viernes, septiembre 11, 2009

Niños jugando a los toros

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"Niños jugando a los toros", de Goya (fragmento)

"Si hemos llegado a ver con gusto semejante crueldad
es porque no reflexionamos ni un solo instante
en el peligro que corren los toreros
ni en el horrible sufrimiento de los infelices animales;
es porque la naturaleza del hombre
llega gradualmente a contraer los vicios más repugnantes
y lo que al principio le causa repulsión
se vuelve con el tiempo un voluptuoso placer.


A un niño que sólo se ha nutrido con la leche materna
hacedle saborear por primera vez una gota de licor fuerte
y veréis que la escupirá con asco. Pero guardaos bien
de repetir varias ocasiones la experiencia
pues todos sabéis perfectamente que muy pronto
el inocente niño absorberá con placer
el funesto líquido".


Belisario Domínguez, en su revista El Vate, 1904


Llegué a trabajar duro después de las breves vacaciones, y dejé a Zacatecas con su feria nacional empezada. Hace más de diez años que no voy a la feria, y es una pena, pues solía gustarme mucho todo lo de allá, en especial los juegos mecánicos que se descomponían a medio paseo con la lluvia (siempre hacía falta un toque de emoción), los puestos de comida y juegos donde uno podía ganarse desde peluches hasta aparatos eléctricos, el palacio de las artesanías con las más bonitas exhibiciones de toda la república, la exposición ganadera (los caballos sobre todo). No me gustaba el palenque que presenta cantantes populares porque la mayor parte de las veces éstos se acompañan de un público alcoholizado, pero, aunque ustedes no lo crean, estaba más que acostumbrada al reguero de sangre (impresionante, ahora que me la pienso, para una niña o adolescente) que resbalaba bajo la puerta de cuadrillas, en la plaza de toros. Sangre de verdad, con ese olor inconfundible a metal picante. Cuando llovía, era peor; el asunto hubiera podido compararse a la plaga de Egipto. Pero a mí me habían enseñado a no tenerle miedo a la sangre. Y, cuando asistí a mi primera corrida de toros a los seis años más o menos, simple y sencillamente me habían enseñado a no sentir miedo. Ni compasión. Nada. Pero, de algún modo, nunca conseguí hacerme tan aficionada como el resto de mi familia. Lo que más me seguía gustando de los toros era la Banda del Estado.

Lo verdaderamente malo de la Feria Nacional de Zacatecas son las monstruosas corridas de toros. Incluso con un movimiento antitaurino más o menos constante en la ciudad, no se ha logrado el objetivo final de cancelarlas de una buena vez. Y a eso no hay que culpar el afán de crueldad de las personas, sino la indiferencia con la crecen. Ah, y esa ridícula idea de que para los toros es un honor morir en el ruedo.

Hace algunas semanas el Capitán y yo escuchábamos radio un domingo por la noche después de haber llevado a Hellnike a la central camionera; nuestro viejo aparato del auto se quedó fundido en una sola estación, y justo entonces estaba al aire un programa de toros que conduce una señora; siempre me toca oírlo por casualidad y me pierdo el nombre de la comentarista, pero tiene acento andaluz, me parece (soy mala para identificar los acentos del castellano) y voz de ebria. Nos enteramos ahí que los empresarios de Zacatecas tenían planeado un festival taurino infantil para el próximo 15 de septiembre, con el objeto, dijo la señora borracha, de que las nuevas generaciones fueran cultivándose (?) en la afición. En él participarán puros menores de edad, entre ellos el ya famoso Michelito Lagravere, el rejoneador Eduardo Rubí, Platerito de Zacatecas y los forcados infantiles de Nuevo León. El juez de plaza también será un niño, y se dejará fuera a los miembros adultos de la banda. Para no desentonar, y para que no haya riesgo de “accidentes” por supuesto, se lidiarán becerritos (o, como les dicen para esconder el sol con un dedo, “erales”). Sí, animalitos bebés a los que van a torturar y a matar niños que ya han aprendido a quitar la vida con gusto. Me parece que es el colmo de la vergüenza, por decir lo menos. Pero no se me olvida que alguna vez participé de esa vergüenza; mi papá conserva una foto mía, vestidita de manola para un festival, y me quedé mi enorme peinetón de carey (regalo de mis hermanas para ocasiones similares) con todo lo malo y terrible que simboliza, porque la verdad está muy bonito. Ahora que me la pienso, podría venderlo...

No sé la verdad cómo fue que me escapé del mal camino, con familia de aficionados, un bisabuelo torero ni más ni menos, y mi papá que alguna vez participó en una corridita para festejar el día del médico. Me acuerdo que yo estaba enferma con calentura en cama y no pude asistir, pero cuando mi papá se presentó al llegar, con la ropa (un traje normal, gracias a Dios) llena de lodo y un montón de despojos sangrientos en las manos (al pobre animal que toreó lo mutilaron que era un gusto) le dije que por favor se llevara esas porquerías inmediatamente. Pero después, cuando hizo disecar las orejas y el rabo, todavía pude vencer mi asco lo suficiente como para utilizarlas para jugar a los toros con mis amiguitos de la primaria. Vaya.

Les decía, no sé cómo ni cuándo retomé la senda del bien. Sólo recuerdo que las últimas veces que me obligaron a ir a una corrida, prácticamente a fuerzas, me llevaba un libro y procuraba que el resto del universo se diera cuenta del absoluto desprecio que me causaba tal actividad. Todavía no llegaba la compasión. Pero lo que no ganó la piedad humana lo pudo conseguir la inteligencia animal; no recuerdo quién estaba toreando aquella tarde de principios o mediados de los ochenta (de hecho íbamos de camino a Zacatecas y oyendo la narración por radio), pero sí que el toro en cuestión, cuando llegó la hora de que el “diestro” entrara a matar, perdió por completo el interés en la muleta. La voz del comentarista taurino denotaba asombro, y no me pregunten porque yo tampoco lo entiendo, pero el toro se fue derecho hacia donde estaba el juez de plaza, se plantó frente a él y ahí se quedó parado. Los monosabios empezaron a provocarlo, el matador le dio con el palo de la muleta... y él nada. Era como si supiera que su única oportunidad de vivir estaba ahí. Entonces muchísimos de los presentes se emocionaron y sacaron pañuelos blancos para pedir el indulto del toro. Poco a poco fueron más, más, más... Transcurrieron minutos que se me hicieron eternos. Y entonces el juez sacó a su vez un pañuelo; el toro podría vivir. Me acuerdo que casi me dieron ganas de llorar; me puse a decir “qué bueno, qué bueno”. Mis papás estaban muy enojados, y decían que no se puede indultar un toro así como así, y que lo más probable era que lo mataran a tiros después de la corrida. Aún quiero pensar que no ocurrió.

Pero total, después de aquello, no volví a poner los pies jamás en una plaza de toros. Unos añitos después, me puse a participar activamente en movimientos antitaurinos. Hice un hiato cuando fui a la universidad. Después, a prestar la mano donde se pudiera. Siempre con la consciencia de que la montaña más alta la tenía en mi propio hogar.

¿Qué fue de esa montaña a lo largo de todos estos años? Me alegra decirles que ahora parece un hormiguero. En ese tiempo he tenido discusiones (algunas bastante feas) con mi familia, críticas de todos lados, algunos dolorosos roces con personas que piensan distinto. Pero los cambios no se perciben de un día para otro, y hace unos días me puse a reflexionar en cuánto tiempo ha pasado desde que mis papás asistieron por última vez a una corrida de toros. Ellos dicen que porque ya no hay carteles que les gusten pero yo sospecho otra cosa. Mis hermanas ya no tienen el mismo entusiasmo que mostraron cuando visitaron España de adolescentes y consiguieron arena de diferentes ruedos para coleccionar; ¿se imaginan la mala vibra?; la mediana (que todavía tiene en su sala una curiosísima pintura taurina donde el toro muestra dentadura superior y largos colmillos (!) reconoce que los toreros ya no le gustan pero más o menos le agrada ver rejoneos; la mayor, que no baja a los rejoneadores de “maricas” por arriesgar a los caballos y que durante un lustro se quejó de “dudas existenciales” con respecto a su afición, acaba de abjurar de la fiesta brava por completo hace menos de una semana (no por mí, dijo, sino porque mi mamá le recordó que a los toros se les clava una divisa con garfio cuando salen al ruedo... pero yo creía que mi hermana, tan experta en la materia y blah blah blah, ya lo sabía). Yo estoy felizmente casada con un hombre que festeja tanto como yo las cogidas de los diestros; entre más graves, mejor (no, no soy de la políticamente correcta idea de que el amor al prójimo y eso, puesto que no se muestra mucho de ese amor al maltratar animales). Así que las cosas van bien en casa, pero todavía me preocupa lo que ocurre afuera.

Siento pena e impotencia por los animalitos bebés que van a ser sacrificados para mayor deshumanización de la humanidad el próximo 15 de septiembre, pero ojalá que alguien con más valor que yo, y más tiempo, pueda externar una protesta. Siempre he fantaseado un poco con colgarle letreros (para no tener que grafitear) a la estatua de un toro bravo que se encuentra frente a las instalaciones de la feria; algo que dijera “Yo también siento” o algo así. O que los niños que participen en esto entren en razón, porque no estoy segura de que los padres tengan remedio. Que alguien les diga que los toros y los caballos sufren y tienen miedo, como las personas, y que matar no es ningún juego. Que un animal con la desesperación del infortunado toro “Pajarito” (por favor no hagan click si son demasiado sensibles... eso no está nada lindo) les pegue un susto mayor. O, si no quedan más recursos, que les confiesen la terrible realidad: que los hombres en traje de luces parecen nenas.

10 comentarios:

Kitsune dijo...

T_T
Yo sí le di click, pero era para recordar sus cascos pasar sobre sus asesinos...

Nona dijo...

No le voy a dar clic, porque se que la imagen podria perseguirme durante mucho tiempo.

Me he emocionado mucho cuando he leido el cachito que has escrito sobre el toro indultado... v_v

Uno de los motivos por los que no me siento tan española es precisamente esta horrible tradicion. Afortunadamente, en mi casa (i en cataluña en general, vaya)siempre se ha estado en contra y no he tenido que vivir por lo que tu. Gracias al cielo.

Solo he asistido a una corrida, aunque no exactamente como las comunes. Es tradicion del pueblo de una amiga mia en Zaragoza, le ponen algo en los cuernos al toro con fuego y claro.. el animal se vuelve loco. El que yo vi, se estampo contra la valla y se desnuco... Me puse a llorar, pero porque pense que que bien que su agonia termino tan rapido (para decepcion de todos los presentes).

La gente que torea sin pincharlos, solo pro torear... ahi no tengo queja, siempre que los dejen tranquilos despues. O como en el pais vasco que se dedican a saltar por encima de ellos y ya esta... Pero lo de ir clavandoles espadas????? yo tb soy de las que disfruta cuando se de toreros que han resultado heridos, que les den... ellos se lo buscan.

Espero que no fructue lo de la corrida infantil y que al final se solucione todo!

Dark Soulless dijo...

.__.

Durante el tiempo que llevo viniendo a este blog, siempre supe que algun día vería este tema.

Con toda honestidad, yo una vez en mi vida fuí a una corrida de toros, porque en Venezuela es algo muy arraigado a sus costumbres.

Así que, un día mi padre y yo fuimos.

No sé si decir que lo disfrute, ya que admito que soy cruel.

Pero, hay algo que detesto y es el daño injustificado hacia cualquier ser vivo.

Una vez puse un video realmente perturbador de los vendedores de pieles en China, así que ví éste también...

No disfruto de la violencia sin sentido.

Nunca entenderé porque le llaman "fiesta" a un evento tan terrible, tan cruel e inhumano.

Sin duda me parece mal que los niños sean llevados a esa clase de lugares, a disfrutar de la sangre, de la muerte, que es un tema tan serio.

Otra cosa que jamas me ha entrado en la cabeza de forma que lo pueda entender, es el porque los toreros tienen viente cobardes defendiendolos y el toro no tiene a nadie que lo defienda, me parece totalmente cobarde.

"Torero cobarde,
no mates al toro,
mejor ve a matar
a tu ma..."

Saludos!

Raven Lausleahleahhann dijo...

Yo confío en esa fuerza universal, justa y oportuna a la que muchos llaman karma... Algún día los indiferentes, los crueles, los tontos, pagarán y aprenderán.

Christian Domínguez Pérez dijo...

Un gran post de principio a fin.

Te felicito desde la elección de imágen, pasando por la cita, hasta la forma en la que lo escribes. Si bien no pienso totalmente igual a ti, si muy, muy parecido y de igual manera aborrezco a la dichosa "fiesta brava". Definitivamente me uno a las voces que piden la desaparición de tan monstruosa afición.

Saludos desde el norte.

Etxeberri van Eyck dijo...

Coincido contigo en todo L. Esta "afición" tan cruel y salvaje me ha acompañado literalmente desde el primer día de mi vida. Como dicen, lo que uno menos puede ver, en casa lo ha de tener. Tengo suficiente material como para hacer mi propio post sobre esta brutalidad y creo que voy a completarlo pronto. Quien disfruta con el sufrimiento de un animal no tiene perdón.

Petrus Angelorum dijo...

Como dato curioso, es México el lugar donde más toros indultados ha habido, algunos de ellos sin merecerlo mucho, pero algunos de ellos si que era para festejarlo: por ahí hay una leyenda de un toro indultado que dio varios des sus descendientes dieron grandes faenas.

Note bene, devolver el toro e indultar el toro no son lo mismo, aunque dejan al toro vivo, bueno también queda el caso que el torero se deje coger por el toro y que por tal caso quede indispuesto para continuar, realemente si el toro coge al torero es porque el torero es un idiota.

Los toreros se enojan demasiado cuando el toro es indultado: buscan matarlo antes de que el público se le entregue al toro, cosa que luego suele ocurrir.

Petrus, que espera que en alguna de sus idas a las corridas pueda ver un toro digno de ser indultado, hasta el momento no me ha tocado en mis idas; los toros indultados los he visto por corridas televisadas o a posteriori.

Petrus Angelorum dijo...

Por cierto.

A la torera Aisling se le va a ir el toro vivo.

Petrus Angelorum dijo...

Recuerdo que hace no mucho me decías que para gente como nosotros había un sitio específico de castigo.

Petrus, que deplora que las personas buenas deseen cosas malas a su projimo.

Aisling dijo...

Uhhhh... si un torero se deja coger por un toro, ¿no será que está DEMASIADO necesitado de cariño, afecto y una pareja de SU PROPIA ESPECIE?

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