jueves, mayo 15, 2008

Veinte años, antes y después. Parte 4

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Pintura "The Ring", por Mark J. Ferrari (1988);
corazones de papel lustre
hechos por mi amiga I. entre 1986 y 1987.

4. Amor imposible

Eran los ochenta. Mi mamá y mis hermanas estaban convencidas de que jamás un chico se fijaría en mí. Había varias razones: no quise renunciar a mi larguísimo pelo, que entonces alcanzaba a servir de bufanda a mi mejor amiga I. (eran los ochenta), me negué a usar ropa ridículamente volátil, a lo Flans (eran los ochenta), y, además, dejé claro desde un principio que no me interesaba el maquillaje (eran los ochenta), y, en todo caso, que jamás me iba a embarrar colores nacarados (eran los ochenta); que apenas amarrada me harían pisar una discoteca (eran los ochenta), que los pasatiempos más frívolos me aburrían (eran los ochenta), que no iba a abandonar los locales de maquinitas nomás porque no eran lugares para mujeres (eran los ochenta), que me caía como gancho al hígado la música de moda (eran los ochenta), y, lo peor de todo, que no iba a fingirme idiota y a cambiar mis conversaciones sobre libros y películas por pláticas estúpidas e inofensivas de ésas que supuestamente hacen que una sea atractiva para los hombres (eran los ochenta).

Tempranamente condenada a la soltería ochentera, tuve la desgracia de encontrarme al hombre perfecto en el lugar más inadecuado del mundo, y finalmente me atreví a confesarle el secretito a mi amiga, I. "I., fíjate que ya encontré a alguien que me gusta mucho". "¿Ah, sí? ¿Dónde lo conociste?" "Eh... el pequeño problema es que no existe". "¿Y se llama...?" " Uhhhh... ehhh... Frodo".

Aunque desde un principio decidí que mi personaje favorito de ESDLA era Gandalf, lo cierto es que estaba enamoradísima de Frodo. Vamos, Frodo era el hombre perfecto para mí: jamás me reprocharía mi falta de estatura, tenía también fama de extravagante, le gustaban los idiomas y era bajito y güero.

(Nota: siempre me gustaron los hombres bajitos y güeros. Acabé con uno alto y moreno, pero bueno... mi mamá quería casarse con un alto y moreno, y quienes me conocen en persona ya se imaginarán con quién terminó. Finalmente las dos encontramos a la pareja perfecta, así que no hay lío).

No era tan malo: muchas amigas de mi edad andaban muriéndose por algún cantante o estrella de cine. Pero de seguro mis sentimientos serían los más enfermizos de todos. ¡Alguien que no existía! Como sea, el romance imaginario me hizo feliz por un rato, y produjo una serie de cartitas cursis y ridículas que nunca me atreví a leerle ni siquiera a I. Con todo, ella me siguió el juego, y me regalaba corazones recortados en papel lustre rosa con la inscripción “L (la inicial de mi nombre real) y F”. ¿Que si estábamos locas? Yo, al menos, sí. Pero el que I me acompañara en la locura fue algo que todavía me emociona y no dejo de apreciar.

El final de la secundaria y mi cumpleaños número quince me agarraron trabada en Las Dos Torres, para ser exactos, en el capítulo donde Frodo, Sam y Gollum se encuentran ante la puerta principal de Mordor y se dan cuenta de que por ahí no podrán pasar. Los días de exámenes y trabajos finales me dejaban, ahora sí, sin NADA de tiempo para leer, salvo un poquitillo durante el desayuno. Y cada mañana era empezar el mismo maldito capítulo porque no conseguía salir de las primeras líneas. Comenzaba a desesperarme muchísimo. Y aunque se supone que es algo importante eso de terminar la secundaria y empezar la preparatoria, lo cierto es que mientras no podía avanzar, la Tierra Media seguía comiéndome tiempo e intelecto.

Cuando por fin llegaron las vacaciones, pude proseguir. Llegué a la escena terrible del encuentro de Frodo y Sam con Ella-Laraña, que, si han leído el libro, no tengo que recordarles; y, si han visto la tercera película, créanme; la sensación horrible que pudo haberles dado en pantalla no se compara a lo que ocurre con la novela. Cielos, me cayó tan pesado, que tuve que encerrarme en mi cuarto a sollozar durante unos dos días (en los cuales, por supuesto, no leí ni media página más), y cuando me enteré de que la cosa no estaba tan mal, no quería creérmela (jamás me tragué lo de la muerte de Gandalf, pero aquí sí nuestro autor me agarró con la guardia baja).

Había un viaje planeado de Zacatecas a Guadalajara y conmigo se fue El Retorno del Rey. Lo estuve leyendo en el auto familiar como pude, con mucho sol, mucho ruido y música de Rocío Banquells en radio (su canción “Habría que inventarte” siempre me recuerda el encuentro de Pippin y Bergil el hijo de Beregond; fue el soundtrack perfecto. Eran los ochenta, ya sé). Ya presentía que la historia iba a concluír en el mismo lugar donde había empezado: el sillón en casa de mis hermanas, aquel donde meses atrás había comenzado a leer antes de que me quitaran mi librito. Así fue. A toda velocidad, terminé ESDLA a la una de la mañana de algún día de julio. Lo que recuerdo, de hecho, es haber leído el único apéndice de la edición mexicana (la historia de Aragorn y Arwen) con los ojos nublados, y luego haberme ido al baño a llorar, con la cara pegada a una toalla para no despertar a nadie.

Me di cuenta de inmediato que el haber acabado ESDLA no me provocó la satisfacción que por lo general sentía al devorarme un libro. Más bien, me sentí de pronto muy vulnerable, como si alguien me hubiera dejado caer en un terreno peligroso del que nunca podría salir. En algún momento hasta me arrepentí. No me dio por pensar que los músculos se sienten débiles y temblorosos después del ejercicio intenso. Yo no lo sabía, pero esos calambres emocionales tenían su razón de ser: El Señor de los Anillos me había hecho más fuerte. Y, por desgracia o gracias a Dios, la vida estaba a punto de ponerme a prueba.

Continuará...

10 comentarios:

Kitsune dijo...

Cuando lo terminé de leer yo tenía una sensación similar... debe ser ese texto en particular...

Fëaluin dijo...

No... no es sólo ese libro...

Yo sentí una especie de angustia y vacio cuando la terminé (siempre la he considerado una novela en 3 tomos)... lo mismo me pasó con alguna de fundación/imperio de Asimov... y alguna otra que ahora mismo no recuerdo.

De hecho ha habido libros que leí muy rápido, pero llegando al final me frené y a veces hice un alto total de varios días en que me negué a terminarlos.

Etxeberri van Eyck dijo...

Yo también lloré cuando se "murió" Frodo... T_T

Sobre el apéndice, lo leí en una cabaña de Mazamitla mientras alguien me amenzaba con contármelo si no me daba prisa en terminarlo. Fue bastante a la carrera y ni lo disfruté, mugre gente... ¬¬

La segunda vez que lo leí fue cuando le agarré sabor, pero pues ya me lo sabía.

Por otro lado, siento como que vamos avanzando más rápido en estas crónicas en el blog que en la lista tolkiendili, y eso me encanta.

Saludos L!

Anónimo dijo...

Fuera de tema quizá, pero eso de enamorarse de un personaje imaginario no es del todo extraño, creo. A mi me sucedió con una caricatura japonesa que llegó a finales de los 80's a México, Robotech, un anime japones tasajeado por Harmony Gold al otro lado del río Bravo. Con un desarrollo secuencial al más puro estilo de las series de televisión actuadas, hacia el final de la primera temporada estaba enamorado del personaje Lisa Hayes, y maldecía al teniente Hunter por no hacer caso de las pretensiones de Lisa. Esta animación de hecho cambio radicalmente mi concepto de caricatura, años después caí en la cuenta de que en realidad lo que yo veía no era una caricatura, si no una "telenovela animada post-apocalíptica espacial", según mi propia definición. Además, esa mima sensación de vacío que tuviste al terminar ESDLA, la sentí cuando finalizó la transmisión de Robotech. Por obvias razones, jamás conté nada de mis aspiraciones "incorpóreas" a tercera personas, y me guardé este asunto en lo más profundo de mi ser, hasta hoy. Saludos.

Christian Domínguez Pérez dijo...

Ma fascinó la parte de "eran los ochenta" ^_^.

Cuando yo lo terminé fue como decirle "adios" a un amigo. Sabía que volvería a recorrer el camino, pero ya no viviría nuevas aventuras junto a esos amados personajes, todo cambiaría y había vuelta de hoja. Fue triste, pero también satisfactorio el saber que había devorado completita esa maravillosa historia.

Aisling dijo...

Fíjense, entonces C.S. Lewis tenía razón. Él dijo que El señor de los anillos era un libro distinto porque una vez que lo terminábamos nos dábamos cuenta que no éramos los mismos.

Ah, y de hecho, Fëaluin, sí es una novela en tres tomos... no la imprimieron toda completa por miedo a que no se vendiera. Tiene su continuidad, aunque a mí me gusta cómo está dividida.

Mac, supuestamente la velocidad que llevo aquí con estas crónicas es la misma de cuando las puse en la lista tolkiendili, es decir, una vez por semana. Pero a mí también se me ha hecho más corta. Será que se me pasa más rápido todo cuando le pongo dibujitos y le busco enlaces. Por cierto, ya no me acuerdo hasta qué parte llegué en la tolkiendili... ¿serán mis nervios, o creo que ya estamos en el límite? Si tienes buena memoria (o mejor relación con la página de yahoo groups) por favor recuérdamelo.

Y sí, Izcoatl, yo me acuerdo también de Robotech, aunque mis amigas y yo por quienes tirábamos baba era por los personajes de Candy. De la primera serie, le echaba porras a Lisa y creía que Rick Hunter era un verdadero idiota...

Sul: es esa tristeza que sentiste la que pienso que compartimos todos los que hayamos leído ESDla.

Etxeberri van Eyck dijo...

Estimada L, llegaste a la parte número 6 en la lista tolkiendili, según acabo de revisar. Nos quedamos en la promesa de la entrega 7, jeje.

O sea que ya falta poco poco.

Aisling dijo...

¿Llegué a la número 6...? Vaya por Dios... entonces tengo memoria corta. Y no sé qué rayos le pasa a mi cuenta de yahoo groups que no me está permitiendo realizar búsquedas de mensajes demasiado viejos.

Bueno, espero que sirva un poquito de consuelo que lo que estoy publicando aquí son versiones corregidas y aumentadas de lo que puse en la lista Tolkiendili. La semana pasada que estuve revisando, añadí algunos detalles a la parte 6.

Y sí... mañana viene la parte 5. Un ratito más y terminamos (todavía estoy considerando el acelere, nomás que no estoy muy segura de tener tiempo para escribir lo suficiente).

Master Pei dijo...

Oops, creo que llegué tarde a comentar (mucha chamba en la oficina). Pero qué decir, estoy de acuerdo con Suldyn: esa sensación que tienes al terminar de leer es porque realmente no querías dejar de vivir esas aventuras; no querías dejar de estar con ellos, que se volvieron tus compañeros y con quienes viviste alegrías y peligros; no querías dejar de caminar por Tierra Media...

Sólo de recordar lo que se siente hizo que me saliera una lagrimita... Bendito sea el Profesor...

Coconut dijo...

Me vas a matar peor nunca he leido los libros ni visto las pelis jeje.

Eso de enamorarse de alguien que no existe es más común de lo que crees. El simple hecho de enamorarse e idealizar a aun ser humano es INVENTAR alguien que no existe. Luego se da uno cuenta de como es la gente en realidad. Y no se diga con los artistas. Ahí si casi nadie se imagina como son en realidad.

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