El prólogo de Peter Beagle para la edición de Ballantine de ESDLA
Mi primer ejemplar de El Señor de los Anillos en inglés tenía, a manera de prólogo, este mini ensayo por Peter Beagle, autor de El último unicornio (entre otras obras de fantasía). Lo traduje por pura diversión entre 1989 y 1990, cuando todavía era un verdadero fiasco en el oficio. Iba a subirlo tal y como lo hice, por aquello de los recuerdos; pero a mi yo actual, que es apenas un poquito menos inútil que el de entonces, le dio tanta vergüenza que intento algunas correcciones (sin el original a la mano). A ver qué sale...
Hace quince años de esto que escribo, me tropecé con El Señor de los Anillos en las estanterías de la Biblioteca Carnegie en Pittsburg. Había estado buscando el libro por cuatro años, tras leer la reseña de W. H. Auden en el New York Times. Hoy, recuerdo aquellos tiempos (cuando la trilogía seguía siendo difícil de hallar y aún más difícil de explicar a muchos amigos) con una innegable nostalgia. Era una época infructuosa para la fantasía, entre otras cosas, pero un buen tiempo para abrigar esperanzas sobre pequeños tesoros y consignas misteriosas. Mucho antes de que la frase ¡Frodo vive! empezara a aparecer en los subterráneos de Nueva York, Tolkien era el mago de mi sabiduría secreta.
Nunca he creído que fuese accidental que tuvieran que pasar casi diez años para que las obras de Tolkien estallaran en popularidad, casi de la noche a la mañana. Los sesenta no eran una época mucho más sucia que los cincuenta (simplemente habían recogido la suciedad sembrada en la década anterior) pero fueron los años en los que millones de personas se dieron cuenta de que la sociedad industrial había llegado a ser paradójicamente inhabitable, terriblemente inmoral y letal en esencia. En términos de consigna, los sesenta fueron los tiempos en los que la palabra “progreso” perdió su antiguo carácter sagrado y “escape” dejó de ser cómicamente obscena. En la actualidad, a tal inclinación se la llama reaccionaria, pero los amantes de la Tierra Media todavía quieren irse allá. Yo mismo quisiera, como de rayo.
Pues finalmente es la Tierra Media y sus habitantes lo que amamos, no tanto los considerables regalos que Tolkien nos ha hecho al mostrárnoslos. Dije alguna vez que el mundo que él delineó estuvo ahí mucho antes que él, y todavía lo creo así. El ha sido más que un gran hechicero al alcanzar nuestras pesadillas nocturnas, nuestros sueños diurnos y fantasías del crepúsculo, pero nunca las inventó realmente; les encontró un lugar para vivir, una fresca alternativa para las locuras de cada día en un mundo contaminado. Nos hemos puesto a honrar a tanto equívoco explorador y descubridor... ladrones que plantan banderas, asesinos que portan cruces. Alabemos por fin a los colonizadores de sueños.
Peter S. Beagle
Watsonville, California,
14 de julio de 1973
Nunca he creído que fuese accidental que tuvieran que pasar casi diez años para que las obras de Tolkien estallaran en popularidad, casi de la noche a la mañana. Los sesenta no eran una época mucho más sucia que los cincuenta (simplemente habían recogido la suciedad sembrada en la década anterior) pero fueron los años en los que millones de personas se dieron cuenta de que la sociedad industrial había llegado a ser paradójicamente inhabitable, terriblemente inmoral y letal en esencia. En términos de consigna, los sesenta fueron los tiempos en los que la palabra “progreso” perdió su antiguo carácter sagrado y “escape” dejó de ser cómicamente obscena. En la actualidad, a tal inclinación se la llama reaccionaria, pero los amantes de la Tierra Media todavía quieren irse allá. Yo mismo quisiera, como de rayo.
Pues finalmente es la Tierra Media y sus habitantes lo que amamos, no tanto los considerables regalos que Tolkien nos ha hecho al mostrárnoslos. Dije alguna vez que el mundo que él delineó estuvo ahí mucho antes que él, y todavía lo creo así. El ha sido más que un gran hechicero al alcanzar nuestras pesadillas nocturnas, nuestros sueños diurnos y fantasías del crepúsculo, pero nunca las inventó realmente; les encontró un lugar para vivir, una fresca alternativa para las locuras de cada día en un mundo contaminado. Nos hemos puesto a honrar a tanto equívoco explorador y descubridor... ladrones que plantan banderas, asesinos que portan cruces. Alabemos por fin a los colonizadores de sueños.
Peter S. Beagle
Watsonville, California,
14 de julio de 1973
1 comentario:
Gracias por compartirlo, creo que así nos hemos sentido muchos lectores de Tolkien... aunque seamos lectores de los noventas
:P
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