jueves, agosto 14, 2008

Los vicios


El viernes pasado me pescó de un humor atroz. La semana de exámenes acababa de terminar en mi escuela y me esperaba un fin de semana de muchas revisiones y cuentas; hacía varios días que tenía concluído el fastidioso proceso de anotar clase por clase en una lista de seguimiento para comprobar que no había faltado nada; con todo, me recibieron con lo de costumbre: ese día tampoco habría pago. En la casa se me acababa de descomponer la regadera y me dirigía al mercado a comprar unas pinzas para resolver yo misma el problema, pues, como fuera, iba a ser más barato que llamar a un plomero. Mi esposo estaba ausente; mi suegra, enferma. Sí, tenía pagos que hacer, los gastos de la casa no se detenían; pero de todas formas no habría pago. Que tal vez el lunes, me dijeron, o quién sabe si el martes. Oh, tenía muchas razones para detestar al mundo.

Fue el peor momento para que un muchacho que llevaba una enorme caja de lo que parecía ser sándwiches en cajita de plástico me interceptara justo a la salida de la escuela.

El muchacho (ordinario, tan bajito como yo) dejó en el piso su gran carga y comenzó a hablarme, muy curiosamente, mezclando el y el usted.

-Señorita - me dijo -, ¿no gustas apoyarnos para un centro de reabilitación?

Saqué una mano del bolsillo, fingí que sólo traía encima el pasaje de mi camón y moví la cabeza.

- ¿Al menos puedo decirle mi mensaje? - continuó el muchacho -. Sólo me tardo un minutito.

- Bueno.

El chico comenzó a describir con mucho entusiasmo su centro de rehabilitación, donde los ex-adictos recibían alojamiento, comida, alimentación, consejos y atención médica sin que les costara nada. El oír que hubiera gente que no tuviera que pagar para vivir no hizo sino acicatear mi ira.

- Hay canchas de futbol, salones de juego, consultorios - comentaba el joven alegremente -. Y ahí los doctores nos explican por qué le entramos a las drogas. Algunos fueron por depresión; otros por problemas familiares; otros...

- Por idiotas - respondí sin pensar.

-¿Perdón...?

- Por idiotas - repetí, ya sin tanta convicción, pero no tenía ninguna gana de retractarme.

El muchacho se quedó pensativo por unos segundos. - Sí, fuimos muy, muy tontos - dijo en voz baja -. Yo fui muy tonto. Tenía un buen trabajo, una vida estable... y pues entonces caí.

- Si tenías trabajo y buena situación, ¿por qué caíste? - pregunté, comenzando a enojarme de nuevo.

- Por un descalabro laboral.

- Aquí los tengo a cada rato - murmuré.

El joven, sin un asomo de mala voluntad, me siguió contando que él era el menor de sus hermanos; que todos tenían carrera, que todos pasaron momentos difíciles y el único que recurrió a las drogas había sido él.

- Y fue por tonto - continuó -. Como tú, así me dijeron. Está bien. A mí me gusta que me digan las cosas como son. Que no anden con que “pobrecito” y eso...

- ¿Sabes por qué nunca me drogué, ni me emborraché ni fumé? - le dije -. Por tacaña. Porque pensaba en todo lo que iba a gastar en eso, y que mejor me compraba muchos libros.

- ¿Te gusta mucho leer?

- Ajá.

-¿Cómo de qué libros?

- Los de fantasía -. De pronto, me di cuenta de algo: era de vicios igual de lo que estábamos hablando. Y, ¿quién era yo para andar presumiendo los míos como si se tratara de algo superior, más digno? Me di cuenta también de que en las cajitas de plástico no había sándwiches sino láminas muy delgadas de hojaldre, brillantes y escarchadas -. Uhhhh... ¿son galletitas?

- Sí. Las hace un cocinero de ahí... un güey de lo más tronado (que usaba drogas constantemente).

- Pero ya se “destronó”, ¿verdad? Ehhh... ¿a cuánto?

- Quince pesos.

Me incliné para escoger las galletas más doradas. El joven sonrió, radiante.

- Qué, ¿te convencí?

- Ajá, y se me antojaron - oh, lo que fuera para no reconocerme vencida. Pausa -. ¿Y ya tienes trabajo?

- Pues ya metí mis papeles a __________________ (lo que va aquí es el nombre de una institución pública gubernamental), y me dijeron que en cuanto termine mi reahabilitación ya me contratan.

¿En una institución pública gubernamental...? ¿Una de las que tienen seguro, sindicatos, prestaciones y esos detalles que jamás he conocido? Sentí ganas de llorar.

- Qué bueno - le dije, intentando ocultar la envidia.

- Qué bueno que usted nunca se drogó - respondió el muchacho. Después continuó, de nuevo en voz baja -. No crea... se sufre mucho.

- Sí, sí, entiendo - comencé, pero me detuve porque no me quise poner a explicar que, la verdad, lo único que nos diferenciaba era la clase de vicios que teníamos, y que los míos, aunque son de los que todo el mundo habla bien, no me han conseguido un trabajo con seguro y prestaciones. Será, tal vez, porque no tengo intenciones de rehabilitarme. Y a diferencia de este muchacho, no he reconocido lo tonta que soy. Al recapacitar en ello, mi mal humor fue cediendo un poco.

El muchacho se quedó con quince de mis pesos (no es mucho, pero parece una cantidad gigantesca cuando hay que comprar unas pinzas y pasar el fin de semana) y yo me quedé con las galletitas, que bien me durarían tres o cuatro días. Nos despedimos con un “que te vaya bien” mutuo. Ambos lo necesitábamos, de seguro.

Las laminillas de hojaldre estaban muy buenas y crujientes; aunque todavía les quedaba el dejo amargo del polvo de hornear, el sabor que quedaba en la lengua era el dulce de la escarcha azucarada.

9 comentarios:

Fëaluin dijo...

No es que te quiera hacer sentir mejor, (mal de muchos...) pero yo tambien soy un idiota vicioso. Como dices, no son vicios tan mal vistos como la droga (incluidos el tabaco y el alcohol), pero aparte de la lectura he sido vicioso de ver TV, de ser flojo y de ser comodino y mediocre.

Tengo carrera y sin falta modestia me considero más inteligente y más culto que el promedio.

Pero soy vicioso y aunque llevo años combatiendo la flojera y quiero dejar de ser cómodamente mediocre, la verdad es que hay cosas que no estoy dispuesto a cambiar. Yo si he reconocido lo idiota que soy, pero ni así estoy dispuesto a rehabilitarme. O me he rehabilitado temporalmente y recaigo al vicio.

Excusa de vicioso si tu quieres pero hay cosas que forman parte tan integral de la persona que si renuncia a ellas se renuncia a una parte de uno.

En cuanto a la parte económica, eso es otro cantar... hay viciosos conocidos y desconocidos que tienen vidas holgadas y hasta en abundancia económica... llego a pensar que tiene más que ver con la capacidad volver las relaciones públicas algo natural y espontáneo que con cualquier otra capacidad, habilidad o esfuerzo...

Kitsune dijo...

Qué fuerte!

La verdad es que muchos tenemos de esos vicios mejor vistos y nunca nos ponemos a recapacitar en ello. Al igual que Fëaluin soy una floja y comodina de lo peor, a veces tengo escuela o algo que hacer y parece que lo voy dejando, pero en cuanto se me presenta la oportunidad lo retomo sin el menor remordimiento.

Y en cuanto a el gasto de dinero, bueno yo fumé muchísimo por más o menos 8 años y no quiero ni pensar en cuántos libros o discos dejé de comprar, que si bien resultarían vicios al fin (y no aseguran hacerme mejor persona) no hacen daño a mi salud.

Víctor Martínez dijo...

¿Arreglaste tu regadera? Yo de vicios ni hablo tengo de los "culturosos" y de los que a quien conociste te platico, pero bueno he aprendido tambien a arreglar las cosas a manita, si aun tienes lo de casa pendiente mandame un mail, se que no es lo mismo el telefono que una manos para ayudar.

De lo del trabajo... mhhh... se me ocurren un par de ideas descabelladas que pudieran funcionar, deja las aterrizo.

Christian Domínguez Pérez dijo...

¡Y qué decír de los videojuegos! Ya lo dijo Pei en una ocasión si no mal recuerdo: "I don't drink or smoke, I play videogames".

No sé que decír, la verdad si me quedé reflexionando.

Anónimo dijo...

Pensamiento recurrente en mí este que has expresado ahora, cualquier cosa puede ser un vicio. La película "Requiem for a dream", pese a ser considerada únicamente una película de drogadictos, plasma en su historia una buena cantidad de vicios y adicciones: la televisión, el status social, el juego, la comida y hasta el sexo. Yo he sido adepto de vicios por partida doble y contradictoria: lo mismo me envicio con libros y juegos que con cerveza, y ni qué decir del internet. Otros vicios más proscritos he tenido - quizás hasta los propios que tuvo tu interlocutor en esta historia -, y es por ello que no juzgo demasiado a las personas en este aspecto.

Master Pei dijo...

La verdad es que yo tengo muchos vicios, pero suelo hablar de los videojuegos porque los otros prefiero guardármelos.

Me he gastado una buena lana en videojuegos a lo largo de mi vida: todavía recuerdo cuando era niño y mi madre me mandaba a comprar al mercado: siempre buscaba la forma (y las excusa pa justificar mi tardanza) de pasar a las maquinitas. Hubo un tiempo en que iba diario a las maquinitas, en serio todos los días. Sabía que era vicio, así que le bajé. Cuando los Calohtati me conocieron, mi vicio ya estaba bastante más controlado, pero seguía siéndolo. Tenía que jugar el último juego, comprarme la consola más nueva... Afortunadamente, trabajar en la industria me ha quitado el vicio aún más: ahora juego mucho menos que antes, sin obsesión.

Sé que podría vivir sin videojuegos, pero me gusta darme gustitos, así que, ¿por qué no?

Aisling dijo...

Me da gusto que haya despertado tantos comentarios esta anécdota tan simple que me ocurrió. Me puso a reflexionar, pero no quise poner ninguna conclusión, y me alegra ver que tenemos pensamientos tan parecidos.

Fëaluin: Alguien dijo una vez que un vicioso de los libros no saldría de pobre pero estoy de acuerdo que las cuestiones económicas no tienen nada que ver con vicios o falta de. Estoy muy triste porque a mí me enseñaron a trabajar duro en vez de crear conectes, pero ya qué. No quiero ser rica, pero tampoco consigo acostumbrarme a sufrir por los pagos a fin de mes (cosa que se me ha vuelto cotidiana desde que me quedé sin trabajo en la universidad). Sólo espero una oportunidad para cambiar eso.

Kit: No creo que las personas "flojas" como Fëaluin o como tú (y hasta como yo, si a esas vamos) lo seamos realmente... pero creo que lo que trabajamos no se nota. En un mundo ideal, sería distinto.

Vic: Sips, arreglé la regadera. Hasta eso que tengo buena mano para las reparaciones domésticas. Del trabajo... ya veremos pero me has pasado buenas ideas. Gracias. :>

Sul y Pei: Oh, los videojuegos es otro de mis vicios. No sé por qué carambas no se lo mencioné al muchacho de las galletitas. Y como ese es uno de los vicios todavía "mal vistos" sobre todo por ciertos sectores de la sociedad, al menos siento que me equilibra con otros de mis vicios de "mejor reputación".

En fin, que, como dice Izcoatl, mejor no andar juzgando. Sobre la cerveza, mi estimado Iz... la verdad que nunca le he agarrado el sabor, como no sea como aderezo para carne, je, je, je...

Suerte y gracias de nuevo a todos.

Hector Fragoso dijo...

Yo diría que de vicio, vicio, vicio. Pues no la verdad no hay algo que me atrape mucho. A lo mejor es un problema por que uno hace lo que se supone le gusta, pero si lo deja con facilidad, entonces no le gustaba o quien sabe.

Aún así la anécdota es buenísima.

Petrus Angelorum dijo...

Los vicios no admiten disculpas... pero si alguna vez una dilación... por eso, sólo dejo unas palabrillas, con poco sentido, que no menos seso cuestán, para continuar con una costumbre, cara o no tanto, a veces divertida, la escritura... o el arte de ejercer el "espíritu fregativo"...

Petrus, sin Conorte...

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