sábado, febrero 21, 2009

Dusty

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No hay gatos ordinarios. Hay gatos infelices, gatos obligados
a la simulación, gatos insatisfechos, gatos que un incurable
error humano abandona en manos indignas, gatos que esperan
toda su vida una recompensa que nunca vendrá: comprensión
y piedad. Pero tanta miseria y mala suerte no bastan
para formar un gato ordinario.


Colette

Hace un par de días, cuando estaba buscando en la red fotografías de Nora, la gatita pianista, para ilustrar una entrada de mi blog que ya verán más adelante, me encontré con una historia que al parecer estuvo haciendo ruido durante el fin de semana (se nota que he estado un poco alejada de internet, ¿verdad?).

Resulta que el domingo 15 de febrero, dos adolescentes, Kenny Glenn y su hermano Weston, de Lawton, Oklahoma, subieron a youtube un video en el que el primero, con la cara cubierta por un pasamontañas y haciéndose llamar “Timmy”, estrella contra la pared de un baño a su gato Dusty, y después se pone a golpearlo con los puños. La administración del sitio borró el video, pero no antes de que recibiera unas treinta mil visitas, y llevara al descubrimiento de otros dos, donde igual se maltrataba a Dusty y a otro gatito más, uno blanco con manchas negras.


Ahora, no es la primera vez que una escena de tortura hacia un animalito se muestra en internet, pero lo que resultó distinto esta vez fue la reacción de la gigantesca comunidad mundial. Si bien golpear y hacer sufrir a un gatito es horrendo, merecedor de todos los fuegos del infierno en cada orificio anatómico posible, el que los dos jovencitos hayan tenido tan poco seso como para presumirlo resultó estúpido y además providencial. En una nada de tiempo, “Timmy” y su “Camarógrafo” tenían tras sus talones a varios miles de personas que se encargaron de guardar y distribuír el video en cuanto foro pudieron, y de agotar esfuerzos para localizarlos. Y vaya que lo hicieron; alguien identificó la recámara del crío (se alcanza a ver dos segundos en el video) y de ahí brincaron a su myspace. En cuestión de horas, el nombre de Kenny Glenn, su domicilio particular, su teléfono y los datos de sus padres se hicieron del dominio público; fue en un video de Nora donde me tropecé con el caso y la información. La policía de Lawton recibió cientos de llamadas de denuncia y tras una tonelada de presión, Kenny, de 14 años, fue arrestado bajo cargos de crueldad animal. Hay una petición en internet donde se solicita que a él y a su hermano Weston (16 años) se les procese como adultos (es decir, que haya la posibilidad de enviarlos a la cárcel en lugar de que hagan trabajo comunitario y eso); en menos de una semana ha recaudado unas seis mil firmas.

Lo realmente bueno de todo eso es que tanto Dusty como su compañerito de manchas, de nuevo por la presión de la red, fueron rescatados y llevados con un veterinario; ambos están lastimados, pero bien, y pronto se les podrá dar en adopción (me imagino que se van a pelear por ellos, y eso me alegra). Dusty el gatito ya es una celebridad, y cuenta con montones de páginas de apoyo, como ésta en facebook, que además recibe noticias actualizadas del caso.

Sí, me encontré el video por ahí pero no terminé de verlo y no voy a poner un link directo en el blog; la verdad que sí está bastante horrible. Pero, aunque ustedes no lo crean (dado el cariño que le tengo a los gatitos) no fue la golpiza, los ojos temerosos de Dusty y sus débiles maullidos pidiendo ayuda lo que más me perturbó, sino los extrañísimos ruidos (algo así como lo que se oye cuando dos gorilas en celo se pelean; lo he visto en Animal Planet) que su idiota ex-dueño producía mientra lo maltrataba, y la voz ronca con la que le preguntaba: “¿Me odias? ¿Me odias, Dusty?”. Todavía no me cabe en la cabeza que haya gente sobre la tierra, un niño de catorce ni más ni menos, que pueda hacer eso (todo junto: la tortura, los ruidos y esa voz horrenda). En esta otra página, que he conservado por las bonitas fotos de gatitos cuyos dueños expresan solidaridad y hasta un poco de bien justificado odio, se puede acceder a los videos, pero, una vez más, les digo: son MUY horribles y a menos que quieran tener las mismas pesadillas que yo anoche, no les recomiendo que los vean. Para la noticia como apareció en televisión local, aquí tienen.

Hace algunos años, jamás hubiera podido creer que algo similar ocurriera; que una oleada de compasión global se soltara para defender a un solo gatito. Es cierto que hay muchos problemas en el mundo en los que las almas caritativas podrían ocuparse, pero me llena de esperanza el ver que muchos hayan elegido hablar por alguien que no puede hacerlo, al menos en lenguaje humano. El que una buena parte de ellos esté ahora pidiendo la sangre de Kenny Glenn me tiene sin cuidado; no estoy segura de que el chico vaya a aprender su lección, como afirman sus poquitísimos defensores; y puesto que obviamente ya está bastante dañado, igual le daría el tratamiento psiquiátrico que le han ofrecido que unas buenas nalgadas tardías. Lo único que espero es que no llegue a presidente de los Estados Unidos o algo así, aunque aquí entre nos lo veo muy improbable; sea cual sea el veredicto del juez que examine a los dos hermanos y el dinero que su millonario padre aporte para inclinar la balanza, el enemigo que se consiguieron es poderoso y con buena memoria; el nombre de Kenny Glenn estará ligado al escándalo y éste no dejará inmune a su familia; aquí pueden ver lo que los usuarios se han estado divirtiendo con la compañía petrolera de los Glenn en una página de negocios de Lawton. El asunto amenaza con salirse de control; quién sabe cuántas amenazas telefónicas habrán recibido, y no sólo ellos, sino personas que no tienen nada que ver y que han visto sus teléfonos y datos citados por error en relación al caso (una chica de youtube apodada sirensgrotto sugirió, muy sensatamente, que era mejor parar con todo eso y dejar que la policía haga su trabajo).

¿Todo ello es peor que lo que le Kenny y Weston le hicieron a su gato? Tal vez, pero personalmente pienso que quien se atreva a dañar a un animalito no se merece otra cosa. El mundo no se quedó indiferente. El internet ha servido de algo, vaya.

El gato es uno de los animales más bellos, nobles y cariñosos que existen. Los hemos llamado traicioneros porque se niegan a ser nuestros esclavos; porque cazan pájaros y ratones (para contribuír a la economía familiar, de hecho) decimos que son malos; nos sentimos tan ofendidos porque nos consideran sus iguales, aunque el hecho es que nos hacen un favor. Aún así, son de las mascotas más vulnerables cuando se trata de desquitar frustraciones, justificar la falta de testículos, llevar a cabo rituales estúpidos y quién sabe qué tanta barbaridad más. Siempre ha sucedido, pero ojalá que quienes tienen esta mala conducta por hábito se la piensen dos veces, ahora que dos escuincles traumados eligieron grabar y hacer pública su “travesurita” y con ello, probablemente, arruinaron su propia vida.

Yo perdí a uno de mis gatitos queridos en una temporada en la que estuvieron desapareciendo mascotas en mi barrio. Tengo apenas una vaga idea de cuál sería mi reacción si llegara a encontrarme al culpable. Conozco en persona a varios individuos que en algún tiempo maltrataron y hasta mataron gatos; nunca pensé en hacerles daño, pero ojalá que mis amigos no tengan tan mala impresión de mí si me quedo sentada y sonrío para mis adentros el día que el karma se los lleve de corbata, o si llego a decirles algo así como “¿te acuerdas de los gatitos?” en el peor momento de sus vidas.

Lástima, no puedo hacer planes de lapidación porque no estoy libre de pecado: tengo algo de historia de maltrato animal, por mi cuenta; cada noche elimino cuando menos dos mosquitos y estoy por iniciar un holocausto de cucarachas que desde hace unas semanas tienen su hogar en una cajonera de mi sala. Hay también un solo animal que mato con placer: las garrapatas, en especial las recién arrancadas con pinzas de las orejas de gatitos y ganado. Ah, también le hice pasar un que otro mal momento a varios bobos compañeros y maestros de mi horrible prepa.

lunes, febrero 16, 2009

Trabajo baratísimo

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Una ex-alumna me previno (como con ella había hecho su jefa en el trabajo): con motivo del Festival Internacional de Cine en Guadalajara, varios productores y directores andaban por ahí a la caza de traductores para sus páginas web. Y eso de “caza” iba totalmente en serio, con un método tan sencillo como perverso. Resulta que estas personas contactaban a algún traductor, y le decían que para poder encargarle trabajo tenían que solicitarle una “prueba”, es decir, que les tradujera de o al inglés una sección de su sitio (que para verificar su nivel de vocabulario y blah blah blah). Si el traductor era lo suficientemente ingenuo como para caer, estas personas se quedaban con la “prueba”, le decían que no y que muchas gracias, e iban en busca de otra víctima para un fragmento más gratis. No tengo por qué dudarlo, ya que la verdad esos incidentes sólo podrían ocurrir en mi ciudad, donde, como el diseño gráfico (siempre que no haya nombres extranjeros metidos), la traducción es tan poco apreciada que uno tiene que llegar al extremo de educar a los clientes.

Ahora, para que vean que a pesar de todo tengo buena voluntad y deseos de cooperar para que la economía (ajena) no sufra, voy a compartir un descubrimiento que le ahorrará dificultades (y más) a estos señores, claro está si se aparecen por mi blog alguna vez.


Estimado amigo tacaño:

¿Es usted de las personas que piensa que la traducción del inglés no entraña mayor dificultad que pelar cacahuates? ¿Considera que para realizar este trabajo basta armarse de un buen diccionario o haber cursado un año en Quick Learning?

¿No le encuentra nada de extraordinario a la frase “removedor de pintura” o con toda naturalidad llama "eficiente" a algo "eficaz"?

¿Requiere un trabajo de traducción que, lástima, hubiera podido hacer usted mismo de haber terminado su Curso de Inglés de Disney?

No se preocupe; tenemos la solución perfecta para sus necesidades.

En una caseta telefónica a las afueras de Plaza Bonita, Avenida México, Zapopan, una persona colgó un anuncio en el que ofrece sus servicios de traducción inglés-español y español-inglés al precio básico de 35 pesos la cuartilla. ¡Sólo 3 dólares por cuartilla! ¿No es una ganga?

¿Para qué pagarle más a un profesional que analice su texto, investigue y selecciones el vocabulario más adecuado, redacte cuidadosamente y sin faltas de ortografía y revise el trabajo antes de entregarlo? ¿Acaso usted quiere calidad? ¡No, lo que usted necesita es gastar menos!

No dude en contactar a esta simpática personita y obtenga precios no sólo competitivos, sino ABSOLUTAMENTE inadmisibles para este oficio tan menospreciado, mucho más complejo de lo que alguien con los alcances de usted pudiera imaginar.

La mala noticia es que ahora el anuncio de esta persona está bajo otro (de solicitud de empleados para la papelería Office Max) y varias vueltas de cinta adhesiva, pero una buena navaja podrá resolver el problema. ¿Tiene miedo de que lo arresten por andar raspando una caseta telefónica con arma blanca en la vía pública? Sólo explique que intentaba ahorrarse algunos pesos, y de seguro lo dejarán en paz. Puede que hasta lo feliciten.

Reconocerá usted el anuncio indicado porque su autor tiene correo electrónico de otaku y porque ofrece, encanto de persona, corrección de escritos y elaboración de poemas y dibujitos para embellecer su vida. ¡No lo dude, vaya y contáctelo!

sábado, febrero 14, 2009

A la altura de los ángeles

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Fotograma de Last Order, el corto animado que relata acontecimientos en torno al videojuego Crisis Core. Lo capturé yo solita… espero que haya quedado bien.

En este catorce de febrero, no tengo, para variar, algo propio que compartirles, así que les voy a poner aquí algunas líneas de uno de mis autores favoritos, C.S. Lewis, extraídos de su libro Los cuatro amores.

Lewis opina (y estoy completamente de acuerdo) que el amor no es uno solo, sino cuatro: el afecto (que ocurre con las relaciones entre familia), el eros (hacia la pareja), la caridad (hacia el prójimo) y el más extraño de todos, el menos básico y el favorito personal de una servidora: la amistad…

Espero que este fragmento del capítulo sobre la amistad (traducido por Yours Truly y dedicado a todos ustedes, mis amigos de cerca y a distancia) les agrade y los invite a reflexionar un poco. Cuando la amistad nos falta, no nos empobrece, pero, ¡cuánta riqueza adquirimos con ella! Gracias a todos, y feliz día.


Pero muy pocas personas modernas consideran a la amistad un amor de valor comparable, o siquiera una clase de amor en absoluto. […] Para los antiguos, la amistad parecía el más feliz y el más completamente humano de todos los amores; la corona de la vida y la escuela de la virtud. El mundo moderno, en contraste, la pasa por alto. […] ¿Cómo fue a ocurrir esto?

La primera y más obvia respuesta es que pocos valoran la amistad porque pocos la han experimentado. Y la posibilidad de pasar por la vida sin esa experiencia está arraigada en ese hecho que tan drásticamente separa la amistad de los otros dos amores (el eros y el afecto, nota de la T.) La amistad es, en sentido para nada desdeñoso, el menos natural de los amores, el menos instintivo, orgánico, biológico, sociable y necesario. […] Sin el Eros ninguno de nosotros hubiera sido concebido, y sin afecto no nos hubieran criado; pero podemos vivir y multiplicarnos sin amistad. La especie, considerada en su parte biológica, no la necesita. La manada o el rebaño (es decir la comunidad) incluso siente repulsión y desconfianza por ella. Los líderes con frecuencia lo hacen […].

Esta cualidad (por así decirlo) antinatural en la amistad puede explicar ampliamente por qué se la exaltaba en los tiempos antiguos y medievales y por qué en los nuestros se ha vuelto frívola. El pensamiento más profundo y permanente de esas épocas tenía que ver con el ascetismo y con renunciar al mundo. […] El afecto y el eros estaban muy evidentemente conectados a nuestros nervios, muy obviamente compartidos con las bestias. […] Pero en la amistad (en ese mundo luminoso, tranquilo, racional, de relaciones que se eligen libremente) uno puede escaparse de todo ello. Éste, de todos los amores, es el que pudiera bastar para elevarlo a uno a la altura de los dioses o los ángeles.

[…] Se ha vuelto de hecho necesario, en nuestros tiempos, refutar la teoría de que toda amistad firme y seria es en realidad homosexual.

La frase peligrosa “en realidad” se vuelve importante aquí. El decir que cada amistad es conscientemente y explícitamente homosexual sería falso de manera demasiado evidente […]. Los que no pueden concebir la Amistad como un amor sustancial sino como un disfraz o complicación del Eros sólo descubren el hecho de que nunca han tenido un amigo. […] Los amantes están siempre hablando de su amor; los amigos apenas de su amistad. Los amantes se miran a la cara, absorbidos el uno por el otro; los amigos, lado a lado, se concentran en un mismo interés. […] En esta clase de amor, como dijera Emerson, la frase ¿me quieres? significa ¿ves las mismas cosas que yo? O, por lo menos, ¿te importa lo que a mí me importa? La persona que esté de acuerdo con nosotros en que una pregunta, a la que otros apenas toman en cuenta, es de suma importancia, puede ser nuestro amigo. No hace falta que esté de acuerdo con nosotros en la respuesta. […]

La coexistencia de la amistad y el Eros podría ayudar también a algunos pensadores modernos a darse cuenta de que la amistad es en realidad un amor, y un amor tan grande como el Eros. Supongamos que uno es lo suficientemente afortunado para “enamorarse” y casarse con su amigo. Y ahora supongamos que fuera posible que se ofreciera la posibilidad de dos futuros: “O ustedes dos dejan de ser amantes pero permaneces siempre juntos y buscando al mismo Dios, a la misma belleza, a la misma verdad; o, de lo contrario, pierden todo ello y continuarán por todo lo que les queda de vida el éxtasis y el fuego, toda la maravilla y el deseo salvaje de Eros. Escojan lo que más les plazca”. ¿Qué deberíamos elegir? ¿De cuál decisión no nos arrepentiríamos?

[…] Un amigo, de seguro, será también un aliado cuando esa alianza se haga necesaria; nos dará o prestará cuando nos haga falta, nos cuidará si estamos enfermos, se pondrá a nuestro lado en medio de nuestros enemigos, hará lo que pueda por nuestras viudas y huérfanos. Pero esas buenas acciones no son materia de amistad. Las ocasiones en la que ocurran son casi interrupciones. Son en una forma relevantes, y en otra no. Son relevantes, porque uno sería un falso amigo si no las hiciera cuando llegara la necesidad; irrelevantes, porque el papel de benefactor siempre queda como accidental, incluso un poco extraño, para el de amigo. Es casi vergonzoso. […] El estereotipado “no tienes por qué agradecérmelo” aquí expresa lo que realmente sentimos. Lo que distingue a una amistad perfecta no es que se prestará ayuda cuando lleguen los problemas (lo que por supuesto sucederá) sino que la ayuda otorgada no hace ninguna diferencia.

De C.S. Lewis; The Four Loves

miércoles, febrero 11, 2009

Dieta

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Una foto estilizada de un desayuno irlandés...
tuve que sacarla de internet porque

no encontré la que tomé en Galway en
el verano del 2005. Otra vez será.


¡Ay, estoy a dieta otra vez! Tal pareciera que en los últimos diez años no he hecho otra cosa que acumular kilos extra. Ni siquiera me di cuenta cuando mi índice de masa corporal comenzó una escalada que espero tenga retorno, aunque puedo localizar perfectamente el momento en el que mi antes inmejorable metabolismo se echó a perder. Puedo incluso señalar a un culpable (¡sí, tú! ¡El de la mitomanitis! ¡Ojalá te pudras en el infierno, tú con tus fantasías pseudonordicorientales... padre desobligado, mataperros de mierda! Pero antes... ¡devuélveme mis libros, mi viejo metabolismo y el tiempo que perdí en tu curso de verano, estúpido!).*

*Por favor, no me hagan preguntas con respecto a este berrinche.

No se puede hacer otra cosa más que reeducar el cuerpo, y hacerlo sin fijarse demasiado en la miseria que lo cubre; cada curva salida de control parece un camino que no llega a ninguna parte; cada lonjita es el trazo de una pena; mi heroico trasero, que es el que ha tenido que soportar más del peso de mis errores (y lo ha conseguido, hasta eso, sin derrumbarse), pide clemencia. Mi Capitán nunca me llamaría “gorda”; pero mi ropa protesta todos los días.

No es hacer dieta lo que en sí me molesta, sino tener que preocuparme por la comida. Ya no vivo sola, y he tenido que batallar un poco para hacerme a la idea de que mi habitual cocina japonesa todos los días puede fastidiar a cualquiera que no sea yo. Combinar gustos y llegar a concesiones con respecto a los alimentos puede ser tan desgastante como para dejarlo a uno harto y en manos de la comida rápida. O de cualquier porquería que vaya de un paquete al microondas.

Estar a dieta es, para una servidora, una etapa no de hambre, sino de profunda nostalgia, porque los mejores tiempos de mi vida han sido aquellos en los que la comida no ha tenido mayor importancia que los episodios más dulces, más salados, más jugosos que la rodean. Me viene a la mente el verano que pasé en Irlanda e Inglaterra, en el 2005.

En Galway, estuve siguiendo una especie de “dieta irlandesa”; primero, el desayuno tradicional, compuesto de dos huevos estrellados (me encanta la yema a medio cocer cuando baña una clara perfectamente sólida), con una guarnición de champiñones sofritos, dos rebanadas de un tocino tan magro como no he visto en ninguna otra parte, dos salchichas gordas e hinchadas por el calor, un poco de jitomate, una rebanada de morcilla clara y otra de oscura, y un ramillete de berro (me contaron que los inmigrantes que vivían en Londres lo cultivaban en tiestos que colgaban de sus balcones; no podían hacer más). Todo con una canastita de pan de centeno, que uno podía untar a gusto con mantequilla (¡mantequilla de verdad!) y mermelada de frutas, y jugo de naranja y té con leche para beber. Tal cantidad de comida, ya se imaginarán ustedes, lo podía tener a uno de pie y activo buena parte del día. Hacia las seis de la tarde, ya que empezaba a apretar el hambre, me iba a una pequeña cafetería a tomar otra taza de té con leche, acompañada de un scone recién hecho y más mantequilla. Por la noche, me iba a algún pub en busca de alimento espiritual (música y conversación) y mi cena: una copita de Baileys y vaso tras vaso de agua con una rebanada de limón.

Después, cuando estuve en Birmingham, la cosa cambió un poco. En el hotel donde estuve ofrecían un desayuno buffet junto al precio de mi habitación; tenían para escoger huevo, hot cakes, pan, salchichas, jamón, fruta y cereal. Me servía un poco de todo, y después me robaba algunos de los quesitos brie individuales que ponían en canasta junto a la mantequilla para almacenarlos en mi mochila y tenerlos listos para el mediodía. Tampoco me faltaba un chocolate Cadbury de los despachadores automáticos de la Universidad de Aston, donde anduve por el evento de Tolkien 2005. A las seis o siete de la tarde, me iba con quien quisiera acompañarme al pub de la Universidad, curiosamente llamado “The sack o’ potatoes” y le hacía el honor al nombre del lugar con una deliciosa papa al horno, rellena de crema, especias y muchos, muchos champiñones (como buena irlandesa wannabe que soy, adoro las papas, y mi naturaleza hobbit me empuja además hacia los hongos comestibles). De vuelta a mi hotel, por la noche, me esperaba una tetera eléctrica lista para usarse, con un paquete de galletitas de crema. Tan buena como la cena era el tibio baño antes de dormir.

De vuelta a Irlanda, cuando me di cuenta de que el presupuesto de viaje se hacía cada vez más escaso, tuve que cambiar a la “dieta de Dublín”, ésa que reunía la nueva etnografía de una ciudad que no recordaba tan distinta. Mi desayuno irlandés, esta vez salido de las manos amorosas de mi anfitriona de un Bed and Breakfast en el distrito de Drumcondra, tenía huevos escalfados, no fritos, pero el mismo hermoso tocino y salchichas, cereal, pan de caja y ese té negro tan peculiar. En la esquina de la cuadra donde me quedaba había una tienda de chinitos (una abarrotera), y siempre me detenía ahí a comprar el espécimen más sabroso de Cadbury (uno hecho de láminas de chocolate claro cubierto con chocolate de leche) que he llegado a probar, para sacar cambio para mi autobús al centro de la ciudad. Como ya no había dinero para entrar al Trinity College, ni a museos ni nada, me pasaba el día junto al río Liffey, o en el muelle, o en el parque del Arzobispo, o escuchando a músicos callejeros; más o menos al mediodía me comía el chocolate. Alguna vez me gasté un poco de dinero en un té orgánico caliente; pero la reserva era para la noche, cuando de camino a mi cuarto volvía a pasar por la tienda de los chinitos. Los propietarios me sonreían al verme llegar, porque ya sabían que yo iba por una bolsa de papas especiadas que, por la hora, daban a mitad de precio. Un día hasta insistieron en el descuento, aunque no era tan tarde aún, y aproveché también para comprar un caldo de pollo en polvo que preparé en el mismo plato del cereal instantáneo que había sido mi cena la noche anterior.

No precisamente nutritivo, todo eso, ¿verdad?, ni mucho menos ejemplo de buenos hábitos. Pero así como la ven, en dos semanas y media perdí aproximadamente cinco kilos.

Nadie tiene qué contármelo; no hay mejor remedio para bajar de peso que la felicidad.

sábado, febrero 07, 2009

¡Torero! ¡Torero!

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Mi familia siempre fue aficionada a los toros (tengo de hecho un bisabuelo torero) así que hubo un tiempo en el que estuve cerca, demasiado cerca, del mundillo taurino y sus ires y venires. Coincidió con la época en la que una servidora era lo suficientemente ingenua como para creer que la educación y la cultura eran algo que todo el mundo buscaba y todo el mundo recibía, más o menos en los mismos grados (yo tenía como seis años, así que imagínense). Me llevaban a las corridas de toros y sé por experiencia que lo único que hace falta para disfrutar de semejante espectáculo es una total, absoluta indiferencia ante el dolor ajeno; algo que no le cuesta trabajo a uno adquirir de niño si le dicen que los animales no sienten.

Cuando de hecho me hice antitaurina, mi familia insitió todavía algún tiempo en inculcarme “la afición”, pero ya era demasiado tarde; no sólo había discubierto mi vocación como amante de los animales sino, para empeorar, que un rumor al que jamás le hubiera dado crédito antes era muy cierto: los toreros rara, muy rara vez son personas cultas o educadas. No tienen tiempo o no les importa. Comencé a darme cuenta cuando cierto torero zacatecano, al fracasar, no tuvo más remedio que encontrar trabajo como conserje de un hospital. Pero, ¿no pudo haber hecho otra cosa?, pregunté, porque el muchacho no me caía mal... aún. No, porque no tiene escuela, me contestaron. Ah. Oh. Pero eso sería apenas el principio.

Quisiera que, pese a la seriedad del asunto, esta pequeña entrada los hiciera reír un poquito, y que la tomaran como homenaje a la incultura, a la falta de compasión, al egoísmo y a la pedantería que permean la llamada “fiesta brava”. La voz que van a escuchar a continuación es de hecho la del torero favorito de mi mamá, el difunto Manolo Martínez, en una entrevista que le hizo el periodista James R. Fortson (mexicano; no se dejen engañar por el nombre) y que se publicó en su libro Cara a cara, de Editorial Grijalbo (1973). Los siguientes fragmentos les darán una idea bastante clara de los alcances intelectuales del diestro, y posibemente también de su calidad humana.


FORTSON: ¿En qué consiste, desde tu punto de vista, el arte en el toreo?

MARTÍNEZ: Pues... no sé. Desde luego, yo le llamo “arte” sin poder describirte exactamente lo que es arte, porque esa palabra, por lo que he oído... (Yo no soy una persona que esté completamente enterada de lo que en realidad es el arte, ni podría describírtelo... yo creo que a lo mejor la palabra “arte” ni siquiera existe en ninguna enciclopedia... o a lo mejor sí, ¿verdad?)... ¿Qué puede ser el arte para mí?... Además, yo nunca he abierto una enciclopedia... Para mí, arte es belleza.

Lo bueno es que nunca se le ocurrió buscar en un diccionario.


* * *

FORTSON: ¿Piensas tú que el desarrollo de las sociedades contemporáneas induce al desprecio por la fiesta taurina, considerándola como un espectáculo fundamentalmente burgués que tiende a desaparecer?

MARTÍNEZ: ¿Cómo?... Repíteme la pregunta.

Esto sería una constante en la entevista.


* * *

FORTSON: ¿Cuál es tu opinión acerca de la individualidad?

MARTÍNEZ: ¿La individualidad?... Pues yo creo que ser un individuo, en lo que sea, o sea individualidad, uno solo, en lo que sea, es ser lo máximo.

¿Que qué?

* * *


FORTSON: ¿Te preocupa la circunstancia social de los mexicanos; de nuestros compatriotas?

MARTÍNEZ: ¿De nuestros compatriotas?... No he tenido tiempo de pensar en ellos.


Según la gente que lo conoció, era obvio que el señor no pensaba más que en sí mismo.


* * *


FORTSON: ¿Crees en la parapsicología?

MARTÍNEZ: Primero explícame qué es parapsicología...


Es como la psicología, pero se detiene en un punto determinado (por aquello de que “para”).


* * *


FORTSON: ¿Cómo describirías tú el rito del vestirse de un torero?

MARTÍNEZ: La gente dice que es un rito... Bueno, a propósito, ¿qué es “rito”?


Fácil: Un niño nacido y bautizado en el día de Santa Rita.


* * *


FORTSON: ¿Hasta qué punto es verdad que, en ciertos aspectos, el medio taurino es misógino?

MARTÍNEZ: ¿Qué es “misógino”?


Un remedio genital hecho con pasta fermentada de soya.


* * *


FORTSON: Manolo, ¿eres putañero?

MARTÍNEZ: Ponle “mujeriego” en la entrevista; no le vayas a poner “putañero”.


Milagro que esta palabrita tan extraña sí la entendiera...


* * *


FORTSON: ¿Sientes la necesidad de ser el mejor en lo que sea?

MARTÍNEZ: Sí; sí siento la necesidad de ser el mejor.

FORTSON: ¿Por qué?

MARTÍNEZ: No sé por qué.


Si estuviera vivo ahora, le obsequiaría con mucho gusto una “pokebola”.


* * *


FORTSON: ¿No crees que eres un poco compulsivo en ese sentido?

MARTÍNEZ: ¿Qué es “compulsivo”?

Sigh.

* * *


FORTSON: ¿Estás de acuerdo en que primero eres un ser humano que un torero?

MARTÍNEZ: Pues sí, estoy de acuerdo en que primero soy un ser humano que un torero; pero me interesa más ser torero que ser humano.


No creo que sea el único. Betty Boop le hubiera cantado “Be Human”. Curioso que para solicitar compasión hacia los animales se apele a la “humanidad” de las personas.


* * *


FORTSON: ¿Sientes angustia existencial?

MARTÍNEZ: Bueno, explícame qué es “existencial”.


Unas líneas más adelante, Fortson también tiene que explicarle lo que es “angustia”.


* * *


Simpático el señor, ¿verdad? Bueno, por si se preguntaron qué ha ocurrido con mi familia en este ámbito. pues aunque todos siguen defendiendo a la fiesta brava (bueno, más o menos), hace años que no ven una corrida de toros, ni siquiera por televisión.... lentamente la balanza se ha estado inclinando a mi favor. Y aparte de pleitos que no pasan a mayores, el asunto ha estado lleno de momentos de humor, el mismo sentido del humor con el que espero que mi mamá se ría de todo esto. Como aquella ocasión en la que le corté la inspiración a mi hermana, que tarareaba un popular pasodoble de Agustín Lara:

MI HERMANA: Un domingo en la tardeeeee... se tiró al rueeeedooo...

YO: ¿A quién...?

Me gusta participar lo más activamente que pueda en los movimientos antitaurinos, pero estoy convencidísima que el toreo está en serio peligro de extinción, al menos en mi país, y sobre ello mucho berrean y gimotean los expertos mexicanos (casi todos mayores de cincuenta) en sus programas de radio dominicales. Por mí encantada.

lunes, febrero 02, 2009

El regreso del unicornio

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Fue una sorpresa muy agradable, y me dio una alegría inmensa encontrar, en la librería Gandhi de Guadalajara, una nueva edición de El último unicornio, de Peter S. Beagle. No sólo porque se trata de una de las mejores novelas de fantasía, una verdadera joya, sino porque cuenta con una nueva traducción de Martínez Roca (lo que me hace concebir esperanzas con las publicaciones de Planeta, en lugar del mal sabor de boca que los últimos tiempos han dejado los tacaños que adminstran ahora Minotauro), mucho mejor que la que esta misma editorial produjera hace unos veinte años. El libro cuenta, además, con un nuevo prólogo de Beagle, con el relato ganador de los premios Hugo y Nebula Dos corazones, una especie de continuación (más bien epílogo) de la novela misma, precedido por unas palabras de Connor Cochran, agente de Peter Beagle; es una edición mucho muy bonita y se imprimió en México.

Muchos conocimos El último unicornio por la película animada de Rankin and Bass en la que el mismo autor adaptó su novela, y que en México anduvo rondando en matinées y sobre todo en televisión abierta por allá de los ochenta, precisamente durante los años en los que una servidora andaba en su etapa mamona-antifantástica (pueden leer un poco más al respecto en mi autobiográfico tolkienioso Veinte años). Por supuesto que fruncí la nariz y expresé en voz alta mi desprecio por semejantes “tonterías” cuando vi el corto por lo que entonces era Imevisión (el canal estatal), pero terminé viendo la película en alguna repetición posterior, a escondidas, y no pude creer que los dibujitos infantiles del mismo estudio que nos diera entre otras cosas Thundercats pudieran contar una historia tan madura. Cuando, años después, pude por fin conseguir y leer el libro, mi fascinación quedó intacta, pero mi amor se inflamó hasta el cielo.

Ahora bien; sí, el libro es buenísimo, la edición nueva no es barata pero vale MUCHO la pena; no me voy a cansar de recomendarlo, y con el tiempo pondré aquí una reseña. Pero me gustaría contarles antes algo que, si son fans de El último unicornio pero también si apoyan que en este mundo la gente reciba lo justo por su trabajo, les va a interesar. Connor Cochran menciona esto muy discretamente en su miniprólogo a Dos corazones, pero lo que voy a poner aquí está extraído de la página de su editorial, Conlan Press, y de varias newsletters que una servidora estuvo recibiendo.

A pesar de su gigantesco talento, y de todos los años que lleva cautivando y conmoviendo con él a mentes de todo el mundo, Peter Beagle no es un escritor rico. Es más; a lo largo de toda su vida (ahorita andará por los setenta años) ha tenido serios problemas económicos. ¿Por qué razón? Pues la verdad porque el señor es demasiado buena persona, de ésos que le dicen a uno “no te apures, págame cuando puedas” y se atienen a las promesas de gente que no tiene otra intención más que aprovecharse de su buena voluntad.

No me enteré de qué tan grave estaba la cosa sino hasta que Connor Cochran lanzó una convocatoria abierta a los fans de Beagle para que ayudaran con algo de dinero para poder solventar los gastos de la enfermedad de su madre, Rebecca Soyer. Espero que muchas personas hayan podido donar cuando menos la mitad de lo que envió una servidora, que no fue mucho la verdad (recién acababa de perder mi trabajo de planta). La señora falleció; y bueno, ya se esperaba, porque estaba muy ancianita y enferma, pero lo que salió a la luz a continuación fue con lo que, como decimos en español de México, no me la acabé (es decir, no podía entender).


Peter Beagle contribuyó en la adaptación cinematográfica de El Señor de los Anillos de Ralph Bakshi. Nunca me he cansado de despedazar esta versión, porque la verdad es que está muy mal en muchos aspectos, pero alguna vez leí en una entrevista con Beagle, un gran amante de la obra de Tolkien, que lo que se hizo fue a la prisa y sobre el trabajo de un muchacho universitario que de hecho elaboró el guión. Como sea, el productor de esta película (y de las nuevas) Saul Zaentz únicamente le pagó a Beagle su “asesoría” y, cuando llegó la hora de que le cobrara todo lo demás en lo que habían quedado, se echó para atrás.

Las regalías que el autor recibe por la venta de sus libros son una ridiculez, y como no es un escritor muy prolífico (se nota en cada línea que hace que es un perfeccionista) el dinero no fluye como debería. Para empeorar la situación, Beagle ha recibido ni un centavo de la compañía que distribuye su película El último unicornio, con todo y que las ventas en DVD no han sido nada despreciables.

Muy bien (comienzo a llenarme de rabia mientras escribo esto); algunas personas no están hechas para brillar en el mundo de los negocios, sino sólo para realizar su trabajo, y hacerlo bien. No es a esas personas a quienes se debería de criticar y señalar, sino a tanto idiota que hace negocio con el talento ajeno. Salvo en el caso de Saul Zaentz, el sitio de Conlan Press pide que no se mencionen nombres (por aquello de que se están negociando arreglos), pero les aseguro que todos nosotros tenemos en mente a más de dos o tres.

Ahora, lo lindo de la situación: Connor Cochran había sido fan de El último unicornio desde recién llegado a la adolescencia, y cuando por fin pudo conocer a su escritor favorito, literalmente se horrorizó al ver por lo que estaba pasando. Entonces decidió ofrecerle sus servicios como agente (como “administrador de negocios”, dice él) y a partir del 2001 (creo) abrió Conlan Press y comenzó a comercializar diferentes productos de Peter Beagle. En su sitio pueden hallarse, entre otros artículos, varios libros del autor, mas litografías de las películas, un disco que el señor Beagle grabó con un amigo en 1962 y donde interpreta varias melodías, incluyendo una mexicana; Conlan arregló también con Lionsgate, la compañía que reeditó la película por su 25 aniversario, que le pasaran copias para vender. Más de la mitad de las ganancias del sitio van para Peter Beagle, y el propósito que se tiene ahorita es demandar o al menos llegar a un arreglo con las compañías que le deben dinero, y que por alguna razón no se lo han querido dar (¿”decencia”? ¿Y eso qué es?), aunque todavía falta terminar de pagar mucho de la deuda que dejó el fallecimiento de su mamá.

Así que ya, para terminar con esto, quisiera pedirles montones, montones de favores. Si son fans de Peter Beagle, por favor vayan al sitio de Conlan Press y lean sobre él. Podrían encontrar en la tienda algo que les interese; ahí pueden descargar gratis los dos primeros capítulos de El último unicornio en audiolibro, leídos por el mismo autor y con musiquita. Si tienen planeado comprarse la versión del 25 aniversario de El último unicornio, háganlo ahí; viene con nuevos documentales y subtítulos en español; tal vez cueste un poco más, pero podrán incluso conseguir un autógrafo peronal del autor. Si se les presenta cualquier oportunidad de conseguir cualquier cosa de su material pirata, NO LO HAGAN, y convenzan a tantas personas como puedan de lo mismo. Compren y disfruten la nueva edición en español, que se publicó de acuerdo con el autor. Y si tienen paypal y les sobra algo de dinero, regálenle un poco; sólo acuérdense de sumar treinta centavos de dólar y el 2.9 por ciento de lo que den a la cantidad que envíen (por los gastos de cobranza).

Por lo pronto, una servidora está pensando en juntar un poco de extra para adquirir la película, y también conseguir un ejemplar de un libro de relatos nuevo, Strange Roads.

Sobre Dos corazones, ya les comentaré en menos de lo que se lo imaginan. Con su permiso, voy a seguir trabajando un poco, y luego a echarme a leer.
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