martes, agosto 17, 2010

Corazón



Era un día que andaba dándome la vuelta por el tianguis que se pone los jueves, paralelo a las vías del tren, casi frente a la Gran Plaza, justo en el límite entre Guadalajara y Zapopan. Voy ahí prácticamente cada semana a comprar fruta, verdura y pollo fresco. De cuando en cuando, también, me distraigo viendo alguna cosa bonita (ropa, videojuegos usados, adornos para el pelo). Como aquella ocasión en la que me entretuve en un puesto de cosméticos para revisar unas brochas muy finas y suaves.

Un señor se acercó a las dos o tres mujeres que rondábamos el sitio; de reojo vi que traía un bote de colecta sellado y un montón de volantes impresos. Ah, adiviné de inmediato; otro que viene a pedir dinero para un asilo de alcohólicos y drogadictos. No se lo niego a esta clase de gente (nótese el tono discriminatorio) desde que uno de ellos me diera una lección de humildad, hace ya un par de años. Así que apenas el señor comenzaba en un murmullo “¿No gusta cooperar...?”, le resoplé un “ajá” y, sin mirarlo siquiera, puse una moneda en la alcancía para que me dejara seguir viendo mis brochas.

Pero no se fue. Pasaron varios segundos hasta que sentí su mirada. Levanté la cara y me encontré de golpe con sus ojos, verdes como los míos.

- Qué gran corazón tiene usted, señorita - me dijo.

- ¿Uhhhhhhh...? - la frase me tomó completamente por sorpresa.

- Dije - repitió el señor, más despacio, como si no le hubiera entendido - que qué gran corazón tiene usted, señorita... ¿de dónde es usted?

- Uhhhhh... de... de aquí, ¿por?

- Porque - insistió el señor - tiene usted un corazón muy grande, señorita... ni siquiera le había dicho por qué y usted ya estaba dándome dinero... ¿Así le hace con todo el mundo, señorita? ¿Le piden y usted da?

- ...No... no... - es en serio. No.

- Tiene usted un corazón muy grande, señorita - y dale con lo mismo.

- Bueno, no... pero tengo buenos ojos -. Lo que quise decir, en castellano pero sin que sonara demasiado feo, era “lo que pasa es que vi su alcancía y su montón de volantes y adiviné que iba a pedirme dinero para otro de esos ridículos asilos para drogadictos que abundan aquí, así que le di cinco pesos para que me dejara en paz”. Pero como siempre me salió una estupidez de la boca. El día que se otorguen los premios a las peores respuestas a un cumplido, de seguro me ganaré uno.

- Ya, con confianza, dígame, ¿de dónde es usted? - volvió a preguntarme el señor.

- De... de aquí -. Parecía que una parte de nuestra conversación se hubiera borrado.

- ¿Nació aquí?

- Ajá.

- Pero sus papás, son de fuera, ¿verdad? -. De fuera significa “extranjeros”. La frase “tú no eres inglesa; eres demasiado amable” fue una de las cosas... ejem... ¿bonitas? que me llegaron a decir en Birmingham. Los mismos mexicanos no nos creemos la fama de cortesía que tenemos en todo el mundo.

Respondí con una media mentira: que mis papás son de Zacatecas (sólo mi mamá es de allá) y el señor, muy entusiasmado, se soltó platicando de todos los municipios de ese estado que conocía. Su familia era de Florencia, un pueblo entre montañas cercano al de mi mamá. Mis ojos verdes vienen de esa zona, y también los de él. Los míos salieron, además, del sur de Jalisco.

Al final, el señor se despidió con un apretón de manos. Casi se le olvidó ofrecerme su volante. Yo casi me olvidé de las brochas.

Y a todo esto, ¿qué hay de mi corazón, el centro involuntario de la charla? Voy a confesar algo: mi corazón es pequeñito, reseco y poroso como un pedazo de proteína de soya. Pero, de la misma manera, de vez en cuando se humedece y aumenta dos o tres veces su tamaño, y se vuelve suave, sabroso y nutritivo.

6 comentarios:

Hector Fragoso dijo...

Lástima que yo no sea así. Al vivir cerca de un mercado te das cuenta de todos los trucos que hace las personas para "pedirte" unas monedas, desde el clásico lisiado hasta el que se hace pasar por ciego. Mi corazón hacia la caridad solo es para los ancianos los cuales deben de cubrir ciertas características; una de ellas puede ser que en verdad esten muy fregados y si mi ojo revisor lo permite les regalo una moneda. Los demás se merecen mi desprecio y mi intolerancia. Sé que es muy probable que por esa actitud una lugarcito me aguarde en el infierno pero que le vamos a hacer.

Master Pei dijo...

A mí también me sorprende tu generosidad, Ais. Y no porque dude que seas generosa (que sé bien que lo eres en abundancia), sino porque yo, como Héctor, desconfío demasiado de la gente que pide dinero en las calles, sobre todo porque también me sé dos que tres truquillos que usan y eso. Pero bueno, estuvo chido que el señor se entusiasmara tanto con tu generosidad. Yo creo que no le toca ver mucha gente así y por eso, ¿no?

Un abrazo!

Arc dijo...

"...¿pero que le vamos a hacer?"

¿Cambiar? ¿Intentar ser mejores personas todo el tiempo?

Si toda la gente que merece mi desprecio e intolerancia por lo inferiores que son a mi, recibiera lo que es justo, ya me hubiera quedado solo.

Es cuestión de crecer juntos, pienso yo.


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Hola Ais! Que bueno leerte de vuelta. No te desaparezcas por tanto tiempo!
Con amor,
-Arc

Chendo dijo...

A mi se me hace que tienes un buen corazón y si es como la soya pues tanto mejor, sólo requiere de dedicación, tiempo y cariño para hacer un delicioso guisado, nutritivo y saludable. Pues bien, la verdad en mi caso no doy dinero a cualquier gente ... digamos que trato de ayudar a la gente que conozco y que sé que tienen diversas necesidades ... no es mucho pero algo es algo.

Dark Soulless dijo...

Yo a veces soy así y me es molesto conmigo, por que no quiero ser bueno .__. a veces creo que abusan de la bondad y entonces dejo de confiar en la gente, tal vez por que la mitad de los que piden dinero lo usan con fines para los cuales no les das el dinero y eso desacredita al resto.

Creo que a pesar de que tu acción no fue movida por la nobleza o por la caridad, sigue siendo bien recibida, por que a fin de cuentas, fue una buena acción y las buenas acciones vienen de las buenas personas.

¡Algún día quisiera conocerla en persona! Me gustaría darle un gran abrazo (:

Nos vemos luego, que Dios la bendiga, abrazos, bye :D

Rwddael Argonar Nyrennsen dijo...

Humildad, bondad, hay días que he perdido mis esperanzas en el mundo, y ante aquellos con necesidades (verdaderas o falsas) ni siquiera dirijo mi mirada.

Es fácil reconocer a los buenos, los malos nos fundimos en las sombras.

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