jueves, diciembre 27, 2007

Receta: Jamón horneado de Navidad


©Cooking Mama, del juego homónimo de Office Create, publicado por Majesco para Nintendo DS.


Aunque sea un poquito tarde, ¡feliz Navidad! Espero que se la hayan pasado de maravilla. Como todavía no tengo escrito un mensaje alusivo a las fechas (ando pensando en uno, conste, y tengo una buena idea), les comparto por el momento la parte de la cena navideña que me tocó preparar.

Este es mi platillo por excelencia para las fiestas decembrinas. Se ve espectacular y es increíblemente sencillo de hacer, y también económico. Sabe delicioso y se puede acompañar con una rica ensalada de frutas. Muy bueno también para el recalentado.


Ingredientes (alcanza para unas 5 o 6 personas):
  • Un trozo de jamón de pavo ahumado de 2 kilos
  • 1/2 taza de jugo de piña
  • 1/2 taza de jugo de naranja
  • 50 gms. de cerezas en almíbar
  • 1 lata grande de piña en trocitos
  • 1 barrita de mantequilla
  • Salsa inglesa

Herramientas:

  • Molde refractario o metálico para hornear
  • Jeringa grande con aguja
  • Cuchillo afilado
  • Cuchara de mango largo
  • Horno eléctrico o de gas
  • Recipientes
  • Tabla de cortar
  • Delantal

Procedimiento

1. Con el cuchillo, hacer unos cortes largos de aproximadamente dos centímetros de profundidad, a lo ancho, en la parte inferior del jamón. En la parte superior, hacer cortes en diagonal, a manera de tejido canasta; primero en una dirección y luego en la contraria. Continuar hacia los lados del jamón siguiendo las líneas de la parte superior (toda la superficie debe quedar con rombitos). Colocar el jamón en el molde.

2. En un recipiente, mezclar el jugo de piña y el de naranja. Añadir salsa inglesa al gusto (unas dos cucharadas suele ser suficiente).

3. Llenar la jeringa (sin la aguja puesta) con la mezcla, colocar la aguja con cuidado y comenzar a inyectar el jamón, siempre en los cortes, no los rombitos (lo más probable es que después de un rato el jamón comience a escupir de vuelta el jugo; mejor hay que ponerse un delantal para no acabar empapado). Colocar así la mitad de la mezcla.

4. Colocar los trocitos de piña alrededor del jamón en el molde. Bañar el jamón con el jugo que haya sobrado.

5. Con los dedos, untar una capa gruesa de mantequilla sobre toda la superficie del jamón.

6. Cortar a la mitad las cerezas, y hundirlas en la mantequilla para decorar la parte superior, al gusto.

7. Poner a calentar el horno. En el caso de un horno eléctrico, programarlo para carnes o pastel; en un horno de gas, poner la temperatura a unos 180 grados.

8. Hornear el jamón hasta que la superficie esté bien dorada (en el caso de un horno de gas, este procedimiento toma unas dos o tres horas; en el eléctrico suele tardarse menos). Siempre hay que vigilar el jamón; cada quince o veinte minutos abrir el horno para bañar el jamón con la mantequilla derretida y jugo que vayan cayendo en el molde, con la ayuda de una cuchara de mango largo.

9. El jamón horneado queda tan tierno que no es necesario cortarlo con cuchillo eléctrico. Se sirve con una porción de fruta y un poco de jugo.


martes, diciembre 18, 2007

Reseña de videojuego: The Legend of Zelda: Phantom Hourglass


The Legend of Zelda: Phantom Hourglass

Productor: Nintendo
Consola: Nintendo DS


Lo bueno: El sorprendente uso que le da a las múltiples capacidades del DS.

Lo malo: ¡Demasiado corto!

Calificación: ****

The Legend of Zelda fue, confieso, una de las razones que me empujó a unirme a la petición grupal de un NES (Nintendo) como regalo familiar, hace ya muchos años. La idea de un héroe con espada me resultaba emocionante, sobre todo por los libros que leía por entonces, pero a partir de ello quedé fascinada con el juego en sí; con el hecho de que para avanzar en él se necesitaba resolver acertijos, con el simpático protagonista y con la musiquita pegajosa, que me daba por tararear delante de de desconocidos.

Seguí las aventuras de Zelda y Link por el NES y después por el SuperNES; prometí volver en el GameBoy en cuanto consiguiera uno (eso no ocurrió sino hasta la llegada del Advance) y hasta ahí quedó.Cuando vinieron las primeras guerras de consolas, dejé a Nintendo por Sony, por seguir la senda de Final Fantasy, mi otro consentido.

Diez años más tarde, el remake de otro Final Fantasy (el III) me devolvió a Nintendo; para ser exactos, a la versión mejorada de su más reciente consola portátil, el Nintendo DS Lite. Era cuestión de tiempo antes de que me reencontrara con Zelda y Link en Legend of Zelda: Phantom Hourglass.

Phantom Hourglass es la secuela directa de Legend of Zelda: The Wind Waker, que saliera para GameCube en el 2003 (todavía mis tiempos de no-Nintendo). Pero eso no representa ningún problema, porque se puede disfrutar por igual sin haber jugado el anterior (lo digo por experiencia).

Al principio del juego, nos cuentan en dos patadas el argumento de Wind Waker, que termina con Link, nuestro héroe, recorriendo los mares en busca de aventuras con la capitana de los piratas, Tetra (que no es sino la Zelda del título). En una de ésas, se encuentran un barco abandonado, y lo abordan pensando que hay un tesoro. Pero, sorpresa, el navío no es sino el temible Barco Fantasma que ha estado aterrorizando esas aguas desde hace mucho tiempo. El barco parece cobrar vida,Tetra desaparece y Link cae al mar. Poco después se encuentra en una isla desconocida con una hadita llamada Ciela y su abuelo, el anciano Oshus. Con su ayuda y la del capitán Linebeck, una especie de Jack Sparrow simpatiquísimo, Link surca de nuevo los mares en busca primero del Barco Fantasma y después de una forma de derrotar al maligno espíritu que tiene a Tetra bajo su poder.

Como Link, el jugador podrá manejar el barco de Linebeck y explorar diferentes áreas del océano, pelear con enemigos, rescatar tesoros hundidos y hasta pescar. En tierra, hay pueblos que visitar, y una buena cantidad de calabozos, templos y laberintos donde abrirse paso. A medida que avanzamos, podremos obtener diferentes artefactos que facilitarán nuestro camino, siempre y cuando los usemos en el momento adecuado (el juego se mueve principalmente por puro ingenio).

Ahora, todo esto es algo a lo que un fan de la serie de Zelda ya está más que acostumbrado. Lo que hace tan diferente y fenomenal a Phantom Hourglass es el uso que le da al versátil Nintendo DS; el stylus no sólo nos sirve para mover a Link y manejar su espada, sino para trazar la ruta de su boomerang, apuntar con su arco y flechas, y ... escribir. En efecto, en cada mapa que nos encontramos se puede tomar notas (trazar una ruta, señalar la posición de una trampa o la localización de un tesoro); es mucho muy difícil, casi imposible, de hecho, atravesar algunos de los calabozos sin hacerlo.

Igualmente, con el stylus firmaremos de recibido cuando el correo nos entregue un paquete y dibujaremos símbolos mágicos para transportarnos por todo el mundo o para abrir puertas selladas.
El micrófono tampoco se desperdicia: de vez en cuando uno tiene que gritar para que un personaje que está lejos le haga caso o asustar a algún enemigo y soplar para quitar el polvo de mapas y otros objetos. Con todo esto, el juego jamás aburre, y a ratos se vuelve tan adictivo como en los viejos tiempos de Zelda (los míos, pues).

Las gráficas, caricaturizadas y todo, le quedan perfectamente al juego y a su sentido del humor (espérense varias carcajadas a lo largo de la historia), y la música es tan encantadora como de costumbre. Y como si eso fuera poco, el juego está en español... y la traducción es lo suficientemente buena como para conservar las risas y la diversión.

¿Lo único malo del Phantom? Ay, que esté tan corto. Uno está todavía en medio de la emoción, y de pronto... ¿ya fue todo? Bueno, siempre está la posibilidad de prolongarlo mediante los muchos minijuegos y las interesantes opciones en línea. Con el WiFi, uno puede enfrentarse en duelos con amigos o desconocidos (algo que la verdad no me gusta) o enviarles regalos (los tesoros que nos encontremos, y que en diferentes consolas tienen diferente valor).
Este juego sin duda es una opción perfecta para las vacaciones navideñas... lástima que yo me lo acabé antes.

Recomendaciones: Perfecto para seguidores de Zelda y recién llegados por igual.

Abstenerse: La verdad, sólo si no tienen un Nintendo DS (y en ese caso, si son fans, échenle un ojo a la edición especial conmemorativa, en Amazon).

jueves, diciembre 13, 2007

Reseña de película: Beowulf


Beowulf

Director: Robert Zemeckis

Intérpretes: Ray Winstone, Anthony Hopkins, Robin Wright Penn, Brendan Gleeson, John Malcovich, Sebastian Roché, Crispin Glover, Angelina Jolie.


Lo bueno: La pelea de Beowulf con el dragón.

Lo malo: La verdad, todo lo demás.

Calificación: *

Una vez más estoy convencidísima de que, en el cine, el guión lo es todo, de la misma forma que la cocción en el caso de los platillos. Puede uno tener los mejores ingredientes, la materia prima más adecuada... y demasiado fuego lo echa todo a perder. Esto fue, exactamente, lo que ocurrió con esta película.

Dejando de lado la animación, que no tiene nada de particular si uno ha visto Final Fantasy: The Spirits Within, Beowulf cuenta con un buen equipo de actores, preciosos escenarios, buen diseño de vestuario y en general cinematografía; pero el tratamiento de la historia lo echa a perder todo con una facilidad pasmosa.

Beowulf está adaptada (bueno, eso juraron el director Zemeckis y el escritor Neil Gaiman al presentarla en la pasada ceremonia de los Scream Awards) de la épica del mismo nombre, la primera pieza conocida en inglés, compuesta a finales o a mediados de los 400 y escrita más o menos en el 700 después de Cristo. Ésta, entre otras grandes predecesoras de literaturas nacionales, tiene el detalle de ser bastante larga, y, aunque pagana, pareciera llevar un transfondo cristiano mucho, muy misterioso. La han llevado al cine unas cinco veces, si entre ellas contamos Trece Guerreros y una versión extraña con ambiente de Mad Max que hicieron en el 99, con Christopher Lambert en el papel principal. No he visto completa la del 2005, Beowulf & Grendel, con Gerry Butler; me detuve a los pocos minutos porque la versión que conseguí estaba muy mal grabada y porque eso fue lo que necesité para darme cuenta de que la cosa no pintaba tan bien (¿Grendel, el demonio, un semihumano?). De veras esperaba que ésta fuera la buena. De veras.

La película se proyectó en México en versión doblada y subtitulada; por buena suerte me tocó verla subtitulada, ya que así me di cuenta de algunas peculiaridades interesantes; líneas enteras de la película están en inglés antiguo, y eso incluye varios pasajes de la épica en sí, tal y cual.

Me gustó, al principio, que los guionistas se hubieran preocupado por utilizar palabras como thane (noble) y mead (bebida alcohólica), que suenan de la época sin caer en arcaísmos; sin embargo, la revoltura de inglés antiguo y moderno en la misma secuencia de diálogos suena muy payasa, y a muchos de los actores les hubiera caído bien unas clasesitas de pronunciación; un aspecto tan cuidado en las películas de El Señor de los Anillos y que aquí se dejó ver hecho al aventón y con prisa (nadie se ponía de acuerdo sobre cómo decir “Beowulf” y Anthony Hopkins cometió tres veces un mismo error).

La gesta heroica de Beowulf se diluye con cantidades impresionantes de... sí, adivinaron: sexo, acomodado en capas de clichés tan gruesas, que el sabor del original se pierde por completo. Los guionistas Gaiman y Roger Avary no escribieron el guión con las patas, pero por cuestiones de decoro no puedo decirles con qué parece que lo hicieron (las primeras líneas del cuento Jinetes del Salario Púrpura, de Philip José Farmer, podrían darles una buena pista).

Las metáforas de la obra (kennings, se llaman, y son muy bonitas) se convierten en frases de lo más vulgar: “dador de anillos” y “caminante de las sombras” por un lado contra “violadores de vírgenes” por otro. Cuando vi los cortos, pensaba que el haber puesto a Angelina Jolie, con cejas depiladas, rímel y tacones (?) como la madre de Grendel (en el original ella es una especie de monstruo marino horrendo) iba a ser la única desviación de la historia, pero nada: el bondadoso y valiente Beowulf se convierte en un tipo sangrón y exhibicionista; el otro héroe, Wiglaf, tiene la misma edad del protagonista desde la primera parte de la historia y está puesto en papel de gordito simpático; el rey Hrothgar es un borracho perdido; el casi casi villano Unferth pierde todo su encanto y termina murmurando algo sobre el Dios de los cristianos, que jamás se menciona pero que seguramente el poeta de Beowulf conocía demasiado bien como para estar tonteando.

En cuanto a la idea de la humanización de Grendel (los auténticos monstruos están en peligro de extinción; ahora todos son víctimas y dignos de lástima), sólo me quedo con curiosidad de ver qué tanto tuvo que ver la película pasada, Beowulf & Grendel, puesto que ya hace años que está de moda sacar las cosas de películas en lugar de ir por las fuentes originales de las historias (eso igual puede ver en cuestiones tan dispares como Marion Zimmer Bradley y Frank Miller).



Comprendo que una adaptar una obra de un medio para otro siempre conlleva cambios, pero, ¿es necesario que los guionistas proyecten sus propios puntos de vista y deformen la historia de manera que sea imposible reconocer al original? La película no trata, como la épica, de valor, generosidad, amistad y sacrificio, sino de ambición, lujuria y egoísmo; el resultado, aparte de mediocre, es muy desapasionado. No hay oportunidad de encariñarse con ninguno de los personajes, la trama se siente plana y sin chiste, y hasta las escenas de acción no son nada del otro mundo si uno ha jugado God of War.


Recomendaciones: Si les gustó 300, aunque esta les va a parecer menos lograda; si les divierte ver a otra persona cuando juega videojuegos; si quieren escuchar un poco de inglés antiguo (en ese caso cierren los oídos cuando hablen Anthony Hopkins y Angelina Jolie) y si todavía piensan que Neil Gaiman es perfecto.

Abstenerse: Si ya conocen o le saben cualquier cosa al original, porque en ese caso probablemente acaben odiando esta cinta. Si piensan que 300 fue un asco; ésta es peor.

lunes, diciembre 10, 2007

Receta: Pollo a la mandarina con salsa de queso


©Cooking Mama, del juego homónimo de Office Create, publicado por Majesco para Nintendo DS.


Mi hermana me sugirió que esta receta podría hacerse pasar por un platillo medieval, puesto que, al no contar con muchas opciones en aquella época, tal vez las frutas se utilizaran junto a las carnes para variedad de sabor (aunque no creo que las mandarinas fueran muy comunes en Europa).

Por lo que nos contaba en la escuela mi maestro de Literatura, el profesor R.F.W., en la Europa medieval la comida se servía en platos hechos de pan sin levadura que absorbían los jugos y salsa de los platillos, pero que ninguna persona elegante se comería después. Los platos comestibles se regalaban a la gente pobre, pero siempre pensé que estarían de antojo. Así fue que se me ocurrió servir este pollo sobre pan árabe; el resultado fue muy bueno, porque el pan puede tomarse como guarnición o dejarse para el final... y en cualquiera de los casos queda muy, muy rico.



Ingredientes (para 2 personas):

  • Una pechuga de pollo aplanada
  • Cuatro rebanadas de tocino
  • Tres mandarinas medianas
  • 40 gramos de queso manchego
  • 3 rebanadas (sandwicheras) de queso amarillo
  • 1/2 taza de leche
  • Pimienta y sal de cebolla al gusto, para condimentar.
  • Opcional: Dos panes árabes.

Herramientas:

  • Cuchillo afilado.
  • Tabla de picar.
  • Sartén amplia.
  • Recipiente metálico (pocillo o salsera).
  • Pala de madera para mezclar.
  • Cuchara para mover la salsa.
  • Varios envases para colocar los ingredientes.
  • Tenedor para probar el pollo.
  • Opcional: Comal o plancha.


Procedimiento

Para la salsa:

1. Poner la leche en un pocillo o salsera. Calentar a fuego medio pero sin llegar a hervir.

2. Despedazar los dos quesos y colocar en la leche. Mover, sin retirar del fuego, hasta que el queso se derrita. Apartar del fuego y reservar.

Para la carne:

1. Cortar la pechuga de pollo en cuadritos (aproximadamente 3x3 cm.) Sazonar con la sal de cebolla y la pimienta (dos pizcas de cada una suele bastar). Dejar en un recipiente.

2. Pelar las mandarinas y separarlas en gajos. Pelar cada gajo y retirar las semillas hasta dejar sólo la pulpa (para facilitar esto, hay que escoger mandarinas maduras, pero firmes: hacer un corte en la parte más delgada de cada gajo y arrancar la cubierta; no importa si la pulpa se deshace). Apartar.

3. Cortar el tocino en trocitos de 3 cm. y cocinar a fuego medio. Cuando el tocino esté tostado, retirarlo del fuego, agregar el pollo y cocinarlo en la misma grasa del tocino.

4. Cuando la pechuga se vuelva de color blanco, agregar la mandarina, mezclar y seguir cocinando, sin dejar de mover, hasta que el pollo esté dorado pero tierno (se puede utilizar un tenedor para probarlo; si los picos pasan sin dificultad, la carne está en su punto).

5. Agregar el tocino, añadir la salsa de queso y mezclarlo todo. Servir caliente.

6. Opcional: Calentar los panes árabes en el comal o plancha (sin grasa) hasta que se ablanden y servir el platillo sobre ellos.

viernes, diciembre 07, 2007

Reseña de libro: Eight Days of Luke


Eight Days of Luke
Diana Wynne Jones
HarperTrophy (Harper Collins)

Lo bueno: La historia, que atrapa de principio a fin.

Lo malo: Que todavía no esté traducido al español.

Calificación: * * * * *

Las vacaciones no se pintan nada lindas para David Allard: fuera del internado donde estudia, lo mejor que le espera es una larga temporada con sus tutores (un primo y su hipocondriaca esposa, una tía y su todavía más hipocondriaco marido) , que no hacen más que criticarlo, culparlo por todo y encima insistir en que debe siempre estar agradecido porque se ocupan de él (David es huérfano).

Un día que sus parientes han estado especialmente insoportables, David se harta e imagina que puede lanzarles una especie de maldición; pronuncia palabras que le vienen a la mente, arroja un puñado de tierra contra una pared... y, de pronto, tras un terremoto y un montón de serpientes que surgen del piso en llamas, se aparece un chico pelirrojo llamado Luke.

Luke le da las gracias a David por haberlo liberado de alguna especie de prisión (?) y le ofrece hacer lo que él quiera a cambio; como lo único que David desea es un compañero de juegos, Luke le dice que acudirá a su lado siempre que encienda una llama.

Muy pronto, David se da cuenta de que su nuevo amigo no es ninguna persona ordinaria; tiene un encanto especial que le permite ganarse, en segundos, la simpatía incluso de sus horrendos parientes y de su aún más gruñona cocinera; sale de la nada cuando David prende un cerillo (y de hecho parece tener poderes para controlar el fuego), y, si se lastima, sus heridas sanan de un día para otro. David intenta no darle a importancia a todo esto, hasta que se entera de que los parientes de Luke (también dados a criticarlo y culparlo hasta el cansancio) lo están buscando para volverlo a encerrar.

Por supuesto, David se toma bastante en serio esto de la amistad, y es por ello que decide enfrentarse a uno de ellos, el misterioso Mr. Wedding, y hacer un trato con él para negociar la libertad eterna de Luke. ¿Cómo podrá derrotar David a Mr. Wedding en un duelo de ingenio? ¿Cuáles serán las consecuencias de sus acciones?Y, sobre todo, ¿quién es Luke en realidad, y cuál es ese pasado oscuro que parece llevar arrastrando..?

Diana Wynne Jones, autora de Howl’s Moving Castle (que alguna vez tradujo al español la editorial SM, tengo entendido) es una escritora inglesa de fantasía con una gran mayoría de obras dedicadas, supuestamente, a los niños (y que tienen de infantiles lo que yo de china y comunista, que les aseguro es bien poco). En esta estupenda novelita corta (apenas 200 páginas, y con letra no muy pequeña), trata el tema de una amistad común y corriente entre dos chicos bajo un transfondo que personalmente me encanta: seres de la mitología (en este caso la nórdica) que viven y actúan en un mundo moderno que ya no los recuerda.

El libro deja caer pistas muy sutiles al respecto en forma de ideas ingeniosas (el Valhalla como un local de maquinitas, el árbol Yggdrasil cubierto por un edificio de departamentos, etc.), pero resulta entretenido y delicioso aun si uno no las capta todas. La historia no es nada predecible, y está tan bien escrita que resulta un cubo de agua fresca en medio de tanto libro chafa de los que se llaman “juveniles” y que parecieran, ahora, tan fáciles tanto de escribir como de publicar (el libro data originalmente de los setenta), pero tiene un mensaje muy positivo y necesario para el mundo moderno, donde las amistades a menudo duran lo que la borrachera en turno, y las alianzas se limitan a cuestiones económicas: (casi cito) el saberlo todo sobre alguien no tiene por qué cambiar tus sentimientos hacia esa persona.

Recomendaciones: Definitivamente para chicos y adultos; en especial quienes tengan gusto por la mitología escandinava y no se asusten ante una novedosa revisitación; y para corazones desolados que necesiten un buen empuje de optimismo.

Abstenerse: si pensar les da flojera, o si no les gusta la mitología; si todavía creen que Rowling es original o si consideran que las historias para niños deben tratar ante todo de valores morales o ser copia diluída de libros de superación personal.

miércoles, diciembre 05, 2007

Los escritores irlandeses en FIL 2007

De izquierda a derecha: Jorge Fondebrider, Gerard Donovan, Jamie O'Neill, Colum McCann y Claire Keegan.


“El hogar es donde no tienes que dar explicaciones”.
Gerard Donovan, en la FIL 2007, Guadalajara.


Siempre que termina la Feria del Libro me queda un poco de nostalgia; en parte porque la siento, algo así, como mi Navidad adelantada, porque me encanta, así nomás, pasearme entre los stands, sentarme en la alfombra pachoncita (la Expo Guadalajara no tiene; diferentes tipos de piso se ponen y se quitan según el evento que se lleve a cabo ahí), andar conociendo gente y platicar con ella. Y conste que esta feria no la esperaba con particular ansia; el fin de año sin trabajo, la cuesta de enero y las crisis económicas que no se aliviarán por lo menos hasta febrero del año entrante me flotan en los ojos como la daga de Macbeth.

Al final, acabé yendo a la FIL unas cinco veces, gasté más que lo que acostumbro día con día pero menos que en otras ferias (gracias sobre todo a las no-novedades de Minotauro y las repentinas mesas de ofertas en Planeta) y... de todos las conferencias y presentaciones sólo asistí a una. De veras que no me sienta bien trabajar en las tardes y mucho menos durante los fines de semana (para acabar pronto diría que trabajar no me sienta en lo absoluto, pero eso ya es otra historia).

Como sea, quisiera platicarles sobre esa única conferencia: la mesa de escritores irlandeses, el miércoles 28 de noviembre, seis de la tarde, en el salón Agustín Yáñez de la Expo.

Los participantes fueron Gerard Donovan, que leyó el principio de su novela Julius Winsome; Jamie O’Neill, novelista, que jura y perjura que durante años lo único que ha escrito es su firma en cheques; Colum McCann, que ya sabía que no entenderíamos más de la mitad del fragmento de su novela Dancer que llevó, y Claire Keegan, cuentista que ahora trabaja en su primera novela. El moderador fue el escritor y traductor argentino Jorge Fondebrider (que contribuyó en la antología Poesía irlandesa contemporánea).

Aunque amo a Irlanda con todo mi corazón (en 2005 me di cuenta, con deleite incrédulo, que se trataba de un amor correspondido) no sé nada de la literatura irlandesa contemporánea, y bien poco de la otra. Mi primer escritor favorito (Wilde) fue irlandés, eso sí; pero de ahí en demás muchos que conocí después aparecían en los libros de texto como británicos (Swift, Shaw, Joyce -sí, en serio-, incluso C.S. Lewis). William Butler Yeats es el primer irlandés “fuera del closet”... mejor dicho, “de la preglobalización” al que le tomé gusto, por varias razones. Pero, ¿qué ha ocurrido en las plumas de Irlanda a partir de entonces? La mesa trató de ello, y de mucho más.

La primera sopresa: un escritor irlandés se siente tan prisionero de tener que ponerse la camiseta de su país y hablar de asuntos relacionados como uno mexicano que trata a fuerzas de no parecer malinchista (en consecuencia, la ciencia ficción nacional le damos vueltas y vueltas la la Nueva Tenochtitlan y quién sabe qué tanto más). Un escritor, estuvieron de acuerdo todos los autores, debería tratar de lo que se le diera la gana; y es así que Dancer de McCann cuenta la historia ficticia del pequeño Rudolf Nureyev en un desbarajuste rapidísimo de oraciones, y Julius Winsome, de Donovan, está situado en Canadá y es la (para mí, al menos) conmovedora historia de un hombre solitario que se dedica a la caza de cazadores después de que uno de estos fulanos le mata a su perro.

Los escritores irlandeses son tan universales (y quieren serlo) como todos los demás, pero donde no niegan la cruz de su parroquia (y hablando de cruces, Jamie O’Neill, el más políticamente incorrecto de la mesa, se persignó antes de comenzar la conferencia) es en el lenguaje. Los irlandeses hablan ese inglés tan maravilloso, juguetón, lleno de vueltas, dobles sentidos y peculiaridades que no se parece al de ninguna otra parte del mundo y que posiblemente desaprobaría un profesor de lenguas... porque para Irlanda el inglés fue una lengua extranjera y sigue sonando como tal. Puedes hablar de lo que quieras, pero en lo que hablas está tu identidad... y mejor alegrarse con ello.

El tema que ya me esperaba salió a colación cerca del final de la sesión de preguntas y respuestas: la extraña afinidad que hay entre mexicanos e irlandeses y que, por suerte, no es invención mía. Claro que se mencionó a los San Patricios y eso como asunto que ya se hizo del dominio público, pero ahí no se quedó la cosa: los cuatro escritores describieron sus experiencias al llegar a México (para algunos era la primera vez aquí) de la misma forma y casi casi con las mismas palabras que le he oído a los mexicanos que van a Irlanda: “es que aquí (el aquí igual podría ser Galway que Guadalajara) uno se siente como en casa”. Gerard Donovan remató con esa cálida frase que cité al principio.

Como en casa. Exactamente.

* Gerard Donovan tiene una obra publicada en español, El telescopio de Schopenhauer, en Ediciones Tusquets. La llevaron a vender y se veía de antojo, pero, para variar, Tusquets en México trae los libros casi al doble de precio que en España, así que mejor me detuve ahí. Pero, por lo pronto, voy a encargar Julius Winsome en inglés (Dancer de Colum McCann, otro de mis antojos, también está barato en el original).

lunes, diciembre 03, 2007

La princesa del Kalahari


Soy sentimental, de acuerdo. No suelo llorar con las películas (bueno, “Juegos de patriotas” fue la excepción; a los quince minutos estaba berreando “¡Sáquenme de aquí! ¡Devuélvanme mi dinero!”... o será también que cuando el actor Sean Bean llora, yo me le uno), pero los libros y los videojuegos que pasan por mis manos/ojos suelen llevarse pañuelos desechables por delante.

En los últimos meses, sin embargo, ha ocurrido algo insólito; me ha hecho llorar un programa de tele. Una telenovela. Un reality show, para acabarla de amolar.

En todas las historias mueren personajes, ya sé, y uno se siente mal por ello. Pero nada lo prepara a uno para el cómo se siente cuando los personajes son de carne y hueso.

La tercera temporada de Meerkat Manor (“El reino del suricato”, en Animal Planet en español) fue la despedida para la mayor parte de sus figuras más entrañables; incluyendo la protagonista, nomás para recordarnos que lo que estamos viendo no salió de la mente de un escritor medio sádico, sino de la mano de la naturaleza y las cámaras de documentalistas. En el penúltimo episodio, le tocó a mi suricata favorita desde el comienzo de la serie: la tierna, generosa, fuerte como el acero, Mozart.

Soy mala para los homenajes, y montones de personas que se sintieron tan conmovidas con esta pérdida como yo ya se me adelantaron en youtube con videos muy bonitos. De todas formas, quisiera escribir algo, no porque haga falta (ninguno de los televidentes que siguen Meerkat Manor la olvidará, eso es seguro), sino para poner mi medio granito de arena a su memoria, aliviarme un poco el ánimo, que todavía siento algo pesado, y reconocer en público que llegué a querer a este animalito de la tele casi como una mascota.

Si alguno de los presentes considera ridículo pasar tristeza por una mascota, ya puede detenerse aquí. De lo contrario, adelante, por favor.

Yo, la verdad, no sabía nada de las suricatas antes de ver El Rey León, y aún así no tenía idea de a qué especie pertenecía Timón hasta que encontré un juguete parlante de la película (“La suri...¿qué?”). La misma serie Meerkat Manor no me vino ni me fue antes de la repetición de la segunda temporada... pero a partir de ahí, me hice adicta.

Las suricatas son mamíferos pequeños, parecidos a las mangostas, que habitan el sureste de África. El programa Meerkat Manor salió a partir de una investigación realizada durante 13 años por la Universidad de Oxford de varios grupos de esta especie que habitan en el desierto del Kalahari; por primera vez se pudo observar en detalle sus hábitos y costumbres, y cuando los científicos vieron que la situación se parecía extrañamente a una telenovela, decidieron presentarla como tal.

Las suricatas viven en clanes muy organizados, encabezado por una hembra alfa y su consorte, los únicos que pueden aparearse y tener cría, y que se ocupan además de buscar buenos territorios de caza (son animales carnívoros; se alimentan de insectos y gusanos) y defender a la familia contra otros grupos rivales.

Mozart era hija de Flor, la hembra dominante del grupo llamado Bigotes, y, mis sospechas nada más, de Youssarian, un macho al que Flor dejó más adelante por su segundo y definitivo consorte Zaphod. Su papel en el clan era el de niñera de los cachorros de Flor, pero se comportaba como la de todo el mundo. Mozart cuidó de su hermano de camada, el héroe Shakespeare, después de que a éste lo mordiera una serpiente venenosa; consoló a sus papás en momentos de crisis, hizo todo por calmar los ánimos de su hermana rebelde, Tosca, y hasta le perdonó lo imperdonable a su media hermana Kinkajou. En una sola ocasión intentó imponerse sobre su grupo.

Uno hubiera esperado que la vida correspondiera a la bondad de Mozart con la misma moneda, pero no fue así; su existencia no fue sino una cadena de desgracias. Mozart solía enamorarse de quien no debía, y sus embarazos no programados le valieron, una y otra vez, la expulsión del clan Bigotes. La mayoría de sus cachorros no llegaron a adultos; algunos perecieron de hambre y abandono; otros, asesinados (la última camada por Kinkajou, hermana y rival de amores de Mozart).

La mala suerte de Mozart la llevó primero a un grupo condenado y después a vagabundear en solitario; cuando trató de reunirse con su familia, ellos la echaron como si se tratara de una extraña. Su única esperanza de compañía y sobrevivencia terminó con un incendio totalmente inesperado en el desierto; después con una batalla entre grupos rivales; y Mozart, superviviente de mil calamidades, fue a convertirse en la víctima de algún depredador.

La vida no es como en las películas, ni siquiera como las más malas; aparte de la “larga derrota” que describiera el profesor Tolkien yo añadiría un rosario de injusticias; y es muy, muy fácil torturarse con ello.

Mozart siempre hizo el bien; ¿por qué, entonces, tenía que irle tan mal? Al final, ¿de qué sirvió todo? ¿Para qué sirve un programa como Meerkat Manor?, le pregunté ayer a mi esposo G. mientras intentaba comerme una Santa Fe de pollo con un aderezo mucho muy salado y molesto que me goteaba intermitentemente de las mejillas. Su respuesta me puso a pensar.

Estos animalitos, las suricatas, llevan siglos viviendo sus ya difíciles existencias en el Kalahari sin que la gente como yo se diera cuenta siquiera de que existían. La gente como yo, acostumbrada a usar y tirar, no les pone las cosas más sencillas con cambio climático, desechos, contaminación a gran escala y todos los efectos secundarios de la raza humana. De pronto, unos cuantos millones vemos la televisión (vaya ironía) y comenzamos a concientizarnos, aunque sea en forma de clubes de fans, donación de recursos y pensársela dos veces antes de revolver orgánico con inorgánico. Tal vez ese haya sido el objetivo del programa.

De cualquier forma, este asunto generalizado está muy lejos de hacerle justicia a Mozart, la princesa del Kalahari. Este animalito de 40 centímetros enfrentó la adversidad con una entereza que a varios humanos nos dejaría en vergüenza. Mozart siempre fue optimista, siempre resistente. A pesar de su mala suerte, nunca se volvió amargada ni dejó de prodigar amor a raudales. Protegió a su familia. Quiso mucho a sus parejas. Sola, se consiguió una madriguera que acondicionó con sus propias garritas. Sobre todo, se ganó el corazón de millones que nunca estuvieron más cerca de ella que lo que una cámara a miles de kilómetros.

Dicen que los animales son lo que nos queda de paraíso en la tierra. La misión particular de Mozart probablemente haya sido recordárnoslo (no todos los ángeles tienen alas, y sería muy aburrido si todos fueran antropomórficos). Valiente Mozart, cariñosa, fuerte, amable; gracias.

También digo, en cuanto a la conducta humana, que Dios está poniendo a prueba a los hombres para que se den cuenta de que también ellos son como animales. En realidad, hombres y animales tienen el mismo destino: unos y otros mueren por igual, y el aliento de vida es el mismo para todos. Nada de más tiene el hombre que el animal: todo es vana ilusión y todos paran en el mismo lugar. Del polvo fueron hechos todos, y al polvo todos volverán. ¿Quién puede asegurar que el espíritu del hombre sube a las alturas de los cielos y que el espíritu del animal baja a las profundidades de la tierra?

Eclesiastés 3, 18-21
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