lunes, enero 24, 2011

FIL 2010: Oído al pasar

El magnífico stand de Editorial Porrúa en FIL 2010, Guadalajara.

Esta entrada llegará un poquito tarde; de hecho hubiera resultado muy oportuna en el mes de diciembre pasado. Cada Feria del Libro de Guadalajara mi capitán y yo, además de volvernos locos con las compras, asistimos a conferencias y presentaciones de libros. Este año lo hicimos también, y aunque por costumbre suelo poner alguna crónica de las mejores, ninguna este año fue lo suficientemente espectacular, no obstante lo simpático e interesante de su contenido.

Lo más divertido, cree una servidora, fue lo que pudo oírse en los pasillos. De ello, y también de algunos momentitos de las conferencias, les he guardado unos preciosos botones. Les llamará la atención que muchas frases ingeniosas vienen de niños. Espero que sean de su agrado, y les agradezco su paciencia en todo este tiempo en el que el blog y una servidora están adaptándose a un nuevo ritmo de vida.


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“Acá es el área de profesionales; como quien dice, oficinillas”.

El Capitán mientras guiaba a uno de sus alumnos que por primera vez visitaba la FIL.


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“Es que uno se aburre cuando no está acompañado. O cuando no está haciendo nada”.

Un chico de unos diez años, sobre las razones de cultivar el hábito de la lectura.


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“¿Viste cómo le robé diez pesos a *Fulanita* y ni cuenta se dio?”

Un empleado del stand de CONACULTA a una de sus compañeras.


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En un stand de ofertas, había un libro de geometría titulado “El Cono”. Tenía una etiqueta de precio rectangular sobre la “N”. ¿Se imaginan ustedes qué fue lo que leí...?


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“¡Morirás!”

Niñito de cuatro años a su hermanito ligeramente menor, al trepar de repente al estrado donde se transmitía un programa en vivo de Radio Mujer.


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En una presentación de autores independientes, el escritor Paco Ignacio Taibo II, que era invitado especial, habló un poco sobre los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución en México. Criticó fuertemente al dictador Victoriano Huerta por su adicción al alcohol, y acto seguido abandonó el sitio porque tenía una urgente necesidad de fumar.


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Sobre la misma presentación, la noche de ese día:

Aisling (es decir, yo): Paco Taibo dijo que Guadalupe Victoria jamás pronunció su frase famosa “Va mi espada en prenda; voy por ella”.

Capitán (entre dientes y con una rabia que sí me alcanzó a desconcertar): Claro que SÍ lo hizo...


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En ese foro, la autora Rosalina González Díez presentó un libro en el que postula la teoría de que los habitantes del continente americano llegaron aquí de la Atlántida (?). Dijo, con tremenda pasión: “Yo vivo en este planeta; quiero saber cómo llegué”.


Un joven asistente, sentado delante de mí, le susurró a un compañero: “Hay que decirle cómo; ella no sabe”.


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“¿Va a haber vino blanco?”

Chico de unos siete años antes de la presentación de un libro.


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“Quiero que aprendas que el dinero no es tan padre”.

Papá a su hijo en frente del stand de Granica.


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“Cómo sustenta su vida en fantasías; qué grueso”.

El capitán, en la presentación del libro Conspiración 2012, que habla de cómo fuerzas oscuras preparan el fin del mundo... empezando con México.

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Para cerrar con broche de oro, lean ustedes dos fragmentos de una auténtica conversación académica: El profesor Víctor Campa, del Instituto Tecnológico de Durango, y una servidora. ¡Qué profundidad! ¡Qué erudición!

Aisling: Don Lucas Alamán era un fresa.
Prof. Campa: ¡Fresísima!

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Aisling: El barón Von Humboldt también hablaba muchas lenguas.
Prof. Campa: Sí. Era un sabio.
Aisling: Y estaba muy guapo.
Prof. Campa: ¿Ya vio la imagen de él que pusimos en nuestro libro?
Aisling: Sí, pero ahí no sale guapo.
Prof. Campa: Es que no lo retocaron con Photoshop.
Aisling: ...
Prof. Campa: ¡Debería verme a mí cuando me retocan! 

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Muchas gracias, como siempre, por seguirme aguantando. 

lunes, enero 03, 2011

Hoja y árbol


Como llega otro cumpleaños de nuestro profesor, J.R.R. Tolkien, he pensado compartirles (a manera de regalo para todos sus fans, seguidores y estudiosos) una fotografía suya que, no es por nada, es bastante difícil de hallar; su descubridor, el autor John Garth, la encontró de pura casualidad en el Exeter College de Oxford y se quedó con la boca abierta; no le importó arrancar la tapa de su scanner portátil para poder capturarla.

Lo que les presento aquí es el fragmento más interesante; para tenerla más grande y sin ese horrendo círculo rojo que le he puesto a la portada, hagan click sobre ella. La forma en la que una servidora la consiguió fue mediante una anécdota bastante vergonzosa que por si fuera poco se llevó la reputación de mi país por delante. Esta anécdota, que no voy a repetir, voló, crecida y gorda como mosquito recién cebado, de la mano de personas que una servidora no creía que tuvieran interés ni tiempo para propagar chismes; si quieren enterarse de la verdad no les voy a ahorrar ningún trabajo; tal vez la encuentren mencionada por ahí en mi serie de Veinte años. Pero olvidemos esto de una buena vez y enfoquémonos en lo que de verdad importa.

Imagínense una facultad universitaria, así nomás. Imagínense una generación de estudiantes a la que están a punto de fotografiar. Hay entre ellos un joven rubio de unos veintidós o veintitrés años, tan bajito que se da cuenta de que la única forma de salir bien en la foto es treparse a un muro de la escuela y apoyarse del arbolito que crece junto a él. Imagínense que lo hace. Y que entre los rostros serios y actitud formal de sus compañeros, destaca su espontaneidad y casi casi descaro. 

El chico se convertirá, con el tiempo, en el autor del libro más influyente del siglo XX. En el momento en el que le tomaron esta fotografía, todavía piensa en echar relajo, montar proyectos con sus tres mejores amigos y graduarse de algún modo porque la escuela no es barata ni él muy aplicado que digamos. De seguro también recuerda a su primera novia, a la que le han prohibido ver pero que sigue queriendo mucho. Y tal vez considera qué rayos hará ahora que su país entre a la primera guerra mundial. 

Así es como se tejen las historias; un árbol frondoso y bello fue alguna vez una ramita enclenque. Tal vez de todo el árbol lo único que se llegue a conocer es una hoja. Pero para quienes festejamos el crecimiento y plenitud de ese chico de la foto, la o las hojas que nos legó fueron de lo más afortunado. Durante muchos años más, los lectores seguirán acudiendo a ellas en busca de aventuras y emociones trapidantes, o tal vez de consuelo y ánimo para la vida, porque en Tolkien uno halla eso y más. 

Feliz cumpleaños, profesor. El regalo ha sido todo nuestro.

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