jueves, junio 12, 2008

Veinte años, antes y después. Parte 8



8. El corazón/The heart


La experiencia con la escuela horrible acababa de terminar, pero el viajecito me había dejado secuelas: depresión, algo de daño físico y un agotamiento que resultó evidente hasta para mis familiares cercanos.

Mis papás (y fue un detalle genial de su parte) decidieron darme permiso de dejar pasar un año antes de comenzar la carrera. En lo que me recuperaba y me volvía a crecer el décimo dedo (ya, pues, última vez que repito esa broma), trabajaría un poco, estudiaría algunos idiomas, y me buscaría con mucho cuidado una buena universidad que tuviera exactamente la carrera que quería. Justo a tiempo me salvé de estudiar Letras (sin intención de ofender a varios de los presentes; Letras no era para mí, y de seguro no hubiera podido con una carrera tan difícil y laboriosa); yo iba para Lingüística, porque Tolkien era lingüista.

En la segunda mitad del 89, tras una última bofetada de la tragedia (mi gatito E., como si se hubiera estado tragando toda la mala vibra de la prepa, se enfermó y murió repentinamente), me encontré viviendo el sueño de cualquier escritor: estudiar dos horas diarias, trabajar cuando había trabajo (periódicos, teatro, cursos), leer y escribir el resto del tiempo; y en conclusión, ser una mantenida de lo peor.

La timidez tremenda que había sentido con respecto a mi afición por Tolkien y que no me había abandonado por casi cuatro años, había sido sustituída por cierta clase de discreto orgullo. Como en ese entonces no había manera de conseguir un botón publicitario del tema, me elaboré uno con un seguro, un pedazo de corcho, barniz transparente y letras de pasta, de esas de la sopa. Con crayones indelebles me hice una camiseta de un arbolito lleno de runas. Ambos objetos proclamaban Tolkien Reader y eran feos como el infierno, pero ahí estaba yo presumiéndolos. Mi abuelita (en paz descanse), que tenía unas manos habilísimas y me comprendía de maravilla, me hizo favor de bordarme la firma de Tolkien sobre el bolsillo posterior de uno de mis pantalones, y me encantaba la atención que atraía con todo y que el punto anatómico donde se encontraba era ya un poco prominente. Yo estaba feliz de mostrarle al mundo mi bordado. Mi mamá opinaba que lo que veían era mi trasero.

Me puse a estudiar inglés, porque ya sabía que no había otra forma de tener acceso a una muy buena parte del material de Tolkien; y ruso, una lengua que me había cautivado tras oírla un par de veces. Si hubiera tenido conocimientos de gramática latina, el ruso hubiera sido pan comido, pero ya ven... me concentré más en el inglés, que, aparte de todo, me presentaba motivaciones extras.

Una tía mía que vive en los Estados Unidos me compró todo The Lord of the Rings, edición de Ballantine, junto con The Silmarillion y un sampler llamado The Tolkien Reader. Mi siguiente paso para aprender el inglés pasaría por una muy paciente lectura bilingüe de ESDLA: Primero leía un capítulo en español, y luego lo releía en inglés. No que haya hecho la gran cosa por mis habilidades orales, pero algo fue algo.

El encuentro cercano con el inglés fue... ¿qué será bueno? Oh, digamos que uno se enamora varias veces en la vida y que algunos amores son para siempre. Ahí estaba el inglés y ahí estaba yo. Una frase que me llenó el ojo pertenece a Aragorn, en Cerin Amroth: Here is the heart of Elvendom on Earth... qué lejana se sentía de Aquí está el corazón del mundo élfico. Diferentes sonidos, diferente cadencia, había algo ahí. Mucho más adelante hice mi primer intento de traducción cuando le leí a mi mamá en español el párrafo en inglés que me gusta más de todo el libro, cuando Frodo y Sam, en Cirith Ungol, platican que están en medio de una historia.

Hasta mediados del año siguiente estuve metida en talleres literarios, colaboré con el suplemento de un periódico local, y también di mi primera conferencia sobre Tolkien, parte de un ciclo que inicié en varias escuelas secundarias y una preparatoria. La víspera de la primera de esas conferencias, Jim Henson, que hacía relativamente poco había puesto por los cielos a la gente como yo con su película Laberinto, falleció. Recuerdo que estaba muy nerviosa de por sí, y que tras enterarme me fui a mi cuarto, y lloré quedito, quedito.

Este ciclo de conferencias sobre el género de la literatura fantástica (aunque tuve que emplear este nombre con prudencia, verán en un momentito) lo conseguí gracias a un profesor que trabajaba en la Secretaría de Educación Pública de Zacatecas. Duró unas cuatro semanas y creo que funcionó... al menos resultó divertido. Un incidente curioso de entonces fue cuando me enfrasqué en una discusión con la directora de una de las escuelas sede. La señora no quería que mencionara que la fantasía era un género literario, que porque eso contradecía lo que los alumnos estaban aprendiendo en las aulas. Yo estaba entonces muy segura de mis conocimientos al respecto (mal hecho), no aceptaba consejos de mis mayores, en especial cuando decían estupideces (muy mal hecho, la experiencia me enseñó después) y tenía poco sentido de la diplomacia (pésimo). Fue muy cómico que pocos días antes de la primera conferencia me llegara una carta del profesor de la SEP con la petición de que cediera; finalmente, sólo insinué que la fantasía era tan literatura como todo lo demás. El profesor en cuestión tenía buenas intenciones, pero para que se den una idea de cómo era en el fondo, no tenía ningún reparo en presumir que en los últimos once años jamás había vuelto a abrir un libro, porque, según él, ya había leído lo suficiente para toda una vida. Por si esto responde a varias interrogantes de por qué la situación educativa en México está por los suelos.

El internet apenas comenzaba, en mi ciudad, pues, a hacerse popular. Una de las razones por las que mis papás tardaron en comprarme una computadora ya la saben: fue porque algunos conocidos intentaban vendernos una PC y yo ya estaba encaprichada con una Mac. El único acceso que tenía a lo que entonces era internet (pantallas llenas de texto) era por medio de mi poco apreciada ex-preparatoria, qué remedio. Y un amigo que me mantenía al tanto, y que me hizo el favor de inscribirme a una lista de Tolkien. Entre mis papeles perdidos todavía estarán páginas y páginas que imprimí como recuerdo. Ahora, que no crean que las cosas eran entonces tan distintas... lo único que ha cambiado es la interfase.

Va un ejemplo de una discusión típica.

En el 22 de septiembre:

Felicidades a Bilbo y Frodo por su cumpleaños.

Respuestas:

No, el cumpleaños de Bilbo y Frodo no es este día, porque en el calendario de la Comarca los meses tienen treinta días, por lo tanto debe ser...

No, tampoco ese día, porque blah blah blah.

Todos se equivocan, es blah blah blah.

Fue hace tres días, porque blah blah blah.

Sí, los obsesos electrónicos tienen ya sus añitos.

En un puesto de revistas de Zacatecas que ya no existe, adquirí mi primer ejemplar de la desaparecida (británica) GM. Era una revista especializada en juegos de rol (que yo desconocía, salvo por la novela espantérrima de Rona Jaffe El Laberinto, publicada en español por editorial Vergara), pero a mí me gustó por las reseñas de libros fantásticos. También por ahí me enteré de una obra musical basada en El Hobbit que se estuvo presentando en Londres.

Recién había cumplido diecinueve años, me había leído (bueno, más o menos) "On Fairy’s Stories" y ESDLA en inglés, había comenzado a escribir sobre mi propio mundo fantástico y estaba lista para la universidad. Me marché a Guadalajara en el 90. No sabía aún que era para quedarme.

Continuará...

5 comentarios:

Kitsune dijo...

me encontré viviendo el sueño de cualquier escritor: estudiar dos horas diarias, trabajar cuando había trabajo (periódicos, teatro, cursos), leer y escribir el resto del tiempo; y en conclusión, ser una mantenida de lo peor.
Ouh!
Me suena muy familiar... por qué será?
*blushes*

Me encanta tu crónica, muchas veces me siento muy identificada contigo
:D

Chendo dijo...

Este relato empieza a integrar sucesos que antes no habías presentado y me parece muy representativo de tu manera de ser, así que espero ver la próxima entrega. Con respecto al hecho de que en la traducción se pierda la escencia resulta muy cierto, pero francamente para los que el inglés nos representa un esfuerzo muy peleagudo, lo que tenemos por el momento es mejor que nada. Por otra parte te diré que el día de ayer por la noche presentaron un programa denominado "Ringers, Lord of the fans" por Cinemax Oeste y el tema esta relacionado con Tolkien y sus diversos seguidores que datan de muchos ayeres, así como todo lo asociado al fenómeno de las películas, pero lo que realmente me agrado sobretodo fue una canción con letra en inglés y música de mariachi haciendo una crítica bastante irónica de la espantosa mercadotecnía asociada al "boom" producido por las películas, ojala pudieras tener esa canción realmente esta muy buena. Gracias por añadir la dirección de mi blog y si llegas a navegar por esos rumbos dejame un rastro, saludos.

Anónimo dijo...

Hola Aisling: esta serie de entradas en realidad está muy buena y ya espero la siguiente; por cierto, eso de trabajar poco, estudiar cuando se quiere o se puede, y aparte ser mantenido, aplica también para algunos ingenieros, con la diferencia de que éstos no leen y mucho menos escriben, lo digo por experiencia.

Aisling dijo...

Kit: Gracias por seguirme leyendo. :> Si andas en la etapa de la vida por la que yo pasé en aquellos tiempos, pásatela muy, muy padre... uno la extraña mucho luego.

Chendo: Me he dado vueltecitas por tu blog... nada más que no he dejado comentarios (y quiero hacerlo, en especial en tu narración del encuentro con Tolkien)... pero ya pronto, ya pronto tendré el tiempo del mundo para estar conectada (temblor de felicidad). La verdad es que sí he estado añadiendo varios detalles y corrigiendo la dichosa crónica a lo largo de los años; por eso se me alargó un capítulo más, y a ver si no son dos.

La traducción es mi oficio, y mal bicho fuera si no lo respetara. Por cierto, supongo que te llegaste a enterar por la lista Tolkiendili, la semana pasada falleció la traductora de Tolkien, Matilde Horne. Los últimos años de su vida estuvo en una situación muy dura; yo no sabía que la habían despedido después de que a Minotauro la comprara Planeta, y eso hace que me de más coraje con las personas improvisadas y torpes que fueron a sustituírla (ajá, la traductora que puso "las estrellas florecían como flores" en En el otro viento de Ursula LeGuin, y la que no estaba segura si Terry Pratchett era hombre o mujer. Caray, capaz y son la misma).

El documental del que hablas, Ringers, la verdad es que es muuuuy padre... creo que hace un tiempo subí una reseña en la Tolkiendili. Tal vez sea una buena idea reciclarla aquí. Ah, lo de los mariachis es por que la directora de esa película es de ascendencia mexicana. Con el guionista, Cliff Brodway, estuve carteándome un tiempo y es una de las personas más cultas, pero al mismo tiempo más sencillas, de las que te puedes encontrar entre los estudiosos de Tolkien.

Izcoatl: me da muchísimo gusto que estés siguiendo también esta crónica... la verdad es que la moví de una lista de correos para acá, y creía que sólo le resultaba interesante a quienes les había tocado leer el principio a partir de la lista misma... Muchísimas gracias. :>

Y, je, je, je... yo también conozco ingenieros de ésos que no trabajan... pero en gran mayoría están metidos en una dependencia de gobierno o algo así, y por supuesto que los libros les sacan ronchitas. Eeeen fin...

Master Pei dijo...

Oh, el musical de The Hobbit, qué chido! Justamente este sábado pasado fui a ver el de The Lord of the Rings y estuvo muy chido. Para resumir todo el libro en 2 horas y cachito hicieron un mejor trabajo, IMHO, que en las 3 pelis de más de 3 horas cada una de Jackson. Pero bueno, así soy de criticón :p Y es que nunca le perdonaré los elfos en el Abismo de Helm ni la Galadriel bruja ni el Faramir Boromizado ni... Bueno, ya! :p

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