viernes, diciembre 25, 2009

¿Es que Dios está dormido?

Si han estado visitando esta casa de ustedes por un rato, ya habrán visto el año pasado que dejé una canción programada para Navidad, y que no es precisamente un villancico clásico. Este año, para no quedarnos atrás, les tengo algo también muy bonito, que, aunque no tenga mucho que ver con las fiestas, sí con el sentimiento que a veces lo invade a uno cuando se acerca este día y también el fin de año... la depresión común de la que les platicaba cuando se acabó la Feria del Libro.

Mi amiga C., del blog Realm of Random Ramblings (les recomiendo que lo visiten, si son chavas, para tips de peinado y maquillaje muy buenos; y, si son humanos, para los estupendos tutoriales de cocina) me permitió muy amablemente poner el siguiente video donde ella canta la canción preferida de su abuelita en su fiesta de cumpleaños, Natutulog Ba Ang Diyos?, de Gary Valenciano.

La canción está en tagalo, la preciosa lengua de Filipinas donde se alcanzan a oír ecos de español e inglés. C. hizo una traducción al inglés, y de ahí una servidora la pasó a español. Espero que la disfruten y que, como a mí, les llene de esperanza el corazón, y que tengan todos una muy, muy feliz Navidad.



Letra original:

Natutulog Ba Ang Diyos?

Bakit kaya, bakit ka ba naghihintay
Na himukin pa, pilitin pa ng tadhana
Alam mo na kung bakit nagkakaganyan
Lumulutang, nasasayang and buhay mo
At ang ibinubulong ng iyong puso
Natutulog ba ang Diyos, natutulog ba?

At ikay ay kaagad sumusuko
Konting hirap at munting pagsubok lamang
Bakit ganyan, nasaan and iyong tapang
Naduduwag, nawawalan ng pag-asa
At iniisip na natutulog pa, natutulog pa ang Diyos
Natutulog ba?

Chorus:
Sikapin mo, pilitin mo, tibayan ang iyong puso
Tanging ikaw and huhubog sa iyong bukas
Huwag sanang akalaing natutulog pa ang Diyos
Ang buhay mo ay mayroong halaga sa Kanya.

Dapat nga ba na ikaw ay maghintay
At himukin pa, pilitin pa ng tadhana
Gawin mo na, kung ano ang nararapat
Magsikap ka at magtiwala sa Maykapal
Nakahanda ang Diyos umalalay sa 'yo
Hinihintay ka lang, kaibigan.

Traducción al español:

¿Es que Dios está dormido?

¿Por qué será, por qué esperas
a que te persuadan, a que el destino te obligue?
Ya sabes por qué.
Te sientes a la deriva, que tu vida se desperdicia
Y tu corazón susurra
¿Es que Dios está dormido? ¿Está dormido?

Y de inmediato te rindes
ante a unas cuantas dificultades, unas pocas pruebas
¿Por qué lo haces? ¿Dónde quedó tu valor?
¿Te sientes cobarde, pierdes la esperanza
y piensas que Él está dormido, que Dios está dormido?
¿Está dormido?

Coro:
Tienes que luchar, que darle fuerzas a tu corazón
Sólo tú puedes formar tu futuro
Y no pienses que Dios está dormido
Pues para Él tu vida tiene valor.

¿No será que prefieres esperar
a que te persuadan, a que te obligue el destino?
Haz lo que tienes que hacer.
Lucha y cree en el Todopoderoso.
Dios está ahí para ayudarte,
Y únicamente, amigo mío, te está esperando.

sábado, diciembre 19, 2009

Al pan, pan; al vino, vino; ¿y a la ciencia ficción...?

El mes de abril pasado falleció J.G. Ballard, un autor de ciencia ficción al que, si no conocemos mucho del género, seguro recordaremos por su novela autobiográfica El imperio del sol, llevada a la pantalla con un jovencísimo Christian Bale en el papel protagónico. A lo terrible de la pérdida, se añadió algo que dijo de él su editor. Ursula LeGuin escribió un artículo al respecto, Calling Utopia a utopia; mi amigo Vic (nunca te pude agradecer como es debido, pero lo hago ahora. ¡Muchos abrazos!) me pasó el link en el sitio de la autora. Helo aquí, y puesto que la autora dio permiso expreso para que se reprodujera en cualquier lado, lo mismo digo; utilícenlo y pónganlo donde gusten, siempre y cuando le den crédito a la señora LeGuin.

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Decir que Utopía es una utopía

Por Ursula K. LeGuin

Traducido por: Yours Truly

Cuando Bruce Weber escribió en el New York Times sobre la muerte de J.G. Ballard (el 21 de abril de 2009), habló con Robert Weil, el editor norteamericano de Ballard en Norton. Lo que el señor Weil dijo de Ballard fue: “Su estilo imaginativo hizo que la gente considerara su trabajo como ciencia ficción. Pero eso es como decir que Un mundo feliz, o 1984, fueran ciencia ficción”.

Cada vez que leo esa frase me sugiere más analogías:

“Pero es como decir que Don Quijote fuera una novela”.
“Pero es como decir que El Señor de los Anillos fuera fantasía”.
“Pero es como decir que Utopía fuera una utopía”...

Es sorprendente darse cuenta que un empresario de la casa editorial que tuviera la inteligencia de publicar a Ballard (y también el Norton Book of Science Fiction) pueda ser tan ignorante sobre lo que escribía él, o tan carente de información sobre la naturaleza y la historia del género de la ciencia ficción, o tan poco consciente de la naturaleza de la literatura desde la década de los ochenta; que piense (¡a estas alturas, en 2009!) que el decir que un autor escribía ciencia ficción es difamar o degradar su trabajo.

Definir la ciencia ficción como una categoría puramente comercial de la ficción, de pésima calidad inherente, y que no tiene nada que ver con la literatura, es meterse en dificultades. Implica al mismo tiempo negar que cualquier obra de ciencia ficción pueda tener méritos literarios, y sostener que cualquier libro de méritos literarios que utilice formas de ciencia ficción (como Un mundo feliz, o 1984, o El cuento de la criada, o la mayor parte del trabajo de J.G. Ballard) no es ciencia ficción. Esto de definir-por-negar lo lleva a uno a sorprendentes malabares mentales. Por ejemplo, uno debe insistir que ciertas obras de dudoso valor literario que utilizan recursos familiares cienciaficcioneros como la historia alternativa, o argumentos de ciencia ficción bastante sobados como Hombres-que-cruzan-el-continente-tras-el-holocausto y que por cualquier ángulo se pueden definir como ciencia ficción, no lo son... porque sus autores están reconocidos como literarios, y por definición los autores literarios son incapaces de cometer ciencia ficción.

Vaya, para eso sí que hace falta ingenio.

Si el señor Weil le reconoce a las historias de H.G. Wells cualquier clase de calidad o prestigio literarios, tendría que declarar que Los primeros hombres en la luna y La máquina del tiempo no son ciencia ficción... y apelar, supongo, a su “estilo imaginativo”.

Puesto que sabía que esas historias eran diferentes en ciertos sentidos a otras obras de ficción, y con su mente y conocimiento científicos, el mismo H.G. Wells buscaba una clasificación para ellas. Terminó llamándolas “novelas científicas”. Todavía no se había inventado y adoptado la frase “ciencia ficción”.

Hasta quisiera que nunca se hubiera hecho, cuando leo disparates como el del señor Weil.

Pero “ciencia ficción” es el término con el que nos acabamos quedando. Y, en cualquier definición razonable, es una categoría literaria aceptada, útil y adecuada para obras de la literatura como Un mundo feliz, 1984, El hombre en el castillo, El cuento de la criada, El sindicato de policía yiddish, y todas las historias y novelas más importantes de J.G. Ballard.

Los editores, críticos y otros que lo usan no como clasificación sino como opinión negativa están equivocados. Y hacen mal. Son terriblemente injustos tanto con la ciencia ficción de valor literario que no quieren aceptar como literatura, como con la ciencia ficción de valor literario que no quieren aceptar como ciencia ficción. El señor Weil le debe a Aldous Huxley, y a George Orwell, y a su propio autor, J.G. Ballard, una disculpa más allá de la tumba.

viernes, diciembre 18, 2009

Reseña de película: Nikté

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Nikté

Director: Ricardo Arnaiz

Intérpretes: Sherlyn, Pierre Angelo, Eduardo Manzano, Regina Orozco, Regina Torné, Mauricio Roldán, Pedro Armendáriz, Ro Velázquez, Humberto Moreno, Alex Lora, Jorge Arvizu "el Tata", Maya Zapata.

Lo bueno: Los paisajes, la música (¡pero no todas las canciones!), algunos momentos brillantes de la animación, Regina Orozco, Alex Lora, Pierre Angelo.

Lo malo: El guión, algunos momentos no tan brillantes de la animación, Sherlyn, Pedro Armendáriz, la dirección de voces en general.

El berrinche personal: Mmmmm... un complejo lingüístico pero a una servidora le sigue molestando un poco que los nombres de los personajes sean chistes intraducibles.

Calificación: ***

Si les cuento cómo comienza la película me van a adivinar el final. Bueno... mejor centrémonos en el argumento. La historia ocurre en Tabasco, en un pueblo olmeca (una cultura de la que sabemos muy, pero muy poco), unos mil años antes de Cristo. Nikté (Sherlyn) es una niña huérfana, adoptada por una familia pobre pero generosa; con todo, tiene poco que agradecer y se la pasa lamentándose de su suerte. Su mayor deseo es convertirse en princesa y rodearse de lujos y comodidades, y encuentra una oportunidad perfecta cuando descubre unos glifos con una profecía de, precisamente, una princesa venida de las estrellas que salvará a su pueblo. Nikté, con su amiguito Paal (Mauricio Roldán) como cómplice, elabora un plan para hacerse pasar por la elegida de la profecía, y aunque las cosas se le pintan bien en un principio, pronto se dará cuenta de que la parte de “salvar a su pueblo” tiene un lado bastante horrible.

En compañía de Chin (Pierre Angelo), un chaneque expulsado (involuntariamente) por los suyos, Nikté emprenderá un viaje de autodescubrimiento en medio de gigantescos hoyos en la trama, escenas de acción gratuita, Deus ex machina, y, gracias a ídem, personajes muy simpáticos como Ih Aesu (Regina Orozco), una ermitaña sabia y demente, y los sacerdotes Kan y Kun (ambos interpretados por Eduardo Manzano, con toda justicia llamado El polivoz). Por desgracia, también la seguirán de cerca los malos, más planos que una tortilla mexicana, como el rey K'as (Pedro Armendáriz), que quiere apoderarse del mundo conocido por algún motivo desconocido, y Xtabay (Maya Zapata), una especie de espíritu que le está ayudando quién sabe por qué.

Nikté poco a poco... perdón, de un momento a otro, rectificará sus errores, y recibirá una lección de vida que la hará cambiar de actitud (de lo cual nos hubiéramos dado cuenta más fácilmente si la actriz en el rol principal le hubiera echado más ganas).


Por el aspecto técnico, uno no puede sino quedarse con la boca abierta con los preciosos paisajes que le dan fondo a la película; la animación está bien hecha, aunque no carente de defectos (y se alcanza a notar que el trabajo se hizo en varios estudios; los cambios de estilo y los errores ocasionales no dejan lugar a dudas). Hay algunas secuencias hechas por computadora, pero la mezcla con el 2D original es mucho más bonita y fluída que lo que se ve, por ejemplo, en Dragonlance y similares. El soundtrack es muy lindo, aunque a una servidora le siguen sacando ronchas las canciones metidas a la fuerza (pero eso es ya desde las mejores épocas de Disney). Ahora, como dijera Macduff en Macbeth de Shakespeare, all these are portable,
with other graces weigh'd (todo esto se puede tolerar si lleva conjunto otras virtudes). Pero, ¿qué es lo que impide que Nikté sea una película realmente novedosa, una verdadera joya? Lástima: los problemas son de fondo, y nada tienen que ver con el atractivo exterior.

El primero, sí, es el guión. Con todo y de que se parte de una excelente premisa, una buena historia y buenos personajes, la trama pierde pronto el sentido del ritmo y se transforma en un soberano despapaye. Lo más doloroso es darse cuenta de que la película estaría mejor si se le cortaran algunas escenas que de seguro se hicieron con mucho trabajo y cuidado. ¡La edición tardía no debería meterse en películas animadas! En lugar de un muy necesario desarrollo de personajes, la movie prefiere profundizar en chistes, bromitas privadas y públicas y escenas de acción muy vistosas y bien realizadas pero que la verdad no aportan nada.

El segundo es esa desagradable costumbrita que al parecer heredamos de los gringos: el poner en el doblaje voces famosas en lugar de gente menos conocida pero que de veras sepa cómo hacer el trabajo. Hay, eso sí, deliciosas interpretaciones de novatos en el asunto, como Regina Orozco y Pierre Angelo; a Alex Lora le quedó muy bien su personaje de Chamán Chaneque, pero no estaba actuando, creo... o en todo caso ha estado representando el mismo papel los últimos cincuenta años; a Mauricio Roldán, aunque jovencito, lo pondría entre los experimentados.

Pero es una verdadera pena que no pueda decir lo mismo de Sherlyn, la actriz que lleva el papel principal, ni de Pedro Armendáriz, un actor con muchísima trayectoria que de hecho tiene una voz muy padre. Pero más que dejar que ambos (y que muchos de los que hicieron roles secundarios y tampoco cantaron bien las rancheras por así decirlo) carguen con toda la culpa, quisiera que recibiera las piedras que merece el director de voces, quienquiera que sea (los créditos de la película pasaron muy rápido); se nota que hizo su trabajo a las prisas y al estilo Ed Wood, es decir, en una sola toma; al mismísimo Polivoz Manzano se le va un poco la vocalización, y ya para que no se hayan detenido a corregir cuando el villano de Armendáriz dice: “La próxima vez que REGRESÉ a la ciudad...”.


Con todo lo anterior, ¿Nikté es una película que merezca verse? Definitivamente, sí. Las tres estrellas que le pongo no son ningún favor, sino lo que pienso sinceramente (léase a lo que equivale en calificación: “bueno si se le tiene paciencia”; y en este caso va en serio: muuuuuuuucha paciencia). No tanto por lo que es en sí, sino por lo que representa: un posible regreso de nuestro país a la animación, un medio en el que hace mucho tiempo fuimos maquiladores de calidad y también creadores, y que dejamos perecer por pura falta de dinero. Pero ojalá que lo hagamos por el camino adecuado: no es la forma lo importante, sino el fondo (tsk, tsk... hacerlo con buenos guiones por encima de todo, y cuidar las actuaciones en el doblaje).

Recomendaciones: Por favor, vean Nikté. De preferencia este fin de semana, y lleven a sus hijos, hermanitos, nietos, sobrinos, etc. menores de diez años, porque seguro se la pasarán mejor que ustedes. Muéstrenle su apoyo a los animadores mexicanos y filipinos que pusieron la mano de obra en ella, pero al mismo tiempo háganle sentir a Ricardo Arnaiz, a sus productores y escritores, que su trabajo dista mucho, pero MUCHO, de estar terminado.

Abstenerse: Si no tienen corazón de pollo, o si andan cortos de dinero para Navidad. Pero en este último caso tampoco vayan a ver La princesa y el sapo, ¿eh?

jueves, diciembre 17, 2009

Los escritores de ciencia ficción en FIL 2009

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De izquierda a derecha: Larry Niven, Gregory Benford y Kim Stanley Robinson, en la Feria del Libro de Guadalajara, 2009. Foto cortesía del Capitán.

El jueves 3 de diciembre se llevó a cabo en la Feria del Libro una de de las actividades más interesantes y placenteras a las que me tocara asistir: primero, en el Café Literario (un salón pequeñito al lado del pabellón principal de Expo Guadalajara), una mesa de escritores de ciencia ficción, donde estuvieron Larry Niven, Kim Stanley Robinson y Gregory Benford; un par de horas después, en uno de los salones de conferencias, se les unió para una conferencia Mark Z. Danielewski, un escritor que, qué vergüenza para una servidora y acompañantes, no conocíamos hasta entonces.

Yo no soy lectora de ciencia ficción; de eso, supongo, ya nos habremos dado cuenta; a pesar de que ya conocía a los escritores en el Café Literario, al único que realmente había leído era a Larry Niven, y eso hace muchísimo tiempo. Pero fue al mismo tiempo extraño y maravilloso (como cuando lo de Ray Bradbury, supongo) el darme cuenta de cualquier cosa que me hubiera imaginado de este autor por allá en los ochenta era... bueno, se sentía diferente. Larry Niven se sentía como un abuelito, amable, tranquilo, extremadamente lindo, un escritor de ciencia ficción que no desprecia el género fantástico ni los comics, porque ha andado metido en todo. Kim Stanley Robinson... bueno, me lo imaginaba como un tipo de playera punketa o algo así, y resultó ser un señor flaquito, mucho muy serio, de traje y lentes. Gregory Benford, el más académico de todos, fue tal vez el único que respondiera a mis imágenes mentales... y eso a medias. Decidí aventarme ambas conferencias sin el servicio de interpretación simultánea, pero debido a mi poco conocimiento del género y mi casi nula relación con las ciencias exactas (al menos los dos últimos autores mencionados hacen ciencia ficción dura) tuve miedo de no entender la mitad de lo que se dijera. Cosa curiosa, no ocurrió así. La conversación entre los autores fue muy amena, y me encontré de pronto tan cómoda y feliz como en las viejas, viejas pláticas que alguna vez tenía con viejos, viejos amigos enamorados de la especulación y la imaginación. Ya les había mencionado que ésta fue una feria de nostalgias.

Algo que se me hizo curioso (por parte de la presentadora más que nada) fue, tal como ocurrió en la conferencia de Bradbury, ese afán de “justificar” a la ciencia ficción como una forma de “predecir” el futuro. Pero por ahí no va la cosa, como estuvieron de acuerdo los tres autores (por ahí se mencionó la idea conocida de Bradbury de “imaginar el futuro para poder evitarlo”). La única razón por la que la ci fi le ha dado al clavo con ciertos hechos futuros es que sus autores han observado el presente tanto como para darse cuenta de a dónde va la cosa. Y no siempre sucede... ¿quién se hubiera imaginado que el señor Niven no cree que exista el calentamiento global?

Creo que la parte más divertida de la presentación ocurrió cuando el Capitán, para variar, metió una pregunta controversial al asunto... ¿qué opinaban los autores de esos escritores de mainstream que se metían de pronto a escribir ciencia ficción? Me encantó que todos expresaran el mismo sentimiento, o alguno muy parecido, al le pasó a una servidora por las tripas cuando La Carretera de Cormac McCarthy le ganó a 253 de Geoff Ryman el premio Ignotus a Mejor novela en lengua extranjera.

Vamos, dijo Robinson, vamos, ustedes saben que eso no es cierto. Luego resulta que Margaret Atwood dice que ella no escribe ciencia ficción. Y cuando varios escritores “de prestigio” intentan probar suerte con el género (porque piensan que para hacerlo basta meter algún mundo postapocalíptico y naves espaciales en el asunto) y reciben miles de alabanzas por alguna idea sobada, alguna imagen que ya en los sesenta era vieja, o cualquier simpleza a la que cubren de merengue churrigueresco para darle mayor “calidad literaria”, uno se siente defraudado. (Algo como esto fue lo que Ursula LeGuin mencionó sobre una nota publicada en el New York Times cuando falleciera J.G. Ballard. Pero de esto ya les pasaré algo mañana o pasado, si Dios quiere).

Más tarde, cuando Danielewski, un escritor mucho más joven, se unió a los veteranos, una servidora se puso un poquito nerviosa, precisamente por ignorancia. Pero Danielewski despertó el interés de toda la audiencia. Tiene una novela que se llama The House of Leaves que se pinta bastante rara... casi casi diría que se parece a 253. No estoy segura de que sea ciencia ficción o fantasía tal cual, pero de todas formas quisiera leerla. Y, no sé... ¿traducirla? ¿Alguna editorial la habrá comprado ya...? Oh, sueños, sueños, sueños...

Igual, ya les comentaré cuando la consiga (todavía me queda mucho por leer). Mark Danielewski salió corriendo a toda prisa cuanto terminó la conferencia; ni oportunidad de hacerle últimas preguntas o pedirle alguna foto.

El jueves fue uno de los mejores días de la Feria. Y uno de los que más lamenté que terminara.

miércoles, diciembre 16, 2009

Ray Bradbury en FIL 2009

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No es reciente, y le puse algo de montaje porque no tenía mucho que hacer... pero ésta sigue siendo mi foto favorita de Ray Bradbury.

El primer escritor de ciencia ficción para una servidora de ustedes fue Fredric Brown. ¿El segundo? Ray Bradbury, por supuesto. Recién llegada a la secundaria, tuve que “pagar el precio” de leer un libro que me pasó mi hermana con tal de que me soltara las Crónicas Marcianas, Ediciones Minotauro, prólogo de Jorge Luis Borges. Yo ni sabía quién era ese tal Borges. Pero igual me estaba costando trabajo imaginarme al tal Bradbury, aunque algo en el nombre de ambos me sonaba. Pero aun vendría un largo camino qué recorrer... poquito antes de que aquel gran bibliotecario ciego me diera una enorme lección de humildad cuando, por propia iniciativa y no por el programa escolar, decidí tomar por asalto “la lengua de los ásperos sajones”, ya tenía por delante Farenhet 451 y El vino del estío... y creo que fue aquí cuando comencé a sentir de cerca y amar a este señor, a este escritor.

Bien, el primero de diciembre de 2009, pude conocerlo junto con muchos otros lectores, lo más cerca probablemente que podré tenerlo alguna vez, en una pantalla gigante, transmisión vía satélite.

Bradbury tiene casi noventa años; se ve lúcido, pero frágil. Su imagen me recuerda un poco a su propia descripción de la abuelita que se despide en El vino del estío. Esto es muy triste, porque en mi salón de la universidad yo tenía una foto suya de joven, con ojotes soñadores y cabello rubio; los ojos, hasta eso, no han cambiado, pero cómo me gustaría que el señor tuviera la misma fuerza que la abuela, que no necesitara silla de ruedas.

Junto a él está Sam Weller, su biógrafo. Se nos dice que hay cámaras que nos apuntan y que el autor nos está viendo; ¿será cierto? No parece. Entonces la gente comienza a aplaudir y a gritar; el anciano escritor se mueve y esboza una media sonrisa. Y ahí desaparecen las preocupaciones.

Weller lleva la conversación, pero Bradbury habla hasta por las orejas, con un buen humor contagioso y reconfortante; se pone a platicar sobre todo anécdotas (algunas las conocíamos; otras no). Ya sabíamos que había estado en México (varias de sus historias lo dan a entender), pero no que se había hospedado en el Hotel Fénix de Guadalajara; que había escrito el guión de Moby Dick de John Huston, pero no que lo había hecho creyéndose, literalmente, Herman Melville; que había tenido contacto con bastantes escritores de ciencia ficción, pero no que hubiera adoptado a Leigh Brackett como maestra.

El que pensara que la ciencia ficción dura no tiene corazón ya nos lo olíamos, al igual que la filosofía de vida que este visionario del walkman ha seguido, y se nota, con tremenda fidelidad: hay que amar lo que uno hace, y hacer lo que uno ama.


Fue una tarde deliciosa; sigo juntando pruebas de que mi teoría según la cual una persona querida, aun a la distancia, puede entibiarle el corazón a uno. Siguió una ronda de preguntas, y aunque Bradbury no respondió con el detalle que me hubiera gustado a la mía (sobre su editor argentino, Paco Porrúa) un par de cosillas no se me van a olvidar de la última parte de la sesión: que le envió un beso al público, y que dijo algo que arrancó aplausos a los presentes: “Si alguna vez hubiera personas que no crean en ustedes y los manden a volar, díganles que Ray Bradbury dice que se vayan a volar ellos”.

Voy a tomar en cuenta el consejo, por Dios que sí.

domingo, diciembre 13, 2009

Recuento de la FIL 2009

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La gigantesca pantalla interactiva de autores y citas, y un extremo de los globos-pantalla en el stand de Los Ángeles, ciudad invitada de la Feria del Libro; de nuevo, foto cortesía del Pere; ¡gracias!

Por lo general, el fin de la Feria del Libro es, para una servidora, el principio de la depresión navideña, pero este año me las voy a arreglar para que eso no ocurra. Siempre que se acerca la Feria me pongo de nervios... que si habrá dinero suficiente, que si me voy a sentir mal para variar porque aún no cumplo mi sueño de dedicarme a escribir... y resulta que en los días que dura me siento en las nubes, flotando y colgada de una alita de frágil felicidad. Lo mismo me pasa cuando se acaba un año viejo: lamento el que acaba de terminar, sólo pienso en las pruebas por las que he pasado y me amargo sola los buenos momentos.

Como sea. No voy a repetir, para variar, que este año estuvo difícil, porque todos lo han estado desde que tengo memoria de adulta. ¿Y qué? Ya les contaré qué tengo en mente. Por el momento sólo puedo adelantarles que, según se vayan terminando los compromisos laborales, iré subiendo a la casa de ustedes montontes y montones de posts atrasados; algunas reseñillas, comentarios, una traducción por ahí; esas cosas. Pero, para que no me pase lo mismo que el año anterior (muchas crónicas de la FIL 2008 se me quedaron en el disco duro) iré alternando cuestiones más o menos antiguas con otras más recientes.

En esta FIL hubo montones --eso es; montones-- de actividades estupendas, más que las compras (mi cartera, de hecho, sufrió muchísimo menos de lo que me esperaba, a pesar de que el mérito no es todo de mi templanza, sino de mis papás, que me regalaron los libros más caros. ¡Gracias, qué geniales son!). Hubo la videoconferencia de Ray Bradbury, la mesa de escritores de ciencia ficción, la presentación de las novelitas de Shakespeare del especialista en el tema Martín Casillas, el encuentro con varios escritores jóvenes y el reencuentro con viejos amigos. De todo ello, espero, les pondré una crónica; esta vez intentaré ser puntual.


Por lo pronto, ¿quieren un adelanto de las habas que se estuvieron cociendo en la feria? He aquí algunas frases memorables:

* * *

“Se nota que otros crecen”.

Melancólico suspiro del Capitán, en la mesa de ciencia ficción en el Café Literario, con respecto a la ausencia de montones de amigos y examigos que en otro tiempo hubiera hecho multitud ahí. No es cierto, Capitán. Crecer no es lo mismo que botar las raíces.

* * *

Aisling tratando de conseguir libros de la colección de fantasía de Ediciones Berenice, en el stand de Urano:

Aisling: Disculpe, ¿libros de Berenice?
Señorita: ¿Uhhh?
Aisling: De Ediciones Berenice.
Señorita: ¿Uh? ¿Qué libro buscaba?
Aisling: Lo que tenga de Ediciones Berenice.
Señorita: ¿Uh?
Aisling: De Ediciones Berenice.
Señorita: Ah. (Después de ir hacia un exhibidor que tenía alguna cosa rara de psicología, y no precisamente de Berenice).
Tenemos éstos.
Aisling: Mmmmm... No, éstos no son de Berenice.
Señorita: ¿Como qué libro buscaba?
Aisling: Libros de Diana Wynne Jones.
Señorita: Uhhhh... no, no los manejamos.
Aisling: Los tiene Ediciones Berenice.
Señorita: ¿Uhhhh? ¿Es una editorial...?

* * *

Vuelven a la carga los muchachos vestidos de amarillo en el stand de Gandhi:

Muchacho de amarillo (tras solicitarle un título): “Pregúntele a la chica de amarillo; ella sabe”.

* * *

En una presentación del libro El Creador, de una escritora mexicana jovencita, Andrea Chapela:

Aisling: ¿Qué de atractivo podría tener tu libro para un lector de fantasía adulto?
Andrea Chapela: No sé... tendría que ser adulta...

Una respuesta inteligente, supongo. El problema es que Andrea tiene 19 años. Pero igual no creo que lea mucha fantasía.

* * *

“Nos vamos a esperar aquí sentadas. Papá no se cansa”.

Mamá resignada a su hijita, frente al pasillo de las editoriales universitarias.

* * *

Nuestro amigo G. al conocer a Larry Niven.

G: Perdón, ¿es usted Larry Niven?
Larry Niven (palpandose los brazos): Sí... creo que sí.

* * *

El promocionar un libro con la ropa o los accesorios puede ser contraproducente:

“I’m a regular bitch.”
Inscripción en la playera de una señorita de Planeta.

“Tiene derecho a permanecer callado”.
Playera de un señor de Planeta que, en el stand, respondía a las preguntas de los clientes.

“Pregúntale a Silvia”.
En el botón publicitario de una señorita en la sección de consultas de Ediciones B.

* * *

A la espera de la venta y firmas de libros del señor Casillas, y frente a un montó de gente que esperaba a Gaby Vargas:

Aisling ¿Sabe quién más va estar firmando aquí?
Señorita del stand de Santillana: Pues... creo que el autor de Romeo y Julieta, pero no sabría decirle con seguridad...


* * *


Por lo pronto, esto es todo. Esperen un poco de crónicas y actualización antes de las vacaciones.

Nota: Para ver las frases memorables del año pasado, vayan a la última parte de este post.

sábado, diciembre 05, 2009

Hallazgos y recomendaciones de FIL 2009

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Un alebrije en el stand de Artes de México, para variar el más bonito de la feria; foto cortesía del Pere, que me hizo el favor de acompañarme los primeros dos días.

Esta vez no he sido fiel y constante en cuanto a mi crónica de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. ¡Ay, lo siento muchísimo! Mi trabajo no ha cesado en todo este rato y he estado moviéndome al ritmo de compromisos (aunque, déjenme que les diga, he estado aprovechando bastante bien algunas de las actividades que la FIL ha tenido que ofrecer). Ya les iré contando poco a poco cómo estuvieron, y espero que salga alguna que otra lecturita interesante.

Por lo pronto, lo básico... con toda rapidez la presentación y los hallazgos y recomendaciones de lo que se puede encontrar; espero que puedan utilizar esto siquiera para el fin de semana que queda, y mil disculpas, también, si esta vez no soy tan meticulosa como lo he sido en años pasados con respecto al número de los stands. Pero tendré cuidado en señalar las áreas, y en la feria le dan a uno mapas para guiarse; con ellos no tendrán mayor dificultad.

  • La ciudad invitada en esta ocasión es Los Ángeles, y el pabellón principal tiene bastantes libros a precios accesibles; la mayor parte se trata de novelas, cuentos y poesía de diversos autores, pero también hay ensayos y estudios de universidades; alguno que otro de los títulos está en español. Hay un libro de antropología escrito por Theodora Kroeber, la mamá de la autora de fantasía y ciencia ficción Ursula K. LeGuin, y un estudio de la universidad de California, The Frodo Franchise, sobre la comercialización de las películas de El Señor de los Anillos y todo lo que se estuvo moviendo alrededor.
  • En Ediciones SM hay algunos libros de los géneros de autores jóvenes como Laura Gallego y Ángel Zuaré; repitieron lo que han estado trayendo en dos años, y entre otras novedades hay una mesa de diccionarios muy interesantes.
  • Editorial Océano es quien trajo esta vez libros de Factoría de Ideas; hay uno nuevo de Jonathan Carroll, Los dientes de los ángeles. Este autor me encanta, pero los precios de Océano están bastante horribles: entre 300 y 400 pesos por libro. En el mismao stand agonizan lentamente los libros de Harry Potter, que ya casi no se mueven.
  • Grupo Santillana, distribuidor de Altea, Taurus, Aguilar y Alfaguara, sigue haciendo su agosto con la porquería ésa de Crepúsculo, de Stephenie Meyer; para mostrar que los vampiros están de moda, también tienen Nocturna, de Guillermo del Toro, que las buenas lenguas (la del Capitán Quasar, para ser exactos) me han dicho que debería llamarse CSI Vampiro o algo así.
  • Ediciones Urano tiene Orgullo y Prejuicio y Zombies, la parodia de Seth Grahame-Smith sobre la novela de Jane Austen. Tiene buenas recomendaciones por parte de Amazon; cuando el dinero lo permita les contaré qué tal está. Ahí también se encuentran los libros de la jovencísima escritora mexicana Andrea Chapela, La heredera y El creador; más sobre el asunto después. Con muchísimo trabajo conseguí sacarles un libro de la colección de fantasía de Ediciones Berenice, que publica a Diana Wynne Jones, pero como era de otra escritora jovencita y desconocida a un precio descomunal, tampoco me lo quise comprar.
  • Editorial Planeta trajo las mismas ofertas que los últimos dos años, y en el mismo stand se pueden encontrar ediciones diferentes de los mismos libros a casi 300 pesos de distancia; mucho cuidado, sobre todo si quieren los libros de Terramar de Ursula K. LeGuin, que les intentarán vender a casi 800 pesos y que en el estante opuesto están como a 200 y pico. Para aprovechar la conferencia virtual de Ray Bradbury se surtieron del autor; también aguas con las diferencias de precios. Y muy tarde (a media feria; yo no entiendo qué estarán pensando) trajeron la edición bilingüe de Sigrid y Gudrun, de J.R.R. Tolkien, que, en un giro de veras impresionante a las mediocridades y metidas de pata que la editorial ha estado cometiendo en los últimos años, tiene una traducción de Rafael Marín Trechera, un escritor y traductor con experiencia de al menos veinte años. Bien por ello. Eso sí, al nada económico costo de 328 pesos, pero ése era el libro que esperaba de la feria.
  • Lo que me había contado el Pere era verdad: hay una nueva edición de Staurofila de Ediciones Éxodo; así que este libro maravilloso se ha vuelto una vez más fácil de hallar. Fantasía mexicana de calidad y a muy buen precio; consíganlo. Está en la Parroquial de Clavería, pero justo en frente, en el stand de su propia editorial cuesta 30 pesos menos. No se dejen espantar por el horrendo subtítulo que le pusieron en la portada: “novela para jóvenes católicas”. Si no son jóvenes, ni chicas, ni católicos les va a gustar de todas formas. La Parroquial vuelve a traer su colección de novelitas juveniles, muchas del género fantástico, a 7 y 10 pesos, con Doneval y Favila a la cabeza.
  • En el stand de Conaculta está el librito adaptación de Beowulf que les comenté alguna vez. Ahí también, medio escondida, está la excelente película de terror Veneno para las hadas, de Carlos Enrique Taboada; no acepten imitaciones.
  • Ediciones Azteca, en el área internacional, trae varios libros de fantasía gótica de Valdemar, recopilaciones de Corto Maltés de Hugo Pratt y de The Spirit de Will Eisner, la novela gráfica Persépolis, algunos títulos de Neil Gaiman y libros de ilustraciones; todo ello a precios PROHIBITIVOS desde los 400 a los 800 pesos. Pero tienen también varios libritos clásicos y manga en español mucho más accesibles.
  • Ahora, si quieren libros de fantasía y ciencia ficción mucho más baratos, vayan al stand de los libros de bolsillo, en el extremo izquierdo de entrada al área internacional. Desde El Señor de los Anillos hasta el primer volumen de Canción de Hielo y Fuego, a precios entre 100 y 200 pesos.

Espero que estas tardías recomendaciones les sirvan un poco. Y ahora, si me permiten, tengo que huír; compromisos de nuevo.

domingo, noviembre 29, 2009

Reseña de libro: Espejismo

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Espejismo
Louise Cooper
Editorial Timun Mas


Lo bueno: Otra buena historia de personajes.

Lo malo: Es DIFICILÍSIMA de hallar, incluso en el original.

Calificación: * * * *

La antigua Haven, una ciudad amurallada en la costa, se halla amenazada por la gente del mar y su líder, la reina bruja Calthar. El príncipe DiMag, que gobierna la ciudad, no tiene idea de lo que su esposa, la princesa Simorh, quiere hacer: ella, con su magia negra, invocará a un poderoso héroe del pasado, un gran guerrero que podrá defenderlos de sus enemigos. Ese héroe, Kyre, a quien la leyenda llama el Sabueso del Sol, consigue materializarse frente a la princesa, y DiMag acepta a regañadientes el plan de su mujer. Pero hay algo que Simorh no había considerado: Kyre ha estado muerto por demasiado tiempo, y no puede blandir ni siquiera un tenedor; la sangre le provoca náuseas y hasta sus pasos son torpes.

De nuevo sin recursos, Simorh y DiMag están por caer en la desesperación, y no tienen mejor manera de mostrarlo que con pleitos, insultos y humillaciones mutuas. Pero aunque Kyre no esté físicamente tan bien, su mente está lo bastante entera como para darse cuenta de que, en medio de los problemas, nadie parece advertir una pena privada, pero muy dolorosa: la de la princesita Gamora, que sufre al ver que sus padres se distancian cada vez más; antes que Haven, la familia real se está derrumbando. Tal vez no pueda librar a la ciudad con un solo tajo de su espada, pero todavía puede escuchar. Y consolar. Y quién sabe, hasta hacerla de terapeuta matrimonial.

Pero Calthar no se va a estar quieta: ella también ha hecho algo de invocaciones por su parte, y lo que consiguió podría derrotar a Kyre sin mover un solo dedo.

Como ya se habrán dado cuenta si han leído las reseñas anteriores de la semana, lo que hacía tan especial a las obras de Louise Cooper era que partían de un lugar común y de ahí llevaban a sus lectores a donde menos se lo esperaban. En sus historias, los clichés se rompían de una manera deliciosa. Pero su fuerza, tal y cual, residía más que nada en sus profundos, cuidadosamente desarrollados personajes, que conseguían hacer que un mundo de fantasía se sintiera real y próximo.

Recomendaciones: Paralectores de fantasía que busquen un trabajo maduro y bien hecho.

Abstenerse: Si buscan acción; nuevamente, no hay mucha por acá (la cosa se acelera casi al final de la novela). Si no les gustan las historias con personajes complejos, mejor lean a Cornelia Funke.

Y así llegamos (ya sé que todo ha sido muy apresurado) al final de la semana dedicada a la escritora de fantasía Louise Cooper. El vacío que ha dejado en el género sólo es comparable a las gran aunque discreta aportación de su obra. Espero que les haya gustado, y les haya motivado a leerla, si no la conocían, o a releerla, para que recuerden y como una servidora puedan decir algo así como “Gracias, señora Cooper. Gracias, Louise. Lo siento, lo siento muchísimo”.

viernes, noviembre 27, 2009

Reseña de libros: Serie de Índigo

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Como estas novelas son más bien independientes (si bien forman parte de una misma historia), voy a ponerle a cada una su calificación:

I. Némesis * * * *
II. Infierno * * * * *
III. Infanta * * * * *
IV. Nocturno * * *
V. Troika * * * *
VI. Avatar * * *
VII. Espectros * * * *
VIII. Anghara (Aisling) * * *

Louise Cooper
Editorial Timun Mas

Lo bueno: Es una larga historia de personajes, sentimientos, aventura y amistad. Las descripciones son tan vívidas que parece que uno está viendo una película, más que leyendo.

Lo malo: A medida que uno va conociendo a la autora, sus giros se hacen menos inesperados.

Tal parece que la princesa Anghara lo tiene todo: una familia amorosa (papá comprensivo, mamá prudente y hermanito divertidísimo incluídos), un hermoso lugar donde vivir, talento musical, cualquier libro que pudiera desear, y Fenran, un hombre que la ama, y con el que pronto se casará. Pero lo que tiene en bienes le sobra también en arrogancia; la arrogancia de quien se sabe inteligente y que piensa que se puede comer al mundo.

Al sur de su castillo, Cairn Caille, existe una misteriosa torre donde, según se cuenta, están encerrados siete demonios que alguna vez asolaron el mundo. Nadie se ha atrevido a cuestionar esa leyenda, pero Anghara necesita ver para creer, y su curiosidad puede más que cualquier consejo: encuentra en la torre algo que parece ser una caja de Pandora, la abre... y ahora sí que el infierno se desata. Los siete demonios caen primero sobre Cairn Caille y no dejan a nadie con vida; después se marchan en distintas direcciones a sembrar el mal.

A Anghara se le revela que, a pesar de que ha perdido todo lo que amaba, todavía tiene que responder por su pecado. Tendrá que viajar por todo el mundo para buscar y destruír a los demonios que liberó, y para ello no le bastará una vida; por consiguiente no podrá morir sino hasta que termine su labor. No estará sola, por suerte; en el camino se le une Grimya, una loba que puede hacerse entender por los humanos (y por eso ha sido rechazada por su propia familia) y que comparte con ella el don de la inmortalidad. Pero, por otro lado, su arrogancia ha creado a un octavo demonio, su Némesis, y éste también estará siguiéndole los pasos para evitar que cumpla su propósito.

Anghara se cambia el nombre a Índigo (en su cultura, el color que simboliza el luto) y parte, sin rumbo fijo, a su peregrinar de casi un siglo. La única esperanza que tiene vino también de su revelación: su amado Fenran está vivo o algo así; se encuentra a medias entre el mundo de los demonios y el real. Si Índigo consigue expiar su culpa, tal vez, sólo tal vez, podría volver a estar con él.

Índigo y Grimya pasan por muchas aventuras emocionantes, pero si uno presta atención, las historias que cuentan las novelas no son las suyas, sino las de las personas con las que se encuentran (y que de hecho son las verdaderas víctimas del pecado de Índigo). Pueblos al borde de la destrucción, familias llenas de intriga, una especie de culto siniestro y conspiraciones políticas; todo ello se mueve frente al telón de fondo de algunos de los paisajes más exóticos y bellos vistos en la literatura fantástica. De entre todo ello surgen los demonios que busca Índigo, pero ninguno se manifiesta igual que otro, y cada descubrimiento es una sorpresa que, sin embargo, no deja de ser verosímil.

Ahora, el único problemilla con la serie de Índigo es cuando uno se vuelve perro viejo con montones de trucos aprendidos: uno aprende a deducir, y la técnica impecable de la autora ya no sorprende tanto. Total, eso ya le pasó a una servidora con el director M. Night Shyamalan. Pero si uno no busca giros, sino historias de personajes (y ya con eso espero que tengamos claro que esto no es ningún thriller), la serie sigue siendo una lectura reconfortante. Por si las dudas, preparen pañuelos desechables para cada libro.

Recomendaciones: Para amantes de la literatura fantástica más o menos curtidos a quienes les haya gustado la serie de Terramar y similares; si les encantan las introspecciones y filosofar un poco sobre la vida, estos libros son más que perfectos para una buena reflexión.

Abstenerse: Si prefieren novelas con más acción, porque aquí las cosas pasan MUY despacio. Si prefieren algún librito más movido que se pueda leer con el cerebro apagado sin temor a perderse de nada, mejor elijan El Código Da Vinci.

jueves, noviembre 26, 2009

Reseña de libros: Trilogía El Señor del Tiempo

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Trilogía El Señor del Tiempo:
Vol. I: El iniciado
Vol: II: El proscrito
Vol. III: El orden y el caos

Louise Cooper
Editorial Timun Mas



Lo bueno: Los giros de la historia, el cuidado de los detalles, los personajes.

Lo malo: Es relativamente difícil de hallar.

El comentario gratuito: Si George Lucas hubiera leído estos libros (si le gustara leer, primero que nada) antes de hacer sus porquerías de Episodio I, II y III, otra cosa hubieran sido esas películas. Otra cosa.

Calificación: * * * * *

La típica batalla entre el Orden y el Caos ha terminado; y, de manera también típica, las fuerzas del Orden han salido victoriosas y ocupado la antigua fortaleza del Caos en un increíble desplante de imprudencia.

Pasan algunos años, y el mundo dominado por el Orden (y sus representantes, el Círculo, una especie de orden monástica cuyos miembros se dedican a aprender alta hechicería) parece estar en paz, hasta que la naturaleza comienza a perturbarse de maneras cada vez más siniestras. Una de ellas es el misterioso nacimiento de un niño, Tarod, que aparentemente guarda un poder inmenso en sus manos.

Después de que una tragedia lo aparta de su hogar, Tarod va a parar al Círculo; el líder de los hechiceros lo acepta con reservas. Ahí crece como adepto de la orden, y de adulto es ya un hechicero de grado máximo. Entonces, comienza a tener visiones de un ser, una especie de demonio físicamente muy parecido a él, que revela que Tarod es el avatar de uno de los ocho dioses del Caos, y que su trabajo es conseguir que éste vuelva a entrar en el mundo.

Tarod, sin embargo, tiene ahora sus propias convicciones, y está más que dispuesto a luchar por el bando que lo ha acogido. Pero su confianza se hace pedazos cuando el que consideraba su mejor amigo lo traiciona por el motivo más bajo y estúpido que puede desbaratar una relación: por una vieja...

Convertido en un proscrito, Tarod tendrá que enfrentarse solo al demonio que lo atormenta, a ex compañeros que han puesto precio a su cabeza y a sus propios y confusos sentimientos. La tierra en la que vive, mientras tanto, comienza a caer en las garras del miedo, y como resultado se desata una verdadera epidemia de intolerancia, maltratos y persecuciones; el Caos no necesita la ayuda de nadie para apoderarse del mundo. Queda una pregunta: ¿cómo detenerlo?

Pocas historias sobre el poder, sus excesos y sus consecuencias, son tan inteligentes, profundas y al mismo tiempo entretenidas y dinámicas. Louise Cooper, desde su mundo fantástico perfectamente construído, examina una realidad que tal vez no esté muy lejana de la nuestra, y lo mejor de todo es que lo hace a nivel de personajes. Todos, desde Tarod con sus dudas existenciales; Shaska, la bellísima y manipuladora joven a la que ama; Cyllan, una muchacha poco agraciada pero ferozmente leal que lo ama a él; Keridil, el inseguro heredero del poder del Orden; Themila, una señora del Círculo que es incondicional a Tarod; y Drachea, un endeble aliado que sólo quiere sacar provecho de toda la situación; absolutamente todos tienen algo que decir al respecto, y lo mínimo que logran es que los prejuicios de uno como lector se tambaleen como en terremoto de 6.5 grados. Es soprendente cómo los pequeños detalles llegan a formar temas tan grandes.

Recomendaciones: Para quienes le hayan perdido la fe al género fantástico, o ya se hayan hartado de toda la basura que éste ha producido en los últimos años. Para quienes simplemente quieran disfrutar de una novela fenomenal. Si quieren enterarse de por qué los episodios I, II y III de Star Wars salieron tan malos, y hacer berrinche por lo buenos que pudieron haber sido, lean estos libros: ya se darán cuenta por qué.

Abstenerse: Si los episodios I, II y III son sus películas favoritas, porque entonces probablemente no le entenderían. Si no les gusta leer para pensar. Si piensan que Harry Potter es lo máximo en literatura fantástica; van a salir desilusionados. Si son fans más moderados de Harry Potter y no se han enterado de la homosexualidad de Dumbledore, significa que no están en edad de consumir esto (o lo que es lo mismo: menores de 15 años, aléjense).

miércoles, noviembre 25, 2009

(A media) Semana de Louise Cooper

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"Ya estoy lo suficientemente vieja
como para preocuparme por parecer infantil".

Louise Cooper

Se acerca la Feria del Libro de Guadalajara, y como siempre, mis visitantes podrán esperar un rápido vistazo de lo que hay de aprovechable ahí, alguna pequeña crónica de lo que ocurra y fotografías. Así que estoy dándome prisa, puesto que después de la Feria todo será caos, vacaciones, lucha por la supervivencia y la deprimente época navideña, que una servidora sólo puede tolerar con el consuelo de Nuestro Señor.

No quiero que se me vaya a acabar el año sin cumplir con lo que había propuesto: dedicar una semana del blog a una de mis escritoras favoritas, Louise Cooper, que falleciera el pasado 21 de octubre; otra pérdida más de este año. Así que aquí estamos: bienvenidos a la semana de Louise Cooper. Lo que haremos será esto: hoy les comentaré un poco de la autora, y seguirán tres días más, con sendas reseñas de sus libros. Hace tiempo me encontré algunos de ellos en la Librería Gandhi, a precio de saldo; si de casualidad se pueden hallar en la feria, con gusto les avisaré.


Pues verán, Louise Cooper era inglesa, de Hertfordshire, y escribía historias desde chica. Estuvo trabajando como secretaria, y más adelante se encargó de hacer los resúmenes para las portadas de novelas en una editorial. Publicó su primer libro a los veinte años, pero realmente la suerte no le sonrió sino a los treinta y dos, cuando su agente la convenció de reescribir su segundo libro, Lord of No Time, y convertirlo en trilogía, según la moda de la época. Esa trilogía, que en español se llama El Señor del Tiempo, fue un exitazo, y a partir de ahí la señora Cooper se puso a escribir como loca más novelas, series, cuentos, etc. Hasta poco antes de fallecer, estaba trabajando en su novela número ochenta.

Louise Cooper nunca fue muy famosa que digamos, supongo que porque su obra distaba mucho de ser comercial. Pero tenía un grupito muy fiel de lectores, mujeres en su mayoría. Era experta en crear personajes, y usaba una prosa muy sencilla pero profunda.

En sus ratos libres, le gustaba tocar la guitarra y cantar, cocinar, pasar tiempo con su esposo Cas Sandal, con quien vivía en Cornualles, y con su gatito Simba; se encargaba personalmente de responder preguntas de su fans en su sitio web y, por supuesto, continuaba escribiendo. Fue una persona muy linda; por lo perfeccionista que se sentía su escritura, la verdad es que una servidora se imaginaba lo contrario (cuando conocí a la autora era muy joven, y creía, ingenua y equívocamente, que todos los grandes escritores eran unos pesados de mierda). Este homenaje, muy a la prisa y muy improvisado, de seguro no le hará justicia, pero espero que sirva para que quienes la conocieron a ella o a su obra la recuerden con cariño, y quienes no, se interesen un poco en sus libros.

viernes, noviembre 20, 2009

Sueños guajiros

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Fotografía de Carlos Briseño Torres con filtro;
el original es de Arturo Campos Cedillo, La Jornada Jalisco.


Ayer, 19 de noviembre, el ex rector de la Universidad de Guadalajara, Carlos Briseño Torres, se suicidó. Es la noticia oficial, al menos; no tengo ninguna razón para dudar, así que el propósito de esto no es montar alguna teoría de la conspiración ni especular acerca del estado mental del señor; para ello tendría que haberlo tratado personalmente, y nunca se dio el caso. Briseño fungió como rector de la Universidad por un año más o menos, pero ya había estado trabajando ahí por como 20 años. Lo destituyó el consejo universitario en agosto de 2008.

No tengo la menor simpatía por las universidades públicas; creo que la educación superior, en mi país, está al mismo tiempo sobrevalorada (no es verdad que un título universitario garantiza inteligencia, ganas de trabajar, o al menos sentido común) y subvaluada (por llamarse “superior” no debería ser gratuita ni barata, a menos que hubiera becas bien merecidas involucradas); mi entrometimiento con ellas se debe al instinto natural del cliente que quiere recibir algo a cambio de lo que paga (muchos estudiantes y hasta graduados de universidades de gobierno no tienen la menor idea de que su educación baratérrima sale del bolsillo y el trabajo de sus compatriotas), y estoy consciente de que, por desgracia, una parte del presupuesto educativo en México se destina a mantener zánganos y a financiar luchas por el poder. No creo que la cosa sea tan distinta en la de Guadalajara, pero asuntos agradables y postivos han salido de ahí: el fondo editorial, la Feria del Libro, eventos culturales, radio, televisión... Me convertiría con gusto en burócrata con tal de trabajar en alguna de estas dependencias, y procuraría en serio ganarme el pan de cada día; total, ya estoy acostumbrada. Pero no es fácil entrar a la UdG. Bueno, se preguntarán, ¿por qué ando poniendo esto? Porque, verán, el fallecimiento de Briseño me trajo a la mente una experiencia que quisiera compartirles.

El año pasado, unos dos meses antes de su destitución, Briseño habló sobre las ventajas de las clases bilingües. Cito al periódico local Público:

El rector general de la UdeG, Carlos Briseño Torres, prometió ayer que la Universidad dará incentivos a los profesores que impartan sus cursos en inglés y en español, como parte de una estrategia orientada a que los alumnos dominen esa segunda lengua.

Y ahora a Briseño:

“El año próximo pediremos apoyo a la Federación y al gobierno del estado para la contratación de profesores que dominen el inglés. También hay muchos profesores de la UdeG que lo hablan. Vamos a aprovechar esa experiencia e incentivar a los académicos para que impulsen esta labor”.

El Capitán me mostró la noticia, y me miró en silencio dos segundos. Eso de dar clases bilingües es una de las pocas habilidades con las que cuenta una servidora; eran cosa de todos los días en mi perdida cátedra de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Qué bien, le dije; voy a llevar mis papeles a la UdG para que cuando se abra ese programa me consideren como maestra. Puedo empezar así. Y después, quién sabe... ¿el Fondo Editorial...? ¿Proyectos nuevos...?

Hice una llamada telefónica a Recursos Humanos, expuse mis dudas y me dijeron dónde había que acudir. El siguiente día libre me presenté, carpeta en mano, en el edificio a donde me habían dirigido (la Universidad no tiene un ünico campus, sino que está dividida por toda la ciudad). Me dijeron que fuera primero a un piso, donde no entendieron de qué les estaba hablando; y luego a otro, donde se preguntaron quién había sido la persona que me había mandado para allá. Les mencioné el comunicado del rector, pero no sabían nada al respecto. ¿Clases bilingües? Me dijeron que me presentara en la rectoría; eso hice. Nada. De la rectoría me enviaron al primer edificio, pero a otras oficinas. Eso sí; todas las personas con las que traté fueron extremadamente amables y se nota que trataron de ayudar. Lo malo es que no lo lograron.

En las nuevas oficinas, me dieron otra dirección donde había que ir; era una dependencia que quedaba tan cerca de mi punto de partida, que no pude sino pensar que lo único logrado con la vuelta en círculos fue mermar mi presupuesto para transporte. Pero la dependencia nueva, vaya, se veía esperanzadora. La persona a cargo de la dirección platicó conmigo, y me dijo que si me interesaba dar clases de inglés.

- No de inglés - respondí, porque eso no me gusta y no me sale bien -; en inglés - y le comenté lo que había dicho el rector.

La persona sonrió con mucha dulzura (la amabilidad seguía a todo lo que daba), levantó la mirada al cielo y respondió:

- Ah, eso... Ésos son sueños guajiros del rector; la mayoría de nuestros alumnos ni siquiera sabe pegar una palabra con otra en inglés, ¿cómo espera que puedan llevar una clase completa...?

En español mexicano, un “sueño guajiro” es como un “fat chance” en inglés; la expresión se refiere a algo demasiado difícil, imposible, irrealizable.

Salí de las oficinas con mi carpeta cubierta de sudor, y el corazón envuelto en una tristeza profundísima, pesada, intolerable, de ésas que hacen que a uno le den ganas de morirse. Morirse de tristeza, creo yo, es más común que morirse por conspiraciones, pero la primera clase (que a veces es, incluso, espiritual) no vende tantos periódicos. A ver qué dicen del caso de Briseño.

jueves, noviembre 19, 2009

El Cuarteto Nausicäa, en el Trompo Mágico

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Si han estado visitando esta casa de ustedes por algún tiempo, de seguro me habrán oído hablar sobre el Cuarteto Nausicäa, un grupo musical que interpreta temas de animé japonés. Se presentaron por primera vez en la TNT de México, a principios del 2008, y a partir de entonces han tenido algunas apariciones en Guadalajara; contadas, ya que todas sus integrantes también trabajan por su cuenta.

Si quieren una probadita del talento de estas chicas, (Brenda, Janet y Mary son las vocalistas, y Selenie, pianista, se ha encargado también de la mayoría de los arreglos), por favor hagan click en la nota sobre su concierto en México, aquí; y también en el catálogo de videos que acompaña al anuncio de su estreno en Guadalajara, aquí. Ah, pero si quieren disfrutar estas melodías en vivo y estarán en esta ciudad el próximo fin de semana, tenemos una perfecta oportunidad.

El Cuarteto Nausicäa estará el domingo 22 de noviembre, a las cinco de la tarde, en el Museo del Trompo Mágico, en Zapopan. La entrada al museo cuesta 20 pesos; si llegan desde temprano, pueden divertirse con las muchas actividades que se realizan ahí; el concierto en sí no tiene costo alguno. Con suficiente tiempo y otros 20 pesos, se puede disfrutar del singular paseo Diálogo en la oscuridad.

El museo tiene estacionamiento (25 pesos por todo el día), y también se puede llegar por transporte público en la ruta 51 C, que pasa entre otros puntos conocidos por Avenida Patria, Pablo Neruda, Terranova, José María Vigil, el barrio de Santa Tere y el centro de la ciudad (cerca del Teatro Degollado).

El concierto les va a encantar; garantizado. Y el museo, ya de paso, está entretenidísimo.

miércoles, noviembre 18, 2009

What is it that drives you?

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... Y así, a lo mejor con un poco de brusquedad, esta casa de ustedes (blogsito) llega a su segundo aniversario. ¡Y vaya año que ha sido! Mucho me temo que en los últimos meses no he cubierto las expectativas de mis lectores: no actualizo tanto como acostumbraba, las tensiones y el cansancio se acumulan, y siento que el tiempo, derretido, se me escurre de las manos junto con la imaginación.

Con todo (y de prisa un poquito, porque una servidora tiene que huír a trabajar), puedo presumir que hemos acumulado poco más de doscientas entradas; que nos hemos estado moviendo, en promedio, de 80 a 90 visitas diarias, que las visitas en total son 34,500 y que las páginas vistas suman más de 50 mil. Pero lo más importante y definitivo es que todo ese camino no es algo que una servidora haya logrado por sí misma.

En otras palabras, que todo se lo debo a ustedes que vienen de cuando en cuando a leer mis desvaríos, que me hacen el favor de dejar sus comentarios, y que hasta ahorita me han tenido una paciencia a toda prueba. A todos, absolutamente todos, sólo puedo decirles una palabra:

¡Gracias!

Es mucho menos de lo que se merecen por tomar mi mano y animarme, pero lo sumo a los abrazos virtuales que transformaría en reales sin pensármelo dos veces. Por favor aguántenme un poco más el camino.

lunes, noviembre 16, 2009

Kamiano

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Permítanme contarles acerca de uno de mis héroes de la infancia. Debí haberlo hecho hace un buen rato, más apropiado según las fechas, pero ya ven... no estoy actualizando el blog tan seguido como acostumbraba (y quisiera) y al menos por el momento es poco probable que las cosas cambien. Algo de tiempo falta, y disciplina.

Pero bueno...

Cuando andaba por los ocho años, más o menos, me leí completita (en una compilación de popular revista Aguiluchos) una historieta del padre Damián de Veuster, un misionero belga que en el siglo XIX partió hacia Hawaii. Me quedé tan impresionada, que volví a leerla una, y otra, y otra vez; aquel hombre generoso y valiente con una vida que parecía de mentiras se ganó mi adoración; y, como solía suceder cuando algo me conmovía a corta edad, me esforcé sobremanera para que no se me notara. En ese entonces no había internet, y las enciclopedias con las que se pondía contar no eran el último grito de las actualizaciones, así que durante mucho, mucho tiempo, lo único que supe del padre Damián se remitió a esa historietita.

Algunos años después, ya preadolescente, se me ocurrió preguntarme si de pura casualidad mi héroe no sería un santo de la iglesia católica; eso, por supuesto, me garantizaría acceso a más información. Al parecer la respuesta era no; pero algo muy curioso me ocurrió por la misma época: tenía (y sigo teniendo) unos vasos nasales muy frágiles, que se me rompen a la menor señal de gripe o tensión; y una vez que me encontraba releyendo la historieta de Aguiluchos, estornudé tan violentamente que salpiqué la página de diminutas gotitas de sangre. Cuando, alarmadísima, me puse a limpiarla con un pañuelo, descubrí que la sangre había manchado un dibujo del padre Damián justo en el rostro, y que las salpicaduras simulaban las heridas de una corona de espinas. Tardé un buen rato en atreverme a abrir ese libro de nuevo.

Bueno, pasó mucho más tiempo, llegó la información al instante, los libros gordos, las películas, y mi curiosidad quedó saciada, al menos por un ratito. Pero todavía brinqué de gusto cuando, en el Oratorio de Birmingham (durante el evento Tolkien 2005) encontré y adquirí una pequeña biografía del padre Damián. P.V.B., una señorita belga con quien trabé amistad por allá, me pescó leyéndola, y cuando, con algún resabio de mi timidez infantil, le comenté sobre mi profunda admiración por su compatriota, me dijo que el padre Damián también era su héroe. A ello le siguió una plática agradable, relajada y políticamente incorrecta (en algunos lugares de Europa, al parecer, ser católico es algo así como que cool), en la que me enteré que mi héroe, como ya me lo esperaba, iba derecho al camino de la santidad, pero que aún no había fecha al respecto. Quiero estar en primera fila cuando ocurra, le dije. Ella (es una persona muy guapa y muy amable) sonrió ante mi torpe entusiasmo.

Más fácil decir que hacer; mis boletos de primera fila para los eventos verdaderamente importantes y positivos de los últimos años se revendieron o cambiaron por tickets de loterías baratas y mezquinas, o por entradas a prolongados momentos de desánimo y tristeza. No me enteré del asunto sino cuando ya estaba encima. Pero bien, el padre Damián fue canonizado hace poquito más de un mes.

¿Para qué sirven los santos en la iglesia católica? Déjenme que les diga: no para mucho, la verdad, pero me agradó la forma en la que lo puso otro folletito del Oratorio de Birmingham: son una muestra de que las relaciones entre los unidos por el Sacramento no terminan con la muerte. En otras palabras, los santos son amigos como los que uno conoce por internet y nada más; tal vez jamás los hayamos visto en persona, pero nos permiten conocerlos y dan señales de que piensan en nosotros y pueden ayudarnos a fastidiar a Nuestro Señor con nuestras solicitudes, como hizo Damián con una señora hawaiiana que pidió su intercesión para curarse de cáncer (un milagro que inclinó la balanza a su favor, tengo entendido).

Pero bueno, para variar me he extendido en rollo que nada tiene que ver. Si todavía no se han dormido, les haré un rapidísimo resumen de la vida de mi héroe.

El padre Damián se llamaba en realidad Josef (Jef, para los amigos) de Veuster. Nació en una aldea llamada Tremeloo el 3 de enero (sips, comparte cumpleaños con mi escritor favorito) de 1840, y desde los trece años se dedicó a las actividades del campo, lo mismo que sus padres. Era hablante nativo de flamenco. Dos de sus hermanas fueron monjas, y uno de sus hermanos sacerdote; él mismo descubrió su vocación a edad temprana y entró a la congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María cuando tenía dieciocho años; ahí fue donde se cambió el nombre.

Cinco años después, todavía sin ser sacerdote, partió como misionero a las islas de Hawaii en lugar de su hermano, que se había enfermado; se ordenó ahí poco después, en la catedral de Honolulú, y se puso a cargo de su primera parroquia. Como en la lengua hawaiiana no existe el sonido de la “d” y no se puede dejar una consonante colgando al final de una palabra, los nativos le decían “Padre Kamiano”. Y aquí comenzaron sus aventuras que parecían sacadas de una novela de entonces; él mismo se veía como protagonista típico: un joven apuesto, musculoso, muy fuerte, excelente jinete y viajero incansable, al que le tocaron desde tsunamis hasta explosiones volcánicas.

Pero la prueba verdadera para Damian no llegaría sino hasta el año de 1873 (cien años antes de la muerte de mi escritor favorito, ya sé... y me temo que los paralelos no terminan ahí), cuando se ofreció como voluntario a la petición del obispo de Hawaii para un sacerdote permanente en la isla de Molokai.

Molokai debió ser, para los habitantes de Hawaii paganos, cristianos o lo que fuera, el sitio más parecido al infierno. A causa de las presiones por parte de inmigrantes blancos (Hawaii todavía no era parte de los Estados Unidos, pero en eso estaban), el rey Kamehameha V (nop, el nombre no es broma) decidió establecer ahí una colonia para aislar a las personas contagiadas de lepra, una enfermedad que habían llevado posiblemente trabajadores chinos. La enfermedad se esparció con una rapidez espantosa, ya que el organismo de los nativos no tenía defensas para resistirla. Se suponía que en Kalawao, la colonia leprosa de Molokai, había hospitales para tratar a los enfermos. La verdad es que no había medicinas ni doctores; a las personas contagiadas las arrojaban al mar desde barcos para que llegaran por sus propios medios a la isla, y una vez ahí era la ley de la selva en cuanto a conseguir comida, abrigo y consuelo. A quienes se resistían a ir, o a las familias que los ocultaban, simplemente les daban un tiro.

Los habitantes de Molokai, sumidos en la desesperación, pasaban los cuatro años que en promedio le daban de vida a una persona en la isla atracándose de alcohol, sexo y juerga, a la vez que la enfermedad iba poco a poco deformándoles el rostro, pudriéndoles la carne y haciendo que se les cayeran los dedos y a veces hasta miembros completos. Bueno, esto antes de que llegara el padre Damián.

Las cosas tendrían que cambiar con el voluntarioso soldado de Dios ahí presente; Damián puso a trabajar a los que podían hacerlo, y con sus propias manos se puso a levantar casitas para los enfermos, a limpiar el todo el sitio, a montar un sistema de agua potable y a organizar actividades como talleres de carpintería, carreras de caballos, una orquesta y coros. No le fue fácil; entre los enfermos había apenas un grupito de católicos que lo apoyaba. Poco a poco consiguió ganar simpatizantes. Cuando iba a Honolulu, le exigía al Ministerio de Salud que le enviara materia prima y medicamentos; no le tenía ninguna paciencia a la burocracia y los burócratas lo odiaban.

Poco a poco, su actividad en solitario comenzó a llamar la atención, y las consecuencias de ello fueron tanto positivas como negativas. Por un lado, tenía fans que le enviaban toda clase de donativos; por otro, detractores que lo criticaban hasta por el simple hecho de ocuparse de enfermos de lepra, que, según eso, estaban recibiendo el castigo divino por sus pecados; se creía que la lepra era consecuencia del desenfreno sexual. Uno de sus grandes defensores fue el escritor Robert Louis Stevenson. También recibió apoyo por parte del gobierno real de Hawaii, en especial de la princesa Liliuokalani.

Cuando Damián contaba con cuarenta y cuatro años, los primeros síntomas de la lepra comenzaron a aparecer en su cuerpo. Era de esperarse, porque él nunca había hecho nada por evitarse el contagio; compartía la comida y las pipas (comenzó a fumar para tolerar el mal olor de las llagas y putrefacción de los enfermos) con la gente de Kalawao porque no quería herir sus sentimientos, les daba la comunión con las manos y a nadie le negaba abrazos y cariño. Lo sorprendente fue que hubiera pasado más de diez años sin enfermarse. Como que Dios estaba esperando a que cumpliera con la mayor parte de su labor antes de imponerle su corona.

A pesar de que el padre Damián había recibido algunos sacerdotes como ayudantes seis años después de llegar a Molokai, no había podido llevarse bien con ninguno, y en soledad había tenido que hacer su trabajo. Pero ya que se encontraba enfermo, no le faltaron amigos de todas partes del mundo (el ex soldado norteamericano Joseph Dutton, el doctor irlandés James Sinnet, el doctor japonés Masanao Goto, el pintor inglés Edward Clifford, el sacerdote belga Lambert Conrardy y la madre Marianne, una monjita franciscana de los Estados Unidos, entre muchos otros). Al fallecer en 1889, Damián estaba tranquilo, porque sus feligreses no quedarían desprotegidos.

Lo que no se imaginaba, probablemente, es que aunque se descubriera una cura para la lepra ya habría en el mundo muchas otras enferemedades más que, además de hacer pedazos el cuerpo, se encargarían de debilitar el espíritu, y también la caridad de otros; la causa de los enfermos de VIH no podía conseguir un mejor patrón que San Damián de Molokai, ahora con nuevo título a partir del pasado once de octubre.

No estuve en primera fila, querido Damián; a mí los dedos de la mano y la carne se me carcomen por tonterías y tú ya sabes. Con todo, padre Damián, y si no fuera mucho pedir, préstame un milésimo de tu fuerza para lo de costumbre: aprender a resistir; ni a irse ni quedarse; a resistir.

Conozco dos buenas películas sobre el padre Damián; ninguna, por desgracia, cubre el período antes de su llegada a Kalawao. La primera es una viejita, española, demasiado optimista; Molokai, la isla maldita, de Luis Lucía; la segunda, más reciente, es Molokai: The Story of Father Damien, de Paul Cox, con David Wenham (Faramir en El Señor de los Anillos) en el papel del héroe.
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