miércoles, junio 18, 2008

Veinte años, antes y después. Parte 9


9. Me hago de un gremio... y de un Frodo de carne y hueso

Veamos... un recuento rápido de lo que hice al llegar a Guadalajara como estudiante universitaria:

Deshacerme de la última característica que me delataba como adolescente ochentera: los siete u ocho bucles artificiales que me quedaban desaparecieron de sendos tijeretazos, y volví a mi pelo natural, más corto que nunca, pero lacio, muy lacio. Sobrevivir sin tele y con un walkman nomás. Aprender a usar una olla de vapor (un instrumento que, no me pregunten por qué, me recordó siempre al ED-209 de Robocop), y alimentarme de verduras hervidas salvo los miércoles (pollo Kentucky, que estaba cerca del cine) y los viernes (McDonalds, en alguna de las zonas en las que me iba de solitaria parranda). Hacer amigos en la escuela. Conseguirme un segundo novio (el primero se había quedado no en Zacatecas, sino en el limbo de la escritura ideológica y socialmente comprometida. Ah, en los brazos de otra muchacha, también) con duración de apenas un año. Batallar con la falta de costumbre en el estudio. Descubrir que mi universidad era maravillosa porque, a diferencia de la mortal prepa, tenía sentido de la educación y se respetaba el libre albedrío (bueno, eso era antes). Ah, y presentar mi primera exposición escolar sobre... sí, adivinaron, Tolkien.

Las ferias del libro se hicieron también habituales, y poco a poco mi colección tolkieniana fue creciendo. Los Cuentos inconclusos, los Cuentos perdidos, y la más o menos satisfactoria biografía de Humphrey Carpenter fueron los primeros en llegar.

Ah, por cierto, también conocí a G. B., un aspirante a escritor de ciencia ficción. Cuando decidí que me encontraba algo solitaria, se me ocurrió un método insólito para conseguir amigos: hice unas tarjetitas a máquina con mi nombre, mi dirección y una nota de “si te gusta esto por favor escríbeme” y las metí entre los libros que me gustaban de fantasía y ciencia ficción en bibliotecas, librerías, Sanborns, ferias del libro y lo que fuera. Un mes después recibí una carta de G.

Así como ven, estuvimos escribiéndonos durante algunos meses antes de intercambiar teléfonos, y llamándonos meses también antes de decidir conocernos en persona. Nos caímos bien en un segundo, y de hecho el muchacho me fascinó de tal manera, que no pude sino pensar: “Oh, Dios, es perfecto... por favor, por favor, por favor, ¡qué no le guste la literatura latinoamericana contemporánea!”

Mis dos novios anteriores y un par de pretendientes (bueno, yo era la que los pretendía en realidad) habían crecido adorando a García Márquez y a cualquiera que llegara con literatura medianamente “comprometida” (léase: con razones políticas, revolucionarias, pseudorevolucionarias). Para quedar bien con ellos, llegué a poner en mi cuarto un poster del Che. Pero la verdad es que eso no les bastaba; nunca faltaban las indirectas acusaciones de escapismo a mi literatura favorita o la compasiva mirada, a veces acompañada de palabras como “ya cambiarás” que me lanzaban estos chicos. El primero de mis ex, que ya les mencioné, amenazó una vez con dejarse crecer la barba para protestar por el embargo norteamericano hacia Cuba. Si hubiera estado protestando por una subida de precio de las navajas de afeitar, lo hubiera entendido, pero esto...

G. era distinto. No le importaba quedar bien con nadie, estaba enamorado de sus libros de ciencia ficción y compartía, aunque a menor grado, mi gusto por la fantasía heroica. Tenía planes para escribir montones de cuentos y novelas, y el borrador de muchas historias que él mismo ilustraba; se fabricaba sus propias camisetas con los nombres de sus autores favoritos, pensaba en el futuro con una emoción casi de niño y el Che Guevara no era para él un superhéroe revolucionario, sino un hombre que había abandonado a su esposa y a sus hijos en aras de una causa mucho menos valiosa.

Un día que platicábamos sobre cómo habíamos caído los dos en nuestro género favorito, le conté la historia del Selecciones del 79 que ustedes ya conocen, y del sueño que tuve donde Frodo era un tipo alto y moreno con una nariz peculiar en forma de gancho. Cuando estaba en eso, me quedé viendo a la cara de G. y de pronto le dije: "¡Pero si eras tú!" Iba muy en serio. La nariz peculiar era inconfundible.

No voy a contar lo que sucedió en los muchos meses posteriores, pero G. y yo nos casamos en el 2001, después de pasar diez años resistiéndonos al matrimonio con todo y que nunca tuvimos dudas de que éramos el uno para el otro. Así que como ven la verdad salí ganando; hasta mi Frodo de la vida real llegué a tener.

Me escribió mucha gente más, y entre todos armamos un buen grupo de amigos, escritores, ilustradores, simplemente aficionados y lo que cayera de los géneros fantásticos; con ellos jugué rol una vez a la semana, armamos un fanzine (alguna muestra de nuestro trabajo anda todavía por ahí, en la red... junto con nombres reales; a poner nombres reales en internet le tengo bastantes reservas así que por favor traten de olvidarlos) y varios talleres que se presentaron en diversos eventos culturales, y nos ayudamos mutuamente en la persecución de nuestros sueños.

Por una década o algo así nos mantuvimos juntos; las cosas comenzaron a enfriarse, creo yo, cuando llegó la desilusión a desbaratarnos el teatro. No tuvimos siquiera la dignidad de los 108 bandidos del monte Liang, que según me cuentan quienes han leído todo el Shui Hu Zhuan, permanecieron fieles a sus principios hasta el fin.

La historia de este grupito mío no está exenta de momentos de mucha, mucha felicidad; tal vez algún día me anime a contarla (siempre y cuando haya forma de escarbar mis recuerdos bajo la tapa de concreto donde los he intentado mantener). Sería interesante, supongo, porque de ser así, muchos de mis viejos amigos y ex-amigos se enterarían de viente mil cosas que habrán dado por sentado durante años. Pero en fin, ya será en otra ocasión.

El fin de todos los proyectos (algo más parecido al abandono en masa de un barco al que sólo le hacía falta un poco de diesel) fue difícil, a veces sigo sorprendiéndome cuánto; pero para entonces yo ya sabía que contaba con mi tabla de salvación, y que El Señor de los Anillos (que ya me había acostumbrado a leer cada año) seguía ahí para recordarme cuáles eran las cosas esenciales en la vida, que todo sucede por algo y que por lo general la providencia se encarga de acomodar las cosas.

* * *

En el tiempo que estuve con mi grupito, entramos en contacto con otras personas más o menos de la misma calaña: los cienciaficcioneros mexicanos, concentrados (para variar) en el DF, pero también en Puebla y Tamaulipas. Participamos en varios eventos suyos, nos peleamos con ellos a cada rato, les preparamos conferencias y trabajamos con ellos, siempre con el sentido del humor por delante.

Como muchos de los centralizados cienciaficcioneros eran incondicionales del ciberpunk y con tendencia al cinismo, al nacionalismo y al sexo a la menor excusa, ya se imaginarán ustedes que a los amantes de Tolkien (minoría) se nos veía punto menos que como el patito feo de la pandilla. ¡Qué risa! Más adelante, cuando llegó el boom de las películas, fueron ellos los que acabaron convertidos en cisnes... al menos en lo que a cuello estirado se refiere. Pero bueno, eso ya es otra historia que más adelante saldrá a colación.


Continuará...

10 comentarios:

Unknown dijo...

No puedo imaginar que tuvieras bucles, tu cabello se ve absolutamente precioso así como es.

Y creo que tu método era bastante peligroso. ¿Tal vez Guadalajara solía ser una comunidad más pequeña hasta hace unos años? ¿O estoy demasiado acostumbrada a mi monstruosa ciudad?

Por cierto, me encanta la historia de tu esposo porque me hace recordar a Konrad Lorenz, los gansos y el matrimonio. Suena un poco raro, ¿no? Está relacionado con que una situación no deja de ser la ideal solo porque estadísticamente sea difícil de encontrar.

¡Saludos! :3

Kitsune dijo...

Esta crónica cada vez se pone mejor!
:D

Como siempre, un placer leerte

Chendo dijo...

Como bien decias, me siento identificado con varios sucesos de tu vida y créeme que es bastante interesante, espero que esas ganas por compartir tus vivencias continuen durante mucho tiempo y .. felicidades por tu cumpleaños. Es muy agradable tu manera de relatar, te leo el próximo viernes.

Víctor Martínez dijo...

Ohhh, no todos los que medio gustamos de la literatura latinoamericana somos seguidores del Che, no tampoco todos los Marxistas son socialistas o comunistas. Si ya se saliendome del tema por completo.

Vaya no habia puesto mucha atención en la imagen que acompaña el post. ¿Como dicen? No es lo mismo los tres mosqueteros que 20 años despues...

Yo tampoco me puedo imaginar tu cabello con bucles.... :D. Lo de las tarjetas siempre me ha parecido una idea fenomenal, pero claro en la ciudad de México no me lo puedo imaginar... aunque claro los noventa y lo que va de este siglo nos dejaron con un pais con muchisima violencia que no se veia en esos dias.

Por ahi tengo que subir un audio de que sera 1998 donde viene un recuento de estas historias y que por falta de una grabadora no he podido terminar de digitalizar correctamente. Ah... tanto tiempo y lo que falta de historias.

Concuerdo con Kitsune esta cronica cada vez se pone mejor y con todo como dices algun dia nos tendras que contar con lujo de detalles el nacimiento, etapa dorada y caida de Laberinto.

Saludos.

Christian Domínguez Pérez dijo...

¡Otra vez me vuelvo a poner al corriente!

Como siempre, disfruto mucho de tus anécdotas. Me pareció maravillosa la idea de las tarjetas en libros y revistas, y mejor aún el hecho de que encontraras a alguien tan especial de esa manera.

¡Este blog si me gusta, mata rile, rile ron!

Master Pei dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Master Pei dijo...

Estoy con Suldyn! Eso de las tarjetitas está bien chido! Lástima que en estos días de internet se perdieran cosas como ésas. Pero eres una romántica empedernida, no hay duda :p

Ah, también estoy de acuerdo con vicm3: me gusta la literatura latinoamericana, pero de mi burbuja nadie me saca y la política me interesa tanto como a mi madre los videojuegos, o menos.

Y bueno, también concuerdo con Kit: esto se va poniendo mejor. Lo que sigue, por favor!

Aisling dijo...

Alondra: Je, je, je... ¡gracias! :#>
Con respecto a lo de las tarjetitas... bueno, en la época actual y con la sensatez que me cargo ahora, probablemente no lo haría. O quién sabe... últimamente los incidentes y cosas feas que suceden están más relacionados con, por ejemplo, anuncios que se ponen en internet. Lo cierto es que con las tarjetitas jamás tuve un solo problema... las personas que tomaban libros de fantasía (al menos al inicio de los noventa) resultaron ser buenas, y con una personalidad muy similar a la mía... aislados y en busca de amigos con los mismos gustos. La única ocasión donde nos pasó algo medio raro fue cuando, ya que éramos más o menos una docena en nuestro grupito, un individuo nos llamó para preguntar si era ahí donde platicábamos de "fantasías sexuales". Uno de nosotros le explicó con toda calma por dónde iba la cosa y qué era lo que queríamos decir con "fantasía", y todo listo; el individuo jamás volvió a llamar.

Guadalajara todavía no es México City... pero las malas lenguas dicen que por ahí va, por ahí va. Lo que más me temo es que cuando se haga monstruosamente grande también, tenga únicamente los aspectos malos de México City, y ninguno de los buenos (es decir, que sigamos siendo un rancho grandote, pero con exceso de gente).

¿Los gansos? Je, je, je... nunca se me hubiera ocurrido. Lo que ocurrió entre G. y yo es... raro, muy raro.

Chendo: ¡Gracias por las felicitaciones! En unos minutos pondré aquí en la casa de ustedes lo que ocurrió en mi cumpleaños (uhhhh... ¿dónde dejé el dato de la fecha?). Y por favor, no pienses que soy tu única lectora; lo que sucede es que he sido hasta ahorita la única en dejar comentarios. Pero mucha gente no deja de ser tímida sólo por andar en la blogósfera. Gracias también por las fotos de tu última entrada.

Vic y Pei: Je, je, je... qué estereotipante me dejé ver, ¿verdad? Bueno, en ese entonces parecía que la gente que gustaba de cierto tipo de literatura tenía también cierto tipo de ideas sociales. Algunos intelectuales mexicanos parecen clavados en lo mismo. Pero más que nada, lo patético de todo era que yo estaba dispuesta a fingir gustos que no tenía con tal de quedar bien con potenciales o presentes noviecitos... aunque hasta eso que con el segundo nunca estuve de acuerdo con la intervención norteamericana en Kuwait (ni con su idea de casarnos para que él pudiera irse a la guerra en paz... ¿a que suena irónica la frasecita?).

Y no la amueles... las fotos ésas no tienen 20 años... a lo mucho 18. Tan en contra como estoy de poner fotos de uno en internet, ésas las consideré relativamente seguras porque se ven borrosillas y ya no nos parecemos tanto. Gabriel no ha perdido un centímetro de su pelo desde entonces (creo que la vida lo ha tratado mejor que a mí), y yo estoy un tanto traqueteada, pero aún así, ¡reto a cualquiera con mi edad a verse como yo! Je, je, je... ;>

Suldyn, Kit y de nuevo Pei: Ya estamos cerca del final de este asunto... y es una pena, pero no va a ser nada climático o por el estilo. Estoy dándome cuenta de que ni siquiera tengo idea de qué poner de ilustración para la siguiente parte. Pero cruzo los dedos para que les siga gustando. Aguántenme la verborrea, por favor, que nos quedan (incluyendo esta) tres semanas para el final.

Etxeberri van Eyck dijo...

Que bien! Esto ya se pone más interesante, y llegó el punto de la historia romántica, jeje. Por cierto, te ves más joven en esa foto pero sin duda sigues siendo tu, creo que no has cambiado mucho, o eso recuerdo.

Petoulqui dijo...

Me gustó tu historia.
...

Antes que se me olvide:

http://lasaventurasdepetoulqui.blogspot.com/2008/05/captulo-dcimo-en-guatemala-la-muerte.html

Este es el link de un post mío en el cual cito a la película Robocop 2. De una manera que no se relaciona con el tuyo, pero es que me pareció impresionante encontrar a alguien que citara uno de los filmes del robopolicía.

...

Ahora sí. Decía que me gustó tu historia, es muy interesante. Aún cuando no lo creás, he estado pensando muchísimo en todo este asunto de las luchas sociales y su relación con la literatura.

Bueno, este es un tema largo, a lo mejor escribo sobre ello...

Pero, siempre un gusto haber llegado hasta aquí.

Saludos,

Julio E. Pellecer S.

Pd. Aisling es un bonito nombre.

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