La señora Matilde Horne (traductora, entre otros libros, de El Señor de los Anillos y la serie de Terramar), que falleció el pasado mes de junio. El mundo editorial fue especialmente ingrato con ella; ojalá que quienes disfrutamos de su obra no la olvidemos. ¿Qué es la traducción?, le preguntó la maestra A. a mi grupo alguna vez, hace ya mucho tiempo. Ella misma respondió después de oír dos que tres vaguedades de nuestra parte: es un oficio, es una profesión, es un arte y es un negocio. Un oficio, continuó, porque se aprende con la práctica y la apreciación del trabajo ya hecho; una profesión porque se puede enseñar en las universidades; un arte porque requiere de cierta capacidad innata, y un negocio porque es redituable. Son estos cuatro lados de la traducción lo que procuro que mis alumnos de esta materia no olviden; ninguno debería ser más importante que otro.
Por desgracia, en la vida real es fácil olvidarse de uno o más, y terminar con un triángulo mal hecho en lugar del cuadrado perfecto. Por la parte del oficio y la profesión, porque todavía existe la retrógrada idea de que cualquiera que sepa hablar una lengua puede traducirla; en el caso del arte, porque para ahorrar dinero y tiempo se ha hecho fácil sustituír a un traductor humano y consciente por una máquina o programa que no distingue entre un futuro y un presente de subjuntivo; y en el el caso de negocio... santo cielo, muchas personas ajenas a este medio tienen en la mente una combinación de tacañería e ignorancia tan letal que se espantan ante el precio justos de un trabajo que, aunque desconocen, consideran sencillo.
Supe hace poco de una agencia que ofrecía contratar traductores y pagarles la mísera y hasta ofensiva cantidad de 50 pesos mexicanos (menos de 5 dólares estadounidenses) por hoja, y en mi trabajo se armó revuelo hace años porque a una traductora graduada de la escuela la presionaron para que no sólo entregara un manual traducido, sino que se encargara además de su edición... por supuesto, sin pago extra. A partir de entonces, a varios maestros demasiado asustados para oponerse ante tamaña injusticia y advertir sobre los clientes abusivos como éstos, les dio por pedirle a sus alumnos que entregaran sus trabajos de traducción, artículos de revistas en mayoría, en formato de Word (totalmente inútil en el mundo editorial de en serio), con fotografías y todo. Los estudiantes terminaban dedicándole más cuidado a esta ridícula tarea que a la traducción en sí.
¿Qué es lo que puede resultar con todo esto? Una cascada de malas traducciones y malos traductores que le dan a nuestro oficio, arte, profesión o negocio, de por sí ya despreciada en la lengua española (el mismo Cervantes puso en boca de Don Quijote que la traducción no consiste sino en copiar de un papel a otro papel, y que no era tan mala porque a cosas peores podría estar dedicándose un cristiano) una pésima reputación que no hace sino cerrar el círculo vicioso de improvisados que toman el lugar de profesionales, del pariente pocho o el traductor gratuito que va a resolver las dificultades y de trabajos mal pagados que han de hacerse a toda prisa.
Como prueba, les mostraré algunas notas de las correcciones que le hice a la traducción de ciertos revistas, ya impresas. La versión original está en rojo; la correcta en azul; los datos que siguen indican volumen y página:
- Nombre de pez: Musky. Debe ser “lucio”. (No. 25, portada )
- Creso, rey de Lidia. Debe ser “Craso”. (No. 25, pág. 3)
- Comprando un objeto inmediatamente ... podría ser la única alternativa. Debe ser “El comprar un objeto inmediatamente... podría ser la única alternativa”. (No. 25 )
- Considera si artículos obsoletos o dañados pueden ser reciclados. Debe ser: “Considera si los artículos obsoletos o dañados se pueden reciclar”. (No. 13)
- Gente con ingenio ve. Debe ser “La gente con ingenio ve”. (No. 25, pág. 7 )
- Los muskys no son muy particulares para lo que comen. Debe ser “Los lucios no son muy exigentes en cuanto a su alimentación”. (No. 25)
- (Un cúmulo de tierra y hojas) Si están muy secas, se desboronan. Debe ser “desmoronan”. (No. 13, pág. 7)
- Mientras el gato asechaba. Debe ser “acechaba” (No. 13)
- Estandarizar el flujo del tráfico ofrece muchas más ventajas que desventajas para el flujo del tráfico. Una mejor oración sería “Estandarizar el flujo del tráfico le ofrece al mismo más ventajas que desventajas”.
- Ten cuidado de no dejar que emociones inciertas ennublezcan tus compromisos. Debe ser “Ten cuidado de no dejar que las emociones inciertas nublen tus compromisos”. (No. 11, pág. 11)
- Tendencia a procrastinar. El verbo procrastinar no existe en español, aunque sí en latín. Lo correcto sería “Tendencia a posponer” o “Tendencia a dejar todo para el último momento”. (No. 13, pág. 15)
- A menos que trates de hacerlo agresivamente. En español la palabra “agresivo” siempre es negativa, mientras que “agressive”, en inglés, puede ser positiva (una persona que es “agressive” es emprendedora, valiente). Es mejor decir “A menos que trates de hacerlo con afán (o empeño)”. (No. 13, pág. 9 )
- Introducir el significado y escencia del esmero. Debe ser “Presentar el significado y esencia del esmero”. "Introduce", en inglés, es “presentar” en español. (No. 11, pág.3)
- Al hornear tu confección. “Confection” en inglés tiene que ver con cocina, pero en español con ropa. Debe ser “Al hornear tu platillo”. (No. 11, pág. 11)
- Date un desafío. Debe ser “Plantéate un reto”. (No. 6, pág. 3 )
¿Qué clase de errores pueden encontrar en en esta lista? Los hay de todos: ortográficos, de investigación, de gramática, de vocabulario. Lo peor de la situación es que están volviéndose cada vez más comunes, y es más sencillo que el público los tolere, los pase por alto, o, lo que es peor, comience a repetirlos.