Y resulta que todos te extrañan igual que yo.

El domingo pasado no hicimos mucho más que quedarnos tirados viendo la televisión. Bueno, yo vi televisión mientras que todos los demás se quedaron en el quinto sueño o limpiándose las orejas. Estuve viendo comedias románticas y llorando como tonta...

... porque andaba muy sensible y no había nadie que llegara a cambiar el canal.

Durante esta semana estaré cocinando calabacitas; básicamente una versión simplificada de ratatouille. Si me canso, pues las haré a la mexicana o con queso. Quiero comer calabacitas hasta hartarme, porque...

...así, cuando regreses, las odiaré tanto que no voy a sugerir siquiera que las preparemos.

Todo de lo que me estoy aprovechando de tener la casa para mí sola apunta a que regreses; desde que te fuiste te empiezo a esperar. Pero no vuelvas todavía; disfruta de tus vacaciones, descansa, llévatela tranquila. Aquí te esperamos y pensamos en ti con ternura.

Lo único que no me agrada es no poder darte a tiempo tu abrazo de cumpleaños.

Muchísimas felicidades, mi capitán, mi adorado compañero del día a día; mi extraordinaria fortuna, mi razón y mi vida.

(Espero que todavía recuerdes la canción).

Veinte años: Apéndice I


El prólogo de Peter Beagle para la edición de Ballantine de ESDLA

Mi primer ejemplar de El Señor de los Anillos en inglés tenía, a manera de prólogo, este mini ensayo por Peter Beagle, autor de El último unicornio (entre otras obras de fantasía). Lo traduje por pura diversión entre 1989 y 1990, cuando todavía era un verdadero fiasco en el oficio. Iba a subirlo tal y como lo hice, por aquello de los recuerdos; pero a mi yo actual, que es apenas un poquito menos inútil que el de entonces, le dio tanta vergüenza que intento algunas correcciones (sin el original a la mano). A ver qué sale...



Hace quince años de esto que escribo, me tropecé con El Señor de los Anillos en las estanterías de la Biblioteca Carnegie en Pittsburg. Había estado buscando el libro por cuatro años, tras leer la reseña de W. H. Auden en el New York Times. Hoy, recuerdo aquellos tiempos (cuando la trilogía seguía siendo difícil de hallar y aún más difícil de explicar a muchos amigos) con una innegable nostalgia. Era una época infructuosa para la fantasía, entre otras cosas, pero un buen tiempo para abrigar esperanzas sobre pequeños tesoros y consignas misteriosas. Mucho antes de que la frase ¡Frodo vive! empezara a aparecer en los subterráneos de Nueva York, Tolkien era el mago de mi sabiduría secreta.

Nunca he creído que fuese accidental que tuvieran que pasar casi diez años para que las obras de Tolkien estallaran en popularidad, casi de la noche a la mañana. Los sesenta no eran una época mucho más sucia que los cincuenta (simplemente habían recogido la suciedad sembrada en la década anterior) pero fueron los años en los que millones de personas se dieron cuenta de que la sociedad industrial había llegado a ser paradójicamente inhabitable, terriblemente inmoral y letal en esencia. En términos de consigna, los sesenta fueron los tiempos en los que la palabra “progreso” perdió su antiguo carácter sagrado y “escape” dejó de ser cómicamente obscena. En la actualidad, a tal inclinación se la llama reaccionaria, pero los amantes de la Tierra Media todavía quieren irse allá. Yo mismo quisiera, como de rayo.

Pues finalmente es la Tierra Media y sus habitantes lo que amamos, no tanto los considerables regalos que Tolkien nos ha hecho al mostrárnoslos. Dije alguna vez que el mundo que él delineó estuvo ahí mucho antes que él, y todavía lo creo así. El ha sido más que un gran hechicero al alcanzar nuestras pesadillas nocturnas, nuestros sueños diurnos y fantasías del crepúsculo, pero nunca las inventó realmente; les encontró un lugar para vivir, una fresca alternativa para las locuras de cada día en un mundo contaminado. Nos hemos puesto a honrar a tanto equívoco explorador y descubridor... ladrones que plantan banderas, asesinos que portan cruces. Alabemos por fin a los colonizadores de sueños.

Peter S. Beagle
Watsonville, California,
14 de julio de 1973

jueves, julio 10, 2008

Veinte años, antes y después. Parte 12



12. El recuento de los años

Perdí mi trabajo en la Universidad en el 2005... la escuela de Lingüística, que tenía mi edad, no sobrevivió a las malas administraciones y a la terrible crisis por la que todavía atraviesa mi alma mater. Un año más tarde pensaría que no hubiera estado tan mal desaparecerme junto con ella, y no porque le tuviera tanto amor (aunque el “nadie sabe lo que tiene” iba a rebotarme con fuerza en la cara durante los meses siguientes) sino porque había olvidado el sabor de la inseguridad, la falta de certeza sobre si el mes siguiente seguiría teniendo trabajo; el desempleo y el subempleo, que es todavía más amargo; todo ello como un veneno que te deja en las últimas, pero con vida, que hubiera preferido no volver a probar jamás.

Finalmente no doné, como hubiera querido hacerlo, un ejemplar de ESDLA a la biblioteca (curioso que no lo tenían en mi Universidad), ni me enteré si los alumnos de filosofía POR FIN se iban a decidir a leerlo... o a reconocer que no lo habían hecho o que no tenían la menor intención de hacerlo. Se me va a hacer muy difícil enterarme si los catedráticos y tolkienistas argentinos con los que tanto me gustaba disertar regresarán alguna vez... y ya no podré enseñar a Tolkien en mis clases. Pero el golpe de tristeza real no llegó (por suerte o por desgracia) sino hasta varios meses después de un verano muy emocionante: el evento de Tolkien 2005, con sede en la universidad Aston de Birmingham, y mi segunda visita a la bienamada Irlanda.

Aisling ya no es mi nick desde el verano de ese año, o al menos ya no lo considero así. Ahora es mi segundo nombre, mi nombre irlandés.

Ocurrió en un pub en Galway, con un grupo de señoras y señores de todas las edades con quien entablé conversación, un poco de baile y un poco de canto. Al segundo “¡Pero creí que eras irlandesa!” de la noche (el cuarto o quinto de la semana), supuse que ya estaba bien de negativas y respondí por primera vez en mi nuevo acento suavecito, que se me había pegado a los tres días de estancia en la isla: “Sí, sí lo soy... pero sólo de corazón”. Una de las señoras me preguntó: “Entonces, ¿cuál va a ser tu nombre irlandés? Si eres irlandesa de corazón tienes que tener un nombre irlandés”. Lo bueno es que éste ya lo tenía listo; mi segundo bautismo no fue precisamente de confirmación, sino de más música, algo de historia antigua y un brinco de odio espontáneo ante la mención de Oliver Cromwell. Adoro a mi país natal, pero en ningún lugar me he sentido tan en casa como Irlanda.


No voy a extenderme demasiado con las experiencias del evento Tolkien 2005, la última de las tolkienidades “al por mayor” por las que pasé, porque es una historia bastante larga (y da para un texto casi del mismo tamaño que toda esta crónica). Sólo diré que estuve muy feliz... que me tocó conocer a la maestra Priscilla Tolkien, la hija de nuestro autor, y además a un montón de expertos con los que deseaba platicar: el profesor Tom Shippey, la profesora Verlyn Flieger, los escritores Charles Coulombe, Patrick Curry, John Garth y Colin Duriez entre tantos, tantos más; el pastor Greg Wright, de HollywoodJesus.com, y la doctora Rhona Beare, una de las primeras fans de Tolkien y quien pudo intercambar correspondencia con él. Con el artista Alan Lee me di cuenta de que es posible enamorarse de un hombre de dientes feos, y ya que hablamos de sonrisas, está difícil olvidarse del gesto tierno y discreto del ilustrador Tim Kirk. Fue regalo de Dios el que me encontrara con los editores Thomas Honegger y Franz Weinrich, de Walking Tree Press, una editorial universitaria que me encanta, y quienes me dieron la oportunidad de publicar mi primer ensayo sobre Tolkien en un medio “serio” (uhhh... bueno, digamos comparado con revistas, periódicos e internet).

Conocí también a muchos representantes de diversas sociedades de Tolkien a nivel mundial, y sí me alcanzó a conmover el darme cuenta de todo lo que el amar profundamente a una sola y maravillosa obra puede conseguir. Recuerdo con particular cariño a la gente de Bélgica, a la de Grecia, España y Alemania, al único visitante chino, tan amable y discreto, y a los compañeros de Canadá, el grupo católico de los Estados Unidos y por supuesto los anfitriones ingleses; mis compatriotas mexicanos fueron de lo más atentos y me apoyaron mucho, pues aunque con la Sociedad Tolkiendili de México tengo desde hace algunos años una extraña relación amor/odio (muy semejante al sentimiento que me provoca el Distrito Federal, como ya les describí) puedo decir que la mayoría de las personas que he conocido por ese medio son gente que admiro, quiero y respeto. En este evento disfruté de la compañía de la estupenda familia A.; de nuevo mi gratitud y cariño.

La semana que duró el evento de Tolkien 2005 fue absolutamente perfecta; me hubiera gustado empaquetarla en un frasco para poder olerla siempre que me sientiera desanimada.

Pero bueno, es hora dejar ese tema, porque para cerrar este relato quisiera más bien compartirles algunas reflexiones personales.

Después de celebrar mis veinte años de conocer a Tolkien, estrené zapatos (soy amante de los zapatos, y tengo una colección gigantesca): unas alpargatas de color cobre dorado, porque resulta que los metálicos se volvieron a poner de moda. A mediados de los ochenta, mis caminatas entre lectura y lectura de ESDLA eran sobre unas ballerinas preciosas, color cobre viejo, con aplicaciones metálicas... no eran precisamente el último grito, pero a mí me encantaban y las usé hasta que se rompió la suela. Mi pelo de la secundaria que no le gustaba a nadie fue lo que cedió a la presión de los rizos al amoniaco; ahora las chicas lo quieren lacio, entre menos volátil mejor. El primer estuche de sombras de ojos que me compré, allá en los ochenta, me ganó una regañada de mi hermana mayor, más refinada que yo: tonos neutros, de los que ahora le quedan a todo el mundo. En el evento de Tolkien 2005 me compré un broche conmemorativo redondo, tal vez en recuerdo nostálgico del que me hice con corcho y sopa de letras. Es como si las cosas dieran vuelta en círculo.

Y, sí, Tolkien sigue estando de de moda. Lo mismo que los zapatos metálicos, el pelo lacio, las sombras de ojos mate (y ahora el mundo oftalmológico descubre los males del delineado en el borde interior del ojo, al que siempre me resistí en aquella época frívola y glamourosa), y en general, lo fantástico en arte, cine y literatura. Hace más de veinte añitos, yo era una especie de fenómeno; lo sigo siendo: la diferencia es que ahora los fenómenos también están de moda. Como (recuerdo) dijera el escritor Pepe Rojo en un artículo: los freaks de los ochenta no estaban desfasados, sino simplemente adelantados a su tiempo: lo que entonces les gustaba es lo que ahorita rifa (mola).

Sin duda, no todo es miel sobre hojuelas, y a veces el mirar atrás ciertos acontecimientos me sigue doliendo mucho; son poquitísimas las personas (vivas y no) de quienes no he pensado por lo menos una vez “ojalá no te hubiera conocido nunca”, y nuestro profesor Tolkien, por desgracia, no es una de ellas. El Señor de los Anillos tiene el pequeñín defecto de que nos abre mucho los ojos, y una conciencia, entre más despierta, se hace más sensible.

Pero (y esta es una pregunta que me gustaría plantear a todos los amantes de este libro), ¿cómo sería la vida sin ESDLA? ¿Qué habría sucedido, y qué no? ¿Qué sería distinto? Con respecto a mí, por lo pronto, se me ocurren tres, cuatro panoramas: tal vez la vocación de escribir, que ya traía, se hubiera inclinado (en el peor de los casos) al más políticamente correcto estilacho de la literatura latinoamericana contemporánea, o (en el mejor) a la onda bestsellera. De seguro no hubiera conocido a mi amadísimo, mi querido esposo G. Tal vez hubiera estudiado letras o QFB en Zacatecas. A la mera hora ni siquiera estaría viva a estas alturas. Pues, como dijo C.S. Lewis, uno no regresa de la Tierra Media siendo el mismo de antes. ESDLA nos transforma (en qué, ahora sí que depende de la providencia y las distintas circunstancias) y definitivamente su lectura es un empujón de varios pasos hacia nuestro destino.

Yo, por lo pronto, ya he dejado de especular sobre el mío, aunque no me he vuelto todavía camarón en la corriente de la vida. He sobrevivido a docenas de tristezas, a un abandono en masa de amigos, a varios fallecimientos de seres amados, a pérdidas de sueños y trancazos con la realidad. He estado entre las nubes para volver a azotar con la lluvia y elevarme de nuevo con el rocío. He metido la pata en todas las formas imaginables, he lastimado a mucha gente (a propósito y no tan a propósito), he desdeñado la prudencia y los buenos consejos cuando menos tenía que hacerlo (pero, eso sí: jamás traicionaría ni a mi prójimo ni a mis principios).

Lo único que tengo seguro sobre cada año entrante, es que más o menos a la altura del 23 de abril me toca mi dosis de ESDLA para recordar (o, depende del caso, no olvidar) ciertas cosas esenciales, por ejemplo, que “el camino sigue y sigue”, que “ni los más sabios conocen todos los finales” y, sobre todo, que tantas cosas malvadas y estúpidas que plagan los nervios, las mentes y los corazones de las personas “no triunfarán para siempre”. Y con eso me basta, para ser sinceros.


Al querido profesor, mi enorme afecto y reconocimiento.

A mis papás, que me han dado prácticamente todo, y en el todo se incluye una vida con ESDLA; y a G. el Capitán Quasar, que se encargó de hacerla más interesante, va mi amor y cariño.

Y a todos ustedes, un abrazo y mil, mil gracias, por haberme aguantado hasta aquí.


FIN

miércoles, julio 09, 2008

Reseña de película: El fin de los tiempos


El fin de los tiempos



Director: M. Night Shyamalan

Intérpretes: Mark Wahlberg, Zooey Deschanel, Ashlyn Sánchez, John Leguizamo, Betty Buckley, Spencer Breslin, Robert Bailey Jr.

Lo bueno: El guión y la idea de donde parte.

Lo malo: Las subtramas a medias y las actuaciones... a medias medias.

Calificación: **

Shyamalan se ha hecho famoso en Hollywood como el director de los giros inesperados; yo prefiero pensar en él como alguien que ama profundamente la materia de la que se alimentó en su juventud y que no tiene miedo de mostrárselo al mundo. De alguna manera, se las ha arreglado para que temas que durante años y años ha manejado la literatura popular o el cine más comercial hagan que los críticos volteen la cabeza. En el cine, no es nada, pero nada sencillo presentar buenas ideas de una forma original sin sonar pretencioso, pero tal parece que a él se le da. Y que así sea.

El director tardó un tiempo en ganarse mi corazoncito; no me impresionó El sexto sentido (caray, después de años y años de ver La dimensión desconocida y de leer la revista Realms of Fantasy la verdad es que estaba difícil que el final me tormara por sorpresa); y por andar pensando “aquí está el nuevo niño mimado de los intelectualoides que desprecian las revistas pulp y el cine de clase B” no quise ir a ver El protegido en cine. No fue sino después de muchos “ve esa película; te va a gustar, es de las de tu tipo” de parte de mis amigos, y que uno de ellos la rentó de un videoclub y me puso una pistola en la cabeza (bueno, casi) para que la viera, que Shyamalan me cautivó. Mis fruncidos de nariz se convirtieron en ojos muy abiertos, de posible detractora me volví incondicional. Y, por supuesto, no he vuelto a perderme una sola de sus películas en cine.


Su Señales es todavía mi favorita; me gustó tanto que hasta le perdoné las metidas de pata de presentar a un sacerdote católico casado y mencionar un aeropuerto internacional en Puerto Vallarta. El final de La Aldea sí que me tomó con la guardia baja, y eso me deleitó, porque, al igual que sucede en las novelas de una autora que me gusta mucho, Louise Cooper, la película se la pasa dejando caer pistas a lo largo de toda la trama como para que uno saque conclusiones.

La dama en el agua... bueno, la verdad es que aunque me gustó su ambientación, me preocupó un poco sentir a un Shyamalan un tanto cansado, y más enfocado en responder a las expectativas de sus fans (¡giros! ¡Sorpresas!) que en contar una historia.
Así las cosas, cuando se anunció El fin de los tiempos, no supe qué pensar. A diferencia de la película anterior, no la esperé con ansias, ni busqué ver los cortos. Como quien dice, estaba preparando mi concha para otra decepción. Y ahora... acabo de volver del cine, y estoy sonriendo para mis adentros; ah, y me voy a comprar el DVD, junto con La dama en el agua, nomás que los pongan a precio de remate. ¿Porque la película es muy buena? No; porque la experiencia fue satisfactoria.

La trama de este filme es mucho menos apocalíptica que su no muy apropiado título en español; el original en inglés, The Happening, que podría traducirse por algo así como El suceso o El fenómeno, a lo mejor atraería menos público pero le quedaría mejor. El tema se puede resumir en una sola frase que no voy a escribir aquí a riesgo de echarles a perder toda la película; lo que sí les comentaré, es que esa frase me la encontré hace años y usada casi a manera de broma en el libro de Michael Moore Estúpidos hombres blancos. El protagonista de The Happening, da la casualidad, se llama Eliott Moore, así que vayan ustedes a saber si haya alguna relación.

Como sea, aquí está un resumen: En la costa oeste de los Estados Unidos comienza a suceder algo muy extraño. Las personas, de pronto y sin razón aparente, pierden la voluntad de vivir, y uno tras otro se suicidan con lo que tengan a mano y de la primera forma que se les presente. Se habla de un virus mutado, de ataques terroristas y de conspiraciones del gobierno, pero nadie puede explicar qué es lo que está sucediendo; el fenómeno empieza en las grandes urbes y poco a poco se va extendiendo hacia las poblaciones más pequeñas y aisladas. Lo curioso es que sólo los seres humanos resultan afectados, aunque lo que precedió al hecho fue una misteriosa emigración en masa de las abejas comunes.

Toda esta situación la contemplamos desde el punto de vista de Elliot (Mark Whalberg), un profesor de ciencias en una preparatoria, que, junto con su esposa Alma (Zooey Deschanel), su colega Julian (John Leguizamo) y la hijita de éste, Jess (Ashlyn Sánchez) se unen a un grupo de personas evacuadas de los puntos clave donde ocurren los supuestos “ataques”.

Elliot y Alma han tenido problemas últimamente, y por supuesto que no van a sentarse a resolverlos en medio de una crisis nacional. Pero el tiempo se agota, y cada vez resulta más claro que no habrá un sitio donde estar a salvo, ni forma alguna de escape.


A pesar de que las pistas que da son claras, Shyamalan repite lo que antes hiciera en Señales y deja la mayor parte de las conclusiones a su público. Dos personas a quienes nos encantó Señales (mi esposo G. y yo) tuvimos conclusiones mucho, muy distintas al respecto; para él la película hablaba de la pérdida de la fe, y para mí su tema era la Providencia. Los puntos de vista no chocan, y no los hemos puesto frente a frente mucho que digamos; lo que ocurre con El fin de los tiempos es que las conclusiones a las que he llegado no me dejaron satisfecha, porque esta nueva cinta no tiene el redondeo (bueno, pues, el limar todas las aristas, y construír un camino de detalles, que es de lo que más aprecio en un guión) que uno encontraba en Señales, y a los personajes y sus propias historias les faltó desarrollo. El único elemento que podría dar explicación a todo podría pasar casi desapercibido si el director no se encargara casi de arrojárselo a uno a la cara.

La debilidad que tiene esta película es la misma de El sexto sentido: el apoyar toda la trama en una única sorpresa; un solo soporte para aguantar todo un argumento, pero sin las fantásticas actuaciones de aquella primera película, y frente a un público que ya le conoce las mañas al director.
Pero bueno... El fin me gustó más que La dama en el agua, menos que El sexto sentido, mucho menos que El protegido y La Aldea e infinitamente menos que Señales, por supuesto pero, como les digo, a los fans de Shyamalan menos exigentes les caerá bien.

Recomendaciones: Como acabo de mencionar, para seguidores de este director y para gente a la que le gusta especular. Lo malo es que como un cuarto del interés de la película viene de la plática potencial que uno pueda tener con los amigos que lo acompañen a verla, a lo mejor conviene esperarse a que salga en video para poder discutirla en casa y sin molestar al resto de la audiencia.

Abstenerse: Si esperan una película del fin del mundo con grandes efectos especiales. Si ya les contaron de qué se trata, ni se aparezcan por el cine.

lunes, julio 07, 2008

Tantas tristes traducciones

La señora Matilde Horne (traductora, entre otros libros, de El Señor de los Anillos y la serie de Terramar), que falleció el pasado mes de junio. El mundo editorial fue especialmente ingrato con ella; ojalá que quienes disfrutamos de su obra no la olvidemos.


¿Qué es la traducción?, le preguntó la maestra A. a mi grupo alguna vez, hace ya mucho tiempo. Ella misma respondió después de oír dos que tres vaguedades de nuestra parte: es un oficio, es una profesión, es un arte y es un negocio. Un oficio, continuó, porque se aprende con la práctica y la apreciación del trabajo ya hecho; una profesión porque se puede enseñar en las universidades; un arte porque requiere de cierta capacidad innata, y un negocio porque es redituable. Son estos cuatro lados de la traducción lo que procuro que mis alumnos de esta materia no olviden; ninguno debería ser más importante que otro.

Por desgracia, en la vida real es fácil olvidarse de uno o más, y terminar con un triángulo mal hecho en lugar del cuadrado perfecto. Por la parte del oficio y la profesión, porque todavía existe la retrógrada idea de que cualquiera que sepa hablar una lengua puede traducirla; en el caso del arte, porque para ahorrar dinero y tiempo se ha hecho fácil sustituír a un traductor humano y consciente por una máquina o programa que no distingue entre un futuro y un presente de subjuntivo; y en el el caso de negocio... santo cielo, muchas personas ajenas a este medio tienen en la mente una combinación de tacañería e ignorancia tan letal que se espantan ante el precio justos de un trabajo que, aunque desconocen, consideran sencillo.

Supe hace poco de una agencia que ofrecía contratar traductores y pagarles la mísera y hasta ofensiva cantidad de 50 pesos mexicanos (menos de 5 dólares estadounidenses) por hoja, y en mi trabajo se armó revuelo hace años porque a una traductora graduada de la escuela la presionaron para que no sólo entregara un manual traducido, sino que se encargara además de su edición... por supuesto, sin pago extra. A partir de entonces, a varios maestros demasiado asustados para oponerse ante tamaña injusticia y advertir sobre los clientes abusivos como éstos, les dio por pedirle a sus alumnos que entregaran sus trabajos de traducción, artículos de revistas en mayoría, en formato de Word (totalmente inútil en el mundo editorial de en serio), con fotografías y todo. Los estudiantes terminaban dedicándole más cuidado a esta ridícula tarea que a la traducción en sí.

¿Qué es lo que puede resultar con todo esto? Una cascada de malas traducciones y malos traductores que le dan a nuestro oficio, arte, profesión o negocio, de por sí ya despreciada en la lengua española (el mismo Cervantes puso en boca de Don Quijote que la traducción no consiste sino en copiar de un papel a otro papel, y que no era tan mala porque a cosas peores podría estar dedicándose un cristiano) una pésima reputación que no hace sino cerrar el círculo vicioso de improvisados que toman el lugar de profesionales, del pariente pocho o el traductor gratuito que va a resolver las dificultades y de trabajos mal pagados que han de hacerse a toda prisa.

Como prueba, les mostraré algunas notas de las correcciones que le hice a la traducción de ciertos revistas, ya impresas. La versión original está en rojo; la correcta en azul; los datos que siguen indican volumen y página:

- Nombre de pez: Musky. Debe ser “lucio”. (No. 25, portada )

- Creso, rey de Lidia. Debe ser “Craso”. (No. 25, pág. 3)

- Comprando un objeto inmediatamente ... podría ser la única alternativa. Debe ser “El comprar un objeto inmediatamente... podría ser la única alternativa”. (No. 25 )

- Considera si artículos obsoletos o dañados pueden ser reciclados. Debe ser: “Considera si los artículos obsoletos o dañados se pueden reciclar”. (No. 13)

- Gente con ingenio ve. Debe ser “La gente con ingenio ve”. (No. 25, pág. 7 )

- Los muskys no son muy particulares para lo que comen. Debe ser “Los lucios no son muy exigentes en cuanto a su alimentación”. (No. 25)

- (Un cúmulo de tierra y hojas) Si están muy secas, se desboronan. Debe ser “desmoronan”. (No. 13, pág. 7)

- Mientras el gato asechaba. Debe ser “acechaba” (No. 13)

- Estandarizar el flujo del tráfico ofrece muchas más ventajas que desventajas para el flujo del tráfico. Una mejor oración sería “Estandarizar el flujo del tráfico le ofrece al mismo más ventajas que desventajas”.

- Ten cuidado de no dejar que emociones inciertas ennublezcan tus compromisos. Debe ser “Ten cuidado de no dejar que las emociones inciertas nublen tus compromisos”. (No. 11, pág. 11)


- Tendencia a procrastinar. El verbo procrastinar no existe en español, aunque sí en latín. Lo correcto sería “Tendencia a posponer” o “Tendencia a dejar todo para el último momento”. (No. 13, pág. 15)

- A menos que trates de hacerlo agresivamente. En español la palabra “agresivo” siempre es negativa, mientras que “agressive”, en inglés, puede ser positiva (una persona que es “agressive” es emprendedora, valiente). Es mejor decir “A menos que trates de hacerlo con afán (o empeño)”. (No. 13, pág. 9 )

- Introducir el significado y escencia del esmero. Debe ser “Presentar el significado y esencia del esmero”. "Introduce", en inglés, es “presentar” en español. (No. 11, pág.3)

- Al hornear tu confección. “Confection” en inglés tiene que ver con cocina, pero en español con ropa. Debe ser “Al hornear tu platillo”. (No. 11, pág. 11)

- Date un desafío. Debe ser “Plantéate un reto”. (No. 6, pág. 3 )

¿Qué clase de errores pueden encontrar en en esta lista? Los hay de todos: ortográficos, de investigación, de gramática, de vocabulario. Lo peor de la situación es que están volviéndose cada vez más comunes, y es más sencillo que el público los tolere, los pase por alto, o, lo que es peor, comience a repetirlos.
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