El Rey Demonio
Cinda Williams Chima
Ediciones Bibliópolis
Cinda Williams Chima
Ediciones Bibliópolis
Lo bueno: Los personajes y el entramado.
Lo malo: El precio y algún que otro cliché.
Lo que ya me esperaba: Va a ser una trilogía o algo así
Sugerencia de título: Los ricos (y los magos) también lloran.
Lo malo: El precio y algún que otro cliché.
Lo que ya me esperaba: Va a ser una trilogía o algo así
Sugerencia de título: Los ricos (y los magos) también lloran.
Calificación: * * *
En estos últimos años, ya es raro que alguien que lea fantasía (y que no sea fan de Harry Potter) llegue muy entusiasmado por un título nuevo que acaba de hallarse. Mucho más raro es que una servidora vaya tras la finta, encuentre algún elemento atractivo en la portada y decida aprovechar que los libros están a seis meses sin intereses en cierta tienda departamental. Luego ocurre, eso sí, que, tras llegar a casa, una servidora abre el nuevo libro de fantasía, pasa algunas páginas y exclama “¡oh, no! ¡Otra historia de mocosos!”. Pero el asunto sigue siendo raro cuando una termina el libro con un suspiro de satisfacción.
El Rey Demonio, de Cinda Williams Chima (una autora de quien en la vida había oído hablar una servidora) tendría todo para convertirse en el libro juvenil del momento. Salvo porque no lo tiene, y ello podría ser una ventaja. ¿Cómo está eso? Ajá, los personajes principales son adolescentes con broncas, el estilo es contemporáneo y todo eso. Pero no tiene mucha acción (a una servidora le sienta bien ese detalle), el romance es mesurado y, lo mejor de todo, la trama está algo más complicadona que el promedio; es por ello que de seguro los jóvenes amantes de colmillitos diurnos, zarpas pelosas y varitas mágicas la encontrarán algo indigesta.
Veamos la historia... Han Alister es un chico de dieciséis años que, después de forjarse una reputación temible como delincuente callejero y líder de pandillas, ha decidido comenzar a ganarse la vida de una manera decente y ahorrarle disgustos y mortificaciones a su mamá, lavandera de ajeno, y a su hermanita, que va a la escuela y podría tener un mejor futuro que él. Desde que tiene memoria, Han lleva puestas unas gruesas pulseras de plata que parecen crecer con él; por más que quiere quitárselas para venderlas no lo logra, y por ello su buen propósito (que arrastra, claro, su pésima fama) lo pone a hacer de mandadero, buscador de hierbas, jornalero y cazador.
En el mundo en el que habita, coexisten diferentes tipos de personas y culturas: están los clanes, que llevan un estilo de vida parecido al de los indios norteamericanos; las escuelas de guerreros, a las que sólo acceden los que pueden pagárselas; los citadinos, casi siempre en la miseria extrema (la familia de Han pertenece a éstos); y los magos, de quienes todos desconfían. Y está, por supuesto, la familia de la Reina, quienes, como buena clase política, no tiene la más mínima idea de lo que ocurre con el resto de la humanidad. La princesa Raisa, hija mayor de la Reina y su consorte (un noble de los clanes, por cierto), tiene sus problemitas propios y quisiera algo más que los fiestones, los amigos de abolengo, los vestidos de moda y la vida holgadísima a la que parece estar destinada y que al pobre Han le vendría de perlas.
Los caminos de estos dos se cruzan por primera vez cuando a la Reina y su corte se les antoja salir de cacería, y a tres maguitos jóvenes que los acompañan se les hace fácil provocar un incendio en el bosque para hacer salir a las futuras presas; Han y su amigo de los clanes, Bailarín, tratan de impedir el desbarajuste y el primero le arrebata a Micah Bayar, el hijo del gran mago de la corte, un misterioso amuleto que quema al tacto.
Han no tiene idea de lo que acaba de conseguirse, pero a partir de entonces todo empieza a salirle mal: su mamá pierde el empleo, lo buscan por asesinato, los miembros de su ex-pandilla lo acusan de traición y los de pandillas rivales quieren saldarle viejas cuentas... Todo porque alguien quiere recuperar ese amuleto, y está más que dispuesto a matar por ello. Al mismo tiempo, Raisa se da cuenta de que algo va muy mal con su mamá: el gran mago Gavan Bayar, que debería servirla, la tiene de punto menos que de criada, salvoconducto y trofeo. Tanto los clanes como la familia real habían tenido a los magos bajo control siempre, pero eso podría estar cambiando. Si así fuera, tal vez se repetiría una tragedia de mil años atrás que por poco acaba con el mundo, y en la que una valiente reina, Hanalea, venció al Rey Demonio, un hechicero poderosísimo que por cierto llevaba un amuleto muy similar al que tiene Han. Ahora, falta que todo ello sea una mentira...
De El Rey Demonio se tiene que decir, en primer lugar, algo que hasta hace poco una servidora no creía que hubiera que mencionar en las reseñas de libros: está bien escrito y se lee a gusto, pero alcanza a sacudir la inteligencia: cuenta con toda una maraña de enredos y situaciones que la autora, hasta eso, maneja muy bien. Lo malo es que se trata, precisamente, de una maraña y no mucho más; al final, apenas la mitad de la madeja queda desenredada. Pero lo que la salva son sus personajes, llenos de matices casi, casi cooperianos. Los protagonistas adolescentes Han y Raina, y los coetáneos que los rodean (Micah, Bailarín y otros) se ven más que compensados por adultos realistas y bien construídos.
Es la caracterización lo que me hace pensar que Williams Chima aprendió truquitos de la vieja escuela (y eso, créanme, es un alivio), aunque en algún momento se pone a comparar su libro con Eragon (?). Ahí tenemos a Raisa, que está muy consciente de que el exceso de inocencia es hermano gemelo de la estupidez, saca todo su carisma de su ingenio, sus sinceros esfuerzos por adquirir una conciencia social que sí funcione y su sentido del humor; cuando Han, aunque está desesperado, mantiene la sangre fría al añadir la prostitución a su lista de opciones laborales, nos damos cuenta de que no estamos ante ningún fresa. Hasta otros personajes que ocupan apenas unas veinte líneas prometen volverse muy interesantes.
¿Por qué digo “prometen”? Verán... resulta que El Rey Demonio es la primera parte de, para variar, una trilogía (¡aghhhhhh! ¿Cuándo entenderán quienes aspiran a seguir los pasos de Tolkien que El Señor de los Anillos NO es ninguna trilogía?), y el segundo volumen todavía no sale en los Estados Unidos. Por lo pronto, una servidora ha decidido que sí, que irá por él, aunque tal vez se espere a otra oferta de seis meses.
El Rey Demonio, de Cinda Williams Chima (una autora de quien en la vida había oído hablar una servidora) tendría todo para convertirse en el libro juvenil del momento. Salvo porque no lo tiene, y ello podría ser una ventaja. ¿Cómo está eso? Ajá, los personajes principales son adolescentes con broncas, el estilo es contemporáneo y todo eso. Pero no tiene mucha acción (a una servidora le sienta bien ese detalle), el romance es mesurado y, lo mejor de todo, la trama está algo más complicadona que el promedio; es por ello que de seguro los jóvenes amantes de colmillitos diurnos, zarpas pelosas y varitas mágicas la encontrarán algo indigesta.
Veamos la historia... Han Alister es un chico de dieciséis años que, después de forjarse una reputación temible como delincuente callejero y líder de pandillas, ha decidido comenzar a ganarse la vida de una manera decente y ahorrarle disgustos y mortificaciones a su mamá, lavandera de ajeno, y a su hermanita, que va a la escuela y podría tener un mejor futuro que él. Desde que tiene memoria, Han lleva puestas unas gruesas pulseras de plata que parecen crecer con él; por más que quiere quitárselas para venderlas no lo logra, y por ello su buen propósito (que arrastra, claro, su pésima fama) lo pone a hacer de mandadero, buscador de hierbas, jornalero y cazador.
En el mundo en el que habita, coexisten diferentes tipos de personas y culturas: están los clanes, que llevan un estilo de vida parecido al de los indios norteamericanos; las escuelas de guerreros, a las que sólo acceden los que pueden pagárselas; los citadinos, casi siempre en la miseria extrema (la familia de Han pertenece a éstos); y los magos, de quienes todos desconfían. Y está, por supuesto, la familia de la Reina, quienes, como buena clase política, no tiene la más mínima idea de lo que ocurre con el resto de la humanidad. La princesa Raisa, hija mayor de la Reina y su consorte (un noble de los clanes, por cierto), tiene sus problemitas propios y quisiera algo más que los fiestones, los amigos de abolengo, los vestidos de moda y la vida holgadísima a la que parece estar destinada y que al pobre Han le vendría de perlas.
Los caminos de estos dos se cruzan por primera vez cuando a la Reina y su corte se les antoja salir de cacería, y a tres maguitos jóvenes que los acompañan se les hace fácil provocar un incendio en el bosque para hacer salir a las futuras presas; Han y su amigo de los clanes, Bailarín, tratan de impedir el desbarajuste y el primero le arrebata a Micah Bayar, el hijo del gran mago de la corte, un misterioso amuleto que quema al tacto.
Han no tiene idea de lo que acaba de conseguirse, pero a partir de entonces todo empieza a salirle mal: su mamá pierde el empleo, lo buscan por asesinato, los miembros de su ex-pandilla lo acusan de traición y los de pandillas rivales quieren saldarle viejas cuentas... Todo porque alguien quiere recuperar ese amuleto, y está más que dispuesto a matar por ello. Al mismo tiempo, Raisa se da cuenta de que algo va muy mal con su mamá: el gran mago Gavan Bayar, que debería servirla, la tiene de punto menos que de criada, salvoconducto y trofeo. Tanto los clanes como la familia real habían tenido a los magos bajo control siempre, pero eso podría estar cambiando. Si así fuera, tal vez se repetiría una tragedia de mil años atrás que por poco acaba con el mundo, y en la que una valiente reina, Hanalea, venció al Rey Demonio, un hechicero poderosísimo que por cierto llevaba un amuleto muy similar al que tiene Han. Ahora, falta que todo ello sea una mentira...
De El Rey Demonio se tiene que decir, en primer lugar, algo que hasta hace poco una servidora no creía que hubiera que mencionar en las reseñas de libros: está bien escrito y se lee a gusto, pero alcanza a sacudir la inteligencia: cuenta con toda una maraña de enredos y situaciones que la autora, hasta eso, maneja muy bien. Lo malo es que se trata, precisamente, de una maraña y no mucho más; al final, apenas la mitad de la madeja queda desenredada. Pero lo que la salva son sus personajes, llenos de matices casi, casi cooperianos. Los protagonistas adolescentes Han y Raina, y los coetáneos que los rodean (Micah, Bailarín y otros) se ven más que compensados por adultos realistas y bien construídos.
Es la caracterización lo que me hace pensar que Williams Chima aprendió truquitos de la vieja escuela (y eso, créanme, es un alivio), aunque en algún momento se pone a comparar su libro con Eragon (?). Ahí tenemos a Raisa, que está muy consciente de que el exceso de inocencia es hermano gemelo de la estupidez, saca todo su carisma de su ingenio, sus sinceros esfuerzos por adquirir una conciencia social que sí funcione y su sentido del humor; cuando Han, aunque está desesperado, mantiene la sangre fría al añadir la prostitución a su lista de opciones laborales, nos damos cuenta de que no estamos ante ningún fresa. Hasta otros personajes que ocupan apenas unas veinte líneas prometen volverse muy interesantes.
¿Por qué digo “prometen”? Verán... resulta que El Rey Demonio es la primera parte de, para variar, una trilogía (¡aghhhhhh! ¿Cuándo entenderán quienes aspiran a seguir los pasos de Tolkien que El Señor de los Anillos NO es ninguna trilogía?), y el segundo volumen todavía no sale en los Estados Unidos. Por lo pronto, una servidora ha decidido que sí, que irá por él, aunque tal vez se espere a otra oferta de seis meses.
Recomendaciones: Para cualquier lector interesado en el género fantástico: los más curtidillos tómenlo como un sabroso postre, no como platillo principal, y los más novatos váyanse con cierta prudencia y pruébenlo con una cuchara pequeña (si primero ingieren una dosis de autores más clásicos, mejor).
Abstenerse: Lectores de best sellers que piensen que Walt Disney es el creador de Winnie Pooh.