Ayer, mis dos preciosos gatitos negros, S. y su hermanita M. (nombres temporales) partieron por fin a su nuevo hogar. Estoy contenta porque conseguimos, como era el propósito inicial, que permanecieran juntos, y porque en su residencia permanente los espera una vida larga, plena y feliz, mucha diversión y excelente trato.
Con todo, ésta es también la primera resquebrajadura de corazón que sufrirá una servidora en la temporada que viene; mi espero comprensible reacción inmediata es sentir que mi enorme y bien organizada familia felina se irá desprendiendo pétalo a pétalo de mi lado. Yo sería pésima como madre de humanos (y para ser sinceros, me vale), porque, aunque creo que no me costaría trabajo asumir cuestiones como la independencia de los hijos, su libertad y etcétera, no me faltaría un gusanito casi casi permanente que mordisqueara mi espíritu con un montón de preguntas abiertas sobre que si de verdad a medio mundo no le iría mejor bajo mis alas, por otro lado no tan seguras. Muy chocante de imaginar: Brittney Spears bajo mis alas. La cámara de diputados bajo mis alas. Corea del Norte bajo mis alas. La política internacional bajo mis alas. La economía nacional muy cerca de mi pico.
Como sea, no puedo encargarme de todo el mundo, al igual que tampoco sería fácil, ni conveniente, conservar a dieciséis gatitos, por mucho que los quisiera, en la casa de ustedes. Así que por el momento lo que quiero es rezar con mucha fuerza por que a S. y a M. les vaya muy, muy bien; después de todas las privaciones y peligros que pasaron, la verdad se lo merecen. A M., que se ha puesto muy bonita con sus ojotes amarillos, la piel atigrada muy suave y la cara redonda y vivaz, la acuné unos minutos antes de meterla en su jaula de transporte, y le susurré que tendría que ser ahora mutua la promesa con la que la recogí, a ella y a su hermano: que nunca más tuviera que llorar, que nunca se le oyeran esos maulliditos que partían el alma, como el día que los hallé.
Me dijeron hoy que ni ella ni S. lloraron en el camino, que se portaron muy bien y que comieron lo suficiente al llegar a su casa. Todavía tendrán que adaptarse a su nuevo entorno, pero las cosas pintan bien para ellos. Eso es lo que más deseo.
Con todo, ésta es también la primera resquebrajadura de corazón que sufrirá una servidora en la temporada que viene; mi espero comprensible reacción inmediata es sentir que mi enorme y bien organizada familia felina se irá desprendiendo pétalo a pétalo de mi lado. Yo sería pésima como madre de humanos (y para ser sinceros, me vale), porque, aunque creo que no me costaría trabajo asumir cuestiones como la independencia de los hijos, su libertad y etcétera, no me faltaría un gusanito casi casi permanente que mordisqueara mi espíritu con un montón de preguntas abiertas sobre que si de verdad a medio mundo no le iría mejor bajo mis alas, por otro lado no tan seguras. Muy chocante de imaginar: Brittney Spears bajo mis alas. La cámara de diputados bajo mis alas. Corea del Norte bajo mis alas. La política internacional bajo mis alas. La economía nacional muy cerca de mi pico.
Como sea, no puedo encargarme de todo el mundo, al igual que tampoco sería fácil, ni conveniente, conservar a dieciséis gatitos, por mucho que los quisiera, en la casa de ustedes. Así que por el momento lo que quiero es rezar con mucha fuerza por que a S. y a M. les vaya muy, muy bien; después de todas las privaciones y peligros que pasaron, la verdad se lo merecen. A M., que se ha puesto muy bonita con sus ojotes amarillos, la piel atigrada muy suave y la cara redonda y vivaz, la acuné unos minutos antes de meterla en su jaula de transporte, y le susurré que tendría que ser ahora mutua la promesa con la que la recogí, a ella y a su hermano: que nunca más tuviera que llorar, que nunca se le oyeran esos maulliditos que partían el alma, como el día que los hallé.
Me dijeron hoy que ni ella ni S. lloraron en el camino, que se portaron muy bien y que comieron lo suficiente al llegar a su casa. Todavía tendrán que adaptarse a su nuevo entorno, pero las cosas pintan bien para ellos. Eso es lo que más deseo.
6 comentarios:
Pues suerte a los gatitos en sus nuevos hogares.
Y...
¡Animo!
Ohhhhh!!! Qué feliz estoy de que hayan encontrado un hogar tan hermoso!! Seguro que les irá la mar de bien, Ais, no temas nada!!!! ^_^ siempre es duro ver partir a los seres queridos, sean estos personas o animales jejeje...
Además, estoy segura que cualquier persona "bajo tus alas" no podría estar en mejor lugar ;)
Que bueno que haya una historia felíz para éste par. Me reconforta saber que están juntos, eso hace que me preocupe poco. El mundo es una combinación extraña entre crueldad y ternura, y me encanta cuando ocurren rachas de ternura; hay que emborracharse de ella, para poder aguantar las demás rachas de la vida.
Que bueno saber de ti Ais, espero estes bien. Un besote para ti, y un abrazo al Capi. o7
Y reitero...
Los intelectuales tienen gatos, no hijos.
Me da mucho gusto saber que los minimos ya encontraron casa.
:)
"Los intelectuales tienen gatos, no hijos."
Jajajaja, la verdad la verdad es que esta frase me parece excelente! ¿O será que aplica a mí? (modestia aparte :p Nah, ya ven que yo soy más bien modesto y humilde).
En fin, qué gusto ver que al final encontraron nuevo hogar. No te preocupes, que seguro recibirán mucho amor!
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