Los gatitos que nacieron en casa de una servidora cumplieron ya un mes. No han dejado de crecer (aunque uno de ellos, la hermanita menor, nació demasiado pequeñita y anda un poco atrasadilla... le damos casi todos los días una mezcla nutritiva y pone la misma cara que los niños cuando los obligan a tomar aceite de bacalao), y poco a poco van perfeccionando sus pasitos inseguros. En otras palabras, han empezado a invadir la casa, a pelearse en los rincones y hacer travesura y media. Algunos ya están aprendiendo a utilizar su cajita de arena; otros todavía no entienden. Lo que aún no termina de entrar en sus duras y adorables cabecitas es que no es necesario sumergirse en el plato para comer, ni volcar el bebedero para tomar agua, y que si se mojan las patas justo antes de ir a la caja de arena no va a ocurrir nada bueno.
Pero bueno... muy pronto los gatitos estarán listos para ir a nuevos hogares (pormenores de adopción más adelante) pero mientras tanto... resulta que no son los únicos.
Un poco después de que nacieran (esto no lo conté) el Capitán y yo encontramos otros dos michitos, negros y jaspeados, hermano y hermana, abandonados en una casa en ruinas cerca del centro de la ciudad. La hermanita era un esqueleto con cabeza de gato cubierto de pelaje áspero y sucio, y lloraba porque quería alcanzar a su hermano, que estaba del otro lado de la calle (una calle bastante transitada, incluso en domingo, por donde pasan a toda velocidad las rutas de transporte público. Los choferes de los autobuses urbanos de Guadalajara tienen una muy merecida fama de salvajes, y se lleva un registro de sus víctimas humanas al año. ¿Cuántos animalitos no se habrán llevado también?) La llamé, y como era muy arisca, decidimos pasar de largo. Cambiamos de opinión cuando la gatita se atravesó la calle delante de un automóvil que no se iba a detener.
Con bastante trabajo (que le costó incluso un buen mordisco que se infectaría de cualquier manera; así sucede con los gatos), el Capitán atrapó a la hermanita. Teníamos todas las buenas intenciones de llevar también al hermanito, pero tras más o menos una hora de fracasos el Capitán dijo que, como éste se veía más experimentado y crecido, tal vez tendría mayores posibilidades de sobrevivir. Pero yo le contesté que los dos se veían tan unidos que de seguro el hermano se volvería loco buscando a la hermanita, así que decidimos seguirlo intentando. Finalmente lo capturé. Tuve suerte o no sé; en el momento en el que le puse la mano encima y se volvió para morder y arañar, le dije ¡quieto!, y el animalito se paralizó.
Tuvimos a los gatitos negros en una buhardilla de la azotea un rato, pero como después tuvimos que desocuparla, los bajamos al cuarto donde conservábamos a los gatitos pequeños y a su madre E.M. Durante un tiempo estuvieron dentro de una jaula, porque teníamos miedo de que fueran a pelearse con la gata o a hacerle daño a los gatitos. Pero los pobres odiaban estar encerrados; tiraban su agua, rompían los periódicos que les había puesto para mantener limpio el piso, tiraban la comida, regaban su arena. Así que un día decidí soltarlos para ver que pasaba. Como era natural, se pusieron a gruñirle a la gata y a los pequeños desconocidos. Y cuando traté de capturarlos para de nuevo ponerlos en la jaula, se escurrieron y una servidora ya tenía que irse al trabajo. Mala pata.
Cuando regresé para ver cuántas tragedias tendría que reportarle al capitán, me encontré una escena interesante: el hermano mayor, que siempre fue más desconfiado de la parejita, espiando bajo un mueble... y su hermanita, más llenita, lustrosa y suave tras unas semanas de buena alimentación y descanso, jugando con los gatitos a arrastrar un trapo de limpieza como si fuera una presa. La mamá gata pasó como si nada, le jaló la oreja a la negrita y le dio suavemente con una garra en la cara; la negrita no retrocedió y pareció aceptar la reprimenda. Y no fue sino hasta la noche cuando me di cuenta de lo que había pasado: la bondadosa E.M. había invitado a los dos gatitos negros a formar parte de la familia. En la caja donde se echa a amamantar, alimentaba a ocho gatitos en lugar de seis. Y ahora, aunque los negritos siguen muy unidos, se divierten mucho con sus nuevos hermanitos sin que importe la diferencia de tamaño, se dejan perseguir por ellos, se ponen, ay, a derribar objetos para que todos puedan tener algún juguete en el momento que quieran. No, no me voy a quejar. Así sucede cuando uno tiene gatitos pequeños en la casa. Sobre paciencia y tolerancia, para variar ha sido E.M. la que me ha enseñado, nomás por repetir el cliché de que los humanos tenemos mucho que aprender de los animales.
Varios de los gatitos ya tienen casa probable; tratamos de que se adopte a los negritos juntos. E.M., previa esterilización, se irá a vivir a la casa de un alumno de mi hermana. Nuestros gatos propios, que ya están acostumbrados a que a sus amos les gane el corazón de mantequilla y lleven nuevos y molestos amiguitos a la casa, volverán a tener el ciento por ciento de nuestra atención. Nuestra perrita C., que está obsesionada con los gatitos y trata siempre que puede de olisquearlos, lamerlos y jugar con ellos, de seguro se entristecerá. Yo también. Pero esto es parte de todo el proceso, y lo entiendo. Lo único que espero y deseo es que cada gatito del mundo tenga un hogar seguro y feliz, y a ello estamos poniendo nuestro grano de arena.
Links a las fotos tamaño grande:
Pero bueno... muy pronto los gatitos estarán listos para ir a nuevos hogares (pormenores de adopción más adelante) pero mientras tanto... resulta que no son los únicos.
Un poco después de que nacieran (esto no lo conté) el Capitán y yo encontramos otros dos michitos, negros y jaspeados, hermano y hermana, abandonados en una casa en ruinas cerca del centro de la ciudad. La hermanita era un esqueleto con cabeza de gato cubierto de pelaje áspero y sucio, y lloraba porque quería alcanzar a su hermano, que estaba del otro lado de la calle (una calle bastante transitada, incluso en domingo, por donde pasan a toda velocidad las rutas de transporte público. Los choferes de los autobuses urbanos de Guadalajara tienen una muy merecida fama de salvajes, y se lleva un registro de sus víctimas humanas al año. ¿Cuántos animalitos no se habrán llevado también?) La llamé, y como era muy arisca, decidimos pasar de largo. Cambiamos de opinión cuando la gatita se atravesó la calle delante de un automóvil que no se iba a detener.
Con bastante trabajo (que le costó incluso un buen mordisco que se infectaría de cualquier manera; así sucede con los gatos), el Capitán atrapó a la hermanita. Teníamos todas las buenas intenciones de llevar también al hermanito, pero tras más o menos una hora de fracasos el Capitán dijo que, como éste se veía más experimentado y crecido, tal vez tendría mayores posibilidades de sobrevivir. Pero yo le contesté que los dos se veían tan unidos que de seguro el hermano se volvería loco buscando a la hermanita, así que decidimos seguirlo intentando. Finalmente lo capturé. Tuve suerte o no sé; en el momento en el que le puse la mano encima y se volvió para morder y arañar, le dije ¡quieto!, y el animalito se paralizó.
Tuvimos a los gatitos negros en una buhardilla de la azotea un rato, pero como después tuvimos que desocuparla, los bajamos al cuarto donde conservábamos a los gatitos pequeños y a su madre E.M. Durante un tiempo estuvieron dentro de una jaula, porque teníamos miedo de que fueran a pelearse con la gata o a hacerle daño a los gatitos. Pero los pobres odiaban estar encerrados; tiraban su agua, rompían los periódicos que les había puesto para mantener limpio el piso, tiraban la comida, regaban su arena. Así que un día decidí soltarlos para ver que pasaba. Como era natural, se pusieron a gruñirle a la gata y a los pequeños desconocidos. Y cuando traté de capturarlos para de nuevo ponerlos en la jaula, se escurrieron y una servidora ya tenía que irse al trabajo. Mala pata.
Cuando regresé para ver cuántas tragedias tendría que reportarle al capitán, me encontré una escena interesante: el hermano mayor, que siempre fue más desconfiado de la parejita, espiando bajo un mueble... y su hermanita, más llenita, lustrosa y suave tras unas semanas de buena alimentación y descanso, jugando con los gatitos a arrastrar un trapo de limpieza como si fuera una presa. La mamá gata pasó como si nada, le jaló la oreja a la negrita y le dio suavemente con una garra en la cara; la negrita no retrocedió y pareció aceptar la reprimenda. Y no fue sino hasta la noche cuando me di cuenta de lo que había pasado: la bondadosa E.M. había invitado a los dos gatitos negros a formar parte de la familia. En la caja donde se echa a amamantar, alimentaba a ocho gatitos en lugar de seis. Y ahora, aunque los negritos siguen muy unidos, se divierten mucho con sus nuevos hermanitos sin que importe la diferencia de tamaño, se dejan perseguir por ellos, se ponen, ay, a derribar objetos para que todos puedan tener algún juguete en el momento que quieran. No, no me voy a quejar. Así sucede cuando uno tiene gatitos pequeños en la casa. Sobre paciencia y tolerancia, para variar ha sido E.M. la que me ha enseñado, nomás por repetir el cliché de que los humanos tenemos mucho que aprender de los animales.
Varios de los gatitos ya tienen casa probable; tratamos de que se adopte a los negritos juntos. E.M., previa esterilización, se irá a vivir a la casa de un alumno de mi hermana. Nuestros gatos propios, que ya están acostumbrados a que a sus amos les gane el corazón de mantequilla y lleven nuevos y molestos amiguitos a la casa, volverán a tener el ciento por ciento de nuestra atención. Nuestra perrita C., que está obsesionada con los gatitos y trata siempre que puede de olisquearlos, lamerlos y jugar con ellos, de seguro se entristecerá. Yo también. Pero esto es parte de todo el proceso, y lo entiendo. Lo único que espero y deseo es que cada gatito del mundo tenga un hogar seguro y feliz, y a ello estamos poniendo nuestro grano de arena.
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8 comentarios:
Tu historia me ha suavizado mucho el corazón, y esa es una faena muy dificil.
Más extraño me parece aun, pues ya me habías contado la historia antes. Tienes un don natural para las palabras, me gusta la forma en que lo contaste.
Las fotos son adorables, aunque los hermanos me parecen algo intimidantes en esa foto, por ser negros y tener los ojos tan abiertos.
Mis 4 gatitos semi-adoptados están muy bien. A tu consejo ya les compro comida whiskas, pero no croquetas aun (las aves se las llevan y los gatos no comen inmediatamente... maldición) sino latitas de dos sabores: guisado de carne y salmon. Solo compro dos latas para los 4 gatos al día (la crisis está pesada) pero los dos gatos padres son muy nobles y dejan que los dos pequeñitos siempre coman más que ellos.
Es increible, las interacciones sociales entre gatos son bastante, bastante complejas. Me gustan los animalitos, aunque admito que los observo mucho como si fuera un programa del discovery channel.
Claro, siempre hay amor de mi parte para dar.
Finalmente, un dato curioso: llevo 4 semanas con ellos, pero no les he puesto nombre. No veo mucho la necesidad, somos una familia muy silenciosa. Es eso raro? En fin. Si les pongo nombre, te lo hago saber ^^
Ay Aisling! qué gatitos tan monos!!!! tengo tantas ganas de tener una mascotita jeje aunque a pesar de que los gatos me gustan mucho, siempre he tenido cierto favoritismo por los perros... (aunque no los pequeños! que pobres, me ponen nerviosa jaja me gustan o bien medianos o grandes jejeje)
Pues me alegro que al final los gatitos negros hayan tenido tan buena fortuna en vuestras manos, seguro les encontraréis una familia bien chida pronto! :D
Los bebés de E. M. parecen shamandú de birmania, estás hermosísimos! Y los negritos nos e quedan atrás, sus ojos son de esos que parecen penetrar el alma, no?
Que rica anécdota seguro que los mininos están recibiendo bastante cariño y es lo que expresan entre ellos, felicidades :)
Casi... casi...
Pero soy responsable... y muchos animalitos estarían mejor en manos de Dios que en la mías
Hola, tú!
Bueno, nunca he sido gatero, pero recordando a mi Caracara me identifico con tu historia...
Y sí, compré Sledge Hammer en Amazon, mi carencia de cable me obliga a tomar esas medidas drásticas (aún está a 15 dólares por temporada por unos días)
Saludos a tí y al capitán...
¡Hola!
Vaya, todo me paredce muy conmovedor.
Creo que yo no podria hacerme cargo de unos animalitos y despues dejarlos ir con alguien mas, creo que tu labor es muy admirable.
Creo que el problema de los choferes lo viven en todo el mundo, al parecer un chofer es un chofer aqui y en China.
Espero que se encuentren todos muy bien, que tengan una bonita semana, ¡ciao!
Hola! antes que nada, siento no haber pasado antes... pero me estoy poniendo al dia.
Como has de suponer mi corazón comparte los mismos sentimientos, me encantan los gatos!!
Tambien aplaudo tu sabia decision de mantener y mas que anda dejar juntos a los hermanitos, una separacion hubiera sido muy dificil, por que contrario a lo que muchos piensen tambien les afecta y vaya que si. No se si en una ocasion mi hermano Yipie te conto sobre unos gatitos (igualitos a los de EM) que llegaron a mi casa. Te contare, la historia es algo larga, pero creeme que hiciste lo correcto y eres un ejemplo a seguir.
Cuidalos mucho!!
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