miércoles, mayo 21, 2008

Veinte años, antes y después. Parte 5


5. Hacemos a nuestra medida


"La fantasía sigue siendo un derecho humano; hacemos a nuestra medida y a nuestra manera derivada, porque hemos sido hechos, y más aún, a imagen y semejanza de un Hacedor".

J.R.R. Tolkien, Sobre los cuentos de hadas

Empecé la preparatoria con una buena dosis de optimismo y una inyección de creatividad. Antes de que el verano terminara, ya me había contagiado de una enfermedad que aún desconocía, pero que suele pegarle a los que se sienten fascinados por Tolkien y tienen alguna inquietud literaria. Pues ahora resulta que yo también quería escribir fantasía. Y al estilo de Tolkien, ni más ni menos.

Alimentarse de Tolkien y vomitar copias chafas; sí, esa enfermedad de la que nunca se recuperaron Terry Brooks y R. A. Salvatore, por mencionar sólo a algunos. Madre Santísima de Guadalupe, lo bueno es que a los quince todavía tiene uno posibilidades de curación (costó trabajo, pero en algún momento me cayó el viente que lo mío no eran las grandes épicas, sino las pequeñas historias de pequeñas personas con sus pequeños problemas... eso sí, todo en ambiente fantástico simplemente porque se me acomodaba mejor).

Pues ahí está que me puse a inventar mi propio mundillo secundario, donde el sol era amarillo y no verde, y había una sola luna, pero tenía cabida para dos que tres fenómenos extraños. Unos siete años después lo bautizaría como Tyander, una palabra mitad china, mitad vayan ustedes a saber qué, y tengo que confesar (qué horror) que muy al principio estuvo poblado de orquitos y que las historias que ocurrían en él estaban llenas de intrigas políticas/románticas (tanta lectura de Victoria Holt tenía que mostrar consecuencias también).

Escribí algunos borradores de una historia de dos hermanos gemelos (chica y chico), nietos de un dictador estilo Nicolas Ceaucescu, y su confrontación con un villano que no era del todo villano y que sólo buscaba lo mejor para su tierra (?). El asunto, por supuesto, terminaba trágico, con el hermano ciego y minusválido, la hermana autoexiliada con todo y un talismán maldito (¿un anillito? No exactamente, pero por ahí iba la cosa), y su verdadero y único enamorado (que resultaba ser su primo hermano, “medio hermano” en el parentesco de su gente, para mayor afán telenovelero) abandonado, solo, y encadenado a un voto de castidad que no sería correspondido (pues su amada regresaría, años después viuda, embarazada y mortalmente deprimida). Terrible, ¿verdad? Lo más rescatable que hice durante aquel período fue una serie de cuentitos sobre un grupo de duendes que habitaba la jardinera de mi ventana, y que hacía mayormente para divertir a mis amigas. Tal vez algún día la saque de la oscuridad.

Lo único bueno es que Tyander, mi mundito inventado (que no se llamaba Tyander aún) tuvo tiempo de fermentar. Y que, aunque Tolkien seguía siendo su principal inspiración, se iría enriqueciendo con otras lecturas: Ursula LeGuin, Michael Moorcock, Nancy Springer, Michael Ende, Lloyd Alexander, Peter Beagle, Robert E. Howard, H.P. Lovecraft, Louise Cooper y un montón más. Ah, y no olvidemos mis queridos videojuegos. Una de mis primeras historias completas de Tyander se la debo casi por entero a la influencia de Hironobu Sakaguchi, el creador de Final Fantasy. Toda mi gratitud y respeto. Lo mismo a la reexploración de mis lecturas favoritas de la infancia, que igual incluían leyendas antiguas de como veinte mil culturas que libros de ciencia y medicina que guardaban mis papás (la magia de Tyander tiene un cierto trasfondo científico que ha resultado más o menos útil, a pesar de la amarga queja de un par de lectores de los noventa que decían que no era buena porque “no servía para jugar rol”. Sigh).

Pero si las cosas dentro de Tyander se iban desenvolviendo más o menos bien, no estaba pasando lo mismo en la vida real. Como les conté, estudiaba en una escuela espantosa y no voy a decirles cuál es. Pero nomás para que se den una idea, es uno de esos sitios que se jacta de perfeccionismo y de exprimir a sus estudiantes.

Terrible, creo yo, cuando escuelas, empresas, lo que caiga, buscan el éxito (una palabra que llegué a detestar) a costa de los seres humanos. En este sitio en particular, un buen estudiante que se preciara de serlo tenía que estar listo para darlo TODO a cambio de buenas calificaciones, y por todo me refiero precisamente a TODO: desde larguísimas horas de estudio, tareas y trabajos, hasta sobornos, robo de apuntes y exámenes y otras cosas no tan lindas. Los directivos estaban al tanto de ese “TODO”, por supuesto, y encima de tolerarlo, solían promoverlo.

Bueno, pasé ahí tres años la verdad eternos, contando los días que faltaban para terminar... y aferrándome a mi tabla de salvación: entre tanta cosa horrible que llegué a ver y experimentar, ahí estaba mi Señor de los Anillos, nomás para recordarme que la oscuridad no dura para siempre y algunas otras verdades esenciales, y tenerme a rayita en cuanto a comportamiento moral se refería. A lo único que cedí fue a las presiones estéticas: consentí que a mi lacio pelo se le hiciera una permanente química (ochentera) y un día llegué luciendo unos ridículos rizos en forma de tornillo; el asunto me provocó cuero cabelludo reseco y un aborto masivo de espinillas en la frente.

Durante la prepa, me tocó explorar algo más sobre Tolkien: en una librería zacatecana que ya no existe compré El Hobbit, recuerdo, en vísperas de un examen de matemáticas, y esa tarde fue mucho relajo y nada de estudio entre una compañera que ponía el libro en algún estante fuera de mi alcance y yo que me lanzaba a alcanzarlo (yo estaba por llegar a mi metro y medio final, ella pasaba del metro setenta).

También conseguí mi primer estudio sobre Tolkien, el ensayo escrito por Kathryn F. Crabbe, publicado por el Fondo de Cultura Económica. Entre la mala traducción de cierto individuo de mucho prestigio a quien no voy a mencionar, salvo para decir que hizo honor a su apellido, y lo mucho que la señora Crabbe tenía “to crab about” (de estar rezongando), no es la mejor opción para un principiante, pero no contábamos con otra cosa. Incluye una somera biografía y un análisis de ESDLA, y las otras obras que, entre otras cosas, usa de trapeador a Frodo, a Boromir, a Sam y a cualquier otra persona que 1) tenga alguna fallita de carácter, o 2) mida menos del metro setenta. Crabbe es la persona menos objetiva del universo y una fan casi declarada del maniqueísmo, pero ni modo; no había más.

Cuando la preparatoria, también, me tocó ver en video la película de Ralph Bakshi, indirectamente la responsable de todo. No me gustó mucho que digamos (he aquí un fragmento en youtube de la escena más rescatable), pero la tomé como un peor es nada. Existe el mito de que esta película nunca llegó a cine en México: completamente falso. Espero todavía tener un recorte de periódico para probarlo. El Señor de los Anillos, de Bakshi, llegó a México como parte de alguna remesa infantil, y durante fácil diez años estuvo rondando matinées aquí y allá. Un par de veces la pasaron en la ahora desaparecida Sala 2000 en Zacatecas. Me arrepiento bastante de no haber tenido pantalones para pedirle al gerente que me guardara un cartelito, de esos viejitos que tenían un poster con un fotograma.

Ansiosa por leer, por ver más películas, por jugar videojuegos, por crear y aprender, corrí de muy buen humor a abrirle la puerta a mis desorganizados sueños para el futuro. Confiaba plenamente en que uno puede caminar sobre lava sin chamuscarse los pies. No tenía la menor idea de lo equivocada que estaba.

Continuará...


6 comentarios:

Kitsune dijo...

Ouh!
Yo también sufrí de esa enfermedad y escribí un horrible fanfic que incluso leí a los calohtari y espero ya hayan olvidado... y si no... que lo hagan
=/


uno de esos sitios que se jacta de perfeccionismo y de exprimir a sus estudiantes
Sé lo que es... estuve en una de ésas; sin embargo después del segundo semestre encontré a un par de personas agradables y dejé de sufrirlo... al menos mis compañeros valían más la pena que los de ahora...

Chendo dijo...

Por más alejado que parezca les sigo la pista y al respecto me parece bastante positivo el hecho de que finalmente bastantes lectores podremos terminar la hasta hoy día, inconclusa "Veinte años, antes y después", en horabuena. Hasta lo que hoy llevas expuesto me parece que hay ciertas modificaciones, sin embargo, respecto a la fastidiosa escuela vaya que te dejó una marca y sabes bastante bien que te sirvió para evitar ser una persona que acepta y vive en ese tipo de "instituciones", ni modo, son experiencias que nos van formando un cierto criterio. Por otra parte te recomiendo una película llamada "La guerra del fuego" del directo Jean Jacques Annaud que me parece mucho mejor película que 10000 A.C., claro desde mi punto de vista esta última tiene muchos razgos fantásticos e irrealizables, mientras que la otra tiene un enfoque más realista y además se nota que está basada en un trabajo documentado y científico.
Saludos,
Thoron
PD. Me gustaría poder montar un espacio similar al tuyo, pero la verdad no creo tener tiempo para mantenerlo a media forma. Felicidades por tu dedicación.

Aisling dijo...

Je, je, je... Kit, mi aborrecimiento por el fanfic comenzó precisamente cuando El Señor de los Anillos... cuando ni siquiera sabía lo que era un fanfic y una persona cercana a mí se aventó uno... No haré preguntas. :>

¡Thoron! ¡Qué gusto que andes por aquí! Fíjate que siempre me quedé con la duda de si tú en particular habías leído el mensaje que envié a la lista Tolkiendili sobre que iba a poner los Veinte años aquí, ya que fuiste quien más me insistía en que continuara (y te lo agradezco muchísimo). Como la participación en la lista ha disminuído de forma un tanto dramática en el último año (por alguna extraña razón el último correo que envié ahí jamás llegó) no sabía si los mensajes los seguían recibiendo o leyendo las mismas personas, ni nada. Qué bueno que me has estado siguiendo. =)

En efecto, he realizado algunos cambios a los textos originales que mandé a la lista (creo que el más notorio estará en el próximo capítulo, donde he incluído un detalle más sobre la horrible escuela donde estuve), pero básicamente no he alterado la gran cosa. Todo ha sido aumentar, y además añadir links e imágenes, que es la ventaja que le veo a este medio en vez de la lista de correos.

Y sí... ahora, como dices, veo con otros ojos mi experiencia con la escuela horrible... ahora sí que todo nos acaba formando. Sólo me hubiera gustado saber esto en aquellos tiempos. Por supuesto, lo que jamás se me va a olvidar es que le debo la integridad e incluso la supervivencia de mi cuerpo y alma a este libro maravilloso que nos ha conmovido a tantos.

La película de La guerra del fuego la vi hace veinte mil años, en los ochenta (fue la primera cosa que vi con Ron Perlman, que es uno de mis actores favoritos, aunque no aprendí a "reconocerlo", por eso de que siempre sale con máscaras y prótesis, sino hasta que hizo la serie de La bella y la bestia), y por supuesto que está mejor que 10000 AC.

Pero esta última me gustó precisamente por sus tintes fantásticos, porque parece novelita pulp de los años treinta (estilo Conan) o película maldita de Disney (es decir, las películas principalmente de fantasía, terror y aventuras que esta compañía estuvo produciendo en los sesentas y setentas y que después intentó negar su paternidad. Algún día les platicaré de ellas). Me sentí muy contenta de que Roland Emmerich regresara al tipo de películas que le salen mejor después de aventarse bodrios como Godzilla.

Ah, por cierto, todavía no tengo la Guerra del Fuego y también me falta Amigos Inseparables para mi colección de películas de Jean Jaques Annaud. Estoy esperando a las baratas de Blockbuster, que nunca me han quedado mal (risa siniestra).

Saludos a todos y aquí continuamos.

Master Pei dijo...

Ouch, yo también sufrí de esa enfermedad, y lo sabes bien, Aisling. Me da risa (y por qué negarlo, también cierto placer maligno) el que hayas mencionado a Salvatore como uno de los que no se curó de esa enfermedad, y es que una personita me recomendó El Elfo Oscuro y... ejem... cómo decirlo... Digamos que es mi consuelo, por decirlo de algún modo. Supongo que a veces también es bueno leer cosas... así... para apreciar aún más lo que es bueno, no? :p

Bueno, ya me callo :p

Farándula dijo...

Me encanta internet. Me explico

En 2007, curioseando encontré la página de Tyander y, pese a tus actuales reniegos, debo decir que me gustó bastante, era un mundo currado y coherente. También me encantó uno de tus poemas. Llegué al punto de, viendo que la página estaba abandonada, buscar más en internet, pero sin éxito.

Dos años después, revisando mis enlaces en delicious, veo el que agregué de tu página y decido volver a buscar en google. De ahí a un blog con tu nombre completo y después heme aquí. Qué cosas.

Ahora que al fin te tengo localizada pasaré por aquí de vez en cuando.

Saludos

Aisling dijo...

Pei: Créeme que no tenía tan perversas intenciones... pero es que Salvatore es buen creador de personajes para ser tan malo con todo lo demás...

Farándula: !Bienvenida! Qué emoción encontrar a alguien que haya visitado la vieja página de Tyander... y al mismo tiempo, ¡qué vergüenza que en casi diez años no me he detenido a actualizarla!

Ya en varias ocasiones (bueno, a decir verdad la última fue en 2006) pensaba darle seguimiento a la página. Gracias por tus palabras; eso me anima. Y bueno... aunque la página ha sufrido de abandono, yo por mi parte no he dejado Tyander... casi todo lo que escribo en materia de ficción está situado ahí. Últimamente escribo mucho de un Tyander en una época mucho más moderna, aunque la magia sigue vigente, y las razas que describo en el sitio están bastante mezcladas (con algunas excepciones). Ya te contaré un poco más aquí y gracias por visitar. =>

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