Fotografía de Carlos Briseño Torres con filtro;
el original es de Arturo Campos Cedillo, La Jornada Jalisco.
Ayer, 19 de noviembre, el ex rector de la Universidad de Guadalajara, Carlos Briseño Torres, se suicidó. Es la noticia oficial, al menos; no tengo ninguna razón para dudar, así que el propósito de esto no es montar alguna teoría de la conspiración ni especular acerca del estado mental del señor; para ello tendría que haberlo tratado personalmente, y nunca se dio el caso. Briseño fungió como rector de la Universidad por un año más o menos, pero ya había estado trabajando ahí por como 20 años. Lo destituyó el consejo universitario en agosto de 2008.
No tengo la menor simpatía por las universidades públicas; creo que la educación superior, en mi país, está al mismo tiempo sobrevalorada (no es verdad que un título universitario garantiza inteligencia, ganas de trabajar, o al menos sentido común) y subvaluada (por llamarse “superior” no debería ser gratuita ni barata, a menos que hubiera becas bien merecidas involucradas); mi entrometimiento con ellas se debe al instinto natural del cliente que quiere recibir algo a cambio de lo que paga (muchos estudiantes y hasta graduados de universidades de gobierno no tienen la menor idea de que su educación baratérrima sale del bolsillo y el trabajo de sus compatriotas), y estoy consciente de que, por desgracia, una parte del presupuesto educativo en México se destina a mantener zánganos y a financiar luchas por el poder. No creo que la cosa sea tan distinta en la de Guadalajara, pero asuntos agradables y postivos han salido de ahí: el fondo editorial, la Feria del Libro, eventos culturales, radio, televisión... Me convertiría con gusto en burócrata con tal de trabajar en alguna de estas dependencias, y procuraría en serio ganarme el pan de cada día; total, ya estoy acostumbrada. Pero no es fácil entrar a la UdG. Bueno, se preguntarán, ¿por qué ando poniendo esto? Porque, verán, el fallecimiento de Briseño me trajo a la mente una experiencia que quisiera compartirles.
El año pasado, unos dos meses antes de su destitución, Briseño habló sobre las ventajas de las clases bilingües. Cito al periódico local Público:
El rector general de la UdeG, Carlos Briseño Torres, prometió ayer que la Universidad dará incentivos a los profesores que impartan sus cursos en inglés y en español, como parte de una estrategia orientada a que los alumnos dominen esa segunda lengua.
Y ahora a Briseño:
“El año próximo pediremos apoyo a la Federación y al gobierno del estado para la contratación de profesores que dominen el inglés. También hay muchos profesores de la UdeG que lo hablan. Vamos a aprovechar esa experiencia e incentivar a los académicos para que impulsen esta labor”.
El Capitán me mostró la noticia, y me miró en silencio dos segundos. Eso de dar clases bilingües es una de las pocas habilidades con las que cuenta una servidora; eran cosa de todos los días en mi perdida cátedra de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Qué bien, le dije; voy a llevar mis papeles a la UdG para que cuando se abra ese programa me consideren como maestra. Puedo empezar así. Y después, quién sabe... ¿el Fondo Editorial...? ¿Proyectos nuevos...?
Hice una llamada telefónica a Recursos Humanos, expuse mis dudas y me dijeron dónde había que acudir. El siguiente día libre me presenté, carpeta en mano, en el edificio a donde me habían dirigido (la Universidad no tiene un ünico campus, sino que está dividida por toda la ciudad). Me dijeron que fuera primero a un piso, donde no entendieron de qué les estaba hablando; y luego a otro, donde se preguntaron quién había sido la persona que me había mandado para allá. Les mencioné el comunicado del rector, pero no sabían nada al respecto. ¿Clases bilingües? Me dijeron que me presentara en la rectoría; eso hice. Nada. De la rectoría me enviaron al primer edificio, pero a otras oficinas. Eso sí; todas las personas con las que traté fueron extremadamente amables y se nota que trataron de ayudar. Lo malo es que no lo lograron.
En las nuevas oficinas, me dieron otra dirección donde había que ir; era una dependencia que quedaba tan cerca de mi punto de partida, que no pude sino pensar que lo único logrado con la vuelta en círculos fue mermar mi presupuesto para transporte. Pero la dependencia nueva, vaya, se veía esperanzadora. La persona a cargo de la dirección platicó conmigo, y me dijo que si me interesaba dar clases de inglés.
- No de inglés - respondí, porque eso no me gusta y no me sale bien -; en inglés - y le comenté lo que había dicho el rector.
La persona sonrió con mucha dulzura (la amabilidad seguía a todo lo que daba), levantó la mirada al cielo y respondió:
- Ah, eso... Ésos son sueños guajiros del rector; la mayoría de nuestros alumnos ni siquiera sabe pegar una palabra con otra en inglés, ¿cómo espera que puedan llevar una clase completa...?
En español mexicano, un “sueño guajiro” es como un “fat chance” en inglés; la expresión se refiere a algo demasiado difícil, imposible, irrealizable.
Salí de las oficinas con mi carpeta cubierta de sudor, y el corazón envuelto en una tristeza profundísima, pesada, intolerable, de ésas que hacen que a uno le den ganas de morirse. Morirse de tristeza, creo yo, es más común que morirse por conspiraciones, pero la primera clase (que a veces es, incluso, espiritual) no vende tantos periódicos. A ver qué dicen del caso de Briseño.
No tengo la menor simpatía por las universidades públicas; creo que la educación superior, en mi país, está al mismo tiempo sobrevalorada (no es verdad que un título universitario garantiza inteligencia, ganas de trabajar, o al menos sentido común) y subvaluada (por llamarse “superior” no debería ser gratuita ni barata, a menos que hubiera becas bien merecidas involucradas); mi entrometimiento con ellas se debe al instinto natural del cliente que quiere recibir algo a cambio de lo que paga (muchos estudiantes y hasta graduados de universidades de gobierno no tienen la menor idea de que su educación baratérrima sale del bolsillo y el trabajo de sus compatriotas), y estoy consciente de que, por desgracia, una parte del presupuesto educativo en México se destina a mantener zánganos y a financiar luchas por el poder. No creo que la cosa sea tan distinta en la de Guadalajara, pero asuntos agradables y postivos han salido de ahí: el fondo editorial, la Feria del Libro, eventos culturales, radio, televisión... Me convertiría con gusto en burócrata con tal de trabajar en alguna de estas dependencias, y procuraría en serio ganarme el pan de cada día; total, ya estoy acostumbrada. Pero no es fácil entrar a la UdG. Bueno, se preguntarán, ¿por qué ando poniendo esto? Porque, verán, el fallecimiento de Briseño me trajo a la mente una experiencia que quisiera compartirles.
El año pasado, unos dos meses antes de su destitución, Briseño habló sobre las ventajas de las clases bilingües. Cito al periódico local Público:
El rector general de la UdeG, Carlos Briseño Torres, prometió ayer que la Universidad dará incentivos a los profesores que impartan sus cursos en inglés y en español, como parte de una estrategia orientada a que los alumnos dominen esa segunda lengua.
Y ahora a Briseño:
“El año próximo pediremos apoyo a la Federación y al gobierno del estado para la contratación de profesores que dominen el inglés. También hay muchos profesores de la UdeG que lo hablan. Vamos a aprovechar esa experiencia e incentivar a los académicos para que impulsen esta labor”.
El Capitán me mostró la noticia, y me miró en silencio dos segundos. Eso de dar clases bilingües es una de las pocas habilidades con las que cuenta una servidora; eran cosa de todos los días en mi perdida cátedra de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Qué bien, le dije; voy a llevar mis papeles a la UdG para que cuando se abra ese programa me consideren como maestra. Puedo empezar así. Y después, quién sabe... ¿el Fondo Editorial...? ¿Proyectos nuevos...?
Hice una llamada telefónica a Recursos Humanos, expuse mis dudas y me dijeron dónde había que acudir. El siguiente día libre me presenté, carpeta en mano, en el edificio a donde me habían dirigido (la Universidad no tiene un ünico campus, sino que está dividida por toda la ciudad). Me dijeron que fuera primero a un piso, donde no entendieron de qué les estaba hablando; y luego a otro, donde se preguntaron quién había sido la persona que me había mandado para allá. Les mencioné el comunicado del rector, pero no sabían nada al respecto. ¿Clases bilingües? Me dijeron que me presentara en la rectoría; eso hice. Nada. De la rectoría me enviaron al primer edificio, pero a otras oficinas. Eso sí; todas las personas con las que traté fueron extremadamente amables y se nota que trataron de ayudar. Lo malo es que no lo lograron.
En las nuevas oficinas, me dieron otra dirección donde había que ir; era una dependencia que quedaba tan cerca de mi punto de partida, que no pude sino pensar que lo único logrado con la vuelta en círculos fue mermar mi presupuesto para transporte. Pero la dependencia nueva, vaya, se veía esperanzadora. La persona a cargo de la dirección platicó conmigo, y me dijo que si me interesaba dar clases de inglés.
- No de inglés - respondí, porque eso no me gusta y no me sale bien -; en inglés - y le comenté lo que había dicho el rector.
La persona sonrió con mucha dulzura (la amabilidad seguía a todo lo que daba), levantó la mirada al cielo y respondió:
- Ah, eso... Ésos son sueños guajiros del rector; la mayoría de nuestros alumnos ni siquiera sabe pegar una palabra con otra en inglés, ¿cómo espera que puedan llevar una clase completa...?
En español mexicano, un “sueño guajiro” es como un “fat chance” en inglés; la expresión se refiere a algo demasiado difícil, imposible, irrealizable.
Salí de las oficinas con mi carpeta cubierta de sudor, y el corazón envuelto en una tristeza profundísima, pesada, intolerable, de ésas que hacen que a uno le den ganas de morirse. Morirse de tristeza, creo yo, es más común que morirse por conspiraciones, pero la primera clase (que a veces es, incluso, espiritual) no vende tantos periódicos. A ver qué dicen del caso de Briseño.
13 comentarios:
Curioso.
Yo he perdido cuatro propuestas porque no puedo dar clases bilingües.
Trabajo de ling. aplicado, me parece que sólo en la city.
A mi me da que sí se murió de tristeza este don... Quién no se muere cuando todo mundo le dice que sus sueños son guajiros???
Hoy este Cuervo quiere ser anónimo :)
Lamentablemente, creo que "sueños guajiros" es muy buena forma de llamar a esa idea que tuvo el entonces rector. Actualmente trabajo en un centro universitario regional (de los que están fuera de GDL), y no les digo cuánto pagan por hora porque me da pena. Basta decir que cuando hay necesidad de fotocopiar material impreso para alguna actividad con los grupos les tengo que pedir a ellos que paguen sus copias porque si las pago yo, me sale más barato no ir a trabajar...
Pero regresando al asunto de las clases bilingues, desafortunadamente, por lo menos en lo que he visto, el nivel de los alumnos no es el adecuado para recibir una. La mayoría de mis alumnos tienen errores de ortografía no sólo en inglés y francés, sino en español y me pregunto cómo rayos llegaron a una institución de nivel superior con carencias tan tremendas como lo son la falta de cultura general y una ortografía superada por cualquier extranjero aprendiendo español.
Por otro lado están los presupuestos, que en la mayoría de sus casos no se aplican a las ideas brillantes-sueños guajiros- sino a las ideas populistas propuestas en su mayoría por burócratas y gente detrás del escritorio. Y no es ataque, se necesita el trabajo administrativo en la udg y en cualquier intitución (yo misma he ocupado esos puestos), simplemente quiero señalar que no se da el seguimiento que se debiera a las buenas propuestas, y por otro lado, no hay límites para las propuestas "taquilleras" que aseguran votos por parte de los estudiantes que eligen consejos y federaciones.
Quisiera concluir con un comentario trascendente y llegador, pero acordarme de mi sueldo me puso triste y me quitó la inspración, así que termino para seguir calificando toneladas de exámenes :(
Sí compañero anónimo, pasa en toda la república. Yo me quiero morir cuando pregunto a mis chavos cuál es la capital de Inglaterra y me responden "Paris", o cuando les recomiendo que escuchen música en inglés y con desdén me dicen "mejor hay que escuchar a Chente". :S
En efecto, los chicos no tienen el nivel para recibir clases en otros idiomas y mi pregunta es ¿Nos vamos a esperar hasta que puedan?
Lo que pienso es que no nos queda de otra que seguirlo intentando. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién?
Después de todo, ¿en manos de quién está la responsabilidad del futuro de nuestro país? En un presidente y unos cuantos políticos o en manos de más de 100 millones de mexicanos?
Seguro nosotros no veremos el cambio pero ¿importa eso?
¡Ay! Ya se que soy una soñadora...
Y aún con todos los antecedentes, tengo la certeza de que uno puede encontrar excelentes estudiantes en escuelas publicas, lástima que sean muy pocos.
Solo me queda decir, "que gacho Nacho, que feo Mateo"
Creo que sus sueños guajiros, pudiesen haber sido el inicio de un gran momento para la esa universidad, lástima, que sean guajiros.
Ojalá y alguien realmente tenga la intención de hacer algo similar, si realmente tienen ganas de sacar a México del triste y profundo maldito agujero del demonio en el que se ha metido.
Nos vemos luego, ciao :)
Por cierto, había por ahí una "ü" con diéresis.
Para presumir que también pongo atención xD
Se veía bien la "ü" feliz :)
Yo creo que tu mataste a Carlos Briseño Torres.
¿Aisling asesina? No creo. Primero mataría a unos cuantos críticos literarios y probablemente a una persona que califique a Tolkien como escritor regular (tirándole a malo).
Lo de Briseño es una pena, pero más pena lo que pasó con él en la U de G. Aunque no olviden que en la teco universidad no cantan mal las rancheras.
Esto es como para la antología doña Ash, así que continuo con el rollo, sólo temo que podría darse otro churro totalitario.
No tengo la menor simpatía por las universidades públicas;
Eso siempre lo dicen los que estudiaron en universidades privadas y han tenido que luchar contra los egresados de las públicas.
creo que la educación superior, en mi país, está al mismo tiempo sobrevalorada (no es verdad que un título universitario garantiza inteligencia, ganas de trabajar, o al menos sentido común)
En el mejor de los casos el título alcanza para comer. Y eso de debe a que el común de los mexicanitos, que nació en el siglo pasado, el poseer un título era sinónimo de ascenso social, estar en un estamento superior. Es cierto, no garantiza inteligencia, aunque se den las herramientas, ganas de trabajar, que eso es cosa de cada persona, o sentido común, después de todo en la academia el common sense también anda escaso.
y subvaluada (por llamarse “superior” no debería ser gratuita ni barata, a menos que hubiera becas bien merecidas involucradas);
Sólo es “superior” en el sentido que es mucho más que la básica. Comprenderá que mi inglés básico no me da para aceptar que Gerard Manley Hopkins sea difícil de traducir, total es sólo otro desconocido poeta inglés católico.
LOOK at the stars! look, look up at the skies!/ O look at all the fire-folk sitting in the air! / The bright boroughs, the circle-citadels there! / Down in dim woods the diamond delves! the elves’-eyes! / The grey lawns cold where gold, where quickgold lies!
Y la universidad nunca ha sido gratuita (no, por lo menos en dos sentidos), barata sí lo ha sido, dependiendo para el nivel de ingresos o fortuna, y lo de las becas siempre ha sido más burocrático que de meritocracia. Y lo de las becas siempre ha sido asistencial y p.c.
mi entrometimiento con ellas [las universidades públicas] se debe al instinto natural del cliente que quiere recibir algo a cambio de lo que paga (muchos estudiantes y hasta graduados de universidades de gobierno no tienen la menor idea de que su educación baratérrima sale del bolsillo y el trabajo de sus compatriotas),
¡Qué me has sorprendido! ¡Los egresados de las universidades públicas robamos al pueblo! ¡Al paredon!
y estoy consciente de que, por desgracia, una parte del presupuesto educativo en México se destina a mantener zánganos y a financiar luchas por el poder.
¡Bienvenida al mundo de los adultos! Y ya que sabe los “grandes males del país”, ¿qué propone? Está bien la denuncia, pero, ¿qué ha hecho para cambiar ese mundo?
No creo que la cosa sea tan distinta en la de Guadalajara, pero asuntos agradables y positivos han salido de ahí: el fondo editorial, la Feria del Libro, eventos culturales, radio, televisión...
La cosa no es sólo en las universidades públicas sino también en las privadas. Es igual: mantienen zánganos y hay una rebatinga por el poder.
Lo curioso es que yo recuerde haber leído un buen número de libros de la U. de G. Y salvo los de Teología de la Ibero no compro libros de las universidades privadas (publican tan pocos… pero eso se entiende, no es negocio un libro que vende 500 ejemplares en diez años).
Me convertiría con gusto en burócrata con tal de trabajar en alguna de estas dependencias, y procuraría en serio ganarme el pan de cada día; total, ya estoy acostumbrada.
¿Cuáles dependencias?, ¿alguna universitaria?
Pero no es fácil entrar a la U. de G.
Tal vez eso se deba a que no hay exámenes de oposición para las cátedras que pudiere ocupar, o bien porque un empleo administrativo o manual no le agrade, después de todo, “yo no me titulé en anglicistica para barrer aulas”.
Bueno, se preguntarán, ¿por qué ando poniendo esto?
Creo saber: ¡por el calentamiento global!
Al anónimo cuervo.
Claro que uno se puede morir de tristeza si le dicen que sus sueños son guajiros. Yo por lo mientras he desterrado mi optimismo.
Lo que se sabe es que ya iba a perder la batalla legal en su lucha por volver a ser rector.
Tolkien? Yo digo que no es necesario leerlo, basta con ver las pelis del señor de los anillos y ya está.
Leído por casualidad en Twitter:
"En todos los países del mundo se cuecen habas, lo malo es que en México ¡SOLO se cuecen habas!".
Sin embargo, este servidor aún cree en este paralelismo entre la vida y los videojuegos: es responsabilidad del jugador subirle al nivel...
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