Desde hace poco más de veinte años, en Zacatecas, mi ciudad de crianza, se celebra para las fechas de semana santa un llamado festival cultural; una serie de eventos de teatro, música, literatura, pintura, cine y otras manifestaciones. Lo han comparado con el Cervantino, nomás que a menor escala, con la diferencia de que aquí la mayor parte de los eventos son gratis, y los que no, resultan accesibles hasta para una economía tan vapuleada como la de mi país. Mis mejores recuerdos del festival son los de la segunda o tercera vez, no recuerdo, cuando los eventos, quién sabe por qué razón, estaban cargados a lo fantástico... hubo, por ejemplo, una obra de títeres de sombra con un clarísimo corte tolkieniano.
Pero bueno, a lo largo de los años, me temo decir que el festival ha chafeado un poco. Algunas veces ha sido parco, otras, como ésta, muy ostentoso (pues, ¿en qué otro lugar podría uno ver a Bob Dylan gratis?), pero de todas formas, como que algo falta. Eso sí, las calles se llenan de artistas callejeros, expositores de artesanía, músicos ambulantes, dulces tradicionales tan sabrosos; hay una serie de puestos de libros de usado, con mesas de ejemplares de 10 pesos (menos de un dólar) cada uno; la ciudad tiene más turismo, y se respira más fiesta, incluso para la época. Pero mi entusiasmo por los espectáculos ha disminuído un poco... a lo mejor será por cierta tristeza al recorrer las calles que me sabía de memoria y darme cuenta de todo lo que ha cambiado desde que me fui; tiendas desaparecidas, casas a punto de caerse, monumentos cambiados de lugar, árboles talados...
Como sea, hay un sólo evento de la semana cultural que procuro no perderme: el magno concierto de la banda de música del estado, al mediodía del Jueves Santo.
El año pasado, por culpa de un estúpido incidente, no pude asistir: esta ocasión, por aquello de la melancolía, estuve a punto de no hacerlo. Qué bueno que finalmente fui.
Pero déjenme platicarles un poco de la banda del Estado de Zacatecas.
Una banda de música es la que acompaña marchas, desfiles, fiestas regionales; uno no espera que su repertorio salga de la música popular. Pero este asombroso conjunto tienen la peculiaridad de que interpretan cualquier cosa, y lo hacen tan bien, que uno se olvida de que son una banda: igual podrían tomar el lugar de una orquesta.
Mis primeros recuerdos de la banda están mezclados con asuntos no tan agradables: aquellos viejos tiempos donde mis papás intentaban inculcarme la afición taurina (soy biznieta de torero por un lado y nieta de gallero por el otro, y con mis propios cromosomas socia de Greenpeace y terca defensora de los animales, así que imaginen la mezcla familiar).
Mi primera corrida transcurrió en la parte superior de la plaza, tan lejos del ruedo que la sangre no me asustó, y las figuras de abajo me parecían irreales. Más adelante (tanto literal como figurado), mientras mucho muy cerca se estaba llevando a cabo la carnicería de costumbre, resulta que mis ojos estaban fijos en la banda del estado... fundada y entonces encabezada por el maestro Juan Pablo García, que siempre llevaba un curioso sombrerito inclinado y que dirigía los pasodobles, no con batuta, sino, ¡con castañuelas! Mis únicos abucheos prototaurinos eran para los diestros que pedían que cesara la música.
Nota aparte: Al ver el programa de la semana cultural, me di cuenta de que por primera vez se incluye una corrida de toros en los eventos, y que incluso se ha fundado un Trofeo Cultural (¿?). ¿Qué hacer? Ahora sí que retomar las viejas consignas antitaurinas: “La tortura no es cultura” (que, técnicamente, sí es... al igual que todo lo que un ser humano come, bebe y hace). Muy bien, la tortura ES cultura, pero que la quieran llamar “arte”... ahora sí que a otro crédulo con ese frasco de veneno.
La banda era parte de la ciudad; en cualquier evento municipal, ellos estaban ahí. Supe después que sus fama no era local, y que se habían presentando en conciertos no sólo nacionales, sino fuera del país. Alguna vez mis papás me sugirieron que entrara a ella; la verdad, la música y quienes la componen e interpretan siempre han sido un misterio para mí, y uno de esos que conviene respetar. Así que, en lugar de echar a perder la banda con mi escasísisimo talento, seguí escuchándolos. Fascinada.
No tengo memoria de en qué momento, entre mi renuncia definitiva a las corridas y mi partida de Zacatecas, el maestro Juan Pablo García se alejó de este mundo y dejó en su lugar a su hijo, el maestro Salvador García y Ortega. Tampoco recuerdo muy bien cuándo fue exactamente que el mediodía del Jueves Santo se convirtió en la hora del magno concierto. Creo que cuando me hice el propósito de no perdérmelo, ya había dejado Zacatecas, y esa música era parte de lo que seguía atesorando de mi antigua vida aquí.
Pero bueno... antes de platicar del concierto de ayer, déjenme les pongo una muestra de lo que esta maravillosa banda puede llegar a hacer; aquí está un video de su interpetación en diciembre pasado de un popurrí de Queen.
Prosigamos. Ayer, como les decía (arrastrando tristezas), fui al concierto de la banda, en la llamada Plaza de Armas, que se encuentra frente al Palacio de Gobierno y a un costado de la Catedral de Zacatecas (extraña combinación, ya sé). Y la verdad que estuvo fenomenal.
En esta ocasión, el programa se compuso, casi exclusivamente, de temas de películas: se abrió con el tema de la 20th Century Fox, y a continuación melodías de diferentes cintas, como Superman, Star Wars, Harry Potter (sí, John Williams fue el campeón del día), Titanic, y Piratas del Caribe, entre otras (¿para cuándo El Señor de los Anillos, maestro García?). La parte no cinematográfica fue lo que siempre remata el concierto del jueves santo: el Huapango, de Pablo Moncayo, un clásico de la banda, y la Obertura 1812, de Tchaikovsky. Esta pieza, que conmemora la fallida invasión de Napoleón a Rusia, resulta muy emocionante porque se acompaña de cañonazos de verdad, por parte de la cofradía de Bracho (un grupo que se dedica a hacer representaciones de las guerras entre moros y cristianos a las afueras de la ciudad; les debo la fecha). Aunque lo que de veras hace que la piel se ponga de gallina no son los cañones (siempre acabo cubriéndome con fuerza los oídos), sino las campanas de la Catedral, que se unen también a la sinfonía, y que parecen inundar la plaza en un tsunami de profundos sonidos.
La última melodía es, por supuesto, la Marcha Zacatecas; ajá, esa que si asistieron a alguna primaria de Guadalajara habrán aprendido a odiar, porque les marcaba el fin del recreo. Créanme que si la odian en serio, la mitad de sus oídos se está perdiendo de una de las más vibrantes y encantadoras creaciones de la música nacional, y la interpretación de la banda no hace sino añadirle brillo al asunto.
En el concierto de ayer se le pidió al público que se pusiera de pie para escucharla, como si del Himno Nacional se tratara; muy malo, porque cuando suena la Marcha, la gente se levanta espontáneamente. De hecho se ha llamado a esta pieza el segundo himno nacional; a ver si no me encarcelan por andar de librepensadora y abrir la bocota, pero a mí me gusta más que el Himno oficial, y no tendría ningún problema con que lo sustituyera. Si lo que queremos es nacionalismo, diría que por lo menos esta hermosa melodía SÍ es obra de un compositor mexicano (Genaro Codina, nativo de esta ciudad).
Es muy difícil comunicar (bien) las sensaciones que la banda puede producir, pero si quieren un poco de lo de ayer, les recomiendo que visiten zacateks.com, un blog sobre lo mucho que hay que ver, conocer y disfrutar en la ciudad. El concierto íntegro se puede descargar de esta misma página en mp3; 80 y pico de megas para dos horas de música que valen la pena. Aunque nada se compara a tener a la banda en vivo, esto puede dar una buena idea (intenten escucharlo, si fuera posible, con audífonos o a todo volumen; cuidado, que esta vez los cañonazos en la Obertura 1812 estuvieron un poquito fuera de tiempo). Le agradezco al amigo MeTz por permitirme usar uno de sus videos de la banda y por el trabajo al proporcionar este concierto para el mundo.
Ahhhhhh... antes de comenzar con las reflexiones de este día santo, un poco de fantaseo... ¿y si algún día la Banda de Zacatecas presentara arreglos de música de videojuegos? Sólo de imaginar sus versiones de los poderosos temas de Shadow of the Colossus, por ejemplo... se me hace agua la boca.
Otra nota aparte: Link a video en youtube de la orquesta australiana Eminence interpretando una pieza de este juego. Si alguna vez llegara a este blog, no estoy insinuando nada, maestro García; sólo escuche qué preciosidad. Imagínesela en Plaza de Armas.