miércoles, diciembre 16, 2009

Ray Bradbury en FIL 2009

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No es reciente, y le puse algo de montaje porque no tenía mucho que hacer... pero ésta sigue siendo mi foto favorita de Ray Bradbury.

El primer escritor de ciencia ficción para una servidora de ustedes fue Fredric Brown. ¿El segundo? Ray Bradbury, por supuesto. Recién llegada a la secundaria, tuve que “pagar el precio” de leer un libro que me pasó mi hermana con tal de que me soltara las Crónicas Marcianas, Ediciones Minotauro, prólogo de Jorge Luis Borges. Yo ni sabía quién era ese tal Borges. Pero igual me estaba costando trabajo imaginarme al tal Bradbury, aunque algo en el nombre de ambos me sonaba. Pero aun vendría un largo camino qué recorrer... poquito antes de que aquel gran bibliotecario ciego me diera una enorme lección de humildad cuando, por propia iniciativa y no por el programa escolar, decidí tomar por asalto “la lengua de los ásperos sajones”, ya tenía por delante Farenhet 451 y El vino del estío... y creo que fue aquí cuando comencé a sentir de cerca y amar a este señor, a este escritor.

Bien, el primero de diciembre de 2009, pude conocerlo junto con muchos otros lectores, lo más cerca probablemente que podré tenerlo alguna vez, en una pantalla gigante, transmisión vía satélite.

Bradbury tiene casi noventa años; se ve lúcido, pero frágil. Su imagen me recuerda un poco a su propia descripción de la abuelita que se despide en El vino del estío. Esto es muy triste, porque en mi salón de la universidad yo tenía una foto suya de joven, con ojotes soñadores y cabello rubio; los ojos, hasta eso, no han cambiado, pero cómo me gustaría que el señor tuviera la misma fuerza que la abuela, que no necesitara silla de ruedas.

Junto a él está Sam Weller, su biógrafo. Se nos dice que hay cámaras que nos apuntan y que el autor nos está viendo; ¿será cierto? No parece. Entonces la gente comienza a aplaudir y a gritar; el anciano escritor se mueve y esboza una media sonrisa. Y ahí desaparecen las preocupaciones.

Weller lleva la conversación, pero Bradbury habla hasta por las orejas, con un buen humor contagioso y reconfortante; se pone a platicar sobre todo anécdotas (algunas las conocíamos; otras no). Ya sabíamos que había estado en México (varias de sus historias lo dan a entender), pero no que se había hospedado en el Hotel Fénix de Guadalajara; que había escrito el guión de Moby Dick de John Huston, pero no que lo había hecho creyéndose, literalmente, Herman Melville; que había tenido contacto con bastantes escritores de ciencia ficción, pero no que hubiera adoptado a Leigh Brackett como maestra.

El que pensara que la ciencia ficción dura no tiene corazón ya nos lo olíamos, al igual que la filosofía de vida que este visionario del walkman ha seguido, y se nota, con tremenda fidelidad: hay que amar lo que uno hace, y hacer lo que uno ama.


Fue una tarde deliciosa; sigo juntando pruebas de que mi teoría según la cual una persona querida, aun a la distancia, puede entibiarle el corazón a uno. Siguió una ronda de preguntas, y aunque Bradbury no respondió con el detalle que me hubiera gustado a la mía (sobre su editor argentino, Paco Porrúa) un par de cosillas no se me van a olvidar de la última parte de la sesión: que le envió un beso al público, y que dijo algo que arrancó aplausos a los presentes: “Si alguna vez hubiera personas que no crean en ustedes y los manden a volar, díganles que Ray Bradbury dice que se vayan a volar ellos”.

Voy a tomar en cuenta el consejo, por Dios que sí.

3 comentarios:

Kitsune dijo...

La frase final me sacó una sonrisa enorme
:)

Master Pei dijo...

A mí también! Sigamos su consejo! Que neta me llegó =D

Petrus Angelorum dijo...

Y no me crees lo de Conorte...

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