domingo, noviembre 29, 2009

Reseña de libro: Espejismo

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Espejismo
Louise Cooper
Editorial Timun Mas


Lo bueno: Otra buena historia de personajes.

Lo malo: Es DIFICILÍSIMA de hallar, incluso en el original.

Calificación: * * * *

La antigua Haven, una ciudad amurallada en la costa, se halla amenazada por la gente del mar y su líder, la reina bruja Calthar. El príncipe DiMag, que gobierna la ciudad, no tiene idea de lo que su esposa, la princesa Simorh, quiere hacer: ella, con su magia negra, invocará a un poderoso héroe del pasado, un gran guerrero que podrá defenderlos de sus enemigos. Ese héroe, Kyre, a quien la leyenda llama el Sabueso del Sol, consigue materializarse frente a la princesa, y DiMag acepta a regañadientes el plan de su mujer. Pero hay algo que Simorh no había considerado: Kyre ha estado muerto por demasiado tiempo, y no puede blandir ni siquiera un tenedor; la sangre le provoca náuseas y hasta sus pasos son torpes.

De nuevo sin recursos, Simorh y DiMag están por caer en la desesperación, y no tienen mejor manera de mostrarlo que con pleitos, insultos y humillaciones mutuas. Pero aunque Kyre no esté físicamente tan bien, su mente está lo bastante entera como para darse cuenta de que, en medio de los problemas, nadie parece advertir una pena privada, pero muy dolorosa: la de la princesita Gamora, que sufre al ver que sus padres se distancian cada vez más; antes que Haven, la familia real se está derrumbando. Tal vez no pueda librar a la ciudad con un solo tajo de su espada, pero todavía puede escuchar. Y consolar. Y quién sabe, hasta hacerla de terapeuta matrimonial.

Pero Calthar no se va a estar quieta: ella también ha hecho algo de invocaciones por su parte, y lo que consiguió podría derrotar a Kyre sin mover un solo dedo.

Como ya se habrán dado cuenta si han leído las reseñas anteriores de la semana, lo que hacía tan especial a las obras de Louise Cooper era que partían de un lugar común y de ahí llevaban a sus lectores a donde menos se lo esperaban. En sus historias, los clichés se rompían de una manera deliciosa. Pero su fuerza, tal y cual, residía más que nada en sus profundos, cuidadosamente desarrollados personajes, que conseguían hacer que un mundo de fantasía se sintiera real y próximo.

Recomendaciones: Paralectores de fantasía que busquen un trabajo maduro y bien hecho.

Abstenerse: Si buscan acción; nuevamente, no hay mucha por acá (la cosa se acelera casi al final de la novela). Si no les gustan las historias con personajes complejos, mejor lean a Cornelia Funke.

Y así llegamos (ya sé que todo ha sido muy apresurado) al final de la semana dedicada a la escritora de fantasía Louise Cooper. El vacío que ha dejado en el género sólo es comparable a las gran aunque discreta aportación de su obra. Espero que les haya gustado, y les haya motivado a leerla, si no la conocían, o a releerla, para que recuerden y como una servidora puedan decir algo así como “Gracias, señora Cooper. Gracias, Louise. Lo siento, lo siento muchísimo”.

viernes, noviembre 27, 2009

Reseña de libros: Serie de Índigo

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Como estas novelas son más bien independientes (si bien forman parte de una misma historia), voy a ponerle a cada una su calificación:

I. Némesis * * * *
II. Infierno * * * * *
III. Infanta * * * * *
IV. Nocturno * * *
V. Troika * * * *
VI. Avatar * * *
VII. Espectros * * * *
VIII. Anghara (Aisling) * * *

Louise Cooper
Editorial Timun Mas

Lo bueno: Es una larga historia de personajes, sentimientos, aventura y amistad. Las descripciones son tan vívidas que parece que uno está viendo una película, más que leyendo.

Lo malo: A medida que uno va conociendo a la autora, sus giros se hacen menos inesperados.

Tal parece que la princesa Anghara lo tiene todo: una familia amorosa (papá comprensivo, mamá prudente y hermanito divertidísimo incluídos), un hermoso lugar donde vivir, talento musical, cualquier libro que pudiera desear, y Fenran, un hombre que la ama, y con el que pronto se casará. Pero lo que tiene en bienes le sobra también en arrogancia; la arrogancia de quien se sabe inteligente y que piensa que se puede comer al mundo.

Al sur de su castillo, Cairn Caille, existe una misteriosa torre donde, según se cuenta, están encerrados siete demonios que alguna vez asolaron el mundo. Nadie se ha atrevido a cuestionar esa leyenda, pero Anghara necesita ver para creer, y su curiosidad puede más que cualquier consejo: encuentra en la torre algo que parece ser una caja de Pandora, la abre... y ahora sí que el infierno se desata. Los siete demonios caen primero sobre Cairn Caille y no dejan a nadie con vida; después se marchan en distintas direcciones a sembrar el mal.

A Anghara se le revela que, a pesar de que ha perdido todo lo que amaba, todavía tiene que responder por su pecado. Tendrá que viajar por todo el mundo para buscar y destruír a los demonios que liberó, y para ello no le bastará una vida; por consiguiente no podrá morir sino hasta que termine su labor. No estará sola, por suerte; en el camino se le une Grimya, una loba que puede hacerse entender por los humanos (y por eso ha sido rechazada por su propia familia) y que comparte con ella el don de la inmortalidad. Pero, por otro lado, su arrogancia ha creado a un octavo demonio, su Némesis, y éste también estará siguiéndole los pasos para evitar que cumpla su propósito.

Anghara se cambia el nombre a Índigo (en su cultura, el color que simboliza el luto) y parte, sin rumbo fijo, a su peregrinar de casi un siglo. La única esperanza que tiene vino también de su revelación: su amado Fenran está vivo o algo así; se encuentra a medias entre el mundo de los demonios y el real. Si Índigo consigue expiar su culpa, tal vez, sólo tal vez, podría volver a estar con él.

Índigo y Grimya pasan por muchas aventuras emocionantes, pero si uno presta atención, las historias que cuentan las novelas no son las suyas, sino las de las personas con las que se encuentran (y que de hecho son las verdaderas víctimas del pecado de Índigo). Pueblos al borde de la destrucción, familias llenas de intriga, una especie de culto siniestro y conspiraciones políticas; todo ello se mueve frente al telón de fondo de algunos de los paisajes más exóticos y bellos vistos en la literatura fantástica. De entre todo ello surgen los demonios que busca Índigo, pero ninguno se manifiesta igual que otro, y cada descubrimiento es una sorpresa que, sin embargo, no deja de ser verosímil.

Ahora, el único problemilla con la serie de Índigo es cuando uno se vuelve perro viejo con montones de trucos aprendidos: uno aprende a deducir, y la técnica impecable de la autora ya no sorprende tanto. Total, eso ya le pasó a una servidora con el director M. Night Shyamalan. Pero si uno no busca giros, sino historias de personajes (y ya con eso espero que tengamos claro que esto no es ningún thriller), la serie sigue siendo una lectura reconfortante. Por si las dudas, preparen pañuelos desechables para cada libro.

Recomendaciones: Para amantes de la literatura fantástica más o menos curtidos a quienes les haya gustado la serie de Terramar y similares; si les encantan las introspecciones y filosofar un poco sobre la vida, estos libros son más que perfectos para una buena reflexión.

Abstenerse: Si prefieren novelas con más acción, porque aquí las cosas pasan MUY despacio. Si prefieren algún librito más movido que se pueda leer con el cerebro apagado sin temor a perderse de nada, mejor elijan El Código Da Vinci.

jueves, noviembre 26, 2009

Reseña de libros: Trilogía El Señor del Tiempo

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Trilogía El Señor del Tiempo:
Vol. I: El iniciado
Vol: II: El proscrito
Vol. III: El orden y el caos

Louise Cooper
Editorial Timun Mas



Lo bueno: Los giros de la historia, el cuidado de los detalles, los personajes.

Lo malo: Es relativamente difícil de hallar.

El comentario gratuito: Si George Lucas hubiera leído estos libros (si le gustara leer, primero que nada) antes de hacer sus porquerías de Episodio I, II y III, otra cosa hubieran sido esas películas. Otra cosa.

Calificación: * * * * *

La típica batalla entre el Orden y el Caos ha terminado; y, de manera también típica, las fuerzas del Orden han salido victoriosas y ocupado la antigua fortaleza del Caos en un increíble desplante de imprudencia.

Pasan algunos años, y el mundo dominado por el Orden (y sus representantes, el Círculo, una especie de orden monástica cuyos miembros se dedican a aprender alta hechicería) parece estar en paz, hasta que la naturaleza comienza a perturbarse de maneras cada vez más siniestras. Una de ellas es el misterioso nacimiento de un niño, Tarod, que aparentemente guarda un poder inmenso en sus manos.

Después de que una tragedia lo aparta de su hogar, Tarod va a parar al Círculo; el líder de los hechiceros lo acepta con reservas. Ahí crece como adepto de la orden, y de adulto es ya un hechicero de grado máximo. Entonces, comienza a tener visiones de un ser, una especie de demonio físicamente muy parecido a él, que revela que Tarod es el avatar de uno de los ocho dioses del Caos, y que su trabajo es conseguir que éste vuelva a entrar en el mundo.

Tarod, sin embargo, tiene ahora sus propias convicciones, y está más que dispuesto a luchar por el bando que lo ha acogido. Pero su confianza se hace pedazos cuando el que consideraba su mejor amigo lo traiciona por el motivo más bajo y estúpido que puede desbaratar una relación: por una vieja...

Convertido en un proscrito, Tarod tendrá que enfrentarse solo al demonio que lo atormenta, a ex compañeros que han puesto precio a su cabeza y a sus propios y confusos sentimientos. La tierra en la que vive, mientras tanto, comienza a caer en las garras del miedo, y como resultado se desata una verdadera epidemia de intolerancia, maltratos y persecuciones; el Caos no necesita la ayuda de nadie para apoderarse del mundo. Queda una pregunta: ¿cómo detenerlo?

Pocas historias sobre el poder, sus excesos y sus consecuencias, son tan inteligentes, profundas y al mismo tiempo entretenidas y dinámicas. Louise Cooper, desde su mundo fantástico perfectamente construído, examina una realidad que tal vez no esté muy lejana de la nuestra, y lo mejor de todo es que lo hace a nivel de personajes. Todos, desde Tarod con sus dudas existenciales; Shaska, la bellísima y manipuladora joven a la que ama; Cyllan, una muchacha poco agraciada pero ferozmente leal que lo ama a él; Keridil, el inseguro heredero del poder del Orden; Themila, una señora del Círculo que es incondicional a Tarod; y Drachea, un endeble aliado que sólo quiere sacar provecho de toda la situación; absolutamente todos tienen algo que decir al respecto, y lo mínimo que logran es que los prejuicios de uno como lector se tambaleen como en terremoto de 6.5 grados. Es soprendente cómo los pequeños detalles llegan a formar temas tan grandes.

Recomendaciones: Para quienes le hayan perdido la fe al género fantástico, o ya se hayan hartado de toda la basura que éste ha producido en los últimos años. Para quienes simplemente quieran disfrutar de una novela fenomenal. Si quieren enterarse de por qué los episodios I, II y III de Star Wars salieron tan malos, y hacer berrinche por lo buenos que pudieron haber sido, lean estos libros: ya se darán cuenta por qué.

Abstenerse: Si los episodios I, II y III son sus películas favoritas, porque entonces probablemente no le entenderían. Si no les gusta leer para pensar. Si piensan que Harry Potter es lo máximo en literatura fantástica; van a salir desilusionados. Si son fans más moderados de Harry Potter y no se han enterado de la homosexualidad de Dumbledore, significa que no están en edad de consumir esto (o lo que es lo mismo: menores de 15 años, aléjense).

miércoles, noviembre 25, 2009

(A media) Semana de Louise Cooper

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"Ya estoy lo suficientemente vieja
como para preocuparme por parecer infantil".

Louise Cooper

Se acerca la Feria del Libro de Guadalajara, y como siempre, mis visitantes podrán esperar un rápido vistazo de lo que hay de aprovechable ahí, alguna pequeña crónica de lo que ocurra y fotografías. Así que estoy dándome prisa, puesto que después de la Feria todo será caos, vacaciones, lucha por la supervivencia y la deprimente época navideña, que una servidora sólo puede tolerar con el consuelo de Nuestro Señor.

No quiero que se me vaya a acabar el año sin cumplir con lo que había propuesto: dedicar una semana del blog a una de mis escritoras favoritas, Louise Cooper, que falleciera el pasado 21 de octubre; otra pérdida más de este año. Así que aquí estamos: bienvenidos a la semana de Louise Cooper. Lo que haremos será esto: hoy les comentaré un poco de la autora, y seguirán tres días más, con sendas reseñas de sus libros. Hace tiempo me encontré algunos de ellos en la Librería Gandhi, a precio de saldo; si de casualidad se pueden hallar en la feria, con gusto les avisaré.


Pues verán, Louise Cooper era inglesa, de Hertfordshire, y escribía historias desde chica. Estuvo trabajando como secretaria, y más adelante se encargó de hacer los resúmenes para las portadas de novelas en una editorial. Publicó su primer libro a los veinte años, pero realmente la suerte no le sonrió sino a los treinta y dos, cuando su agente la convenció de reescribir su segundo libro, Lord of No Time, y convertirlo en trilogía, según la moda de la época. Esa trilogía, que en español se llama El Señor del Tiempo, fue un exitazo, y a partir de ahí la señora Cooper se puso a escribir como loca más novelas, series, cuentos, etc. Hasta poco antes de fallecer, estaba trabajando en su novela número ochenta.

Louise Cooper nunca fue muy famosa que digamos, supongo que porque su obra distaba mucho de ser comercial. Pero tenía un grupito muy fiel de lectores, mujeres en su mayoría. Era experta en crear personajes, y usaba una prosa muy sencilla pero profunda.

En sus ratos libres, le gustaba tocar la guitarra y cantar, cocinar, pasar tiempo con su esposo Cas Sandal, con quien vivía en Cornualles, y con su gatito Simba; se encargaba personalmente de responder preguntas de su fans en su sitio web y, por supuesto, continuaba escribiendo. Fue una persona muy linda; por lo perfeccionista que se sentía su escritura, la verdad es que una servidora se imaginaba lo contrario (cuando conocí a la autora era muy joven, y creía, ingenua y equívocamente, que todos los grandes escritores eran unos pesados de mierda). Este homenaje, muy a la prisa y muy improvisado, de seguro no le hará justicia, pero espero que sirva para que quienes la conocieron a ella o a su obra la recuerden con cariño, y quienes no, se interesen un poco en sus libros.

viernes, noviembre 20, 2009

Sueños guajiros

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Fotografía de Carlos Briseño Torres con filtro;
el original es de Arturo Campos Cedillo, La Jornada Jalisco.


Ayer, 19 de noviembre, el ex rector de la Universidad de Guadalajara, Carlos Briseño Torres, se suicidó. Es la noticia oficial, al menos; no tengo ninguna razón para dudar, así que el propósito de esto no es montar alguna teoría de la conspiración ni especular acerca del estado mental del señor; para ello tendría que haberlo tratado personalmente, y nunca se dio el caso. Briseño fungió como rector de la Universidad por un año más o menos, pero ya había estado trabajando ahí por como 20 años. Lo destituyó el consejo universitario en agosto de 2008.

No tengo la menor simpatía por las universidades públicas; creo que la educación superior, en mi país, está al mismo tiempo sobrevalorada (no es verdad que un título universitario garantiza inteligencia, ganas de trabajar, o al menos sentido común) y subvaluada (por llamarse “superior” no debería ser gratuita ni barata, a menos que hubiera becas bien merecidas involucradas); mi entrometimiento con ellas se debe al instinto natural del cliente que quiere recibir algo a cambio de lo que paga (muchos estudiantes y hasta graduados de universidades de gobierno no tienen la menor idea de que su educación baratérrima sale del bolsillo y el trabajo de sus compatriotas), y estoy consciente de que, por desgracia, una parte del presupuesto educativo en México se destina a mantener zánganos y a financiar luchas por el poder. No creo que la cosa sea tan distinta en la de Guadalajara, pero asuntos agradables y postivos han salido de ahí: el fondo editorial, la Feria del Libro, eventos culturales, radio, televisión... Me convertiría con gusto en burócrata con tal de trabajar en alguna de estas dependencias, y procuraría en serio ganarme el pan de cada día; total, ya estoy acostumbrada. Pero no es fácil entrar a la UdG. Bueno, se preguntarán, ¿por qué ando poniendo esto? Porque, verán, el fallecimiento de Briseño me trajo a la mente una experiencia que quisiera compartirles.

El año pasado, unos dos meses antes de su destitución, Briseño habló sobre las ventajas de las clases bilingües. Cito al periódico local Público:

El rector general de la UdeG, Carlos Briseño Torres, prometió ayer que la Universidad dará incentivos a los profesores que impartan sus cursos en inglés y en español, como parte de una estrategia orientada a que los alumnos dominen esa segunda lengua.

Y ahora a Briseño:

“El año próximo pediremos apoyo a la Federación y al gobierno del estado para la contratación de profesores que dominen el inglés. También hay muchos profesores de la UdeG que lo hablan. Vamos a aprovechar esa experiencia e incentivar a los académicos para que impulsen esta labor”.

El Capitán me mostró la noticia, y me miró en silencio dos segundos. Eso de dar clases bilingües es una de las pocas habilidades con las que cuenta una servidora; eran cosa de todos los días en mi perdida cátedra de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Qué bien, le dije; voy a llevar mis papeles a la UdG para que cuando se abra ese programa me consideren como maestra. Puedo empezar así. Y después, quién sabe... ¿el Fondo Editorial...? ¿Proyectos nuevos...?

Hice una llamada telefónica a Recursos Humanos, expuse mis dudas y me dijeron dónde había que acudir. El siguiente día libre me presenté, carpeta en mano, en el edificio a donde me habían dirigido (la Universidad no tiene un ünico campus, sino que está dividida por toda la ciudad). Me dijeron que fuera primero a un piso, donde no entendieron de qué les estaba hablando; y luego a otro, donde se preguntaron quién había sido la persona que me había mandado para allá. Les mencioné el comunicado del rector, pero no sabían nada al respecto. ¿Clases bilingües? Me dijeron que me presentara en la rectoría; eso hice. Nada. De la rectoría me enviaron al primer edificio, pero a otras oficinas. Eso sí; todas las personas con las que traté fueron extremadamente amables y se nota que trataron de ayudar. Lo malo es que no lo lograron.

En las nuevas oficinas, me dieron otra dirección donde había que ir; era una dependencia que quedaba tan cerca de mi punto de partida, que no pude sino pensar que lo único logrado con la vuelta en círculos fue mermar mi presupuesto para transporte. Pero la dependencia nueva, vaya, se veía esperanzadora. La persona a cargo de la dirección platicó conmigo, y me dijo que si me interesaba dar clases de inglés.

- No de inglés - respondí, porque eso no me gusta y no me sale bien -; en inglés - y le comenté lo que había dicho el rector.

La persona sonrió con mucha dulzura (la amabilidad seguía a todo lo que daba), levantó la mirada al cielo y respondió:

- Ah, eso... Ésos son sueños guajiros del rector; la mayoría de nuestros alumnos ni siquiera sabe pegar una palabra con otra en inglés, ¿cómo espera que puedan llevar una clase completa...?

En español mexicano, un “sueño guajiro” es como un “fat chance” en inglés; la expresión se refiere a algo demasiado difícil, imposible, irrealizable.

Salí de las oficinas con mi carpeta cubierta de sudor, y el corazón envuelto en una tristeza profundísima, pesada, intolerable, de ésas que hacen que a uno le den ganas de morirse. Morirse de tristeza, creo yo, es más común que morirse por conspiraciones, pero la primera clase (que a veces es, incluso, espiritual) no vende tantos periódicos. A ver qué dicen del caso de Briseño.

jueves, noviembre 19, 2009

El Cuarteto Nausicäa, en el Trompo Mágico

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Si han estado visitando esta casa de ustedes por algún tiempo, de seguro me habrán oído hablar sobre el Cuarteto Nausicäa, un grupo musical que interpreta temas de animé japonés. Se presentaron por primera vez en la TNT de México, a principios del 2008, y a partir de entonces han tenido algunas apariciones en Guadalajara; contadas, ya que todas sus integrantes también trabajan por su cuenta.

Si quieren una probadita del talento de estas chicas, (Brenda, Janet y Mary son las vocalistas, y Selenie, pianista, se ha encargado también de la mayoría de los arreglos), por favor hagan click en la nota sobre su concierto en México, aquí; y también en el catálogo de videos que acompaña al anuncio de su estreno en Guadalajara, aquí. Ah, pero si quieren disfrutar estas melodías en vivo y estarán en esta ciudad el próximo fin de semana, tenemos una perfecta oportunidad.

El Cuarteto Nausicäa estará el domingo 22 de noviembre, a las cinco de la tarde, en el Museo del Trompo Mágico, en Zapopan. La entrada al museo cuesta 20 pesos; si llegan desde temprano, pueden divertirse con las muchas actividades que se realizan ahí; el concierto en sí no tiene costo alguno. Con suficiente tiempo y otros 20 pesos, se puede disfrutar del singular paseo Diálogo en la oscuridad.

El museo tiene estacionamiento (25 pesos por todo el día), y también se puede llegar por transporte público en la ruta 51 C, que pasa entre otros puntos conocidos por Avenida Patria, Pablo Neruda, Terranova, José María Vigil, el barrio de Santa Tere y el centro de la ciudad (cerca del Teatro Degollado).

El concierto les va a encantar; garantizado. Y el museo, ya de paso, está entretenidísimo.

miércoles, noviembre 18, 2009

What is it that drives you?

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... Y así, a lo mejor con un poco de brusquedad, esta casa de ustedes (blogsito) llega a su segundo aniversario. ¡Y vaya año que ha sido! Mucho me temo que en los últimos meses no he cubierto las expectativas de mis lectores: no actualizo tanto como acostumbraba, las tensiones y el cansancio se acumulan, y siento que el tiempo, derretido, se me escurre de las manos junto con la imaginación.

Con todo (y de prisa un poquito, porque una servidora tiene que huír a trabajar), puedo presumir que hemos acumulado poco más de doscientas entradas; que nos hemos estado moviendo, en promedio, de 80 a 90 visitas diarias, que las visitas en total son 34,500 y que las páginas vistas suman más de 50 mil. Pero lo más importante y definitivo es que todo ese camino no es algo que una servidora haya logrado por sí misma.

En otras palabras, que todo se lo debo a ustedes que vienen de cuando en cuando a leer mis desvaríos, que me hacen el favor de dejar sus comentarios, y que hasta ahorita me han tenido una paciencia a toda prueba. A todos, absolutamente todos, sólo puedo decirles una palabra:

¡Gracias!

Es mucho menos de lo que se merecen por tomar mi mano y animarme, pero lo sumo a los abrazos virtuales que transformaría en reales sin pensármelo dos veces. Por favor aguántenme un poco más el camino.

lunes, noviembre 16, 2009

Kamiano

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Permítanme contarles acerca de uno de mis héroes de la infancia. Debí haberlo hecho hace un buen rato, más apropiado según las fechas, pero ya ven... no estoy actualizando el blog tan seguido como acostumbraba (y quisiera) y al menos por el momento es poco probable que las cosas cambien. Algo de tiempo falta, y disciplina.

Pero bueno...

Cuando andaba por los ocho años, más o menos, me leí completita (en una compilación de popular revista Aguiluchos) una historieta del padre Damián de Veuster, un misionero belga que en el siglo XIX partió hacia Hawaii. Me quedé tan impresionada, que volví a leerla una, y otra, y otra vez; aquel hombre generoso y valiente con una vida que parecía de mentiras se ganó mi adoración; y, como solía suceder cuando algo me conmovía a corta edad, me esforcé sobremanera para que no se me notara. En ese entonces no había internet, y las enciclopedias con las que se pondía contar no eran el último grito de las actualizaciones, así que durante mucho, mucho tiempo, lo único que supe del padre Damián se remitió a esa historietita.

Algunos años después, ya preadolescente, se me ocurrió preguntarme si de pura casualidad mi héroe no sería un santo de la iglesia católica; eso, por supuesto, me garantizaría acceso a más información. Al parecer la respuesta era no; pero algo muy curioso me ocurrió por la misma época: tenía (y sigo teniendo) unos vasos nasales muy frágiles, que se me rompen a la menor señal de gripe o tensión; y una vez que me encontraba releyendo la historieta de Aguiluchos, estornudé tan violentamente que salpiqué la página de diminutas gotitas de sangre. Cuando, alarmadísima, me puse a limpiarla con un pañuelo, descubrí que la sangre había manchado un dibujo del padre Damián justo en el rostro, y que las salpicaduras simulaban las heridas de una corona de espinas. Tardé un buen rato en atreverme a abrir ese libro de nuevo.

Bueno, pasó mucho más tiempo, llegó la información al instante, los libros gordos, las películas, y mi curiosidad quedó saciada, al menos por un ratito. Pero todavía brinqué de gusto cuando, en el Oratorio de Birmingham (durante el evento Tolkien 2005) encontré y adquirí una pequeña biografía del padre Damián. P.V.B., una señorita belga con quien trabé amistad por allá, me pescó leyéndola, y cuando, con algún resabio de mi timidez infantil, le comenté sobre mi profunda admiración por su compatriota, me dijo que el padre Damián también era su héroe. A ello le siguió una plática agradable, relajada y políticamente incorrecta (en algunos lugares de Europa, al parecer, ser católico es algo así como que cool), en la que me enteré que mi héroe, como ya me lo esperaba, iba derecho al camino de la santidad, pero que aún no había fecha al respecto. Quiero estar en primera fila cuando ocurra, le dije. Ella (es una persona muy guapa y muy amable) sonrió ante mi torpe entusiasmo.

Más fácil decir que hacer; mis boletos de primera fila para los eventos verdaderamente importantes y positivos de los últimos años se revendieron o cambiaron por tickets de loterías baratas y mezquinas, o por entradas a prolongados momentos de desánimo y tristeza. No me enteré del asunto sino cuando ya estaba encima. Pero bien, el padre Damián fue canonizado hace poquito más de un mes.

¿Para qué sirven los santos en la iglesia católica? Déjenme que les diga: no para mucho, la verdad, pero me agradó la forma en la que lo puso otro folletito del Oratorio de Birmingham: son una muestra de que las relaciones entre los unidos por el Sacramento no terminan con la muerte. En otras palabras, los santos son amigos como los que uno conoce por internet y nada más; tal vez jamás los hayamos visto en persona, pero nos permiten conocerlos y dan señales de que piensan en nosotros y pueden ayudarnos a fastidiar a Nuestro Señor con nuestras solicitudes, como hizo Damián con una señora hawaiiana que pidió su intercesión para curarse de cáncer (un milagro que inclinó la balanza a su favor, tengo entendido).

Pero bueno, para variar me he extendido en rollo que nada tiene que ver. Si todavía no se han dormido, les haré un rapidísimo resumen de la vida de mi héroe.

El padre Damián se llamaba en realidad Josef (Jef, para los amigos) de Veuster. Nació en una aldea llamada Tremeloo el 3 de enero (sips, comparte cumpleaños con mi escritor favorito) de 1840, y desde los trece años se dedicó a las actividades del campo, lo mismo que sus padres. Era hablante nativo de flamenco. Dos de sus hermanas fueron monjas, y uno de sus hermanos sacerdote; él mismo descubrió su vocación a edad temprana y entró a la congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María cuando tenía dieciocho años; ahí fue donde se cambió el nombre.

Cinco años después, todavía sin ser sacerdote, partió como misionero a las islas de Hawaii en lugar de su hermano, que se había enfermado; se ordenó ahí poco después, en la catedral de Honolulú, y se puso a cargo de su primera parroquia. Como en la lengua hawaiiana no existe el sonido de la “d” y no se puede dejar una consonante colgando al final de una palabra, los nativos le decían “Padre Kamiano”. Y aquí comenzaron sus aventuras que parecían sacadas de una novela de entonces; él mismo se veía como protagonista típico: un joven apuesto, musculoso, muy fuerte, excelente jinete y viajero incansable, al que le tocaron desde tsunamis hasta explosiones volcánicas.

Pero la prueba verdadera para Damian no llegaría sino hasta el año de 1873 (cien años antes de la muerte de mi escritor favorito, ya sé... y me temo que los paralelos no terminan ahí), cuando se ofreció como voluntario a la petición del obispo de Hawaii para un sacerdote permanente en la isla de Molokai.

Molokai debió ser, para los habitantes de Hawaii paganos, cristianos o lo que fuera, el sitio más parecido al infierno. A causa de las presiones por parte de inmigrantes blancos (Hawaii todavía no era parte de los Estados Unidos, pero en eso estaban), el rey Kamehameha V (nop, el nombre no es broma) decidió establecer ahí una colonia para aislar a las personas contagiadas de lepra, una enfermedad que habían llevado posiblemente trabajadores chinos. La enfermedad se esparció con una rapidez espantosa, ya que el organismo de los nativos no tenía defensas para resistirla. Se suponía que en Kalawao, la colonia leprosa de Molokai, había hospitales para tratar a los enfermos. La verdad es que no había medicinas ni doctores; a las personas contagiadas las arrojaban al mar desde barcos para que llegaran por sus propios medios a la isla, y una vez ahí era la ley de la selva en cuanto a conseguir comida, abrigo y consuelo. A quienes se resistían a ir, o a las familias que los ocultaban, simplemente les daban un tiro.

Los habitantes de Molokai, sumidos en la desesperación, pasaban los cuatro años que en promedio le daban de vida a una persona en la isla atracándose de alcohol, sexo y juerga, a la vez que la enfermedad iba poco a poco deformándoles el rostro, pudriéndoles la carne y haciendo que se les cayeran los dedos y a veces hasta miembros completos. Bueno, esto antes de que llegara el padre Damián.

Las cosas tendrían que cambiar con el voluntarioso soldado de Dios ahí presente; Damián puso a trabajar a los que podían hacerlo, y con sus propias manos se puso a levantar casitas para los enfermos, a limpiar el todo el sitio, a montar un sistema de agua potable y a organizar actividades como talleres de carpintería, carreras de caballos, una orquesta y coros. No le fue fácil; entre los enfermos había apenas un grupito de católicos que lo apoyaba. Poco a poco consiguió ganar simpatizantes. Cuando iba a Honolulu, le exigía al Ministerio de Salud que le enviara materia prima y medicamentos; no le tenía ninguna paciencia a la burocracia y los burócratas lo odiaban.

Poco a poco, su actividad en solitario comenzó a llamar la atención, y las consecuencias de ello fueron tanto positivas como negativas. Por un lado, tenía fans que le enviaban toda clase de donativos; por otro, detractores que lo criticaban hasta por el simple hecho de ocuparse de enfermos de lepra, que, según eso, estaban recibiendo el castigo divino por sus pecados; se creía que la lepra era consecuencia del desenfreno sexual. Uno de sus grandes defensores fue el escritor Robert Louis Stevenson. También recibió apoyo por parte del gobierno real de Hawaii, en especial de la princesa Liliuokalani.

Cuando Damián contaba con cuarenta y cuatro años, los primeros síntomas de la lepra comenzaron a aparecer en su cuerpo. Era de esperarse, porque él nunca había hecho nada por evitarse el contagio; compartía la comida y las pipas (comenzó a fumar para tolerar el mal olor de las llagas y putrefacción de los enfermos) con la gente de Kalawao porque no quería herir sus sentimientos, les daba la comunión con las manos y a nadie le negaba abrazos y cariño. Lo sorprendente fue que hubiera pasado más de diez años sin enfermarse. Como que Dios estaba esperando a que cumpliera con la mayor parte de su labor antes de imponerle su corona.

A pesar de que el padre Damián había recibido algunos sacerdotes como ayudantes seis años después de llegar a Molokai, no había podido llevarse bien con ninguno, y en soledad había tenido que hacer su trabajo. Pero ya que se encontraba enfermo, no le faltaron amigos de todas partes del mundo (el ex soldado norteamericano Joseph Dutton, el doctor irlandés James Sinnet, el doctor japonés Masanao Goto, el pintor inglés Edward Clifford, el sacerdote belga Lambert Conrardy y la madre Marianne, una monjita franciscana de los Estados Unidos, entre muchos otros). Al fallecer en 1889, Damián estaba tranquilo, porque sus feligreses no quedarían desprotegidos.

Lo que no se imaginaba, probablemente, es que aunque se descubriera una cura para la lepra ya habría en el mundo muchas otras enferemedades más que, además de hacer pedazos el cuerpo, se encargarían de debilitar el espíritu, y también la caridad de otros; la causa de los enfermos de VIH no podía conseguir un mejor patrón que San Damián de Molokai, ahora con nuevo título a partir del pasado once de octubre.

No estuve en primera fila, querido Damián; a mí los dedos de la mano y la carne se me carcomen por tonterías y tú ya sabes. Con todo, padre Damián, y si no fuera mucho pedir, préstame un milésimo de tu fuerza para lo de costumbre: aprender a resistir; ni a irse ni quedarse; a resistir.

Conozco dos buenas películas sobre el padre Damián; ninguna, por desgracia, cubre el período antes de su llegada a Kalawao. La primera es una viejita, española, demasiado optimista; Molokai, la isla maldita, de Luis Lucía; la segunda, más reciente, es Molokai: The Story of Father Damien, de Paul Cox, con David Wenham (Faramir en El Señor de los Anillos) en el papel del héroe.

sábado, noviembre 07, 2009

Chaconear

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Joseph Fiennes como Cyrano de Bergerac

"Cuando bebas agua, acuérdate de la fuente"
Proverbio chino

Hace unos cuantos años, la palabra “chaconazo” como sinónimo de "plagio" restringido a internet se acuñó (e hizo tristemente famosa) a partir de cierto escándalo en el medio editorial mexicano (para enterarse, hagan click aquí). Los implicados señalaron el evento como un hecho aislado; algunos ya sabíamos que era la punta del iceberg, y que la persona responsable del neologismo no lo fue porque cometiera el pecado, sino, como decía el padre M., un sacerdote zacatecano muy simpático, porque fue el único a quien “pescaron en la movida” (en español mexicano, “sorprendieron en el acto”).

Es un hecho que el internet ha convertido en muy delgadas, casi transparentes, las barreras que cubren y separan la propiedad intelectual; vean nada más todas las imágenes que manejo: algunas son mías, pero otras son tomadas de cualquier sitio y cuando no hay a quién pedirle permiso ni manera de averiguar créditos, no me detengo más de una hora.

No se trata de culpar sólo a las nuevas tecnologías; ahí está, en los noventa, una compañerita que tuve que copiaba líneas enteras de varias enciclopedias y sin redactar un párrafo armaba una columna que se publicaba en cierto periódico local. O, esto en los ochenta, el día que un estudiante se dio el lujo de poner bajo su nombre, en el periódico de la facultad de comunicación de la UAG, el primer capítulo, palabra por palabra, de Las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury, eso sí, con algunos astutos cambios de los datos de lugares y nombres propios que ahí se mencionaban.

Pero no hay duda de el progreso ha facilitado mucho el sutil arte del plagio: apenas unos meses antes del chaconazo, una servidora tuvo que reprobar al noventa por cierto de una clase de redacción porque, para el examen final, se habían limitado a copiar y pegar artículos enteros de internet. Lo sorprendente no fue tanto que lo hicieran, sino que protestaran porque creían sinceramente que ésa era la forma correcta de trabajar; sus otros maestros toleraban la conducta. Algunos de mis alumnos ni siquiera habían leído lo que copiaban; uno de ellos, muy aficionado al futbol y que había prometido escribir sobre su equipo favorito, comenzaba de esta manera su texto: “Cuando decidí fundar el equipo Fulano en 1935...”. Le dije que me sorprendía que fuera mucho más viejo que yo, y no entendió la amarga broma.

Según pasó el tiempo, hubo menos y menos de dónde extrañarse. Hace poco, cuando me encontraba buscando segundas y terceras opiniones sobre cierto libraco horrible que estoy leyendo, resulta que no pasé de las segundas: todas las reseñas del título en cuestión disponibles en internet eran la misma, publicada en sendos blogs que la ostentaban como propia. Y, espero que la memoria le falle menos que a mí a mis lectores de Jalisco, México; pero, ¿recuerdan cuando el alcalde de Zapopan presentó como suyos varios documentos que se había bajado íntegros de internet? Lo mejor de todo fue la serenidad con la que enfrentó la acusación de plagio: dijo que lo había hecho porque estaba de moda, ya que la película de moda era Los piratas del Caribe (?). Ya que de películas hablamos, vean ustedes Quarantine, que se supone es un remake hollywoodense de la española Rec. Yo no sabía que se le llamaba "remake" a una copia escena por escena.

Sobre las experiencias de una servidora al respecto... sí, puedo mencionar algunos casos. No me refiero a las muchas veces que alguien ha tomado uno de mis escritos y lo ha puesto en su sitio con mi nombre o pseudónimo y/o tal vez algún link (a todos quienes lo hayan hecho, ¡gracias! Abrazos a montones), sino a las pocas (las puedo contar con los dedos de la mano y me sobran) que he pescado a alguien que se quiere untar el mérito, por mínimo que sea, de algún escritillo mío. La ocasión más divertida fue cuando una chica copió de una lista de correos la tierna carta de cumpleaños que le escribí a mi Capitán y la puso en OTRA lista; era tan reconocible que Pere, que tuvo a bien avisarme, de veras creyó que una servidora era la otra persona.

La chica ésta cambió ciertas referencias a fechas y años, pero no lo hizo del todo bien... una persona cuidadosa que leyera e hiciera cuentas hubiera notado inmediatamente la discrepancia entre lo que había vivido la narradora de la carta y la edad que la supuesta escritora decía tener.


Claro que me puse de mal humor, más aún cuando vi los cálidos comentarios que le hacían a mi trabajo bajo otro nombre en la OTRA lista de correos mientras que en el sitio original de su publicación apenas le habían hecho caso.

Pues verán, también gracias a uno de mis visitantes, encontré otro ejemplo anteayer: Recién acababa de compartir mi receta de pollo almendrado chino en Facebook y revisaba los vistazos nuevos y las búsquedas que habían llegado a mi página, cuando de pronto... miren ustedes mismos:

- Aquí está el texto original. Abran en ventana nueva, para comparar.

- A continuación, una respuesta ganadora (con dos míseros votos, pero algo es algo) que una chica, supongo, puso en Yahoo! Answers hace seis meses. No había ningún problema en que tomara la receta, pero hubiera sido lindo que pusiera la fuente.

No me pregunten por qué, pero esta vez el incidente me puso de muy, muy buen humor. ¿Será porque, como dicen, un plagio es una forma indirecta de halago? Je, je, je... Pero, aunque todavía no lo establezca la lexicología popular, creo que la diferencia entre un plagio y un chaconazo es que en el segundo la persona que "toma prestado" lo hace por pura y dura necesidad; ya ni siquiera por buen o mal gusto.

Pensar que Cyrano de Bergerac tenía que aguantarse que otro más recitara y firmara sus textos... Pero en fin, ya hice de Cyrano cuando tenía como doce años (escribía las cartitas que un ficticio enamorado le enviaba a una amiga de la escuela, que buscaba con ello darle celos al chico que le gustaba... pero también, a solicitud de este chico, las notas que él le enviaba a mi amiga), así que aunque por falta de costumbre no sufro, prefiero que los besos y el crédito me los den a mí.

lunes, noviembre 02, 2009

Reseña de película: Bastardos sin gloria

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Bastardos sin gloria

Director: Quentin Tarantino

Intérpretes: Christoph Waltz, Brad Pitt, Mélanie Laurent, Eli Roth, Michael Fassbender, Diane Kruger,Til Schweiger, Silvester Groth, Martin Wuttke, Julie Dreyfus.

Lo bueno: Inteligente, ingeniosa, divertidísima.

Lo malo: Y dale con las referencias y los homenajes... ¿Tarantino quiere TODA la diversión para él solo?

Calificación: *****


Corre el año 1941. En la Francia ocupada por los nazis, Hans Landa (Christophe Waltz), un astuto coronel y el mejor cazajudíos de la región, ordena la masacre de toda una familia, pero por capricho o por orgullo deja escapar a la hija menor, Shosanna. Paralelo a esto, en los Estados Unidos, el impetuoso teniente Aldo Raine (Brad Pitt) forma una especie de comando guerrillero exclusivamente integrado por judíos (más adelante se les une un nazi renegado) con el único propósito de combatir a los alemanes con métodos nada lindos.

Pasan algunos años, en los que el teniente Raine y su grupo, a quienes apodan “Los bastardos”, en efecto siembran el terror entre las tropas de las SS; si algún pobre infortunado llega a caer en sus manos tendrá suerte si termina con una bala en la cabeza... y nada más. Pero de pronto, a los “heroicos” muchachos se les presenta una oportunidad única: terminar la guerra de un solo golpe.

Resulta que Joseph Goebbels (Silvester Groth), encargado del departamento de propaganda nazi, quiere proyectar su última película, El orgullo de la nación, en un pequeño cine de París, y todos los altos oficiales del gobierno, incluyendo el mismísimo Führer (Martin Wuttke) asistirán al estreno. La idea le vino de su protagonista, Fredrick Zoller (Daniel Brühl), un soldado raso que en la vida real (y la movie) se enfrentó solo a 300 enemigos, y que está tiernamente enamorado de la joven propietaria de la salita en cuestión. Que, por cierto, no es otra que Shosanna (Mélanie Laurent). Y que, claro está, no es muy aficionada que digamos al cine alemán.

El objetivo de los Bastardos es volar el teatro con todo su público, y para ello recibirán ayuda de la actriz Bridget von Hammersmark (Diane Kruger), una agente doble a quien no le falta belleza ni le sobra inteligencia. Pero el coronel Landa tiene sus sospechas y no se va a quedar con los brazos cruzados ¿Cómo podrán Raine y sus patanes vencer al culto, inteligente y educado cazajudíos? A lo mejor en ciertos casos la fuerza bruta no funciona. Y menos aún si en el camino se interponen los planes propios de una resentida huérfana...

Lo menos que se puede decir de esta... ¿tragedia de errores?, ¿Würstchen-Western?, es que es muy, muy entretenida; ni un solo momento soso. La historia tiene un ritmo perfecto, pero brilla sobre todo por las exquisitas actuaciones; Christoph Waltz está fenomenal como el villano más carismático del año, y hasta Brad Pitt tiene de dónde cortar en su breve (ajá, así es) papel.

Mi película... bueno, películas, favoritas de Tarantino siguen siendo las dos de Kill Bill; pero Bastardos sin gloria puede caer fácilmente en el segundo lugar; sangre y sencillez es un coctel que siempre le queda bien al director.

Recomendaciones: Para fans de Tarantito, véanla más de una vez. Si su sentido del humor es más negro y sabroso que una tablilla de chocolate oscuro, este film les proporcionará una taza de agua caliente para mezclar.

Abstenerse: Menores de 13. Por favor. Si prefieren una película seria sobre la Segunda Guerra Mundial , mejor renten Tora! Tora! Tora!. Si tienen poca tolerancia al gore, con más razón. Si vieron las dos partes de Kill Bill y les pareció que hubo demasiada sangre en la pelea en La Casa de las Hojas Azules, no esperen menos por acá.
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