viernes, enero 30, 2009

Fantaghirò

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Me he estado retrasando con las entradas en estos días; el trabajo no para (gracias a Dios, aunque me gustaría también que los pagos fueran puntuales) y no hay mucho tiempo, el alimento principal tanto de la inspiración como de la disciplina que la precede. Tengo pendientes para el blog tres artículos sobre la Feria del Libro del año pasado (sí, ya sé que el tema se está enfriando), uno sobre la Biblioteca Iberoamericana de Guadalajara (no es lo que se imaginan), dos o tres recetas, y por el estilo. Pero como todo ello se encuentra, cuando mucho, a medias, espero que les agrade esto que estoy preparando.

Me gustaría platicarles de Fantaghirò, una serie de cinco películas fantásticas italianas, no muy conocidas para el público general, pero con una popularidad subterránea que ya las ha clasificado como “de culto”. Salieron para televisión en los noventa, pero tenían un inequívoco sentimiento ochentero, y pronto acumularon un buen número de seguidores.

Cuando se habla de cine fantástico italiano, uno inmediatamente se remite al aspecto más conocido y comercial de los ochenta y noventa, donde nos estuvo cayendo una generosa porción de historias de bárbaros con el torso perfectamente depilado y señoritas guerreras en bikini. No todo ello era malo; apreciamos los músculos de Lou Ferrigno por primera vez en una de éstas y Hollywood se nutrió de las ideas raras de Dino de Laurentiis y la calidad de producción de su hija Rafaella. Pero Fantaghirò, una verdadera joya, cayó en la oscuridad de los videoclubes primero y luego en las rebajas de VHS de las tiendas, con el nombre cambiado a La caverna de la rosa dorada. No fue sino hasta casi casi principios del nuevo siglo (cuando la adaptación a la pantalla grande de El Señor de los Anillos ya era mucho más que un rumor) cuando el canal 40 de México, DF, organizó su propia semana de fantasía y transmitió las películas, una tras otra, en el verano de un año que por ahorita se me escapa de la memoria. Yo había visto la primera y la segunda, pero desconocía que hubiera más. Y la verdad que fue uno de los mejores descubrimientos de mi vida.

Encontré la primera película de Fantaghiró cuando vine a vivir a Guadalajara (en un barrio que entonces era un verdadero yermo), y me puse a verla sin esperar la gran cosa. Inmediatamente supe lo que era: otra de esas producciones italianas de bajo presupuesto que de seguro tendrían que agradecerle más a Conan que a Tolkien. Los efectos especiales eran pésimos y las escenas de espadazos no tenían nada de espectacular. Con todo, algo de la película me atrapó desde el primer momento: los inteligentes diálogos, los hermosos escenarios, el argumento perfecto y la música, que tenía un... bueno, un dejo a Ladyhawke difícil de olvidar.

La serie está muy libremente basada en un cuento tradicional recogido por Italo Calvino (que recuenta la conocida historia de la doncella guerrera), y se produjo entre 1991 y 1996. Para dejarnos de rodeos, permítanme contarles un poquito de la historia.

Fantaghiró (interpetada por la increíblemente bonita Alessandra Martines) fue la última oportunidad de su padre, el rey de un lejano país (Mario Adorf) de tener un hijo varón; para acabarla de amolar, la niña no es ningún modelo de docilidad, elegancia y conformismo, cualidades que se esperan de una dama y que sus hermanas mayores, Caterina (Ornella Marcucci) y Carolina (Katerina Brozova) cumplen a la perfección. Uno de sus primeros actos de rebeldía, de hecho, es aprender a leer (¡oh, el horror!). Pero Fantaghirò está dispuesta a llegar más lejos: cuando un reino vecino decide reanudar hostilidades con el suyo, ella quiere aprender a usar las armas para tomar el lugar de su envejecido padre en la lucha.

Por supuesto que por el lado de la familia nadie la apoyará en su proyecto, pero a Fantaghiró la ayuda secretamente la Bruja Blanca (Ángela Molina), una poderosa dama que estuvo presente el día de su nacimiento, y que la entrena bajo la figura de un Caballero Blanco. Para emular a su maestra, Fantaghiró decide hacerse pasar por hombre y retar a duelo al general del ejército enemigo, a su vez un hijo de rey. Pero el encuentro con el príncipe Romualdo (Kim Rossi Stuart, el primero de varios hombres de belleza extraordinaria que pasarían por la historia) va a desatar más que un conflicto en el decidido corazón de la princesa.

Ya resuelto el problema, Romualdo y Fantaghirò se convierten en una pareja nada convencional, más de cómplices y amigos que de enamorados; la segunda película, menos original y dinámica que la primera, los enfrenta a una nueva villana, la Bruja Negra (Briggitte Nielsen en plan casi cómico), pero tras ese pequeño tropiezo, la serie se levanta hasta el cielo en la tercera película, principalmente por la aparición del malvado mago Tarabas (Nicholas Rogers, un ex modelo, ni más ni menos), que le robó el corazón a la mayor parte de las fans, y que en la cuarta de la serie recurre a Fantaghirò para enfrentarse a su padre, el hechicero Darken (Horst Buchholz) y aclarar algunas cosas con su madre, Xelesia (Ursula Andress); Tarabas se ha prendado de Fantaghirò, pero el amor de ella le pertenece a Romualdo, si bien Kim Rossi Stuart ya no quiso repetir el papel y tuvieron que reemplazarlo por escenas de los filmes anteriores.

La quinta película fue un verdadero desbarajuste: la Bruja Negra envía a Fantaghirò a una especie de dimensión paralela (para ahorrarse el tener que explicar la ausencia de prácticamente todo el resto del elenco) y ella tiene que enfrentarse a otro villano sobrenatural, que entre otras cosas ha hecho que los alimentos cobren vida y comiencen a devora a la gente(?). Las salidas ingeniosas del guión, el talento Martines y la aparición de otro carita, Luca Venantini como el guerrero Aries, nuevo compañero de aventuras de Fantaghiró, no bastaron para salvar al film de un merecido fracaso, y mandaron al diantre los planes de una sexta y última película.

Los fans, sin embargo, no se olvidaron de Fantaghirò, y han mantenido la serie fresca en su memoria y en el internet; no han faltado foros, páginas, videos de homenaje en youtube y peticiones on line, como la que una servidora acaba de firmar, para que el número seis de la serie se produzca por fin. En España se produjo una serie animada de 26 episodios que por desgracia no se ha visto en México. (Aquí hay un link a su página, muy simpática por cierto).

Los aspectos negativos de la saga de Fantaghirò no opacan su genialidad. Entre otros detalles que uno halla en ella, está la banda sonora, punto menos que épica, compuesta por Amedeo Minghi (aunque ustedes no lo crean, un cantautor pop de los setenta); la idea más brillante de cómo representar un dragón cuando uno no tiene dinero; y extravagancias como mi escena favorita de la cuarta película, en la que Tarabas se está bañando en un río (no, no piensen mal) y se embarca en una conversación mortalmente seria con una rana y una tortuga parlantes (y obviamente de plástico).

Ahora, si uno quiere ver las películas de Fantaghirò, pues ahora sí hay que correr con suerte; no se han editado en DVD fuera de Italia y Alemania, donde nunca dejaron de estar disponibles, lo mismo que la maravillosa música. No falta quien haya subido pedazos aquí y allá en youtube. Sería genial que quienes hayan heredado material del canal 40 volvieran a pasarlas por televisión (el doblaje al español es muy bueno).

Como sea, si alguna vez tienen oportunidad, no dejen de ver la saga de Fantaghirò. Para abrirles un poco el apetito, aquí les dejo este video con escenas de la primera película y, de fondo, el precioso tema principal, Mio Nemico (enemigo mío), de Minghi.

sábado, enero 24, 2009

Meme de seis y seis

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Hace un buen rato que no hacía un meme, y de hecho ando atrasada para responder a éste, que mi amigo Iz me envió desde su blog (¿quieren un poco de todo, en medida de lo políticamente incorrecto? ¡Visítenlo!) hace ya un buen rato. ¿Qué he andado infernalmente ocupada? Seguro que sí. Pero veamos, que esto no es nada difícil. Se trata de hablar de gustos y disgustos, seis de cada uno.

Así se hace:

1. Hay que vincular a la persona que lo escogió a uno (aquí arribita está).

2. Pegar las reglas en el blog; éstas son:

* Compartir seis cosas que te gustan y seis cosas que no te gustan.

* Escoger a 6 personas para que hagan esta tarea y pon vínculos a sus respectivas páginas.


* Diles que han sido elegidos para hacer esto, escribiéndoles un comentario.


Veamos entonces:

Seis cosas que me gustan:

1. Leer y también escribir. ¡Quisiera que me pagaran por hacerlo! Tal vez algún día lo consiga.

2. Traducir, sobre todo literatura. Es un trabajo que no me cansa.

3. Cocinar, en especial comida japonesa (mi favorita), y sin que haya presiones de tiempo. Todavía no he creado un platillo realmente espectacular.

4. Los videojuegos (de preferencia los RPG). Todavía espero que se hagan del dominio público, tal vez no como el futbol, pero al menos lo suficiente para que la gente no me vea raro por ser mujer, mayor de treinta y apasionada de las consolas.

5. Los gatos y, si a esas vamos, los tiburones. En algún momento ambos han sido animales incomprendidos, y acusados de no sé cuántas calumnias. De primera mano una servidora puede afirmar que los primeros son fieles y cariñosos, y los segundos bellísimos (y necesarios para la vida en la tierra).

6. Irlanda, como me la pongan (su gente, su música, su comida, sus mares, bosques y ríos). En ningún otro lugar me he sentido tan en casa.


Seis cosas que no me gustan:

1. Ser mujer. ¡Es en serio! Detesto todas las cosas relacionadas con el sexo que me tocó: las faldas, los tacones, el maquillaje, la celulitis, el período, los sueldos bajos, la discriminación… Lo único que agradezco es poder usar tratamientos de belleza y llorar sin que nadie ponga en entredicho mi “hombría”.

2. Las novelas, las películas, las series de televisión y cualquier obra que intente mostrarme la realidad de la vida… La realidad es algo subjetivo.

3. La tauromaquia, las peleas de gallos y perros, los circos, la caza, y en general cualquier entretenimiento que implique tortura de animales. Parece que siguiéramos en la época de las cavernas.

4. Lo políticamente correcto, en cualquier manifestación artística, cultural o social. Me parece ridículo seguir una línea de pensamiento nomás porque está de moda o por querer hacerse el rebelde.

5. Los globos inflados, los cohetes y los disparos. Tengo ligirofobia.

6. Esa extraña y excesiva admiración que la gente le tiene al poder y al dinero. ¿Por qué tiene que ser así? Hay muchas formas de llegar a la cima y no todas son lindas y maravillosas, ni garantizan que uno sea una buena persona.

Como ya he hecho memes antes, voy a escoger a seis personas con las que aún no he compartido uno, pero que nos visitamos mutuamente con más o menos frecuencia.

Se trata de tres señores y tres señoritas que a su vez, espero y quisiera, pudieran extender el meme; en orden alfabético…

Alonzo

Chendo

Farándula

Odanguito

Raven

Thor

Y ahorita me disparo a sus respectivos blogs a avisar.

domingo, enero 18, 2009

¡Grrrrrrrrrrrrrr...!

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De lo que se viene a enterar uno...

¿Recuerdan que hace algún tiempo les comentaba que la primera novelita publicada del Capitán Quasar, Fluyan mis lágrimas, y también la primera novela que traduje, 253 de Geoff Ryman, estaban nominadas a sendos premios Ignotus (de la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror)?

¿Se acuerdan también que ambos perdimos y del berrinche que hice por ello?

Pues resulta que ayer, por internet, vimos los resultados completos de los premios Ignotus. Y resulta que tanto Fluyan como 253 quedaron en SEGUNDO lugar en sus respectivas categorías (novela corta y novela extranjera). En segundo lugar. En un estúpido segundo lugar.

Para acabarla: 253 estuvo a unos 30 puntos de la novela extranjera ganadora del primer lugar, La carretera (atragántate con el monolito, Cormac McCarthy, advenedizo), pero, ¿saben a cuántos puntos de distancia estuvo Fluyan del primer lugar? Cuatro. Cuatro. Cuatro...

Ni falta hace decirles que estoy que ni todo el magma del centro de la tierra me calienta...

sábado, enero 17, 2009

John Henry

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Cuando estudiaba en la universidad, una muy querida compañera, C., me regaló, así nada más, sin motivo especial ni nada, un conejito de peluche que, de alguna u otra forma, recibió el nombre de “John Henry”. Un par de años después, este mismo nombre salió a relucir mientras me encontraba escarbando sobre los aspectos católicos en J.R.R. Tolkien: esta vez, venía acompañado por el apellido “Newman”. Anoche tuve un muy extraño sueño con un diminuto conejo de algodón, con brillantes ojos de dulce; en algún momento, estuvo terrorífico. ¿Y todo esto, qué significa? Bueno, en algunas ocasiones, misteriosos hilos unen los acontecimientos de nuestras vidas.

Sí, ya sé que últimamente no he estado actualizando como tengo costumbre. Mil disculpas; el año empezó muy pesado (no me lo imaginaba) y, por desgracia, no muy lindo.

Por ahorita, estoy embarcada (y ocupadérrima) en el proyecto de una biografía del cardenal John Henry Newman, miembro del movimiento de Oxford (que pugnaba porque la iglesia anglicana volviera a sus raíces católicas) y fundador del Oratorio de Birmingham. En el 2005 anduve por aquella ciudad y por habérmele pegado al grupo de gente propicio (más bien porque estaba siguendo al escritor Charles Coulombe, a quien no identificaría sino dos horas después y sólo por sus ideas en una conferencia) terminé adentro no sólo del templo en el Oratorio, sino también en la biblioteca (foto de arriba) y en la habitación del padre Newman. Igual, yo no lo estaba buscando a él, sino a uno de sus seguidores, el padre Francis Morgan, tutor a su vez de un muchachito nada serio que de adulto se convertiría en mi escritor favorito.

De veras que nadie sabe por qué senderos lo llevará a uno la vida. Este año, el padre Newman será canonizado, y yo estoy traduciendo material para una biografía suya a publicarse a mediados del 2009. ¿A dónde va a llegar todo?

Hace un par de días, también, tuve un pequeño recordatorio de, casi casi citando a San Pablo, aquella vieja espina en mis carnes, aquel emisario de Satanás, que no me había visitado, da precisamente la casualidad, desde el 2005, aunque en el terrible 2008 asomó varias veces su fea jeta. La epilepsia no se cura; se controla, y esto ya se me había olvidado; no tengo prohibidos los videojuegos, que jamás me hicieron daño, pero sí el café, las desveladas y las tensiones, y entre el fin de 2008 y el principio de 2009 he tragado mucho de los dos últimos. Algo reventó en mi cabecita el jueves pasado, y lo hizo en una situación de lo más inconveniente (todo empezó con mi bendita ligirofobia). Tengo un miedo bárbaro de que el emisario de Satanás se convierta, como hace una década, en mi huésped habitual, que se estacione delante de mí y hasta que me exija té con galletitas en tardes y noches de cansancio.

Todavía no me entero de todos los trapitos sucios (y limpios también, que los hay, y muchos) del padre Newman, pero entre otras cosas que no le conocía antes está que siempre se metía en problemas por andar diciendo las cosas sin rodeos. También, que odiaba que se tomaran decisiones relacionadas con sus asuntos sin que él estuviera presente. Padre Newman, usted que entiende lo molesto que es que hablen mal de uno, y que siempre se azotaba para ser ejemplo de todo el mundo, ¿podría por favor pedirle al Señor que una servidora no se sienta tan mal por haber armado una escena?

A todos mis amigos lectores y colegas bloggers; no se preocupen, que no dejamos de escribir y de visitar, a pesar de que nuestro silencio parezca de ausencias. Aunque, como siempre, les pido paciencia.

domingo, enero 11, 2009

Factor GAMERUSH número 13

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No crean que se había pasado el revistero del mes anterior; el nuevo número de Factor Game Rush se tardó un poco en salir, pero ya está disponible (como siempre, en BlockBusters y puestos de revistas de toda la república mexicana) para enero, y con artículos de antojo y muchos regalos, como podrán ver en el comunicado de prensa que viene a continuación.

Y un blast from the past que va ser este ejemplar; se hablará del décimo aniversario de The Legend of Zelda: Ocarina of Time, un juego que posiblemente probaré uno de estos días (próximamente les pasaré una reseña del manga, parte de mi lectura en vacaciones de fin de año), y de un par de remakes interesantes: el de Kingdom Hearts de GameBoy Advance, con años de retraso para Playstation 2, y el Chrono Trigger para DS, que, les garantizo, no ha envejecido ni un poquito.


Finalmente hemos llegado al número de la mala suerte, y para colmo, con éste comenzamos el año. Afortunadamente nosotros no somos supersticiosos, por lo que seguimos adelante y le entramos al 2009 con portada de clásicos. Primeramente tenemos a “Sonic Unleashed”, el último gran lanzamiento de Sega para el 2008 y por el cual el tema principal de la revista es sobre las mascotas importantes que inundaron las tiendas durante la pasada temporada navideña, pero eso no es lo único que encontrarán en esta edición…

“Street Fighter IV”, el juego que TODOS vana jugar por lo menos seis veces antes de comprar otro control o dejarle de hablar al de al lado porque barrió contigo como siempre es el título que se va en nuestra contraportada. Con ambas producciones, la edición No. 13 de Factor GAME RUSH trae comentario sobre los últimos tres juegos de Karaoke que llegaron para todas las consolas, reseñas de títulos como “Legend of Spyro: Dawn of the Dragon”, “Banjo-Kazooie: Nuts & Bolts”, “Kingdom Hearts Re: Chain fo Memories” y “Chrono Trigger”, además de celebrar el 10mo aniversario de “The Legend of Zelda: Ocarina of Time” regalándote un Nintendo DS.

Aparte, finalmente en esta edición podrán encontrar las primeras 10 preguntas de la trivia para hacerse del “Paquetón de Primer Aniversario”, así como promociones para gana un buen de juegos, películas en DVD y claro, el obligado cupón de 2 X 1 para rentas en Game Rush. De parte de todo el staff de Factor GAME RUSH agradecemos mucho que sigan con nosotros y este 2009 estaremos viendo como crece más este proyecto que nació de manera independiente, pero que poco a poco va tomando cada vez más fuerza.

Recuerden que la revista está a la venta en todas las tiendas BlockBuster / Game Rush de la República Mexicana, así como en puesto de periódicos en provincia. ¡Seguimos en contacto!

José M. Saucedo
Factor Game Rush
Editor en Jefe

viernes, enero 09, 2009

Gewurde ðín willa

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Estatua de Alfredo el Grande (rey, guerrero, traductor y salvador de la lengua inglesa) en Winchester

Me cayó la noticia como cubeta de agua fría, y apenas empieza el 2009: este cuatrimestre no voy a impartir la materia de Historia de la Lengua Inglesa en la escuela donde trabajo. Una de mis materias favoritas, y que he estado enseñando ahí durante los últimos doce años.

¿Por qué razón? Me gustaría saberlo; la razón-razón, no la políticamente correcta que le dicen a uno si de pura casualidad pregunta (esta vez no lo hice). En los últimos períodos, a muchos de los maestros más antiguos nos han reducido el número de clases (estamos a tiempo parcial, nuestro contrato dura lo que un cuatrimestre, no recibimos prestaciones); a mí, gracias a Dios, no me ha ido mal e incluso me siento consentida con los horarios que me han asignado; pero no es en los horarios donde hay problema, sino en las materias. Recuerdo que poco antes de salir de vacaciones de Navidad, el año pasado, me entró punto menos que un ataque de pánico al pensar que podrían quitarme Seminario de Literatura Inglesa. ¿Un ataque de pánico...? La cosa debe estar mal, muy mal. Por Historia de la Lengua Inglesa no me preocupaba; la sentía muy segura... no es fácil, y no hay muchas personas que se animen a enseñarla. Bueno, eso creía.

Me gusta dar clases, aunque no siento que sea mi auténtica vocación; pero hay materias que me producen más alegría que otras. Ésta era una de las que mantenían mi corazón a flote entre los sinsabores. ¿La razón? Bueno, pues amo a la lengua inglesa. La considero una de las más hermosas, versátiles, ricas; una que no ha necesitado artilugios, disfraces o influencias para abrirse paso como la lengua común de la Tierra; que en su aparente simplicidad puede comunicar los secretos mejor guardados del espíritu (ésos que nos hacen recurrir al "me faltan palabras"). Y quiero todavía más al inglés antiguo, aunque lo conozco muy por encimita (casi veinte años de amor a primera vista), a sus sonidos extraños, tan dulces; al sabor que dejan en la boca, a su belleza como la de unos ojos profundos de largas, largas pestañas.

Las clases sirven para aprender; éste la usé siempre para compartir amor y plantarlo ya fuera en la mente o en el corazón de otros, siempre abonado con un toque infalible de curiosidad. Cada peculiaridad del inglés tiene su razón de ser, algunas veces tonta o ridícula, otras heroica o noble; ciertos sonidos, cierta ortografía, ciertas locuras gramaticales; todo ocurre por algo, todo arrastra un cuento que platicar. Era ello lo que más disfrutaba de pararme ante un grupo, si bien consumida por los nervios (pero eso nunca deja de pasar, ya me lo esperaba).

Me gustaba enseñar la pronunciación del inglés antiguo, aunque nunca me he sentido del todo segura con ella, e incluso después de años y años, antes de llegar al salón me ponía a ensayar, una y otra vez, la primera estrofa de Beowulf, que con las prisas me salía fea y monótona: h
wæt we gar-dena in geardagum Þeodcyninga þrym gefrunon hu ðas æþelingas ellen fremedon... Mal y todo, se sentía como besos en mis labios. Cuánta magia no tendría esta lengua que los ojos de mis estudiantes se encendían de asombro. Después los ponía a repetir palabras dispares, como niños chiquitos: hus, stan, mys; casa, piedra, ratones; y adivinaba que la sonrisa en sus rostros era una copia de la mía.

Apenas este lunes me lo confirmaron; no era el error que sospechaba cuando me mandaron mi horario: este cuatrimestre no voy a impartir Historia de la Lengua Inglesa. No me puse triste, porque ya lo había hecho cuatro días antes (las heridas recién hechas duelen más), cuando en mi nuevo horario noté la ausencia de la materia. Pero noté que el raspón estaba todavía sin cicatrizar cuando fui a mi desordenado locker en el salón de maestros a buscar algo de material y todo lo que caía en mis manos eran papeles de Historia. No creo (eso espero, al menos) que me hayan quitado definitivamente la asignatura; mis lloriqueos del fin de semana anterior se debieron a lo mucho que me iba a hacer falta en estos tiempos difíciles (y no me refiero al dinero).

Como mi espacio está muy lleno ya, tomé mi precioso librito encuadernado en azul, The Story of Our Language de Henry Alexander, un apoyo invaluable de mi ex-materia, y lo arrojé a mi mochila. Bien, le dije, porque ya saben que como a Sophie Hatter (la de El Increíble Castillo Vagabundo) no puedo dejar de hablar con los objetos inanimados; bien, nos vamos a casa, pequeñín; ¿hace cuánto que no estabas por allá? Vamos a tomarnos unas vacaciones. Después vengo por tu hermano mayor, The Origins and Development of the English Language. Tal vez hasta le ponga una cubierta así de bonita como la tuya porque el pobre parece baraja. þancie þe.

Y ya con mi tesoro a buen recaudo y de camino bajo un suave calorcillo de invierno, recordé uno de los dos propósitos de año nuevo que me hice, que fue aceptar las cosas como vengan sin perder la fe, pero sin dejar de luchar contra corriente (por supuesto que tengo en ello algo de práctica).
Gewurde ðín willa on eorþan swa swa on heofonum; como en inglés antiguo se dice "hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo", pero como ya lo escribí antes, eso se le dice a Dios, no a los humanos.

Antes de que se me olvide, una última cosa por la que le tengo cariño al inglés: porque es una sobreviviente. Como muchísimas personas a las que quiero y respeto. Como, siguendo su ejemplo, espero ser.

sábado, enero 03, 2009

Feliz cumpleaños

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La primera celebración del año (ésta) me tomó con la agenda a medio completar. Está bien, no importa. De todas maneras tenía que pasarla por aquí (ya que en el 2008 no lo hice).


Miren la imagen que acompañan a esta entrada. No soy muy afecta a los niños que digamos y no suelo hacerles mucho caso sino hasta que se convierten en algo decente, divertido y con una pizca de personalidad, pero díganme si no está hermoso ese bebé de la foto izquierda, al que una servidora de seguro no le hubiera hecho la más mínima gracia. A la derecha, tenemos a ese mismo niño, pero ya de nueve años, con unos ojos llenos de curiosidad y una sonrisa de encanto. Santo remedio, todas las cosas grandes empiezan chicas, y uno nunca sabe a dónde irán a parar. Pues resulta que este niñito resultó ser una de las mentes más brillantes del siglo anterior, y escribió lo que hace unos años se votó como el libro más influyente.

Sips, éste es Ronald, que firmaría El Señor de los Anillos y otras de sus obras como J.R.R. Tolkien, y que nació un día como hoy, en Bloemfontein, Sudáfrica, hace 117 años (vaya, un número mágico).

Un estupendo escritor, un gran ser humano... y, ¿qué más pudiera decir? Para bien o para mal, un punto de apoyo y referencia en la vida de una servidora de ustedes, que no sería la misma sin él. Voy a tardar un poco en acomodar las entradas pertinentes porque aquí me andan correteando con labores domésticas, pero voy a poner algo que debí haber hecho desde que abriera la casa de ustedes: una etiqueta para mi escritor favorito.

Gracias otra vez, profesor, y feliz cumpleaños.

Si son fans, no se olviden que el día de hoy, a las nueve de la noche del tiempo local de su país, no importa dónde estén en el mundo, hay que decir "El profesor" brindar a la salud del profesor (con cualquier cosa, desde tequila hasta limonada). Si gustan, pueden dejar testimonio de su brindis en la página de la Tolkien Society, aquí.

viernes, enero 02, 2009

Que ganen los buenos

Primero lo de rigor: ¡feliz año nuevo! Sips, estamos de regreso, y la casa de ustedes (la real y la virtual) parece hecha un lío después de las vacaciones pero poco a poco iremos tomando ritmo. Muchas gracias a todos por su paciencia, sus visitas y sus notas que iré viendo respondiendo poco a poco (espérenme pronto en sus respectivos blogs, también).

Fíjense que por primera vez en como diez años cuántos años no he cumplido con mi ritual de vísperas de año nuevo; sentarme en algún espacio amplio con toda mi colección de plumas de gel (me encantan, y tengo fácil medio centenar), tomar mi agenda del año que termina y ponerme a pasar, con cuidado y algún dibujito alusivo, todas las fechas del año que no cambian y que hay que celebrar o recordar (los cumpleaños, los días festivos, los aniversarios). Lo hacía incluso con varios días de anticipación, para estar segura de recibir las prisas del año entrante sin olvidarme de nada; ahora que no lo he hecho, me siento hasta un poco insegura, colgando de un hilo invisible y atado con manteca al cielo. Será porque en realidad he comenzado el 2009 con cierta desesperanza, viendo al futuro con miedo y deseando, más que salud y prosperidad, que no me corresponda desgranar demasiado del racimo de desdichas que el tiempo suele cultivar para un ser humano común y corriente. Qué diferencia a cuando esperaba el año nuevo para hacer planes (no precisamente propósitos); cuando deseaba que la vida me diera más, y no como ahora, que sólo quiero que no me quite. Y resulta que apenas van dos días de este año y ya he tenido que tragar una uva amarga.

Como sea, estuve pensando en dos que tres asuntillos que ojalá pueda tener resueltos este año, y que pueden resumirse en dos líneas del Padre Nuestro: espero poder ser más sincera en el “hágase Tu voluntad” y menos exigente en “el pan nuestro de cada día”. Eso es todo. (El “hágase Tu voluntad”, conste, lo reservo para Dios; las personas, mis jefes en particular, no podrán esperar tanta sumisión de mi parte).

Bien, para terminar por hoy, me gustaría que me acompañaran a escuchar mi canción preferida de año nuevo, una que resume miedos y esperanzas (sips, de ésas que intento cultivar en una macetita de diez centímetros de diámetro) y que, creo, muestra el mayor deseo que uno puede tener en un mundo hostil. No es de buena salud y blah blah blah... se trata de algo mucho más simple: Que ganen los buenos.

Oí esta melodía en un disco llamado A Celtic Christmas en el que dos señoras interpretaban, al estilo irlandés, melodías tradicionales y populares. Esta versión que pesqué en youtube, aunque un poco mordisqueada, trae a los compositores e intérpretes originales: Tom Cochrane, Paul Hyde y Murray McLauchlan.




Va la letra:


May I get what I want, not what I deserve
May the coming year not throw a single curve
may I hurt nobody may I tell no lies
if I can't go on, give me strength to try

Coro:

Ring the old year out
Ring the new year in
Bring us all good luck
Let the good guys win

May the one you love be the one you get
May you get some place you haven't been to yet
May your friends surround you, never do you wrong
May your eyes be clear, may your heart be strong

Coro

May the times do come be the best you've had
May peace rule the world and make us glad
Mhen you see something wrong, make it right
Put a shadowed world into the bright sunlight

Coro



Y mi traducción:

Que consiga lo que quiero; no lo que me merezco.
Que el año que viene no traiga una sola dificultad.
Que no lastime a nadie, que no diga mentiras,
si no puedo seguir, que tenga fuerzas para intentarlo.

Coro:

Despidamos al año viejo
Saludemos al año nuevo
Que nos traiga a todos buena suerte
Que ganen los buenos

Que quien que amas sea a quien tengas
Que llegues a un lugar donde no has estado antes
Que tus amigos te acompañen y que nunca te hagan mal
Que tus ojos estén claros y tu corazón sea fuerte

Coro

Que los tiempos por venir sean los mejores que hayas vivido
Que la paz reine en el mundo y que nos haga felices
Cuando veas que algo está mal, trata de hacer que esté bien
Mueve a un mundo ensombrecido hacia la brillante luz del sol

Coro


Me sacaron las palabras de la boca. Un gran abrazo a todos, que ganen los buenos y que los buenos seamos, claro que sí, nosotros.

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