sábado, enero 30, 2010

Reseña de libro: El último anillo



El último anillo
Kiril Yeskov
Ediciones Bibliópolis


Lo bueno: Los malabares que tuvo que hacer el traductor para evitar que demanden a su editorial logran que sólo los fans de Tolkien puedan entenderle al libro.

Lo malo: A los fans de Tolkien probablemente no les agrade.

Lo peor: Es un fanfic. Hecho y derecho. Y gordo.


Este libro llegó muy caro, como todos los de Bibliópolis, a la Gandhi; y gracias a Dios una servidora no tuvo que pagar por él; mi hermana lo adquirió en pleno afán completista y holgura económica porque el planteamiento de la obra le llamó la atención: El Señor de los Anillos desde el punto de vista de los orcos y los trolls. ¿Qué tuvieron que decir los vencidos después de la guerra del Anillo? ¿Qué ocurrió con ellos? Le di una hojeada leve; tras repasar varios diálogos al más puro estilo Warcraft dije en voz alta “es una mamada”, y como mi hermana insistió en comprárselo me propuse leerlo algún día.

Y bueno, por fin terminé. Ya era hora.

Veamos... Al finalizar la guerra del Anillo, los sobrevivientes de las tropas de Mordor caminan, dispersos y sin rumbo, a lo que les queda de hogar, que ya de por sí está condenado. Sólo que ésta no es la Tierra Media como la pintó Tolkien; aquí, Mordor era la sociedad más políticamente correcta que ustedes puedan imaginarse, con universidades, avances médicos, tecnología, favorecedores del estado laico y gente trabajadora que sólo se dedicaba a sus investigaciones sin meterse con nadie.

Los siniestros elfos los vieron como una amenaza a su anticuado estilo de vida, y con embustes y supercherías solaparon a los hombres para exterminar a la culta y floreciente sociedad orca.

Gandalf es una especie de Hitler, y el único que defiende a estos desdichados (al menos de dientes para afuera) es Saruman. Aragorn es un calenturiento que haría lo que fuera para que su esposa Arwen le permita por fin consumar su matrimonio; tiene prisionero a Faramir, el legítimo heredero del trono de Gondor, pero a él no le importa porque tiene a Éowyn para entretenerse. ¿Los hobbits? Ésos ni existen, así que no hay de qué preocuparse. Tampoco hay Anillo Único (sí, eso lo deja a uno cavilando sobre el título).

La historia comienza cuando Haladdin, un humano sureño y médico de campaña al servicio de Sauron, y Tserleg, un sargento orco, regresan a casa derrotados y desalentados. En el camino se topan con un potencial enemigo: Tangorn, un barón (?) de Gondor, que se confiesa en su mismo lío por ser fiel vasallo del príncipe Faramir.

En lo que deciden qué hacer, Haladdin recibe la visita del último de los Názgul, una alma en pena que le revela que todavía hay esperanzas para los suyos siempre y cuando se lleve a cabo una peligrosa misión: destruír el espejo de Galadriel (que por cierto sí es un espejo, con marco y todo), la fuente del poder tiránico de los elfos. Para conseguirlo, habría que cargar con el objeto hasta el Monte del Destino y arrojarlo ahí; pero como eso es punto menos que imposible, el Názgul les propone una salida más sencilla: conseguir un par de palantíri, llevar uno frente al espejo y otro al Monte del Destino y sincronizarlos para que el fuego eterno de la montaña se transmita hacia el espejo y lo haga cenizas.

Tiene su lógica, supongo. Así que ya sabemos: no hay que ver el canal Animal Planet cuando salgan serpientes, porque podrían picarnos. Bueno.

Tangorn se ofrece de inmediato a ayudar (siempre y cuando primero rescaten a Faramir); es un espadachín prodigio, y sus contactos en Umbar (entre los que se encuentra su novia, una puta cara a la que conoció cuando barata y que, como toda meretriz idealizada, tiene buen corazón y mejor trasero) y su inteligencia podrían ser la clave para la victoria.

A partir de aquí, las cosas se ponen bastante extrañas.

Aunque uno no se lo imagina por el número de hojas y lo enredado del argumento, la premisa de El último anillo es bastante simple: todas las culturas de la Tierra Media tienen policía secreta, y TODAS las policías secretas funcionan igual. El autor parece a ratos olvidarse de sus protagonistas, y se deleita en platicarnos en detalle cuál es el siguiente plan de los agentes, cómo podría llegar a salir mal, cómo podría llegar a salir bien, cuál fue la forma en la que pasó en realidad, cómo debió haber salido para que fallara, y cómo debió haber salido para que tuviera éxito. Y eso ocurre cada vez que a uno de los benditos espías (no importa de qué bando) se le viene a la cabeza una nueva idea...

A lo largo de la trama, Yeskov mete referencias al mundo real que le quedan tan bien a la narración como un zapato de Barbie a la cantante pop Belinda: los personajes beben tequila, hay ninjas, musulmanes extremistas y hasta mexicanos (me pregunto si el autor ha estado en México o le conoce algo, pero deja caer, al sur de Harad, sitios con nombres tan sospechosos como Guajapan, Iguatalpa, Tuanojato y los no cambiados Irapuato y Uruapan -un sitio donde se encuentra una gran catarata- ); cuando uno piensa que ya presenció la última jalada aparece otra que la supera. Se supone que todo eso nos debe hacer reír, pero cuando nos damos cuenta de que el libro es una parodia ya es demasiado tarde.

No entiendo por qué hay gente a la que le parece entretenida esta novela, pero tengo que decir que las películas de Misión Imposible me dan sueño y que la nueva versión de Casino Royale consiguió de hecho hacerme dormir un buen rato. Las historias de espías no son lo mío, ya sé, y El último anillo es eso. Pero antes que nada es un fanfic, como tantos otros que hay sobre la Tierra Media, y sobre los que pesa una prohibición explícita por parte del Tolkien Estate, los irascibles guardianes de los derechos de autor de mi escritor favorito, que han llegado a impedir que aparezcan citas que pasen de tal o cual longitud en los libros de ensayos y a ponerse de un sangrón intolerable con las nuevas ediciones de volúmenes que incluían material de Tolkien. Supongo que nadie del Tolkien Estate sabe ruso o será que temen marchar sobre Moscú (donde las ediciones legales de El Señor de los Anillos se tardaron en llegar) porque no les vaya a ir como a Napoleón.

Como sea, lo más interesante de El último anillo no se lo debemos a su autor, sino a su traductor en lengua española, Fernando Otero Macías. Para salvar a la editorial Bibliópolis de una posible persecución inquisitoria por parte del Tolkien Estate, el traductor modificó los nombres de los personajes tolkienianos de manera que quedaran todavía reconocibles: Aragorn/Altagorn, Gandalf/Gandrelf, Faramir/Aramir, Saruman/Searuman, y así por el estilo; sus propuestas para los topónimos y objetos lo delatan como amante de la obra de Tolkien o al menos meticuloso investigador en los sitios correctos; Gondor, la tierra de piedra, se convierte en Pietror; Mordor, la tierra de las sombras, en Umbror; Minas Tirith es la Torre Vigía y Cirith Ungol el Paso de la Araña; los palantíri se llaman “miralejos”. ¿Que cómo sé que esto salió de Otero Macías y no del mismo Yeskov? Fácil: una servidora estudió ruso hace muchos, muchos años, y aunque ya se me olvidó casi todo, aún puedo leer cirílico, y en fragmentos de la novela en el original que pueden hallarse online me di cuenta de que los nombres tolkienianos NO están cambiados.

Oh, loor, loor al traductor. Sin embargo, le tengo una mala noticia... se le fue vivo un nombre: шаграть no es ningún personaje original de Yeskov, y por ahí los puede agarrar el Tolkien Estate si es que llegaran a enterarse. Pero no lo harán; al menos, no por mí; es por eso que lo escribí en cirílico. Para cuando esta palabra aparece, ya muy tarde en el libro, comprendo que el pobre traductor ya estaría muy cansado. No lo culpo, después de trabajar con semejante mamotreto.

El último anillo no es “la obra que destruyó a Tolkien”, ni un dechado de ironía realista, ni la visión opuesta al maniqueísmo de El Señor de los Anillos (cualquiera que considere a Tolkien maniqueo necesita un serio repaso de su conocimiento de este autor, unos lentes nuevos o una cita urgente con un psiquiatra). Es un fanfic, como les decía, y así de fácil. Comprendo que a los adolescentes les encante garabatear esa clase de literatura y ponerla en internet, pero que lo haga un escritor consagrado cuarentón, y que encima se lo tome tan en serio como para publicarlo, es algo que se me escapa por completo. Lo mismo las comparaciones con otro autor eslavo de fantasía, Andrzej Sapkowski; la gran diferencia es que Sapkowski, por lo menos, divierte.

Recomendaciones: Para lectores fanáticos al mismo tiempo de Tolkien y de John le Carré; si lo son, cómprense este libro con toda confianza y después manden un retrato de ustedes al museo Ripley más cercano; ahí les agradecerán cualquier evidencia fotográfica de seres que uno no piensa que pueden llegar a existir.

Abstenerse: Si no tienen tiempo ni dinero que desperdiciar.

8 comentarios:

Master Pei dijo...

Por todos los dioses, de verdad que estamos mal si las editoriales van y publican cosas así (o a Meyer, o Eragon, etc.) Empecé a leer el post por curiosidad, Aisling, pero después de unas pocas líneas lo hice por morbo. ¿Uruapan? ¿Al sur de Harad? No sé si reir o si llevarme la palma a la cara mientras meneo lentamente la cabeza. De hecho, es muy triste.

Por cierto, ese personaje que mencionas al final tiene, de hecho, cierta importancia, así que es sorprendente que se le haya ido al traductor. O, como dices, cuando llegó a esa parte ya estaba muy cansado para ponerse a investigar. Pobre.

Saludos!

Unknown dijo...

Si es un fanfic como se habra atrevido la editorial a sacar a la luz este libro.

Yo también Soy escritor y lo ultimo que haría sería valerme de otra historia para hacer la mia >< que feoo

Dark Soulless dijo...

Yo lo leí por morbo, realmente, no puedo creerlo...

Por Dios, cómo es esto posible.. sea como sea, me dio mucha risa, al fin, que si algo es bueno hacer a esta hora es reírse.

Nos vemos luego, un saludo, bye!

Petrus Angelorum dijo...

Un libro menos que leer. Me parece que por ahí hay una lectura positiva de esta obra te la rescato y vuelvo.

Aisling dijo...

Pei: Estamos mal; eso es un hecho. Y eso deprime, porque si bien siempre hemos sabido que las obras verdaderamente buenas tienen que remar contra corriente, no hay forma de explicar cómo es que las malas flotan como patitos en medio de tsunamis.

Cerca del final de este libro, el autor suelta un epílogo en el que revela (después de decir que el hijo del tal Tangorn y su noviecita descubrió América y que le puso el nombre de sus papás a unos islotes en forma de 69... ¡qué vulgar!) que todo el berrinchito que le hizo escribirlo fue que no puede creer que el ejército que Aragorn se trajo de los senderos de los muertos le haya ayudado sin cobrársela (?). En serio que no he visto peor tino de lectura desde que una compañerita de la secundaria escribió en un reporte algo sobre las hazañas de Rodrigo Días de Vivar en la guerra de Troya.

Ernesto: ¡Qué bien que te volvemos a ver! No creas que he olvidado la receta del kimchi... un poco más y la tendremos. Pues tienes toda la razón... ese libro no debió haberse publicado en primer lugar, pero, ¡si vieras como se las gastan los señores rusos! Tal parece que son inmunes a los derechos de autor. Pero en parte eso se explica por la forma un tanto complicada en la que El Señor de los Anillos llegó a Rusia... una larga y triste historia que vale la pena que platiquemos algún día.

Por lo pronto, una de las reseñas que leí en internet dice, y tiene toda la razón, que este libro hubiera funcionado mucho mejor si el autor no se hubiera apoyado en Tolkien. Total, a veces como que se le olvida.

Dark: Si esto te hizo reír, era el propósito. ¡Saludos también!

Pere: Hay VARIAS lecturas positivas del libraco éste, pero algo que me saca de onda es que algunas parecen de gente que ni siquiera lo leyó. Por lo pronto, algo que quería dejar bien claro con la reseñita era que los cambios de los nombres de personajes "prestados" no habían venido del autor, sino del traductor. Pero lo que encuentres tráetelo, por favor.

Ah, todavía tengo que avisar de esto en la Tolkiendili... creo que nunca se comentó de esta novela.

ToGusDS dijo...

Pues yo si tengo ganas de leerlo Digo al menos para reírme un rato
Y coincido con Ernesto estamos mal si las editoriales toman en serio los fanfics publicados Que la Tolkien Enterprise no se entere jeje

Alos dijo...

"varios diálogos al más puro estilo Warcraft dije en voz alta “es una mamada”

*Alos se cae de la silla*

Que puedes decir en contra de cosas como estas.!!!

Katherine Galo dijo...

¡ja, no manches!
Si, recuerdo que en el magno evento de la Sociedad tolkiendili emncionaron que existía una novela muy "ESDLA, la visión de los vencidos", y que era rusa.
Si, creo que si ha de ser una prolongación del foliculo capilar (una jalada de pelos) y una mamada.
Me reí mucho con el post.
Yo creo que si se me presentara la oportunidad de leerlo gratis, quizá lo haría.

Creative Commons License
La casa de Aisling by Laura Michel is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial-Sin Derivadas 2.5 México License.