El mes de abril pasado falleció J.G. Ballard, un autor de ciencia ficción al que, si no conocemos mucho del género, seguro recordaremos por su novela autobiográfica El imperio del sol, llevada a la pantalla con un jovencísimo Christian Bale en el papel protagónico. A lo terrible de la pérdida, se añadió algo que dijo de él su editor. Ursula LeGuin escribió un artículo al respecto, Calling Utopia a utopia; mi amigo Vic (nunca te pude agradecer como es debido, pero lo hago ahora. ¡Muchos abrazos!) me pasó el link en el sitio de la autora. Helo aquí, y puesto que la autora dio permiso expreso para que se reprodujera en cualquier lado, lo mismo digo; utilícenlo y pónganlo donde gusten, siempre y cuando le den crédito a la señora LeGuin.
Decir que Utopía es una utopía
Por Ursula K. LeGuin
Traducido por: Yours Truly
Cuando Bruce Weber escribió en el New York Times sobre la muerte de J.G. Ballard (el 21 de abril de 2009), habló con Robert Weil, el editor norteamericano de Ballard en Norton. Lo que el señor Weil dijo de Ballard fue: “Su estilo imaginativo hizo que la gente considerara su trabajo como ciencia ficción. Pero eso es como decir que Un mundo feliz, o 1984, fueran ciencia ficción”.
Cada vez que leo esa frase me sugiere más analogías:
“Pero es como decir que Don Quijote fuera una novela”.
“Pero es como decir que El Señor de los Anillos fuera fantasía”.
“Pero es como decir que Utopía fuera una utopía”...
Es sorprendente darse cuenta que un empresario de la casa editorial que tuviera la inteligencia de publicar a Ballard (y también el Norton Book of Science Fiction) pueda ser tan ignorante sobre lo que escribía él, o tan carente de información sobre la naturaleza y la historia del género de la ciencia ficción, o tan poco consciente de la naturaleza de la literatura desde la década de los ochenta; que piense (¡a estas alturas, en 2009!) que el decir que un autor escribía ciencia ficción es difamar o degradar su trabajo.
Definir la ciencia ficción como una categoría puramente comercial de la ficción, de pésima calidad inherente, y que no tiene nada que ver con la literatura, es meterse en dificultades. Implica al mismo tiempo negar que cualquier obra de ciencia ficción pueda tener méritos literarios, y sostener que cualquier libro de méritos literarios que utilice formas de ciencia ficción (como Un mundo feliz, o 1984, o El cuento de la criada, o la mayor parte del trabajo de J.G. Ballard) no es ciencia ficción. Esto de definir-por-negar lo lleva a uno a sorprendentes malabares mentales. Por ejemplo, uno debe insistir que ciertas obras de dudoso valor literario que utilizan recursos familiares cienciaficcioneros como la historia alternativa, o argumentos de ciencia ficción bastante sobados como Hombres-que-cruzan-el-continente-tras-el-holocausto y que por cualquier ángulo se pueden definir como ciencia ficción, no lo son... porque sus autores están reconocidos como literarios, y por definición los autores literarios son incapaces de cometer ciencia ficción.
Vaya, para eso sí que hace falta ingenio.
Si el señor Weil le reconoce a las historias de H.G. Wells cualquier clase de calidad o prestigio literarios, tendría que declarar que Los primeros hombres en la luna y La máquina del tiempo no son ciencia ficción... y apelar, supongo, a su “estilo imaginativo”.
Puesto que sabía que esas historias eran diferentes en ciertos sentidos a otras obras de ficción, y con su mente y conocimiento científicos, el mismo H.G. Wells buscaba una clasificación para ellas. Terminó llamándolas “novelas científicas”. Todavía no se había inventado y adoptado la frase “ciencia ficción”.
Hasta quisiera que nunca se hubiera hecho, cuando leo disparates como el del señor Weil.
Pero “ciencia ficción” es el término con el que nos acabamos quedando. Y, en cualquier definición razonable, es una categoría literaria aceptada, útil y adecuada para obras de la literatura como Un mundo feliz, 1984, El hombre en el castillo, El cuento de la criada, El sindicato de policía yiddish, y todas las historias y novelas más importantes de J.G. Ballard.
Los editores, críticos y otros que lo usan no como clasificación sino como opinión negativa están equivocados. Y hacen mal. Son terriblemente injustos tanto con la ciencia ficción de valor literario que no quieren aceptar como literatura, como con la ciencia ficción de valor literario que no quieren aceptar como ciencia ficción. El señor Weil le debe a Aldous Huxley, y a George Orwell, y a su propio autor, J.G. Ballard, una disculpa más allá de la tumba.
Cada vez que leo esa frase me sugiere más analogías:
“Pero es como decir que Don Quijote fuera una novela”.
“Pero es como decir que El Señor de los Anillos fuera fantasía”.
“Pero es como decir que Utopía fuera una utopía”...
Es sorprendente darse cuenta que un empresario de la casa editorial que tuviera la inteligencia de publicar a Ballard (y también el Norton Book of Science Fiction) pueda ser tan ignorante sobre lo que escribía él, o tan carente de información sobre la naturaleza y la historia del género de la ciencia ficción, o tan poco consciente de la naturaleza de la literatura desde la década de los ochenta; que piense (¡a estas alturas, en 2009!) que el decir que un autor escribía ciencia ficción es difamar o degradar su trabajo.
Definir la ciencia ficción como una categoría puramente comercial de la ficción, de pésima calidad inherente, y que no tiene nada que ver con la literatura, es meterse en dificultades. Implica al mismo tiempo negar que cualquier obra de ciencia ficción pueda tener méritos literarios, y sostener que cualquier libro de méritos literarios que utilice formas de ciencia ficción (como Un mundo feliz, o 1984, o El cuento de la criada, o la mayor parte del trabajo de J.G. Ballard) no es ciencia ficción. Esto de definir-por-negar lo lleva a uno a sorprendentes malabares mentales. Por ejemplo, uno debe insistir que ciertas obras de dudoso valor literario que utilizan recursos familiares cienciaficcioneros como la historia alternativa, o argumentos de ciencia ficción bastante sobados como Hombres-que-cruzan-el-continente-tras-el-holocausto y que por cualquier ángulo se pueden definir como ciencia ficción, no lo son... porque sus autores están reconocidos como literarios, y por definición los autores literarios son incapaces de cometer ciencia ficción.
Vaya, para eso sí que hace falta ingenio.
Si el señor Weil le reconoce a las historias de H.G. Wells cualquier clase de calidad o prestigio literarios, tendría que declarar que Los primeros hombres en la luna y La máquina del tiempo no son ciencia ficción... y apelar, supongo, a su “estilo imaginativo”.
Puesto que sabía que esas historias eran diferentes en ciertos sentidos a otras obras de ficción, y con su mente y conocimiento científicos, el mismo H.G. Wells buscaba una clasificación para ellas. Terminó llamándolas “novelas científicas”. Todavía no se había inventado y adoptado la frase “ciencia ficción”.
Hasta quisiera que nunca se hubiera hecho, cuando leo disparates como el del señor Weil.
Pero “ciencia ficción” es el término con el que nos acabamos quedando. Y, en cualquier definición razonable, es una categoría literaria aceptada, útil y adecuada para obras de la literatura como Un mundo feliz, 1984, El hombre en el castillo, El cuento de la criada, El sindicato de policía yiddish, y todas las historias y novelas más importantes de J.G. Ballard.
Los editores, críticos y otros que lo usan no como clasificación sino como opinión negativa están equivocados. Y hacen mal. Son terriblemente injustos tanto con la ciencia ficción de valor literario que no quieren aceptar como literatura, como con la ciencia ficción de valor literario que no quieren aceptar como ciencia ficción. El señor Weil le debe a Aldous Huxley, y a George Orwell, y a su propio autor, J.G. Ballard, una disculpa más allá de la tumba.
4 comentarios:
Un blogger no debería escribir el primer comentario a sus entradas (y más si, como una servidora, últimamente se ha tardado en responder los otros comentarios), pero es que no pude evitar sentir un gusto de lo más perverso al ver la velada y discreta piedra que la señora LeGuin le tira a La Carretera de Cormac McCarthy... ya sé que la traigo con esa novela, y lo peor es que voy a terminar leyéndola...
Como bien dice la escritora Le Guin es sorprendente que existan editores como el susodicho, un saludo :)
El problema de la ciencia ficción son los estudiosos de "literatura seria" que la consideran despectivamente como seudo literatura
=/
Aún tengo altercados con profesores de la Facultad debido a ello...
Había leído esto en la página de Ursula, pero en inglés. ¡Qué bien que lo posteas aquí! ¿La traducción es tuya? ¡Muy chida!
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