lunes, septiembre 20, 2010

Invencible



"En lo más profundo del invierno, aprendí finalmente
que dentro de mí se encuentra un invencible verano".
Albert Camus


Los veranos de Guadalajara tienen un ambiente peculiar: los cielos nublados, la lluvia muy frecuente, el desánimo y la tristeza sutiles en los rostros de todo el mundo y la alegría falsa pero resistente que trata de imponerse desde anuncios espectaculares.

Nunca me ha gustado trabajar en verano. El clima más cálido me predispone a la pereza; la lluvia me complica las salidas de la casa; me pone de malas el añorar las vacaciones que antes podía darme el lujo de tomarme. Es por ello que hace algunos años adquirí una no muy saludable costumbre: al salir del trabajo por las tardes, en lugar de, como buena y dedicada ama de casa, regresar a centenares de tareas domésticas inconclusas, me iba a algún centro comercial a fingir que era una muchacha joven con tiempo libre para tirar, y lista para disfrutar del verano no obstante la lluvia y el bochorno. Me quedaba comtemplando los centros de entretenimiento que se montaban para los niños (carruseles, ruedas de la fortuna, talleres, cocinitas, hasta un herpetario que llegué a ver), entraba a las tiendas a probarme de todo (si encontraba ofertas hasta me compraba alguna estupidez) y me sentaba con un chai frappé, a estirar las piernas, sola (porque mi capitán nunca ha podido aguantar la inactividad, a menos que esté durmiendo) e inmersa en el fingimiento. Una hora después, me regresaba a la casa, a los problemas cotidianos y los pendientes del próximo día.

Esa hora privada y fingida me hacía sentir un poquito mejor. Era un verano artificial, sustituto del otro, el de muchos años atrás, cuando el horario lo marcaba el día y el trabajo (si es que había) tenía una rutina, pero no era igual jamás. En el campo se ordeñaba a las vacas, se separaban los becerros, se cortaba sorgo, se hacía queso. La lluvia no se iba resbalando, como llanto, por las calles, sino que penetraba en el suelo, se convertía en rocío con el sol y le daba al ambiente un aroma incomparable. Y estaban, por supuesto, las flores.


La marca del verano eran las ipomoea, a las que llaman en el pueblo de mi mamá “flor de la mañana”, porque cuando les pega el sol se abren, todas rosadas o púrpuras, esplendorosas entre el verde mojado. No tienen ningún perfume pero no les hace falta. Al atardecer, el único pétalo se enrosca sobre sí mismo. De cuando en cuando la flor cerrada sirve de refugio antitormenta a escarabajos u otros insectos.

Este verano del 2010 no sería ni como los recientes, ni como los de antaño.

En el pasado mes de julio, me entraron, entonces no sabía por qué, unas ganas tremendas de repetir el Crisis Core: Final Fantasy VII, un juego para PSP que terminé por primera vez hará unos dos años y que de hecho les reseñé por aquí. Es una producción muy buena, con mínimos defectos, pero que en lo personal me entristeció lo suficiente como para proponerme no darle una segunda pasada, sino hasta entonces, que fue cuando tomé un archivo viejo y empecé a avanzar sobre la historia tan rápido como me fuera medianamente posible, con todo y que no se me olvidaba que la narración no iba a durar y que no tendría un final feliz.

No voy a contar una vez más de qué trata el juego; si son fans de los RPG y sobre todo de la serie de Final Fantasy supongo que ya lo jugaron; si no lo han hecho, algún día lo harán y se llevarán una sorpresa gratísima. Pero si quieren un resumen en dos patadas del argumento central, va más o menos así: resulta que el adorable protagonista de Crisis Core, Zack Fair, es un muy buen empleado de cierta compañía, pero cuando descubre POR ACCIDENTE que esa compañía anda en malos manejos y está corrupta hasta las células se gana una sentencia de muerte. No me pregunten cómo, pero se las arregla, a pesar de todo, para permanecer optimista; se repite la frase de un mentor suyo (“aférrate a tus sueños”) y allá va. La última parte de su aventura la pasa huyendo de perseguidores que van tras él a centenares, como si fuera no un criminal, sino todo un ejército subversivo; ahí está que hasta uno de sus colegas le envía en un mensaje de texto: “Pero por Dios, amigo, ¿pues qué hiciste?”

Afuera, en la realidad, las cosas no iban tan diferentes.

El verano se acercaba a su fin, como la historia de Zack (otra vez), como mi propia historia en cierto modo. Y yo no quería terminar en un lodazal, sin fuerzas siquiera para levantar la vista. Lo lamento, pero igual así percibía mi situación.

Según iba avanzando en el juego, me iba llenando un presentimiento raro: que no me quedaba mucho tiempo (es decir, en mi empleo; en mi empleo de quince años). Sin embargo, yo no quería irme así: no como criminal, no huyendo. Pero no pintaba de otra forma el asunto: faltaban tres semanas para iniciar los cursos de otoño y no se me había dicho ni una sola palabra sobre mis clases del siguiente cuatrimestre. Ni “te quedas”, ni “te vas”; nada. A las dos semanas, lo mismo. Pero a los silencios de palabra no les faltaba una avasalladora elocuencia: miradas hostiles como metralla, personas que de pronto le retiraban el saludo a una, la confianza despedazada como piedra de talco, dispersa, en el piso, o haciendo remolinos por el aire y metiéndose a la nariz, y de ahí a los pulmones, a hacer estragos con la vida misma. “Pero por Dios... ¿pues qué hiciste?”

Hasta eso, yo tenía una ventaja con respecto al pobre Zack; sabía perfectamente lo que había hecho. ¿Qué fue? Hablar. Hablar con mis jefes, a quienes siempre les había tenido tanta confianza como para discutir intimidades, sobre lo que estaba mal en el rumbo que iba tomando su negocio. Hablar con toda la sinceridad del mundo. Y preguntar qué se iba a hacer al respecto. La respuesta la recibí indirectamente, primero, por medio de una especie de sanción económica (“porque te atreviste a cuestionarlos”, palabras de la contadora de la empresa), y después, con la elocuencia silenciosa ésa que les comentaba. No sé, ahora que me la pienso, qué esperaba ganar con ello. Yo no estaba salvando la vida de un amigo, ni siquiera peleando por mi propio pellejo. Mi acción no tenía nada de heroico. Lo hubiera sido, tal vez, si las cosas hubieran mejorado un poco.

No quise ahorrarle a mis jefes la molestia de confrontarme, y, además, tenía miedo (¿miedo?¿De qué?). Mi capitán nomás preguntaba que por qué no daba yo el primer paso. En plena huída de la vida real, terminé por segunda vez el Crisis Core. Esta vez no lloré. Me quedé tiesa, reflexionando en mi situación. Creo que aguanté algo así como cinco horas y luego quise irme a caminar. Caí en la cuenta de todo lo que estaba dejando atrás (era un poco como morir), y solté un dique que hubiera desbordado el Atlántico.

Así, sin despedirme, dejé atrás mi relación de quince años. Fui a la calle a probar una ruta nueva, un caminito nuevo, otra parada de camión, después de una llovizna ligera. Mi camino pasaba por un terreno baldío, lleno de broza, donde el suelo aún absorbía el agua sin formar charcos de lodo. El olor a tierra se soltó, incomparable, pero aún así familiar. De pronto se me ocurrió mirar a la derecha y me encontré, revueltas entre montones de plantas vivas y podridas, colgando de una pared de alambre, cuatro o cinco ipomoea moradas, recién abiertas aunque pasaba de las cinco de la tarde, con gotitas de agua en el único pétalo que brillaban por un rayo de sol mínimo que se abría paso entre las nubes.

“Aférrate a tus sueños”, me dije con una voz que no era mía. Y comprendí que, después de todo, el verano (invencible) seguía siendo mi estación favorita del año.

6 comentarios:

Alonzo dijo...

Pués mi estimada Aisling, el leer tu descripción de los veranos de Guadalajara me los recordo, alguna ves estuve por ahi una semana en esa guapa ciudad.

Me gusto tu frase del verano interior cuando estamos en un invierno. me imagine el mas crudo invierno de todos.

Recien atravese una situación laboral similar pero yo con 5 años y acabo de una forma violenta.

Te quedas con miles de cosas en la cabeza y sentimientos normales , como miedo, coraje, tristeza pero como dijo Vigo Mortensen en una entevista

"En esta historia no se esperan recomensas, lo único con lo que te quedas es con la certeza de haber hecho lo correcto"
Bueno mas o menos asi iba.

saludos !

Alonzo dijo...

Recompensas*

Christian Domínguez Pérez dijo...

¡Me alegra mucho tenerte de vuelta Ais! Y es que sabes lo mucho que disfruto leer todo cuanto escribes.

Ya opinando más sobre el texto, en mi caso también estoy luchando duro por mis sueños y constantmente me he preguntado sobre qué tanto valen la pena. Sobre si de verdad es justo arriesgar tantas cosas valiosísimas por ello. Sobre si, "al final", traerán algo bueno. Pero soy una persona que no creé en las casualidades, que piensa que las voces de apoyo que han surgido, aún sin ellas mismas darse cuenta, señalan un camino que verá la luz. Pienso que el leer tu post, no sólo me ayudó a comprender mejor las razones del porqué veía desánimo en una de las personas cuya fortaleza de principios más admiro, sino que también ayudó a alguien que lucha contra sus propios inviernos en una tierra lejana.

¡Un abrazo muy fuerte hasta Guadalajara!

Ánima Ilustradora dijo...

Querida Laura, siento mucho que hayas tenido que pasar por esa terrible experiencia (ya sabes, comprendo tus sentimientos)si bien es cierto que el asunto deja una sensación de traición y desaliento todo acaba por volver a su cause y se termina por mejorar. Yo tampoco creo en las casualidades, mantente alerta a las nuevas oporunidades, ahora mas que nunca, persigue tus sueños y no te arrepientas de lo que hiciste. Algo que me ayudó mucho aquella vez, fue que al hacer mi CV me di cuenta "verdaderamente" del camino recorrido y de todo lo que había logrado, eso me dio muchos animos para comprender que los años no fueron en valde y que de verdad valieron la pena a pesar del desenlace...
Con cariño
Ana

Master Pei dijo...

Qué bonito post...

:D

(speechless...)

Chiisa Yanagi dijo...

*O* Zaaaaaack!!!! lo adoro!!!
"¡Abraza tus sueños!" =DDDDDDDDD
Me encanta la frase y la historia del juego. :3

Aquí llueve poco, por eso adoro los días que llueve, siempre y cuando haga fresquito, porque en verano, depende de como llueva, luego hace más calor. >o<

Los paseos a solas para despejarse, siempre van bien. :3

Lástima que los 'supeiores' no sepan ver que tienen errores y no saben aceptar las cosas como son, y para postres se ponen así contigo D:, a la próxima casi mejor que les den morcilla y acaben en un precipicio por no encaminarse bien. Ale.

Respecto a lo tuyo, querida Aisling, los cambios son buenos :3 Así que te animo que seas positiva y no te rindas, que ese espíritu y carácter de Zack te invada. =D Yo estoy segura que darás con un sitio muy bueno para ti. ^^
Quizás, después de todo, era momento de cambiar de aires y empezar a rodearte de otro entorno y otras energías. =D

Ánimo con todo, hermosota. ^___^

P.D - Qué encantadora flor!!! Toda una señal para ti, eh =D

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